No hace mucho, se atrincheraron detrás de un montón de bolsas de arena. Las espachurré y su contenido terminó regado por la playa. Ahora, acaban de poner ese muro de piedras con la ilusión de frenar mi avance…
¡Cuánta estulticia! A pesar de todas las lecciones que les he dado, les cuesta comprender que no hay barrera que resista mis embates. Y, cada tanto, cuando les demuestro mi enfado, aparecen los periodistas con las cámaras y los micrófonos, y ellos les explican que todo es por mi culpa, sin asumir su responsabilidad. Porque, ¿quién fue si no el que, con sus construcciones, asfixió a las dunas impidiéndoles su juego ancestral con el soplo del viento? ¿Quién el que, por la vanidad de tener la mejor vista hacia mi inmensidad, se me acercó demasiado y provocó mi ira?
Tal vez crean que el tamaño de su casa la vuelve invulnerable. Necios. Ignoran que estoy aquí desde hace millones de años y que tengo todo el tiempo del mundo para seguir asediándola. Hasta que, como lo hice antes con tantas otras, la derribe y me trague sus escombros.
(Ubicación: Aguas Dulces, Rocha)

