“Señora otra” es una canción que estuvo sujeta a varias interpretaciones. Creo que es la más floja del álbum, por muchos motivos. El texto roza lo cursi; es solemne, serio, cuando de verdad debería haber hablado desde otro ángulo, quizá desde lo irónico (a Darnauchans le sobraba ironía). En toda su obra sobrevuela el tema de la Parca, porque su vida estuvo signada –dramáticamente– por ella. Pero aquí está tratada de una manera artificiosa. No es que esté “mal” escrita, todo lo contrario. Pero no hay entraña, parece más un ejercicio estético, una pieza fría. La canción comienza con dos compases de guitarra que marcan el pulso baladístico. “Casi me olvido de usted/ La muy la mía la otra/ Señora/ Señora/ Señora muerte// Ahora la veo y pienso/ Que no hay nada que salvar/ No hay nada/ No hay nada/ No hay nada y llueve”. En el poema, como en otros, aparece la cuota poética isabelina y el concepto “darnauchaniano” de anacronismo y contemporaneidad en un mismo plano. Por otro lado, el barroquismo del arreglo de cuerdas sugiere una cita estética del arreglo (histórico) de George Martin en “Yesterday”. Más allá de lo refinado del tratamiento, eso no alcanza para salvar una canción que considero un penal errado, y como una autoparodia de su estilo.
En “De los relojeros” se mezcla la poesía visual y la influencia borgeana del tema del tiempo. Está dividida en cinco estrofas. Tres de cuatro versos octosílabos y dos centrales (la parte B) divididas en 12 versos (las horas) endecasílabos. “1. Lleguemos a un acuerdo/ 2. el tiempo es una cosa/ 3. que pasa y que no existe/ 4. fuera de los relojes”). La obvia referencia a la “cuerda” de los relojes y a la de los suicidas es aquí pertinente: “ 9. acuérdense el acuerdo)/ 10. se trata de la cuerda/ 11. la cuerda que se da/ 12. o no se da y se cuelga”. El arreglo y el sonido son elocuentes en cuanto a su aproximación al The Police de su última etapa. La última estrofa cierra el concepto del texto. El tiempo no es otra cosa que un asesino involuntario, y sobre el que no podemos hacer nada. “5. Las cosas que es el tiempo/ 6. sólo tienen sentido/ 7. por dentro de una vida/ 8. orillas de su muerte”.
La canción más contundente de todo el disco es “Perdidos en la noche”, con texto de Washington Benavides, dedicada a Federico Fellini, y con un verso central del poeta romano Virgilio: “Ibant obscuri sola sub nocte per umbras”. La icónica película (entrañable) de John Schlesinger es tomada como tema por Benavides, y Darnauchans lo remite a la obra cumbre del poeta florentino. El viaje iniciático de los poetas en “La Divina Comedia”, y el de los personajes marginales de la película son simétricos. “Ratzo y Cowboy juntos/ En un ómnibus van/ Entre las nieblas de la noche/ Y la chatarra blancas de la luna/ Solo van/ Muerte les espera y van/ Sin épica ni gloria…/Y cielo no hay”. Aquí es donde el grupo despliega toda su calidad interpretativa. No es solo tocar bien, sino tocar bien “para algo”. Y en este arreglo la banda lleva de la mano al cantante. En el centro, la canción se esfuma y aparece una melodía sombría con la cita prestigiosa, que en la parte final se castellaniza.
Jorge Luis Borges ha estado presente en este álbum más de lo imaginado (desconozco si el autor lo tuvo en cuenta o no). El texto de la milonga “Historia” está parado en el célebre escritor argentino. La música, dramática y enigmática, es de Bernardo Aguerre, con un arreglo bellísimo, además. “Se quedó mirando al cielo/ Que venía anocheciendo/ Y un duro conocimiento/ Vino a llevarle el resuello”. El Atanacio Meneses del poema (como un fantasma quiroguiano) despierta con el beso de la muerte: “Para qué contar el resto/ De aquel adormecimiento/ Si de esos desprendimientos/ Saben cantar más los cuervos”.
“Épica” –con la que se cierra el álbum– es una canción basada en la métrica melódica de otra canción: “Agua” de Fernando Cabrera. Nos habla de algo inasible que anda por el éter, pero que uno descubre pronto que es la libertad. “Andarás por algún lado/ Dándole sentido al aire y a las cosas/ Justificando la ruta/ De los helicópteros y las palomas”. Hay una calma que avanza con el discurso, con la emotiva reflexión poética. Entonces, la banda se aligera y se adecúa al poema. Se puede hablar de delicadeza en la interpretación instrumental. “Amiga de los ciclistas/ De los locos, de los osos hormigueros/ De los mozos de los bares/ De los sueños del líquen y de mis desvelos// Sin ti no hay canción posible/ Ni respira el día sus mejores vientos/ Y algo con un algo triste/ Se me posa en los labios y me da el silencio”.
Ilustración: Oscar Larroca