Con el parecido a la preocupación del DT de un equipo de fútbol de la UEFA al tener a más de 11 grandes jugadores y no saber a quién dejar de suplente, la pasada semana el escenario internacional se vio sacudido por diversas noticias que intentaron (y en algunos casos produjeron) cambios a gran escala: la guerra de sanciones (llamada imposición de aranceles de importación) de EEUU; las renovadas expresiones expansionistas de Donald Trump sobre Groenlandia, el canal interoceánico de Panamá (que amenaza tomarlo de facto) y el transformar (previa eliminación de los habitantes palestinos) la Franja de Gaza en un centro turístico en el este del Mediterráneo.
Estos anuncios amenazantes descompusieron los papeles transables de las bolsas de valores de los principales mercados del mundo al imponer distintas sanciones (aranceles) de acuerdo, en general, a las geografías de los destinatarios.
Sin embargo, con una consideración menor de parte de los analistas y comentaristas, se produjo un hecho singular en el contexto de la UE sobre Marine Le Pen. Esta se había constituido con el tiempo (candidata presidencial entre 2012 y la actualidad por la Agrupación Nacional) como una referente de las extremas derechas de la UE junto a Viktor Urbán y Georgia Meloni, con quienes comparte -entre otras cosas- su visión contraria a las migraciones y la forma, negativa, acerca de la corporación europea. Esto se puede medir si consideramos la reacción de la Casa Blanca que deplora la sanción a la dirigente y que observa a la UE como un terreno “manejable” (con la ayuda de la OTAN se asemeja a un “vasallaje”) y, en el fondo, como otro competidor a combatir, controlar o desbaratar. En momentos en que la moribunda Ucrania (Zelensky por medio) da una potestad de ingreso a militares germanos y franceses sedientos de militarismo (por lo que hacen, dicen y ofrecen sus gobiernos) llega el traspié de Marine, quien encabezaba los pronósticos como candidata presidencial a suceder a Macron. Esta forma de interpretar la sanción, compartida mayoritariamente por los observadores, contrasta con la propia mirada de algunos militantes antiunión que estiman que la condena opera como un elemento positivo que hace crecer a quien la recibe y su corriente: me inclino por la interpretación de la mayoría. Creo firmemente que se clarifica el paso hacia la conducción temporal en la UE para Meloni de las fuerzas europeas más conservadores y que consideran que la consejería del Parlamento excede los límites de tolerancia política del territorio de los 27 y las potestades soberanas, aunque sus posiciones no sean vinculatorias en la normativa ni se traduzcan en el papel.
Tras la condena por acciones fraudulentas en reiteración real contra la dirigente, se observa convulso el ámbito interno del país; más allá de las acciones contra el veredicto -que lo postergan en su consideración por años y le permiten a Le Pen presentar su candidatura presidencial-: falta por saber que otras respuestas, o de acuerdo con muchos analistas (coincidiendo con el primer año de electo el presente Parlamento) el actual primer ministro, François Bayrou, sería sancionado y depuesto por el voto de los diputados en junio. En tal caso, falta saber si Emmanuel Macron arriesgará disolver una segunda vez el Parlamento al entender que en una nueva posible elección los sufragios a su partido le darían un primer lugar en el Congreso con el cual se aseguraría negociar y llegar al fin de su mandato. Es una jugada peligrosa pero posible, dependiendo de cómo se lea la sanción a Marine y las consecuencias que la misma acarreará en la consecución de una mayoría elemental de 289 diputados que permita al presidente continuar su régimen presidencialista.
La primera reacción de La Pen se conoció en una conferencia de prensa en que aseguró que la sentencia es “una decisión política” tratando de impedirle la candidatura presidencial futura (2027) y la misma era característica de los “regímenes autoritarios”, en una alusión directa contra Macron.
Contraria a la opinión de algunos analistas es mi creencia que la postergación jurídica obtenida por la imputada -le permitirá ser candidata en la siguiente presidencial- la va a resituar con el tiempo a la cabeza de las encuestas residenciales al atenuarse (y hasta “olvidarse” por los electores) el tratamiento de una factible sanción contra ella: en 2027, las migraciones serán rechazadas, mientras se repondrá a la ahora castigada al frente de las fuerzas más reaccionarias de la UE; se convertirá en un “modelo” a seguir por las corrientes del mismo signo. Estimo que, al medio tiempo, se dará la razón a aquellos que opinan que la condena impuesta a Marine resulte en un beneficio futuro a su destino político y no en un perjuicio.
Al regresar momentáneamente nuestras predicciones, consigno como un elemento en contra de la dirigente francesa y su proyección allende fronteras, las expresiones de condena del Ejecutivo de EEUU -afiliando sus Intenciones a los de los reaccionarios galos- en momentos en que se propende (por lo menos desde ciertos discursos gubernamentales) acceder a un contexto de mayor independencia regional de aquellos que han regido en las últimas décadas la orientación de la Europa comunitaria. Los desarrollos del conflicto en Ucrania no sólo son decepcionantes en el terreno militar: han dado un inesperado resultado, aunque no se pase de la declaración a la acción, de una UE sometida al vasallaje de su institucionalidad operada desde el Ejecutivo de EEUU y apalancado por la metodología impuesta por la OTAN.
Otro signo de reacción de la UE la dan aquellos gobiernos que proponen la apertura o refuerzo de algunos mercados que atenúen las dificultades de los aranceles a las exportaciones al mercado estadunidense. Un signo lo dan aquellos que apuestan por aumentar el peso de las colocaciones de la UE, golpeados por los aranceles decretados por la Casa Blanca, con AL: con rapidez se han recordado pasos dados (con escasa consideración) por Úrsula von der Leyen en el Mercosur.