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FEDERICO VEIROJ, DANIEL HENDLER Y “ASÍ HABLÓ EL CAMBISTA”.

FEDERICO VEIROJ, DANIEL HENDLER Y “ASÍ HABLÓ EL CAMBISTA”.
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Es la película uruguaya que está dando que hablar. Con unos esmeros de producción infrecuentes para el cine nacional, cuenta una historia que está emparentada con el thriller político y financiero, y se ambienta en el caótico Uruguay que va desde el fin de la etapa en que fuimos la “Suiza de América” al advenimiento de la dictadura militar. Es decir, entre mediados de los años 50 y mediados de los 70. Así habló el cambista es además la película que representará a Uruguay en la preselección para el Oscar en la categoría de mejor film extranjero. El film además ya ha sido exhibido en los festivales de Toronto y San Sebastián, y ahora también recala en el de Nueva York. Voces tuvo la oportunidad de dialogar con su realizador y colibretista, Federico Veiroj (Acné, La vida útil, El apóstata, Belmonte), y con el protagonista Daniel Hendler (25 Watts, Esperando al mesías, El abrazo partido, Mi primera boda, El otro hermano), a quien le tocó lidiar con la más fea: construir un antihéroe de características aborrecibles, dueño de una avaricia desmedida y de un ansia de acumulación de poder que parecen ser las dos únicas metas que se ha propuesto en la vida. Humberto Brause es sin duda alguna un personaje ruin, y significa un cambio rotundo para Hendler, que debió navegar en un registro dramático muy diferente al que nos tiene acostumbrados.

Comencemos por el autor del film. Federico, ¿Así habló el cambista es una elección tuya porque conocías la novela original, o te llegó por vía de terceros que te presentaron el texto?

FV: Encontré el libro de pura casualidad. Corría el año 2012, yo estaba haciendo casting de adolescente para una serie de retratos en TV llamada Primera persona. Estaba en Castillos, Rocha, esperando que llegara un grupo de pibes, y como tardaban me puse a recorrer un pequeño salón del Centro MEC en el que hacíamos la citación. Fue ahí, en las estanterías de ese lugar, que vi el lomo del libro, con el título. Y enseguida me generó curiosidad. Lo agarré, lo comencé a leer y fue un flechazo. “Esto tengo que transformarlo en película”, me dije. Unos días más tarde ya estaba en Montevideo contactando a la familia del escritor para avanzar en la adaptación, que comencé muy poco después junto a Arauco Hernández, mi primer aliado en esta aventura.

¿Y por qué te interesó particularmente adaptar a la pantalla ese texto?

FV: El tono del personaje fue clave para mi enganche, una mezcla de sátira, ironía, lucidez, seguridad, y desfachatez también. La ambigüedad, por tanto, algo fundamental y que creo hemos explotado a la hora de hacer la película. También me interesaron las épocas a retratar, el paso del tiempo, la moral del personaje que se va afianzando. Era muy seductor porque había un mundo a recrear allí, y de hecho hubo que quitar cosas de la novela más fantasiosas en aras que la película mantuviera el hilo y la tensión, que no perdiera fuerza.

Es una película claramente distinguible en tu filmografía. Es mucho más “cara”, se te ve muy alejado del minimalismo que manejaste hasta el film anterior. ¿Cómo te adaptaste a esos cambios y qué desafíos como director te planteó una empresa como ésta, tan distinta en todo sentido a La vida útil o Acné, por ejemplo?

FV: La verdad es que siempre me manejo de la misma manera, aplicando el oficio. La escala mayor, por la creación de época, por los actores, por el despliegue en general, y por las necesidades de explotar el lenguaje, han hecho que tenga más elementos de los usuales para dejarme llevar y manejar, pero en el fondo, en lo que atañe a mi trabajo, es lo mismo. En este caso tuve el privilegio de tener un equipo mayor de personas en los rubros artísticos y técnicos, que ayudó a que podamos hacer todo lo necesario. El diseño de producción es clave, y estábamos todos en sintonía para llevarla adelante, y de hecho, sin esa envergadura no tenía interés en hacer la película. Era hacerla con todo lo que precisaba o no hacerla.

Y a vos, Daniel, ¿qué fue lo que te llevó a aceptar el rol protagónico de Así habló el cambista? ¿La historia en sí misma, con toda su carga histórica y dramática, o el desafío de realizar un personaje completamente diferente a los que habitualmente encarás?

DH: Un poco de todo. De todas formas, lo que más me atrae de un proyecto suele ser el autor o el director, el elenco y el guión. Y lo último es el personaje. Siempre encuentro desafíos en los personaje que hago, porque ya implica un verdadero desafío interpretar a otro a través de la mirada de un director, aunque no me exija una transformación física como éste Humberto Brause, el cambista. La transformación física en sí no es lo más complicado, incluso puede ser lo que más facilite nuestro trabajo, porque te orienta de manera unívoca y te allana una parte del camino. Lo complejo son las múltiples interacciones que exige el trabajo en equipo y las distintas capas de una película, para encontrar el tono y el equilibrio justo sin esquivar las contradicciones de los personajes, que se ocultan tras sus apariencias.

