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Entre vientos y metales: John Barry (1933-2011)

Entre vientos y metales: John Barry (1933-2011)
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Haciendo referencia a mi nota del jueves pasado sobre Danza con lobos, un lector me señaló un olvido, que era también una manera de la injusticia, porque cuando me referí a “la fuerza dramática de un convincente pasaje final” debí hacer referencia a lo que en su opinión era otro baluarte de la película: el músico John Barry. Y tiene razón el lector: es imperdonable de mi parte no haberlo citado, ya que considero a Barry uno de los seis mejores músicos de la historia del cine. Por eso, y porque en enero se cumplirán diez años de su fallecimiento, dediquemos esta página al gran maestro de los vientos y los metales.

John Barry había nacido en el condado de York, Inglaterra, el 3 de noviembre de 1933, en el seno de una familia vinculada desde siempre al ambiente musical y cinematográfico. Pero la más temprana influencia del que luego sería uno de los mayores compositores de música para cine proviene del jazz. Por eso, cuando decidió dedicarse de lleno a la música, lo primero que hizo fue fundar un grupo (The John Barry Seven) que se alimentó de ese contagioso ritmo. Eran los años en que en Gran Bretaña se comenzaba a formalizar el Free Cinema, con Lindsay Anderson, Karel Reisz, Tony Richardson y John Schlesinger a la cabeza. Barry fue llamado entonces por algunos noveles directores de esa corriente para musicalizar sus películas más tempranas, como Aunque me cueste la vida de John Guillermin (1960), Beatgirl, la diablesa del striptease de Edmond T. Greville (1960) y Pizarras de sangre de Leslie Norman (1961).

Hoy esos títulos están completamente olvidados, pero en aquel momento las partituras de Barry captaron la atención de Harry Saltzman y Albert Broccoli, que lo contrataron para musicalizar al naciente 007, James Bond. El resto es por todos conocido. Los productores quedaron tan conformes con Barry que a lo largo de los años lo fueron convocando para otros títulos de la saga. De esa manera el músico conserva el record de haber musicalizado doce de las veinticinco películas Bond existentes: El satánico Dr. No (1962), De Rusia con amor (1963), 007 contra Goldfinger (1964), Operación Trueno (1966), Sólo se vive dos veces (1967), Al servicio secreto de Su Majestad (1969), Los diamantes son eternos (1971), El hombre con el revólver de oro (1974), Moonraker (1979), Octopussy (1983), En la mira de los asesinos (1985) y Su nombre es peligro (1987).

El papel que junto a las imágenes tiene la música en los films de 007 es absolutamente insustituible en las escenas de créditos, porque utiliza las posibilidades emocionales de la imagen unida a la partitura, al punto que ésta forma parte indivisible de los títulos diseñados. Es decir: música e imagen concebidas como unidad total que psicológicamente prepara al espectador para lo que vendrá. De esa manera los títulos se transforman en una pequeña narración, que a veces puede ser abstracta y muchas otras más concreta, y en la que se utiliza un alto número de metáforas para adelantar la historia que luego se narrará. Para lograr que esa intención se transformara en una demoledora realidad se necesitaba un músico de fuste. Saltzman y Broccoli no tardaron en hallarlo en Barry, aunque la música que se conoce como “Tema de James Bond” fue compuesta por Monty Norman, un inglés que legalmente es el autor de la pegadiza tonada, ya que fue él quien la imaginó y la trasladó al pentagrama. Pero Saltzman y Broccoli no quedaron conformes con la musicalización obtenida por Norman de sus propias notas, que tan bien sonaban en teoría. Por lo tanto, lo despidieron y fue entonces que Barry hizo aparición. Desde ese momento ha sido considerado con total justicia el verdadero creador musical de aquello que previamente había escrito Norman, porque fue Barry quien terminó dando el sonido y la orquestación definitiva a un tema que desde entonces se ha convertido en el leitmotiv más universalmente reconocible de la saga. Incluso Barry fue el creador del famoso riff de guitarra eléctrica que se escucha en la versión original del tema, que no existía en la que originalmente había presentado Monty Norman.

Barry es normalmente conocido por tener un estilo que se basa en un extenso uso de los vientos y los metales, acompañados por cuerdas más bien exóticas. Además, fue lo suficientemente innovador como para ser de los primeros en utilizar sintetizadores en una partitura para cine. Con esos elementos la orquestación de Barry puede ser fácilmente reconocible aún para quienes no sean melómanos, porque el músico combinó como nadie la sección de trompetas con la de cuerdas, con lo que el sonido que se obtenía realzaba enormemente la respuesta emocional del público hacia una película.

Pero lo de Barry no termina con 007 porque, aún a riesgo de sobrecargar con títulos al lector, no puede dejar de mencionarse que el músico compuso las inolvidables bandas sonoras de Zulú (1964), Archivo confidencial (1965), Jauría humana (1966), Una leona de dos mundos (1966), ¿Quién es Quiller? (1966), El león en invierno (1968, con memorables coros medievales en latín), Perdidos en la noche (1969), La espada y la rosa (1971), María Estuardo reina de Escocia (1971), Como plaga de langosta (1975), King Kong (1976), Cuerpos ardientes (1981), Frances (1982), Cotton Club (1984), África mía (1985), Danza con lobos (1990), Chaplin (1992) y Propuesta indecente (1993), por sólo citar las mejores. Ganador de cinco Oscar (dos en 1966, 1968, 1985 y 1990) y con 109 partituras para cine, el currículo de John Barry es inobjetable. Si hay que buscar algún calificativo para su música ése sería “suntuosa”, porque en ella la épica y el lirismo fueron siempre de la mano. Para recordarlo, allí están al alcance del melómano y del cinéfilo todas sus bandas sonoras en YouTube.

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