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Julio César Lestido, empresario: No está mal ganar plata

Julio César Lestido, empresario:  No está mal ganar plata
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Acaba de dejar la presidencia de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, y vuelve a su rol de director en la empresa familiar que lleva su nombre. Nos pareció que era el indicado para hablar de la situación económica del país, la pandemia, el trabajo y los sindicatos desde su lugar de empresario. Nos lo habían dicho desde el movimiento sindical, es un hombre de diálogo.

Por Jorge Lauro y Alfredo García / fotos: Rodrigo López

 ¿Es verdad aquella anécdota de Haedo del Volkswagen de un dólar?

Un día Eduardo Víctor Haedo vino acá a la empresa. Mi padre no estaba y lo atendió el gerente de ventas. “Ando buscando un auto”, dijo, y se fue. Mi padre llegó, el gerente le contó y lo llamó. “Don Eduardo, ¿cómo le va?” “¿Cómo andás Julito?”. Y le dijo que estaba buscando un Volkswagen para Beatriz. “¿Qué precio me hacés?”, le preguntó. “Don Eduardo, a usted no se lo vendo, se lo regalo”. Y le contestó que de ninguna manera, que él lo compraba. “Muy bien, se lo vendo a un dólar”. “Por esa plata, me llevo dos”. Era un personaje. Pero nunca se llevó los dos autos. Quedó en leyenda urbana.

¿Cuánta gente trabaja en Lestido?

Hoy debemos ser alrededor de unas ciento cuarenta personas, aproximadamente.

¿Los autos son todos importados?

Tuvimos dos o tres etapas. Se empezó a armar en Nueva Palmira, en el año 61. Cuando vino la tablita, en el 82, cerramos esa planta y se abrió otra en la calle Veracierto. En el 84 volvimos a armar en Nueva Palmira, hasta el año 92, cuando cambiaron las condiciones y la planta se cerró.

¿Siguen siendo líderes del mercado?

Estamos ahí, peleando. Hasta el año pasado tuvimos tres años consecutivos. Ahora creo que estamos de vuelta primeros o segundos.Teníamos el 15% del market share el año pasado, sí.

¿Cuántos autos se venden en Uruguay?

El año pasado la cifra anduvo por los cuarenta mil y pico de autos. En los últimos tres meses ha aumentado la venta. Todavía no estamos llegando a las cifras prepandemia. Hay una cosa que es muy importante y es que el comportamiento del consumidor uruguayo cambió.

¿En qué sentido?

Hoy el uruguayo se mueve más con el auto. Hay un movimiento que antes no teníamos. Cuando yo era chico y trabajaba acá en ventas, veía que quien compraba un auto lo mantenía quince años. Eso cambió totalmente. Hoy vienen y te hablan del auto tal, y yo de repente no tengo la información que tiene el cliente que se metió en internet e investigó.

Y, relativamente, los autos son más baratos.

Sin duda que sí. El precio de los materiales bajó. Se buscaron materiales más económicos. La tecnología aplicada a los autos permite abaratar. Hoy el auto es más electrónico que otra cosa.

Es la muerte de los mecánicos clásicos, también.

Hoy a mí se me rompe el auto y lo mejor que puedo hacer es llamar a un car up. Ahora estamos hablando de que se viene el auto eléctrico. Los autos eléctricos se rompen menos que los autos a nafta.

¿Qué tan difícil es convivir con el cambio constante?

No es fácil. Tenés que ir aprendiendo constantemente. Hoy yo me tengo que sentar con los técnicos nuestros a que me enseñen, sobre todo sobre el proceso del auto eléctrico. Hoy la mecatrónica se rompe y olvídate de arreglarla.

¿Por qué en Uruguay los autos son menos seguros?

No solamente en Volkswagen sino en todos los grupos y marcas hoy el estándar de calidad y seguridad es uno solo. Imagínense hacer autos de distinta calidad en la línea de producción, hoy. Es carísimo. Y esto es la globalización: el mismo auto que se produce en Alemania se produce en Brasil, Argentina o México. Lo que puede cambiar es algún equipamiento, pero el armado del auto es el mismo. Lo que puede pasar es que en algunos países las exigencias sean distintas. Pero no tiene nada que ver con el auto.

El futuro son los autos eléctricos.

Sin duda. Para el año 2025, un tercio de la producción de Volkswagen va a ser eléctrica. En Europa es el grupo que hoy más está invirtiendo en el tema eléctrico. Audi tiene previsto para el 2025 sacar uno o dos modelos de auto eléctrico por año.

