Elsa Andrada: como las violetas de su jardín por Alejandra Waltes
Como tantas otras artistas uruguayas, Elsa Andrada es virtualmente desconocida para el público. “Una mirada en lo sutil y eterno” es el nombre de la muestra sobre la obra de la destacada y talentosa creadora, cuya inauguración programada para el 24 de marzo en el Museo de la Fundación Gurvich, quedó por el momento en suspenso.
Dicha muestra contó con la curaduría e investigación previa de la Licenciada en Artes María Eugenia Méndez. Está compuesta por una selección muy estricta y cuidada que permite un acercamiento a la larga y prolífica obra de la artista. Cumpliendo con los objetivos de la Fundación José Gurvich de preservar y coleccionar obras de artistas para gestionarlas y exhibirlas en distintas salas de Montevideo y el interior del país, se reunió una colección de obras de Elsa Andrada, con el apoyo de su hijo Marcos Torres quien, en el año 2012 entregó en comodato al Museo de Arte Precolombino e Indígena la “Colección Augusto Torres –Elsa Andrada” integrada por cerca de 2000 piezas arqueológicas y etnográficas de la Región Andina, América del Norte y África, que pertenecieron al célebre pintor uruguayo y a su esposa.
La riqueza del material que compone el excelente catálogo muestra lo exhaustivo del trabajo para rescatar y dar a conocer la vida y obra de una artista que mantenía un bajo perfil (realizó únicamente dos exposiciones individuales) pero que enriqueció con su participación más de setenta exposiciones colectivas junto al Taller Torres García y otros artistas. Cómo apunta Méndez, en el estudio de su obra se identifican al menos cuatro períodos relacionados con su vida y sus aprendizajes: la etapa inicial con su primera docente (de la cual no se han conservado obras), el período formativo con el Maestro Joaquín Torres García en su taller desde 1943 a 1949, la etapa de transición posterior, incluidas sus estadías en Europa entre los años 1950 y 1964, y la fase de consolidación de su lenguaje artístico a partir de 1965. En un primer momento, entrar a la muestra es entrar a un lugar que nos es familiar. Con seguridad, sea esta la primera vez que vemos la obra de Andrada, pero la paleta de colores y las formas generales nos remiten a algo conocido. Ya en las primeras pinturas, elegidas con mucho acierto, se aprecia el conocimiento del oficio, expresado tanto en un paisaje urbano (“Fábricas” _1968) en el que ya se puede ver una gran explanada de las que empezaban a aparecer en ese período, cómo en la pintura torregarciana “Vista portuaria del Cerro de Montevideo” (1996), siendo ésta una muestra de la facilidad con la que Andrada entraba y salía de este estilo. De la serie de retratos que se pueden apreciar, impacta especialmente “Perfil a contraluz” realizado en sobrios planos en la gama de los azules. Hacia mitad de la década de los años 60, Elsa Andrada se expresaba pintando paisajes imaginarios. Un estilo propio que le es característico por las formas principalmente arquitectónicas con las que estructura el espacio en forma armoniosa, la paleta de colores apastelados, que reafirman la armonía lograda con el ordenamiento constructivista del plano, y la sobriedad de los personajes o elementos que operaban como eje, logrando piezas que trasuntan una gran serenidad. Esa serenidad que trasmiten retratos cómo “Mujer con paloma” de 1972 o “Diálogo silencioso”, del mismo año. Siguiendo los pasos de su Maestro Torres García, incorporó ciertos preceptos del pensamiento metafísico guiándose por el artista italiano de Chirico. La artista realizó solamente cuatro obras escultóricas, todas variaciones sobre una misma idea: una estrella de cuatro puntas. Es en este espacio en que podemos apreciar las tres piezas realizadas en madera policromada y la pieza realizada en hierro. Destaca especialmente “Estrella” (1980) inspirada o inspiradora de la pintura de características metafísicas “Estrella blanca monumental” (1980). Cómo partícipe del Taller de Torres García, Andrada no escapó a la tentación de fabricar juguetes, y es así que vemos en el entrepiso de la sala un pequeño tamboril realizado para ser regalado a un niño. Frente a éste se exhiben los proyectos vitrales de Francisco Matto, José Gurvich y Elsa Andrada, que participaron en 1953 en un concurso interno del Taller Torres García, en el que la artista resultó ganadora. Cuando los museos vuelvan a abrir sus puertas al público, es de rigor deleitarse recorriendo la exposición de esta casi desconocida pero muy talentosa artista uruguaya.
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