Quiero preguntarte algo que ya le pregunté a Machín. ¿Cómo se prepara un actor para realizar un rol de villano? Es decir, un rol en el que seguramente ninguna de sus características las compartís como persona humana…

DH: Como decís, este cambista tiene características de villano en sus valores y su conducta, siempre al límite de lo legal y éticamente aceptable. Pero se desarrolla en una estructura de héroe, porta el punto de vista de la narración y eso es lo que hace especialmente interesante a la película, a mi entender. La película nos invita a seguir el punto de vista de este héroe-villano, nos acerca y nos aleja constantemente, lo humaniza acercándonos a sus miedos y debilidades, y lo demoniza poniendo en la lupa sus zonas más miserables y monstruosas. Es un villano grotesco y a la vez un héroe tragicómico. Federico tenía muy claras algunas cosas de Brause, que fueron los puntos de partida para construirlo, aspectos físicos como los dientes, y aspectos de su personalidad. Esos delirios de este cambista que sirvieron para entender algunas claves dramáticas y el tipo de humor que planteaba Cote (Veiroj).

Entre 1977 y 2000 fui bancario, y durante doce de esos años estuve en la Mesa de Cambios. Puedo decirles que la película está muy bien documentada, no sólo de los hechos sucedidos, sino de la manera en que los hechos se producían. ¿Cómo fue la investigación de esa vertiente de la historia?

FV: Apoyada fundamentalmente en el libro, que también venía bien investigado por el autor, y complementada por nosotros, los escritores de la película, con el asesoramiento de un economista y amigo personal, Marcelo Sibilie.

Recrearon la Ciudad Vieja de aquellos años con una impresionante fidelidad. Me parecía estar recorriéndola como cuando era un joven bancario de 25 años. ¿Cómo se desarrolló esa vertiente estética tan lograda, y qué desafíos o qué contratiempos hubieron?

FV: Se hizo una búsqueda de locaciones a fondo, eligiendo bien los fondos, quitando lo que no era de la época, poniendo la cámara en el lugar apropiado para no ver lo que no había que ver, o sea, apoyándome en un equipo que trabajó duro para que todas las cosas estén en donde tenían que estar y que no contaminen la sensación de la época. Hasta “resucitamos” un estacionamiento que era efectivamente el lugar donde muchos cambistas y bancarios guardaban sus coches. Y lo que no pudimos conseguir en rodaje lo retocamos en post producción.

Sin querer comprometerte delante de tu director ¿hubo lugar a improvisaciones a nivel interpretativo o la dirección de Cote fue más estructurada en ese sentido?

DH: Una dirección férreamente estructurada no implica que no haya improvisación, así como una dirección desestructurada o más improvisada puede hacerse en base a un guión intocable. Federico es un director muy meticuloso e inquieto, y en este caso trabajó con un guión sólido que, igualmente, nos exigía algunas revisiones durante el rodaje, lo que no implica improvisar en toma, práctica poco frecuente incluso cuando se trabaja con guiones poco elaborados. Generalmente lo que sucede en toma se pauta y se acuerda antes de ir a la toma.

¿Hay diferencias en tu manera de actuar y comunicarte con tus colegas uruguayos respecto a tu habitual trato con los del exterior?

DH (Sonríe, sorprendido): No me había puesto a pensar en eso. Creo que no, que no cambia mucho. Pero no podría decírtelo fielmente, en todo caso serán mis compañeros quienes tengan en esto la última palabra…

¿A la hora de actuar, qué cosas te benefician de tu experiencia como realizador? ¿Y hay algunas que pueden ser motivo de complicación?

DH: Creo que es bueno para un actor entender en qué tipo de plano se está trabajando y qué destino podría tener cada toma en el montaje. Pero si el actor no conoce tanto el lenguaje alcanza con un buen director que sepa guiarlo. A veces los actores que dirigimos o los directores que actuamos podemos ser pesados y cuestionadores, pero creo que eso no me ha pasado en los últimos tiempos, ya que trato de trabajar con buenos directores en quienes pueda confiar y entregarme gustoso al trabajo de actor.

Federico, si exceptuamos a Bárbara Lennie en El apóstata, esta es la primera vez que tenés que dirigir estrellas, pesos pesados a nivel internacional como Dolores Fonzi, Luis Machín y Benjamín Vicuña.

FV: El propio Daniel es una estrella internacional, no lo olvides a él (Risas)

Muy cierto. ¿Como director tenés un método diferente para lidiar con estrellas que a veces necesitan “mimos” extras, o tu dedicación a ellos es similar a las habituales con los actores uruguayos?

FV: No, no tengo un método en general, sino que me dejo llevar por la intuición. Estoy conectado con lo que se precisa para que suceda en la pantalla, lo que me gusta ver, lo que me gustaría conseguir. Y confío en eso, confío en que lo que a mí me gusta (y que conduce a la mayor emoción) es lo que gustará y emocionará al espectador. Mi trato es igual sea cual sea la nacionalidad de un actor o su trayectoria: generar una complicidad que nos ayude a encontrar lo mejor para la película. Estoy muy contento de haber podido trabajar con cada uno de los actores maravillosos de esta película, así como con los actores de ocasión o naturales de mis películas anteriores. Es un privilegio hacer una película, tener la posibilidad de dirigir a actores que desean ser dirigidos, y poder contar las historias que me gustan.

¿Ya tenés un próximo proyecto en mente? Si lo hay, ¿se puede adelantar algo?

FV: Estoy trabajando en varios proyectos pero no quiero largarte nombres. No por hacerme el misterioso, sino porque me es imposible saber si alguno de ellos será el próximo.

Y vos, Daniel, ¿podés adelantar cuáles son tus próximos proyectos?

DH: Sí, claro. Ahora estoy por empezar a rodar una película con Santiago Mitre que se llamará Petite Fleur, y más tarde filmaré una con Nicolás Goldbart, que aún no tiene un título establecido.

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.