Y van a bajar los costos, porque hoy es carísimo.

Lo más caro del auto eléctrico es la batería. Hoy las baterías son cada vez más chicas y tienen más potencia. Acá hay un punto crítico, con la autonomía y el tiempo de recarga. Hoy todavía voy a una estación de servicio y lleno el tanque y sigo andando. En el auto eléctrico necesito un tiempo mínimo de recarga. El auto eléctrico es mucho más amigable con el medioambiente, porque no contamina. Es un auto totalmente silencioso. Pero todavía tenemos algún problema con respecto a dónde voy a cargar, y por cuánto tiempo. Si quiero ir de Montevideo a Tacuarembó o a Salto, en algún momento voy a tener que parar a cargar.

¿Cómo se ha logrado llevar eso adelante contra los intereses de la industria petrolera?

Es una buena pregunta. Creo que a nivel mundial ha habido una corriente muy importante en el compromiso con el medioambiente, con respecto a la contaminación y el calentamiento. Evidentemente, las fábricas están buscando ese tipo de tecnología. Hay cosas que todavía se están trabajando, pero el auto eléctrico viene.

En definitiva, ustedes van a ser los enterradores de ANCAP.

Creo que no. Lo miro desde otro lado. Uruguay ha cambiado su matriz energética, y somos de los pocos países que pueden ofrecer la ruta verde que va desde el Chuy a Colonia, con posibilidades de cargar. Uruguay está mucho más avanzado. Hemos avanzado en esas cosas, como país. La matriz energética no es una cosa menor. Todavía tenemos problemas, si querés ir de Montevideo a Salto y no tenés dónde cargar. Pero el Estado ya tiene redes y las empresas se están instalando y desarrollando una nueva opción de negocios para brindar ese servicio. Es todo un proceso que se está moviendo y llevando adelante junto con el auto eléctrico. No es que desembarca el auto eléctrico y no hacemos más nada. Tiene que venir acompañado de una cantidad de cosas.

Hay políticas de Estado.

Sí. Hay incentivos para el auto eléctrico. Hoy el auto eléctrico es caro. Pero el auto eléctrico tiene una cantidad de incentivos, que están llevando a la inversión y al recambio.

¿Es difícil ser empresario en Uruguay?

No. Creo que no.

Se los ve como los malvados.

Sí. Nos tocó vivir distintas etapas en el país, y de repente queda la figura del empresario como el malo de la película. Definamos empresario, eso es muy importante. El señor que tiene un almacén de barrio, una librería, una zapatería o lo que sea, es un empresario. Sin empresas no hay empleo. No podemos pensar en un país sin desarrollo empresarial, sin gente que piense, que innove. ¿Que pueda haber una mala imagen? Sí. ¿Producto de qué? Creo que son distintas etapas que le tocó vivir al país. Pero también es culpa nuestra.

¿Por qué?

Creo que los uruguayos deberíamos haber salido más a defender la imagen del empresario. O a posicionarla. No es uno contra otro. Todos jugamos un rol importante en la sociedad. Sí, el empresario está visto como el que gana a costillas de los demás. Y no es así. El empresario tiene una idea e invierte, arriesga. Y si pierde, pierde. Genera trabajo. ¿Que en algún momento haya habido empresarios que decían: “No digas nada”, si pasaba algo? No. Si hiciste una macana, hiciste una macana. De alguna manera nosotros mismos tenemos que salir a defender nuestra imagen. Pero si lo hicimos mal, tenemos que reconocerlo.

Lo que pasa es que hay empresarios y empresarios.

En todas partes del mundo. Y hay padres de familia y padres de familia. Curas y curas. Hay de todo. ¿Pero el empresario es malo en sí mismo? No. Lestido puede ser malo. Pero no el empresario en sí mismo. Acá entramos en otros temas, en el tema político, que no me gusta.

Todo es política, Lestido.

Es un poco de ideología, el decir que el empresario es malo, lo mismo que decir que el trabajador es malo. No. Los dos nos necesitamos, los dos trabajamos, y tenemos que convivir de la mejor manera posible. Y darnos cuenta que tanto el trabajador como el empresario son muy importantes. Si tenemos una mala imagen, veamos por qué. Acá hay muchos empresarios muy buenos. Gallinal, por ejemplo. ¿Alguien puede decir que es un hombre que no haya colaborado con el país? Y así puedo nombrar a una cantidad. En general, en otros países el éxito se premia. ¿Me preguntan si es difícil ser empresario en Uruguay? Creo que no, pero tenemos que cambiar un poco la imagen. En un momento determinado fue mala. Pero creo que son estructuras que están fijadas en la sociedad, que hoy, entiendo, está un poco dividida.

