Cómo señalábamos en una nota anterior (Voces N° 857) Demasiado juntas es el tercer trabajo en que Leonor Chavarría y Florencia Santángelo se proponen enfrentar la distancia que los kilómetros ponen entre ambas (Santángelo vive hace años en Río de Janeiro). Sus dos trabajos anteriores, Latencia en 2017 y Dos hermanas en 2020, apelaban a la tecnología para que la “convivio” se concretara. En este caso, como redoblando de la apuesta, no solo logran reunirse físicamente en el escenario, sino que deben hacerlo pegadas una a la otra. Y es que han elegido contar “la verdadera historia de Yvonne y Mabel”, dos hermanas siamesas.
Según ha comentado Richard Riveiro, a quienes las actrices convocaron para trabajar en la dramaturgia y la dirección de la obra, la historia de las hermanas, nacidas en un circo criollo, ya estaba configurada por Santángelo y Chavarría. Se habían inspirado, en principio, en la historia real de las hermanas Daisy y Violeta Hilton, dos siamesas inglesas nacidas en 1908. Rechazadas por su madre, compradas por su partera y puestas en exhibición como una rareza de circo, las Hilton tuvieron éxito y llegaron a ser populares realizando giras por los EE.UU., pero, víctimas de abusos varios y de la explotación de empresarios del espectáculo, mueren casi en la indigencia. En 1932 habían participado de la película Freaks, filme dirigido por Tod Browning (el director de la Drácula de Bela Lugosi) en 1932 y que fuera rechazado por el público cuando su estreno.
La historia de Yvonne y Mabel tiene derroteros diferentes a los de las hermanas Hilton, pero también transcurre en el marco de la “sociedad del espectáculo”. Nacidas en un circo criollo rioplatense a comienzos del siglo XX, son entrenadas para realizar números y convertirse en uno de los atractivos del circo. Luego pasarán al teatro de revistas en Buenos Aires de los años treinta, en donde se codearán nada menos que con Gardel, y terminarán en la Cuba casi prostibularia de Batista en los años anteriores a la revolución. Pero el relato no es lineal, sino que parte de un futuro que las encuentra ya maduras mientras filman un documental sobre su vida, y a modo de flashbacks van apareciendo los momentos más importantes de su recorrido artístico y vital.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra pasa por la forma en que, de forma sutil, las hermanas aparecen explotadas por el mundo del espectáculo que transitan. Yvonne y Mabel no parecen vivirlo de esa forma, pero las vemos todo el tiempo subordinándose a las necesidades de las compañías de circo o de teatro en las que trabajan. Seguramente no sea algo particular de esta historia, pero las características físicas de las hermanas las obligan a explotarse, a exhibirse y venderse sin que tengan la posibilidad de tomar decisión alguna. Son tratadas por su entorno como una mercancía generadora de recursos. Y esto es particularmente claro cuando descubrimos su “historia verdadera” promediando el espectáculo.
Otro aspecto que nos resulta interesante es el vínculo entre la burbuja microsocial del espectáculo y la sociedad real más allá de esa burbuja. El momento en que este aspecto aparece más nítidamente señalado es cuando las hermanas están en Cuba, trabajando en hoteles lujosos que permanecen aislados de la miseria que vive la mayor parte de la sociedad y que les explota en la cara con la revolución. Pero ese momento nos obliga también a pensar al lujo en el que viven como artistas del teatro de revista en los años treinta en una Argentina que atraviesa la llamada “década infame” luego del golpe contra Yrigoyen. No es que esto se menciona, sino que justamente la “realidad” en que viven las hermanas es ajena a la situación social del resto de la sociedad. Esta “ajeniedad” recién es visible en Cuba cuando los “barbudos” toman el poder y la lectura de ese momento divide a las hermanas.
Esos dos aspectos implícitos o subyacentes en la obra no son puestos en primer plano, lo que vemos es a las hermanas crecer, alegrarse, frustrarse, casi siempre en el marco de camarines y escenarios que se han convertido en su realidad inmediata. En ese sentido el trabajo de Santángelo y Chavarría es casi mágico, creemos en esas dos hermanas que deben actuar y vivir a cuatro manos. Las dificultades inherentes a su particularidad aparecen casi siempre presentadas con picardía, y el eje nunca es la “discapacidad” sino, en todo caso, como esa “discapacidad” es conscientemente explotada por terceros. Santángelo y Chavarría parecen divertirse y ensombrecerse con sus personajes, y transmiten esa vitalidad a una platea que también disfruta del universo de candilejas que nos proponen.
La impronta estética de Richard Riveiro, conocido en el medio por su trabajo con L’Arcaza, es visible desde el juego metateatral hasta el propio universo que se construye junto al equipo de diseño. El vestuario de Catalina Peraza es un elemento clave que permite a las actrices mutar en Yvonne y Mabel. La escenografía de Lucía Tayler, la música de Agustín Flores y el maquillaje de Fiorella Mornelli confluyen y se complementan para poner en pié esos “mundos del espectáculo” brillantes, pero también oscuros.
Demasiado juntas se estrenó con entradas agotadas en Sala Verdi, en el marco del festival Temporada Alta, y luego llegó al Teatro Stella. Esperemos que más adelante exista la posibilidad de husmear en el universo de Yvonne y Mabel. Habrá que estar atentos.
Demasiado juntas. Idea original y argumento: Leonor Chavarría y Florencia Santángelo. Dirección y dramaturgia: Richard Riveiro. Actuación: Leonor Chavarría y Florencia Santángelo. Fotografía: Matías Fabricio.
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