El pasado no tiene salvación por Ernesto Kreimerman

El temporal Donald Trump comenzó a castigar el planeta.  En pocas semanas, ha introducido unos movimientos imprevistos pero pocos tienen una lógica que los justifican. Algunos son expresiones de un cambio de sentido estratégico sobre el cual, más allá de los matices y estilos, hay ciertos consensos o alineamientos muy definidos dentro del sistema político de Washington.

Hay una coincidencia en Washington acerca de que Estados Unidos es una potencia en crisis, pero depende de la terapéutica que le apliquemos o que le apliquen, la inclusión o exclusión para alcanzar una mejor o peor salida. Potencia en crisis que a sí misma no se asocia con una visión determinista, agotada. Sino que debe resolver ciertos espasmos e incomodidades para proyectar desafíos nuevos o ir derecho a la profundización del estancamiento, instalando otra proyección de medianas europeas o aquellas más holgadas.

Se argumenta que ya han pasado los tiempos para los heroísmos y los héroes, que millones se lanzaron a las calles para celebrarlo. Sin embargo, las victorias de ayer se han transformado en meros pronunciamientos devaluados. Hay una necesidad de resignificar el sentido profundo de las libertades y de sus garantías. Por ello, cobra más sentido que nunca la sentencia magistral de José Artigas, “es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de la Constitución puede afirmarla”.

Sin embargo, aunque es significativo, no alcanza con tener el mismo diagnóstico de coyuntura o de las circunstancias con una mirada en prospectiva, es decir, en el análisis y la revisión que sustenta esa nueva visión, con el propósito de explorar o predecir el futuro en una determinada cuestión, general o particular. La clave está en coincidir en la terapéutica, en el tratamiento de las dolencias. Y allí es donde afloran nuevamente las naturales diferencias de fondo, en la búsqueda a las respuestas al para qué y al hacia dónde.

Coincidir en el diagnóstico, obviamente, que es importante pero no garantiza una solución. Lo que abre las puertas a coincidencias es que necesariamente se concentren las partes en las condiciones básicas por las cuales debe encaminarse la posible resolución, para darle cierta formalidad al hecho de encarar ese camino.

En verdad, ¿qué está pasando?

Con la grandilocuencia que le caracteriza, al completar los primeros 50 días de ejercicio presidencial, Trump instaló la idea de que había hecho más que cualquiera de sus predecesores, pero sus críticos, muchos, complementaron esa afirmación cambiándole el sentido y con un poco de ironía: …que cualquiera de sus predecesores, si, pero para destruir las bases de un sistema internacional que cimentó su acción global en las últimas ocho décadas, en particular, a partir del fin de la segunda guerra mundial.

Sin fundamentar una nueva visión estratégica, ni tampoco los propósitos del cambio de rumbo, ha forzado inéditas decisiones, con contramarchas varias, que han llevado a Estados Unidos a abandonar alianzas en la guerra de Ucrania, olvidando aquello de apoyar una democracia naciente e imperfecta a defenderse de un invasor más poderoso, y con pasado imperial. Del mismo modo, inexplicablemente, ordenó votar junto a Rusia y Corea del Norte y en contra de casi todos sus aliados de siempre, para aplastar una resolución de la ONU que señalaba a Moscú como la potencia agresora.

Luego vendría un listado a “la carta” de “ordene y cúmplase”, del estilo de retomar el control del Canal de Panamá, Groenlandia, Gaza y, aún más novedoso, Canadá. Su argumento de que la frontera norte con Canadá era una “línea artificial de separación” dejó atónitos a propios y ajenos.

Volviendo a Ucrania, impidió el acceso a armas y a imágenes satelitales, y además de televisar al mundo un intercambio fuerte de palabras con Zelensky desde el propio Salón Oval, está molesto porque éste insiste en la inclusión de garantías para la firma de un acuerdo con Rusia.

Este martes, el propio Trump anunciaba que discutirá con Putin “el reparto de activos” ucranianos, y por esta vía persuadirle para que acepte el alto el fuego. Hasta ahora, lo que se informó es que Putin aceptó es detener los ataques contra el sector energético durante 30 días.

Aranceles y …

Abrió una batalla arancelaria de consecuencias impredecibles, afectando principalmente a sus aliados más inmediatos geográficamente hablando, Canadá y México. Optó por calificar a todos como sanguijuelas.

Pero también desordenó la agenda con sus aliados de la OTAN. Nicholas Burns, embajador de EE. UU. en China en tiempos de Biden y en la OTAN cuando George W. Bush, ha sido muy claro: “cuando se vota con Corea del Norte e Irán contra los aliados de la OTAN, cuando no se hace frente a la agresión rusa, cuando se amenaza con tomar el territorio de sus aliados, algo ha cambiado fundamentalmente. Hay una ruptura de la confianza con los aliados que quizá nunca podamos reparar”.

Sin embargo, de la última conferencia de seguridad en Munich, los europeos se marcharon decepcionados pues no sólo EE. UU. no expuso nada acerca de la agenda Trump, sino que se fue explícito que lo inmediato era conseguir un alto el fuego, el que fuere posible, y acto seguido, normalizar la relación con Rusia.

Friedrich Merz, próximo canciller alemán, comenzará su mandato con una profunda reforma constitucional, y un presupuesto de defensa de centenares de miles de millones de euros.  Se acabarían el dogma del déficit cero y el límite presupuestal para el rearme.

“La guerra de Putin no se dirige solo contra Ucrania, sino contra Europa, contra nuestra seguridad y nuestra libertad”, advirtió Merz al fundamentar el proyecto previo a la votación. “Medidas excepcionales que responden al nuevo contexto”, expresó. En resumen, Merz fue contundente: “la reforma constitucional y el plan de rearme e inversiones son el primer paso hacia una defensa europea común”. Conceptualmente, incluye a Francia y al Reino Unido.

El pasado…

El inicio de este período presidencial de Trump recuerda, peligrosamente, a una partida de ajedrez en la cual quien movió blancas pretende ganar ensayando “el mate del loco”, el jaque mate más rápido, que solo puede alcanzarse con errores garrafales en sus dos primeras movidas.

Como titulamos esta columna, el pasado no tiene salvación. Lo que ignoramos todos cuál es el objetivo de este milenio, a pesar de que contamos con las bases materiales para construir mejores equilibrios, más solidarios.

Desde el punto de vista de la calidad democrática, parece que nos vamos ocho o nueve décadas atrás. Pero aquel fascismo y éste de hoy no son calcados, sino esencialmente iguales, concentradores y odiadores, pero con circunstancias de época