La sociedad uruguaya siempre tuvo polarización.

El mundo era distinto. Si la hubo, en algún momento, hoy la salida no es la polarización. El camino es trabajar en conjunto y salir adelante. Me podrán decir que es retórica. No. La verdad es que a mí me ha dado resultado, y creo en la gente. ¿A qué lleva el mecanismo de la polarización?

A que se imponga el más fuerte.

Y nada más. Puede ser que la polarización siga existiendo y aumente, ¿pero por qué? Tenemos un país chico, pero con cosas muy buenas, con gente muy capaz e inteligente. Podemos trabajar. El tema es dejar de lado algunas cosas y trabajar en conjunto.

Tu relación con el sindicato ha sido buena.

Muy buena. Del otro lado tengo una fuerza trabajadora muy fuerte, a un sindicato que representa a la mayoría de los trabajadores en el Uruguay. Están defendiendo sus intereses. Podemos tener intereses opuestos o podemos pensar diferente. Ellos quieren lo mejor para sus asociados, y nosotros también. Pero si uno lo piensa en la retórica de que “le va bien porque te explota”, o de que “es mi enemigo”, la cosa no camina. Tengo que reconocer que realmente les agradezco tanto a Fernando Pereira como a Marcelo Abdala, como al PIT-CNT. Nos hemos sentado y hablado bien, tratando de buscar las cosas en común. Ellos en ningún momento cedieron nada de sus reclamos, y yo tampoco. Me van a llevar algunas cosas, y otras no. Nos conocemos, generamos una confianza. Y eso lo resalto.

¿Esa mentalidad existe en gran parte del empresariado uruguayo?

Creo que estamos cambiando. Y también el sindicato veía al empresario como un enemigo. En algún momento tenemos que decir: “Acerquémonos”. Creo que la solución es buscar el diálogo, y estoy convencido de eso.

¿Se puede implementar ese tipo de pensamientos al frente de una agremiación empresarial?

Sí. Lo vemos acá adentro. La imagen de una empresa no es el producto sino la gente que trabaja adentro. Está comprobado. El capital más importante de una empresa es el humano. Creo en eso.

No siempre que a una empresa le va bien, les va mejor a sus trabajadores.

Si a una empresa le va bien, en términos generales, ¿no mejora la situación de los trabajadores?

Este año ha caído el salario.

A las empresas no les ha ido bien. Tenemos que ver. Hay sectores que han tenido ganancias extraordinarias, pero hay que ver cómo venían del pasado, y ver si esas empresas venían recuperándose. En los últimos años las cosas venían cayendo. Sobre todo los commodities. La pandemia nos cambió a todos. Los fletes se triplicaron. Ahora China se volvió a levantar, está comiendo, y los commodities están subiendo. Pero no necesariamente la recuperación de una empresa genera la recuperación automática del empleo. La empresa tiene que ponerse a rodar. No conozco empresario al que, yéndole bien, no tome gente. Si la empresa crece, alienta al trabajo. También es verdad que nos está rodeando otro mundo. Hoy necesitamos un tipo de mano de obra mucho más informada y capacitada.

Hay trabajos que dejan de existir, y aparecen otros.

Se rompieron todos los esquemas. Antes era el proceso. Hoy tenemos un mundo con códigos totalmente distintos. Hoy dos chiquilines en un garaje, con una computadora, crean una aplicación y triunfan. Son más libres de lo que éramos nosotros, y con muchos menos prejuicios. El empresariado está cambiando. ¿Cuál es la empresa más linda del mundo para trabajar? Siempre se dice que es Google. ¿Por qué?

Porque da ventajas a sus trabajadores, con horarios flexibles.

Porque usted entra en Google y entra en un ambiente donde de repente el tipo se sentaba arriba de una pelota y trabajaba desde ahí. Volvemos a lo mismo: ¿cuál es el capital más importante que tiene una empresa? El humano.

Y el uruguayo sigue prefiriendo ser empleado público.

Sí. Tal cual. Y hay que analizarlo. El uruguayo es más de estar seguro que de arriesgarse. Jugamos más a la defensiva que al ataque. Siempre.

Todos somos Tabárez.

