Hablemos en serio por Andrés Berterreche

Debo confesar que cuando empezó toda la discusión de Colonización y la compra del campo María Dolores, pensé que los interlocutores cuestionadores se estaban equivocando en plantear esta discusión. Creía que esto llevaría, en un intercambio serio, a temas como el tipo de ayuda al sector lechero, el riego, la agricultura familiar, el tema de las rentas de la tierra, qué había pasado con los fondos que financiaban al INC para la compra de tierras y cosas por el estilo. Pero en realidad todo desencadenó en un circo mediocre, un griterío sin demasiados argumentos, casi tribunero, y un proceso grosero de desinformación.

      No vamos a empezar devuelta con la polémica en esos términos, y sobre todo caer en la seducción de ir al barro, donde la confrontación de ideas de donde se puede sacar una síntesis de crecimiento es nula. Además, porque no se explica nada a la gente que le gustaría saber del tema verdaderamente, público que lamentablemente creo saturado por una cascada hueca de titulares de prensa.

      Por ello, intentemos replantear el tema desde algunas ideas. No sin antes explicar ciertas cosas que se dijeron solo como una burda campaña de desinformación.

La Mosqueta

      Imaginemos un postulante a un cargo de vendedor en una automotora, que en su entrevista de trabajo argumente que se niega a vender un auto de alta gama porque su precio es superior al del promedio. O a un estudiante de ciencias agrarias en un examen descartar los tractores de color verde, doble traccionados con todo lo necesario para los nuevos paquetes tecnológicos porque su valor está por encima del promedio. En el primer caso el muchacho seguirá desocupado y en el segundo pase directo a febrero. Porque en todo caso la discusión en cualquiera de los dos casos es para qué, y no la relación con el promedio de precios. Parece de Perogrullo pero se discutió todo el tiempo en esos términos por parte de los cuestionadores. ¡Hasta es parte del argumento en una denuncia en la Justicia! Estamos llegando, con todo respeto, a niveles plimplinescos.

      No muchachos, la pelotita está en otro vaso invertido.

      Otro ejemplo, fue la discusión y hasta una observación de un órgano del Estado, sobre si en el contrato estaban o no el sistema de riego. Un montón de argumentos, algunos índices levantándose acusadoramente, hasta alguna sonrisita irónica. ¿Qué pasó? Se vendió el campo con todo incluido, sin reclamo. Hasta se sacaron fotos en el momento de la firma de la compraventa con un representante de la parte vendedora de profusa actividad política en sectores harto cuestionadores de la venta. Todo muy raro, pero los equipos de riego fueron en la venta incluidos en el precio. Seamos sinceros esto debería, por lo menos, un pedido de disculpas públicas no solo al INC, sino a toda la población por esa vocación de desinformar.

      Dos ejemplos, hay múltiples más, pero solo quise ser demostrativo de lo que pretendió ser por la reacción (disculpen, no encuentro otro término más adecuado y creo que en este caso le cabe perfectamente), una discusión cirquera y distractiva.

Tomemos el guante

      En la reciente clausura de la Expo Prado el Presidente de la ARU solicitó públicamente, hablando de la política de colonización, que: “… nos debemos una discusión a fondo en esta política, que deje de lado cálculos electoralistas y figuras ideológicas perimidas”.

      Bien, hagámoslo, y que este sea solo el comienzo. Dejemos los cálculos electoralistas (¡bueno sería a más de 4 años de las próximas elecciones! Diría que es una solicitud innecesaria). Ahora, me gustaría que aclarara a qué se refiere con figuras ideológicamente perimidas. Porque tirado así puede ser cualquier cosa y en una discusión que se pretende honesta no podemos caer en confusión.

      Y en ese mismo sentido debería decir a qué se refiere con la sentencia a modo de axioma (afirmación que no necesita demostración, que no parece ser el caso) qué gran parte de las hectáreas de colonización, que dicho sea de paso no son 600 mil, no logran que funcionen bien.

      Porque lo primero que tenemos que definir es qué es funcionar bien. Producir millones de litros de leche que van a las plantas y las viabilizan, decenas de miles de terneros, varios miles de cabezas de ganado a frigorífico, decenas de miles de toneladas de granos de invierno y de verano, miles de quilos de forraje, alimento a las poblaciones urbanas, y todo esto manteniendo a miles de familias en la ruralidad, con más de un 90 % de cumplimiento del pago de la renta, me parece que está bastante bien. O al menos, parecen funcionar mucho mejor que esos negocios de fondos ganaderos que tenían hermosos stands en el Prado y dejaron adentro a miles de ahorristas. Es raro, porque de estos, no se habló en el discurso.

