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Entrevista: Nelson Díaz “Experimentar de otras formas con el lenguaje y con las palabras”

Entrevista: Nelson Díaz  “Experimentar de otras formas con el lenguaje y con las palabras”
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El periodista, poeta y escritor Nelson Díaz presentó recientemente “Bonus trash. 15 años de Rigor mortis” (editado por Yaugurú). Se trata de una reedición aniversario de su libro “Rigor mortis”, 15 años después de su aparición. Cuenta con ilustraciones de Óscar Larroca, un prólogo de Gustavo Maca Wojciechowski y textos nuevos.

¿Cómo fue el proceso de “revisitar” parte de tus textos, para esta edición, 15 años después?

Rigor mortis es un libro bisagra en mi obra por varios motivos. La primera edición en 2005 venía con un alfiler de gancho en su portada y la invitación a la presentación – donde tuve el honor de ser acompañado por Fernando Cabrera – era una caja de medicamentos que simulaba ser de medicamentos controlados. Incluso en su interior incluía un prospecto con las “indicaciones médicas” de cómo leer el libro. El segundo motivo, y el más importante, es que a partir de ese libro se produce el pasaje a la prosa. Es decir, abandoné la poesía (mi último poemario es Malas intenciones de 1999) y comenzó mi transición a la narrativa. Es cierto que en Rigor mortis hay algunos poemas, pero también aparecen microrrelatos, monólogos… Lo que los beatniks llamaban patchwork. Al releerlos sentí que, pese al tiempo transcurrido, estaban vigentes. Lo hablamos con Maca, mi editor y director de Yaugurú, y decidimos publicar esta edición que se llama Bonus Trash. 15 años de Rigor mortis, que incluye un texto inédito, que funciona como anexo y se titula “Random”, y los dibujos de Óscar Larroca, dibujante y artista plástico, del que admiro su trabajo.

¿Cómo se dio esa ruptura de entonces y el pasaje a este formato “patchwork”? ¿Cómo lo viviste?

Esa ruptura a la que haces referencia comenzó a darse prácticamente después de la publicación de Malas intenciones. De alguna forma sentí que desde la poesía, desde la forma ortodoxa y de estructura de concebir la poesía, mi experimentación con el lenguaje estaba agotada. La prosa, la narración, aunque en mis novelas mantengo una estructura poética, me permitía, como sostenía Burroughs, experimentar de otras formas con el lenguaje y con las palabras.

¿Qué lugar ocupa hoy “Roger”, el personaje que creaste y llegó para quedarse?

Es interesante lo que me preguntas porque Roger aparece en un segundo plano, hasta tímidamente te diría, en Rigor mortis. Por eso te decía que Rigor mortis es un libro bisagra para mí. No sólo en la transición de la forma de escritura, sino en que mi “yo literario”, algunos lo llaman “álter ego”, comienza a dar sus primeros pasos. A partir de ahí, los libros venideros, me refiero a la trilogía conformada por las novelas Corporación Medusa, Resaca y Metástasis, lo tienen como protagonista. Desde la visión de Roger se desarrolla un mundo surrealista y absurdo, por momentos alucinado y desquiciado como el propio personaje. El personaje lo tengo tan incorporado a la escritura que puedo saber de antemano cómo va a reaccionar ante una situación, un hecho, qué puede ocurrirme. Por supuesto, esto no significa que reaccionemos de la misma manera.

¿Cómo es en tu caso el ritual de escribir? ¿Necesitas de un entorno adecuado?

Mi ritual comienza mentalmente. Parece una obviedad lo que te estoy diciendo, pero me refiero a que no me siento a escribir hasta no tener buena parte de la historia en mi cabeza. Recién ahí paso al plano físico de la escritura. Siempre escribo de noche y escuchando música. Y un detalle que para mí no es menor: necesito tener el título del libro, aunque después lo cambie. Pero necesito un título, que puede ser tentativo te repito, al momento de escribir. He pensado mucho sobre ese detalle y no tengo una respuesta certera.

Como crítico literario, ¿cómo ves el presente de la literatura nacional?

Uruguay siempre tuvo buenos narradores y una rica tradición en el género cuentístico. Hay maestros del cuento que figuran entre lo mejor del siglo XX en habla hispana. Hoy no es la excepción. Hay buenos escritores, sobre todo en el género novela con colegas  que se arriesgan a otro tipo de narración que es la que prefiero y, por supuesto, practico. La novela no lineal, concebida desde lo fragmentario. También hay escritores que no salen de su zona de confort o escriben una literatura, a partir de su estructura, que considero perimida. También noto un vacío importante en materia de cuentos. Hay pocos libros de relatos. Y a las editoriales, salvo algún caso aislado, tampoco les importa mucho publicar un volumen de cuentos.

¿Qué estás leyendo hoy y recomendarías?

Ahora estoy leyendo dos novelas: Los chicos de la Nickel, de Colson Whitehead y El lector del tren de las 6.27, de Jean Paul Didierlaurent. Recientemente terminé para reseñar Los nombres epicenos, lo último de Amélie Nothomb y La enfermedad de escribir, una selección de cartas de Charles Bukowski que desnudan su relación con otros escritores y editores, y especialmente, su manera de concebir la literatura. No es un libro solamente para escritores y muestra cómo escribía desde lo visceral, tecleando sus miserias, sus principios y su concepción del mundo y del arte.  Los cuatro libros son muy recomendables.

¿En qué etapa está tu proyecto “Amarillo”, sobre historias de personas que cambiaron de sexo?

Divido el tiempo entre la ficción y este libro testimonial. Amarillo es un libro de historias de vida, de personas que decidieron cambiar de sexo y cómo sufrieron y sufren la discriminación de una sociedad (la uruguaya) que hace gárgaras de tolerancia y de no discriminar, cuando todo sabemos que es una máscara de hipocresía. Como sociedad (hablo del conjunto, no de sectores, ni individuos) somos intolerantes, prejuiciosos y discriminamos al otro, al que no piensa como nosotros, al “raro”, al que no nos representa. En definitiva, nos molesta, no toleramos, al que nos interpela.

 

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