Todos tenemos esta situación de “estoy más seguro acá”. Desarrollemos, innovemos, no tengamos miedo al fracaso. Caigámonos, levantémonos y sigamos adelante. El fracaso se castigaba, se marcaba. Tal vez porque somos chicos y nos conocemos todos. Pero hoy cambió. Les aseguro y les confieso que después de la muerte de mi padre el problema más grande que tenía en mi vida era el fracaso. Para mí era dar un examen todos los días. Mi temor más grande era el fracaso. Y de repente no estaba mal fracasar. Había que mantener eso. Es importante en una empresa familiar, sí, y no hay que olvidarse de dónde uno viene. Trataba de cuidar todo. Podría haber innovado, de repente podría haber ido un poco más allá. Y no fui, porque yo mismo me puse los frenos para no hacer otras cosas.

Las nuevas generaciones…

Son totalmente distintas. Antes no era así. ¿Me arrepiento de lo que me tocó vivir? No. Pero me hubiera gustado tener un poco más de libertad. Era espantoso jugando al fútbol, pero si hubiera querido ser jugador no habría podido, porque tenía que estar en la empresa. O hacer la carrera militar, o lo que sea.

¿Los nuevos emprendedores tienen el mismo compromiso con la sociedad?

Lo tienen. Los jóvenes hoy están mucho más comprometidos con la sociedad y el medioambiente. En mi época de eso no se hablaba. Hoy los chicos se comprometen más con la sociedad, trabajan, se involucran. Nosotros lo vemos en nuestros hijos, y con todos. Hay mayor integración. Los gurises nuestros son distintos a lo que éramos nosotros. Nosotros antes trabajamos y cuidábamos el trabajo. Ellos hoy son mucho más libres que nosotros. Nosotros buscábamos la seguridad, la carrera. Ellos hoy están acá y mañana en otro lado. Y esa rotación se da a nivel mundial. Está comprobado que hoy no se piensa en la estabilidad laboral.

En otros países está mal visto quedarse mucho tiempo en el mismo trabajo.

Antes había prejuicios. Si venía un loco con un currículum y yo veía que había tenido varios trabajos, pensaba: “Este loco debe ser difícil. No es estable”. Yo lo miraba así. Lo juzgaba como me juzgaban a mí, y en eso cometí un error.

¿Pero como empresa sirve un tipo que va a estar diez meses?

Tal vez no, pero lo que más me sirve es que el tipo esté comprometido con lo que esté haciendo, y que entre los dos podamos obtener el mejor rendimiento de la empresa. Si se me va, tengo un problema de capacitación, sí, pero son las reglas del juego. ¿Cómo hago para atarlo? A veces no es el tema económico. Eso es lo que el mercado demanda y está ofreciendo. Ese es el perfil de la gente que vas a contratar. Si se va, se va, y no lo vas a poder retener con nada. Yo me he preguntado cómo es posible que un loco deje un cargo y se tome un año sabático, para después volver a arrancar. Por supuesto que premian el éxito, pero ven el éxito de otra manera. Disfrutan, son más libres.

Desde el punto de vista del futuro del país, ¿cómo se crece así?

Con eso, con esa gente que piensa distinto y tira para adelante. Con la capacitación. Esa gente es más dúctil. Hay que apostar a los jóvenes, y a veces nos cuesta. Nacen con otro chip que nosotros no tenemos, razonan diferente. El problema es pensar que tenemos que traerlos a ellos hacia nosotros, cuando somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a ellos de alguna manera. Por supuesto que necesitás un nivel mínimo de capacitación y educación. Ahí es donde hay que trabajar. En un momento habíamos hecho un estudio en la Cámara. Entre 2015 y 2020 se habían perdido cincuenta mil puestos de trabajo, y la gran mayoría eran jóvenes. Había jóvenes a los que no les interesaba trabajar. Había que ver si lo que se estaba enseñando era lo que ellos querían aprender.              Lo que rescato hoy de los jóvenes es que los encuentro con muchos menos prejuicios. Aceptan cosas que en nuestra época no se aceptaban. Tener un chico que fuera gay, por ejemplo, en otra época era…

Inadmisible.

Y hoy lo hablás con tus hijos y te dicen: “¿Qué estás diciendo?”.

Es como con el cigarrillo, estamos aprendiendo con los jóvenes.