      Por otro lado, se habla del supuesto subsidio a la renta. Y la primera pregunta es, ¿cuál es la verdadera renta de mercado? ¿La que por años se distorsionó por los mencionados fondos ganaderos de inversión devenidos finalmente en esquemas Ponzi? Esta última, además de clavar de cabeza a los ahorristas, provocó un aumento artificial del valor de la renta del mercado que también terminaron perjudicando a un buen número de arrendatarios honestos que trabajan y producen en el campo. Los que sí se beneficiaron de esta manipulación de los precios fueron los arrendadores, los propietarios de tierras, tanto los que lo hicieron para los fondos como los que lo hacían en el resto del mercado. Porque todo esto también trajo ganadores y perdedores dentro y fuera del sistema. Mientras tanto los arrendamientos del instituto se siguieron fijando por las canastas, concepto que implica la capacidad de producción de las fracciones. Siempre es discutible el cálculo de las mismas, pero también van a estar a salvaguarda de estos manejos que la supuesta mano invisible del mercado fue amputada por intereses espurios.

      Pero, por último, el señor Presidente de la ARU insiste con el manido concepto de arrendamiento subsidiado, que nunca fue aceptado por su representante en el directorio de colonización en el período 2020/24. Porque, aunque ustedes no lo crean señores lectores, la ARU fue la que representó durante 5 años a los productores en el directorio del INC. Convengamos que usar el discurso final de la expo Prado para poner sobre la mesa el tema colonización habiendo sido su organización la responsable de representar a todos los productores en el gobierno colegiado del instituto resulta cuando menos un chiquitín curioso.

      Sí señores de la Asociación Rural del Uruguay. Estoy de acuerdo con ustedes. Hay que discutir ya el tema de los arrendamientos de la tierra. Pero principalmente en el sector privado, que es una variable de nuestra competitividad, siempre tan manoseada, del sector productivo nacional. Discutamos sí, aunque tengamos que cambiar las reglas de juego. En definitiva, hago acuerdo con lo pronunciado por el sr. Ferber en su discurso parafraseando a Churchil: “Aquellos que nunca cambian de opinión, nunca cambian nada”. ¿O solo la usamos para favorecer los intereses de algunos pocos?

Tiene razón, discutamos sobre el arrendamiento de la tierra, de toda y no solo la del Estado, y cambiemos . . .  siempre que esto favorezca a las mayorías. Es una buena base de acuerdo.

Volverán las oscuras golondrinas, pero el financiamiento no volverá

      Parto de la base que el lector no es un experto en asuntos financieros (yo tampoco lo soy) y que posiblemente se acerque por primera vez a toda esta temática. Por eso no abundaré en leyes, estructuras financieras y cosas por ese estilo. Estoy dispuesto a sacrificar la rigurosidad académica en favor del entendimiento.

      El Instituto de Colonización tenía dos fondos que vía impuestos en las transacciones de compra venta de tierra de carácter rural le aportaban dinero para comprar tierra y así cumplir su función. Mediante esos mecanismos se recibían unos 45 millones de dólares. Así, un impuesto dentro de lo que es el sector agropecuario volvía al sector por la vía de colonización.

      Bien, esto fue así desde el gobierno de Mujica hasta el fin del segundo mandato de Tabaré Vázquez. En el gobierno de Lacalle Pou, y siguiendo la metáfora del desplume de a poco de la gallina, usado por un viejo dirigente de la coalición republicana, se comenzó a sacar estos recursos. Primero de a poco y después de un solo tirón. En este último caso mediante la estrategia de sacarle al Instituto para darle a una buena causa, para dificultarle la resistencia al animalito que se estaba desplumando. El fin del despojo fue la creación de un fideicomiso con esos fondos para la erradicación de los asentamientos. Está claro que el objetivo no podía ser cuestionado por ningún oriental bien nacido, aunque esta acción afectara la buena salud financiera del Instituto.

      Este fideicomiso estaba garantizado por los aproximadamente 45 millones de dólares anuales de los impuestos a las transacciones de tierra y en realidad entraron un poco más. En los tres años considerado (2022-2024) se acumularon mediante el cobro de los impuestos correspondientes una cifra del orden de los 160 millones de dólares. Dólares que debían ir, ya que se los arrebataron al INC, al fondo para la erradicación de los asentamientos.

      Pues bien, casi la mitad de ese dinero nunca fue entregado tampoco al fideicomiso. El Carlanco que había en el Ministerio de Arbeleche se comió más de 70 millones de dólares. No se lo entregaron para el loable objetivo de reasentar poblaciones irregulares, no, fueron a otros fines. Esto llevó a que el fideicomiso se endeudara con el sector financiero privado por 200 millones de dólares adicionales. ¿Qué tal?

      Esto demuestra que el tema no era el loable objetivo sino lisa y llanamente el estrangulamiento financiero de Colonización. Hecho este que parece que algunas mentes trasnochadas quieren reiterar ahora para otro fin loable.

      Si queremos hablar de Colonización, de la propiedad uso de la tierra, del desarrollo rural, de los arrendamientos (en particular de los arrendamientos), del financiamiento para causas nobles; hablemos. Pero hablemos en serio y con las cartas sobre la mesa.

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