Tiene algo de presencia ausente o de ausencia presente. Como ocurre con su congénere el de Schrödinger, hay veces en que es difícil determinar si continúa en el reino de este mundo o no. Es que, haciendo gala de la proverbial independencia de los de su especie, ciertos días les impone a sus dueños toda su rotundidad peluda, ronronea, se refriega contra sus piernas, intenta sentárseles en la falda, procura que lo mimen o les reclama comida con quejumbrosos maullidos; sin embargo, en otras oportunidades, se esfuma, cual si sus patitas de andar sigiloso lo hubiesen llevado, a través de un vórtice espacio-temporal abierto en algún sitio secreto de este universo de unos pocos metros cuadrados en el que habita, a uno paralelo del que nunca habrá de volver.… Pero al final siempre reaparece, todavía un poco mimetizado con las sombras de aquellos rincones ignotos.

