El sábado 24 de agosto culminó una nueva edición del Festival IInternacional de Artes Escénicas (FIDAE). El festival en sí mismo es un hecho relevante de nuestra escena. Permite que los creadores locales discutan e intercambien con creadores de otros países, que el público experimente otras formas de creación teatral, que el interior participe recibiendo espectáculos de la programación del festival (este año el FIDAE llegó a los 19 departamentos) y que se estrenen coproducciones en que artistas locales trabajan con instituciones y artistas internacionales. Estas son algunas de las razones que convierten a este festival en un momento clave de las artes escénicas de nuestro país. Siendo imposible reseñar el festival en su totalidad, Voces asistió a cuatro de los espectáculos teatrales de la programación internacional.
El martes 13 en la Sala Campodónico de El Galpón desde España, y bajo la dirección de Hernán Gené, se presentó Perícles príncipe de Tiro, “la más épica y la menos representada de las obras de Shakespeare” según se afirmaba en la programación. El combo del anecdotario incluye maldiciones, naufragios, guerras, exilios, amores, hijos que se creen muertos y resucitan, personajes perversos, todo encadenado shekespereanamente en una de sus obras potencialmente más complejas para representar hoy en día. Gené evita las dificultades de hacer una puesta “realista” de tamaña aventura representando un ensayo en que el propio director da indicaciones al actor que representará a Perícles, quien ha sido sustituido antes del estreno. Esto permite naturalmente que veamos los cambios de vestuario, a los mismos actores discutiendo y comentando entre ellos, y que naturalicemos los saltos espacio-temporales. El envase de la propuesto tiene mucho brillo, pero la superficialidad de la lectura que se hace de Shakespeare fue llamativa. En un festival en que, por ejemplo, estaba programada Jauría (obra sobre el caso de violaciones conocido como La manada) llamó la atención la liviandad con que Gené abordó la escena que transcurre en un burdel. No hubo ningún interés en hacer dialogar a Shakespeare con la realidad contemporánea, en una obra repleta de barcos que se hunden en el Mediterráneo como nos recordaba un director de nuestra escena fuera del teatro. Más bien se buscó generar humor sumando sketchs que parecían casi parodias de carnaval, sin la capacidad para parodiar de los carnavaleros y sin ningún atisbo del cuestionamiento social que en las parodias es común encontrar.
Radicalmente opuesta fue la presentación de By Heart, del actor y dramaturgo portugués Tiago Rodrigues, en la Zavala Muniz del Solís. Shakespeare nuevamente está detrás, con su soneto 30, pero a partir de esos versos Rodrigues nos pasea por parte de la historia reciente de Europa, de forma no lineal, sino reuniendo recuerdos de su niñez, de su abuela, y redescubriendo, televisión mediante, el potencial subversivo de la literatura. Además transitamos por la recreación de un soneto, escrito en inglés, que se vuelve ruso, español o portugués. La posibilidad de enfrentar la dictadura estalinista o de rastrear parte de la historia portuguesa recordando a la abuela cocinera se combina con el “ensayo” en vivo en que algunos espectadores aprenden a recitar el soneto. El final, cuando Tiago recita el soneto en su portugués materno de memoria (by heart), cierra de forma emotiva un canto a la literatura y una defensa de la memoria.
El hombre de La Mancha, coproducción belga-española-uruguaya, se presentó en la sala principal del Solís. Las sensaciones respecto a este espectáculo son encontradas, las expectativas que teníamos de ver a Pitufo Lombardo junto a artistas de varias partes del mundo en un musical cantado en francés se esfumaron en los primeros instantes. Originalmente El hombre de La Mancha es un musical con libreto de Dale Wasserman, música de Mitch Leigh y letras de Joe Darion, estrenado en Broadway en 1965. Jaques Brel lo adaptó al francés, y a su particular forma de interpretar la música popular, en 1968, y esta adaptación es con la que trabajaron el teatro KVS, La Monnaie, el Théâtre de Liège y el Teatro Español. “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”, así empieza el Quijote, y esas palabras se convirtieron en estrofas cantadas en formato de murga. Con esa introducción se terminó la participación de Lombardo en la “co-producción” artística, más allá de deambular por el escenario como platillero. El resto fue un musical en que la emisión popular de Brel tampoco tuvo gran espacio, ganando lugar el canto lírico, y que recurrió al teatro dentro del teatro para permitir, con varias licencias, que un Cervantes maduro contara su historia, que llegó de forma bastante edulcorada y con un final que dudosamente hubiera convencido al autor.
El último día del festival fuimos a la Sala Balzo del SODRE a ver País clandestino, espectáculo que reúne a Florencia Lindner (Uruguay), Jorge Eiro (Argentina), Lucía Miranda (España), Maëlle Poésy (Francia) y Pedro Granato (Brasil), jóvenes directores-dramaturgos-actores que se conocieron hace cinco años en el Director´s Lab del Lincoln Center de Nueva York y decidieron trabajar juntos. Las distancias impusieron condiciones, y el trabajo se desarrolló de forma fragmentada, vía Skype, correo electrónico y redes sociales. Esa forma de trabajar se traslada el escenario, en que las historias individuales van tomando protagonismo alternadamente bajo los lentes de los otros creadores. Así cada uno recortará su cronología familiar sobre la cronología del propio país al que pertenece, un país que el espectador irá construyendo a partir de los prejuicios y lugares comunes que aportan los demás creadores, sin que falten mensajes hacia el futuro, hacia las continuaciones de cada uno de los creadores. Los prejuicios van y vienen, siendo clave los que incorporan el desdén por los europeos que vienen a América Latina, o viceversa. Hechos políticos recientes se incorporan naturalmente a los discursos: la impunidad en Uruguay, el ascenso de la ultraderecha en España o Brasil, la debacle económica en Argentina o los chalecos amarillos en Francia se entrelazan y son simbolizados en grafitis y stencils pintados en “paredes” improvisadas. El grito final, mientras suena Manu Chao, es contra toda clandestinidad del ser humano, pero las certezas parecen ser pocas.
Algunos espectáculos estrenados en el marco del FIDAE continuarán en cartel, como Medida por Medida de Shakespeare en versión de Laurent Berger que va en El Galpón o Cuando pases sobre mi tumba, de Sergio Blanco, en la Zavala Muniz. Habrá que estar atentos, y esperar un nuevo FIDAE
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