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El planeta de los rumiantes

El planeta de los rumiantes
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Ya sea para demostrar entusiasmo, ya sea para sugerir cierta reiteración conceptual, varias personas me comentaron respecto a La euforia de los derrotados: “es bien La Tabaré”. Y es lógico, Tabaré Rivero, cantante y principal compositor de la histórica banda uruguaya, es uno de los responsables del texto además de director del espectáculo. Y en principio hay ejes temáticos que pueden confirmar la sugerencia. En la canción Rock de los idiotas (del disco Apunten… ¡fuego!!,1994) Tabaré y Alejandra Wolff cantaban: “A la gente idiota se la puede dominar/ Por eso los idiotas nos quieren idiotizar/ ¡ Idiotas!/ Somos idiotas de ciudad/ Con una idea remota de la dignidad”. La canción era una denuncia de los medios de comunicación, y ubicaba allí una de las causas de la alienación de los montevideanos. Mientras que en la canción Religión (disco Yoganarquía, 1997) Tabaré y Raquel Blatt cantaban: “Vivir no puede ser comer dormir y coger/ tiene que haber otra razón/ como una religión/ que no sepa mentir/ que nos haga saber del nacer y del morir/ como una libertad/ sin leyes sin patrón/ sin más desigualdad/ sin más explotación/ dignidad… dignidad… dignidad”. En este caso la dignidad aparece como una aspiración de trascender un orden social alienante, aunque no se identifica con tanta claridad a un agente responsable de esta situación.

En La euforia de los derrotados, segundo espectáculo de Tabaré Rivero con la Comedia Nacional (el anterior fue La micción en 2009), algunas ideas vinculadas a la ausencia de dignidad y a una vida alienante vuelven a ser protagonistas. La historia se ubica en un marco pos apocalíptico, entre los escombros de una Montevideo que no deja de ser el espacio en que viven criaturas dominadas por la rutina. La canción Religión que mencionábamos antes, incluida en el espectáculo, podría referirse a la vida de algunos personajes de la obra, en particular a la del personaje encarnado por Fernando Dianesi, quien todos los días repite la misma rutina: ir a trabajar en el 137, sentirse insignificante en su jornada, recibir insultos en la calle, ser ignorado por su esposa y por su hijo. El personaje parece necesitar creer que hay algo más en esa vida familiar, de alguna forma fue educado en esa idea, pero su entusiasmo no logra sobreponerse a la realidad.

La historia transcurre en un mismo día, con un Luis Martínez que abre y cierra el espectáculo ofreciendo una esperanza de la que él mismo se ríe al final, a modo de espíritu satírico. Pero parece ser válida una lectura en que hay temporalidades distintas conviviendo, justamente una más cercana, en la que vive Dianesi con su familia, y una posterior, causa final de la destrucción apocalíptica. El personaje de Dianesi parece ser clave porque es el que señala una rutina de vida perfectamente contemporánea, y es en su hijo en el que, de forma metafórica, aparece una mutación que veremos configurada en otros personajes luego. Esos rumiantes fascistas que veremos amenazar el orden social no dejan de ser, entonces, hijos de las familias “normales” y alienadas que ahogan a las nuevas generaciones sin ofrecer salida alguna. De allí nace una sociedad que anula la voz individual y aplasta al que quiera pensar.

Euforia, nos dice el diccionario, significa: “sensación exteriorizada de optimismo y bienestar, producida a menudo por la administración de medicamentos o drogas, o por alguna satisfacción material o espiritual”. Y si cerramos la lectura -una posible, no la única por supuesto- no podemos dejar de ver a este espectáculo como una metáfora en la que del seno mismo de los alienados, derrotados y humillados nace una “euforia” retrógrada y fascista ¿Será una exageración? ¿O será señalar algo que está pasando justo en este momento? Lo cierto es que entre guiños a Ionesco y un universo pos apocalíptico que no deja de sugerir a la primera Plantea de los simios, Tabaré ofrece, con humor e ironía, una lectura pesimista de la lógica social contemporánea, y una proyección del futuro más oscura aún.

Pero no olvidamos que este texto está escrito a cuatro manos, y si hay algunas lógicas conceptuales que parecen continuarse desde La Tabaré a este espectáculo, el humor negro y la ironía de Guerra como co-autor no dejan de estar presente en ese señalamiento de la desgracia, en la nula romantización de la vida intrafamiliar, en la dinámica neurótica con que se suceden las escenas. Gran parte de la lógica más cotidiana de las historias que se enmarcan en La euforia de los derrotados parece provenir de la pluma de Guerra. Esta dupla ya ha tenido trabajos en conjunto, y no parece que, luego de este gran espectáculo, vayan a dejar de hacerlo.

La opereta cuenta la historia intercalando canciones, y en este sentido la interacción entre el elenco de la Comedia y la Banda Sinfónica dirigida por Martín Jorge es excelente. La música es ejecutada en vivo desde el foso, algo que potencia la vitalidad del espectáculo, como también el movimiento escénico de un elenco nutrido que trabaja como una unidad en todo momento.

La euforia de los derrotados interpreta la realidad social de una forma pesimista, y quizá aquí está una de las claves para entender el aprecio o el disgusto que pueda generar, dependiendo de si se comparte o no esa lectura. Lo cierto es que Tabaré imprime una estética reconocible a sus trabajos, y eso tiene que ver con una personalidad artística coherente que atraviesa varias décadas. La factura técnica de La euforia de los derrotados ya es menos discutible, estamos ante un gran espectáculo de la Comedia Nacional.

La euforia de los derrotados. Texto: Federico Guerra y Tabaré Rivero. Dirección: Tabaré Rivero. Dirección musical:Martín Jorge. Elenco: Alejandra Wolff, Andrea Davidovics, Leandro Ibero Núñez, Fernando Dianesi, Stefanie Neukirch, Diego Arbelo, Jimena Pérez, Luis Martínez, Fernando Vannet, Isabel Legarra.

Funciones: viernes y sábados 21.00, domingos 19.00. Teatro Solís.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.