Home ARTES VISUALES Joan Miró: el subconsciente como un enorme campo de juegos por Alejandra Waltes

Joan Miró: el subconsciente como un enorme campo de juegos por Alejandra Waltes

Joan Miró: el subconsciente como un enorme campo de juegos por Alejandra Waltes
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A veces, en el afán de simplificar conceptos para una mejor comprensión, uno comete omisiones.  En mi definición de Arte Surrealista del número pasado dejé fuera al Surrealismo Abstracto, cuyo mayor exponente fue Joan Miró i Ferrà.                                                                                                                 Esta corriente se caracteriza por aplicar el automatismo, prescindiendo de toda representación figurativa, para introducir nuevos universos creados por el artista.                                                                    El automatismo parte de la premisa de que se puede crear de y a partir de todo. Se aprende a copiar a través de la observación atenta, la intuición y la atención al inconsciente. Se nutre estéticamente de todas las corrientes y estilos, así como del inconsciente colectivo universal y arquetipos atemporales.                  Joan Miró fue un pintorescultorgrabador y ceramista español. En sus obras reflejó su interés en el subconsciente, en lo «infantil» y en la cultura y tradiciones de Cataluña.                                                       A partir de su estancia en París en los años 20, se incorporó al surrealismo, pretendiendo  ​abandonar los métodos convencionales. En sus propias palabras buscaba «matarlos, asesinarlos o violarlos».                       Una de sus pinturas más interesantes de ese periodo es Carnaval de Arlequín (1925). En 1928 viajó a Bélgica y a los Países Bajos. Los pintores neerlandeses, como Vermeer y los maestros del siglo XVII, le causaron un gran impacto, y a su regreso a París se dedicó a la creación de una serie conocida como Interiores holandeses.                                                                                                                        Entre  1928 y 1930, Miró se fue distanciando cada vez más de los surrealistas.  Dibujó y se dedicó intensamente al collage, técnica a la cual aplicó su propio estilo. A partir de 1930, comenzaría, además, a realizar esculturas.                                                                                                                                          En el verano de 1930 comenzó una serie llamada Construcciones, consecuencia de los collages.  Dichas piezas fueron expuestas en París, donde las vio el bailarín y coreógrafo Leonide Massine, que enseguida pensó en el artista para realizar la decoración, vestuario y diversos objetos para el ballet Jeux d’enfants.   El drama que representaba la guerra española, le hizo sentir la necesidad de volver a pintar la realidad.    A petición de Christian Zervos, Miró diseñó la imagen a color “¡Ayudad a España!” para un sello postal, destinado a ayudar al gobierno republicano español; pero finalmente el sello no se emitió y el diseño se estampó en pochoir (estarcido) para un número de dicha revista.                                                                 Luego se le encargó a Miró pintar una obra de grandes dimensiones para el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937 que se iba a inaugurar en el mes de julio de ese mismo año.                                                                                                                                                       Entre los años 1940 y 1941, empezó una serie de 23 pequeñas obras con el título genérico de «Constelaciones», con un soporte de papel que el artista humedecía con gasolina y fregaba hasta conseguir una superficie con una textura rugosa. Luego agregaba el color, manteniendo una transparencia para crear el aspecto final deseado. Sobre este color del fondo, Miró dibujaba con colores puros para lograr el contraste.                                                                                                                               En 1944 empezó a colaborar con su amigo Josep Llorens i Artigas en la producción de cerámicas, investigando la composición de pastas, tierras, esmaltes y colores.  En 1946 trabajó en esculturas para fundición en bronce que en algunas ocasiones fueron cubiertas con pintura de colores vivos.                                                                                                                                                               En la escultura le interesó buscar volúmenes y espacios e incorporar objetos cotidianos o simplemente encontrados: piedras, raíces, cubiertos, tricornios, llaves de agua, etc.                                                        Siempre le habían interesado los grabados para la realización de litografías, y en aquellos  años se adentró mucho más en ello. En su viaje a Nueva York en 1947, trabajó durante un tiempo en el Atelier 17 dirigido por Hayter, a través del cual aumentó sus conocimientos sobre la calcografía. Durante aquellos meses en Nueva York, realizó las planchas para  Le Desesperanto, uno de los tres volúmenes de que consta la obra L’antitête de Tristan Tzara.   Un año más tarde colaboró nuevamente con el autor en un nuevo libro Parler seul, haciendo 72 litografías a color. A partir de ahí, trabajó ilustrando diversos libros colaboración con amigos poetas.                                                                                                                    En 1956, se trasladó a vivir a Mallorca en donde dispuso de un gran taller. Allí  recibió diversos encargos de murales para museos, aeropuertos y universidades, entre otros.

A partir de 1960, Miró inició una nueva etapa, donde se reflejaba la soltura en la forma de trazar los grafismos con una gran simplicidad, propio de la espontaneidad infantil.                                                       A fines de los 60, realizó una exposición individual «Oeuvre gravé et lithographié» en la Galería Gérald Cramer de Ginebra y en este mismo año una gran retrospectiva de su obra gráfica en el Pasadena Art Museum de Pasadena (California).                                                                                                                En 1975 se inauguró la Fundación Miró de Barcelona, encargada de gestionar y difundir el legado del artista. Falleció en 1983 a los noventa años.                                                                                                                    Parte de su extensa obra fue expuesta en nuestro país en tres ocasiones.                                                                                   ​

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