Hilda López: el arte como arma contra la injusticia. por Alejandra Waltes
En el año 2019 Galería Sur organizó la muestra ““CUATRO ARTISTAS REBELDES: MARÍA FREIRE, AMALIA POLLERI, HILDA LÓPEZ Y AMALIA NIETO” Todas pertenecientes a una misma generación, debieron enfrentarse a desafíos similares. En tiempos de guerras, utopismos artísticos, políticos, ideológicos, particularmente las mujeres, emprendieron con persistencia roles de responsabilidades ampliadas y conquistas de derechos propios y de dimensión universal, no sin dificultades. Con Hilda López culmino momentáneamente el análisis de mujeres “Transformadoras”.
Hilda López nació en Montevideo en 1922 y ese mismo año su familia se instaló en Solís de Mataojo. A los 16 años, comenzó a frecuentar museos, sintiéndose especialmente atraída por los dibujos de Carlos Federico Saez. En 1941 ingresó a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad del Trabajo, teniendo como docente a Manuel Rosé. En 1946 se casó con Alberto Angenscheidt con quien tuvo dos hijos, Eduardo y Virginia. Entre 1952 y 1954 asistió al taller de Vicente Martín, en 1958 comenzó a trabajar con el pintor italiano Lino Dinetto y al año siguiente expuso por primera vez.
En 1960 realizó su primera exposición individual, sobre la estética del vacío y el informalismo, con lo cual la artista alcanzó a redondear un universo plástico propio, de pinceladas potentes, enérgicas, violentas, de contrastante negro sobre blanco.
En 1961 fue invitada a exponer en el Instituto Di Tella de Buenos Aires. En 1964 participó en una muestra en Portugal y en la exposición «Cerámica y anticerámica” con música experimental realizada en base a los ruidos de un taller de cerámica. En 1965 fue seleccionada para la bienal de San Pablo. A partir de ese momento participó en numerosas exposiciones y recibió premios oficiales.
Los 60 fueron su década más productiva, la inició con la serie “Calles y puertos”, y continuó con experiencias abstractas en pinturas de gran tamaño y dibujos con plumín y caña. En 1969 expuso “Urbanismo”, dibujos subjetivos de una ciudad que se extiende en una trama subterránea. En los años setenta, inauguró «Los retratos», trabajos en óleo y en carbonilla donde retrata a amigos y colegas. Su autorretrato con golilla se expresa como uno de los ejemplos de autenticidad en el arte, y de simbiosis entre obra y autor. (Refiriéndose a sus autorretratos dice “…todo debe pasar por el brazo y a veces me asusto de que esos seres hayan salido de mí misma”).
Ya instalada la dictadura, realizó una serie de muestras a modo de denuncia. En 1973, clausurados por la dictadura los cursos oficiales de formación artística, comenzó a dar clases. Su taller, así como los de Guillermo Fernández, Nelson Ramos y Hugo Longa, resistió en tiempos difíciles y fue determinante en la formación de la siguiente generación de artistas uruguayos, consiguiendo la continuidad del proceso artístico nacional durante el período dictatorial. Tanto en la serie “Los Adioses” (1978), como en “Pueblos” (1981), la artista cambió la furiosa gestualidad informalista por la sutileza, la sugerencia de la línea y la utilización de una paleta baja.
En 1987 comenzó como asesora de la Galería de Cinemateca, convocando tanto a artistas consagrados como a nuevos creadores. En 1988 realizó una instalación (no muy frecuente en aquella época), integrando a otro artista, Osvaldo Cibils. Anticipándose a denunciar la problemática de la fragmentación social. “El problema es la extrema pobreza” fue el título de aquella recordada muestra, donde el montaje mostraba una serie de paneles con datos que ilustraban la dramática situación de niños y adolescentes en situación de pobreza. La artista retomaría dicha temática en su última muestra individual en 1991: “Rostros, rastros-restos”, retratando las consecuencias de la violencia social.
En 1986 realizó un mural en piedra y cemento en homenaje a las víctimas de la dictadura en la Sede Central del Partido Comunista del Uruguay. A nivel internacional, fue invitada por la Unión Panamericana como representante del Uruguay en exhibiciones de Arte Latinoamericano. Además, expuso en Galería Divulgação de Lisboa en la muestra “7 Artistas del Uruguay, y representó a Uruguay en la Vll Bienal de San Pablo y en la ll Bienal de Cuenca. En Washington integró la exposición “30 Artistas Plásticos Uruguayos”.
Hilda López dejó constancia de su época y puso la estética al servicio de la ética.
Poema inédito de Hilda López (1963):
La ciudad en siete tiempos
Sin tiras de agua
sin blancos caseríos
árboles
entre calles disimuladas
invadieron en verde.
Quedó la ciudad ajena
alegre
algo tonta
con un bonete de cerro.
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