Javier Milei, que espera recuperar terreno político antes del 26 de octubre -sin plan para un segundo revolcón electoral consecutivo- tras una sucesión de fracasos a nivel legislativo y triunfos cuestionados en el achicamiento del Estado, sin nada qué ofrecer al electorado, fue a EEUU a pedirle dinero a Trump y al secretario del Tesoro: consiguió 20 mil millones de dólares con los cuales cree que llegará hasta los siguientes comicios.
Las coimas (una de las acciones de apropiación ilegal de dineros públicos) y exacciones se presentan por los denunciados como ‘operaciones’ de la oposición y dado que la ‘justicia’ resulta poco creíble, siendo, en todo caso esta, reaseguro sistémico del orden capitalista y el gobierno ultraconservador. Asimismo, es también el caso de $Libra, con procesos judiciales en curso en el país y en el exterior. Como sostiene Julio Gambina, existe una consolidación de rumbo privatizador, en contra del derecho a la salud, a la educación o a la alimentación, entre otros, en una dinámica que interviene en los consensos más allá de la corrupción bajo hegemonía “libertaria”.
Un primer fracaso de Milei, casi inaugural, fue el RIGI, plan para que ciertas empresas extranjeras se establecieran en Argentina -a las que
se les aplicaría un régimen fiscal ultra beneficioso- con el fin de aumentar los saldos exportables de productos del país, paradigma no solo rioplatense sino de toda nación de conducción económica monetarista.
El analista argentino Sergio Ferrari escribió: “De este modo, el RIGI argentino puede servir como advertencia para el resto de los países latinoamericanos sobre los riesgos de la nueva ola de marcos normativos ‘amigables’ con las inversiones que proliferan en la región, los cuales amplían el marco de protección de los tratados bilaterales de inversión”, como se señala en la publicación The Comunist.
Como señala Rolando Astarita, docente de economía en la UNBA y en la Nacional de Quilmes: “En oposición a los ‘facho-libertarios’, “nuestras propuestas por la positiva arraigan en las tradiciones liberadoras del socialismo revolucionario (…) Son medidas simples, pero indispensables, para avanzar en la organización política que permita la transformación de la propiedad privada capitalista en propiedad social.”
No sin cierta nostalgia se recuerdan por algunos el cese de dos presidentes sudamericanos -debido a hechos diferentes-: en un caso, en Ecuador, Abdalá Bucaram fue desalojado del cargo por una mayoría parlamentaria; en el de Argentina, Fernando de la Rúa, tras una serie de fracasos económicos y políticos que afectaron directamente a los trabajadores, tras una ola de represión nacional, presentó renuncia. En ambos casos, sin figuras destacadas en las oposiciones, el clamor unido de los movimientos populares les cerró cualquier espacio de escape a los desgobiernos.
Es cierto que dentro de la oposición al presente régimen es mayoritaria la presencia del peronismo, una corriente policlasista que no solo dio ultraderechistas del tipo Carlos Ruckauf sino a grandes pensadores políticos como John William Cooke. “El Bebe”, como le decían familiarmente, afirmaba que “La unidad exige un claro propósito y una estrategia común variada en su aplicación, pero no aguada por malabarismos palabreros.
Es, a nuestro juicio, lo mínimo que podemos ofrecer a los pueblos de América Latina”. (Primera Conferencia de la OLAS, 1967).
Lamentablemente hoy, de acuerdo a como está fragmentada en Argentina la oposición al régimen, aparece como el deseo lejano de algunos la unidad de lucha de quienes se oponen al gobierno. Milei, en tanto, cumple con el mandato que le da el respaldo de la ‘casta’, ese monstruo social que siempre hemos percibido e identificado en torno a los empresarios, la UIA y los patrones rurales: es decir, los dueños del capital.
Algunas encuestas oficiales se detienen a explotar la baja relativa de la constante inflación de los productos vendidos por los grandes almacenes y que en los meses de invierno estuvieron por debajo del 2 %, con lo que proclaman que van “domando” la escalada de precios al consumidor. La falacia o engaño de esta interpretación radica en el hecho de que si el público dejó de comprar (o lo hizo en menos volúmenes) productos tan elementales en toda cocina como leche, yerba mate y harina, seguramente sacrificó otras adquisiciones para “un (mejor) momento”.
Esa encuesta no nos dice cuanto menos verduras y frutas compró la gente; qué tipo de carne llevó; cuánto golpeó al huevo y hasta el perejil, el tomate, la cebolla, el ajo, el orégano, los quesos, los embutidos y un larguísimo etcétera.
Gambina dice: ”(…) desde una lógica de ortodoxia monetarista se profundiza la política contra la mejora de los ingresos populares y el control del tipo de cambio. El efecto inmediato es la baja de la capacidad de compra de la mayoría de la población que vive de ingresos fijos: salarios y jubilaciones. Queda claro que el gobierno Milei no privilegia un “interés nacional” y si la subordinación a la política exterior de Trump, cuyo norte es la competencia con China. Las condicionalidades vendrán asociadas a la demanda del poder local transnacionalizado, por la devaluación y la liberación cambiaria, lo que supone la eliminación de las restricciones al movimiento internacional de capitales, especialmente la posibilidad de favorecer las remesas de utilidades al exterior”. Y concluye: “Argentina vuelve a profundizar el rumbo del endeudamiento, de la dependencia y de la subordinación al capital externo y a la política exterior de EEUU”.
De futuro comicial (cuando esto ocurra algún día): los partidos de centro-izquierda (representantes de la “izquierda moderna”) -las socialdemocracias
y sus alianzas cuando acceden a gobernar- desempeñarán (según vienen las cosas) un papel de no obstaculizar al capitalismo en sus principios,
protegiendo sus deseos por el intocado sistema de explotación y esclavitud asalariada”.
Una amiga argentina, vieja luchadora, “con una mueca de mujer vencida” me dijo: “Milei se fue presidente, volvió gerente”.