¿Y quién nos hizo cambiar, la publicidad o nuestros jóvenes? Hoy hay cosas que son mucho más naturales. No cambio los valores. Para mí el concepto de familia es lo más sagrado, y es la base de la sociedad. No es una frase hecha. Si tenemos una familia unida, podemos crecer. En la escuela y los liceos nos forman, pero la educación viene de la familia. Ahí es donde hay que hacer el trabajo, con valores. Sé que no es fácil, pero es donde hay que trabajar. Y vuelvo a la idea: ¿cómo no voy a sentarme con el PIT-CNT? Si es la agrupación que representa a gran parte de los trabajadores del Uruguay. Me siento con ellos y hablo cuando sea.

Se dijo que el Frente Amplio inclinaba la balanza a favor de los trabajadores. ¿Ustedes como empresarios lo vivieron así?

No me gusta hablar mucho de política porque no soy político.Tuve una muy buena relación con Murro.

Fue de los pocos. No era fácil.

He hablado varias veces con él. Esa era la sensación que teníamos. Repito: mi función es tender puentes. Podríamos decir que la sensación que uno tenía es que el peso estaba inclinado a ese lado de la balanza.

¿Eso cambió ahora?

Ahora honestamente creo que hay un ministerio mucho más ecuánime.

¿No inclinó la balanza para el otro lado?

No. Denme una muestra. Mieres es un tipo excelente. Es un tipo muy de articular. Y es un hombre firme en sus ideas.¿Dónde se ve que la balanza esté inclinada?

¿No es necesario que haya inclinación de la balanza para el más débil, que es el trabajador?

¿Por qué lo ponés más débil? Ahí es que empezamos a generar visiones distintas.

Porque no tiene respaldo, porque depende de su fuerza de trabajo para llevar la comida a su casa.

Y el empresario depende de su ingenio, de su inversión, de su capital. ¿Por qué el trabajador es el más débil? No, yo parto de la base de que tú sos empresario y yo trabajador. Yo tengo el derecho a manifestarme como quiero y tú tenés el derecho a trabajar, porque la Constitución defiende tanto el trabajo como la libre empresa y la propiedad privada. Si ponés esos tres valores en los mismos niveles, no hay diferencia.

Hay diferencia con quinientos mil tipos que ganan menos de veinte mil pesos, que son débiles por donde se los mire.

¿Débil por qué? Si yo me voy a sobrepasar con él, entonces denunciame. Ahora bien, yo en lo que creo es en las diferentes capacidades de cada uno, y si tú sos más inteligente que yo y te diste cuenta que para tomar café se necesita un pocillo y lo empezás a vender y te va mejor que a mí, ¿dónde está la debilidad? Tus ventajas son mejores que las mías, tus capacidades son mejores. Ahí no hay diferencia. Si una empresa te paga en negro, sí, eso se tiene que castigar. Pero el peor problema es que el punto de partida sea pensar que el trabajador es débil, o que el empresario es el malo. Porque ahí empezás a medir fuerzas. Y no debe ser así. Tú sos empresario y yo trabajador, y vengo y te pido trabajo. Me planteás un compromiso, un horario y me decís que me vas a pagar tanto. ¿Hay una relación de debilidad ahí?

Salvo los más capacitados, la gran mayoría no tiene la posibilidad de elección.

¿Cuál es la solución? ¿Cómo lo hacés más fuerte? Es buena la discusión, me encanta. Decís que es más débil porque tiene que aceptar. Si no acepta, no vive. ¿Pero te creés que el empresario nació con plata colgada de un árbol? No, la desarrolló. Partir de la base de que es débil es menospreciar al trabajador. Para mí no es débil. Tiene funciones distintas. Dale la oportunidad. El tema es que si decís que es débil ya lo estás encasillando en una situación en la que no puede salir y hay que protegerlo. Por supuesto que hay que proteger con reglas del juego que sean parejas y buenas.

Sueldos sumergidos no es una regla de juego pareja.

Muchas veces esos sueldos sumergidos son los que se pueden pagar y los que regula el mercado. Perdé cuidado que si vos sos mejor que yo, en cualquier área en la que trabajemos, vas a ganar más que yo. ¿Dónde están los sumergidos? Ahora bien, si yo me preparo menos que vos, voy a ganar menos que vos. Cuidado: si soy un mal empresario, si te pago mal, si no respeto las reglas, eso está mal y hay que penalizarlo, y castigarlo. Lo que creo que es malo es pensar que el trabajador es débil.

¿Qué le pasa al mercado, que tiene que tener quinientos mil tipos que ganan menos de veinte mil pesos por mes?

Primero, tenemos un mercado chico que no da para muchas cosas. No está bien, hay que buscar el mecanismo para que esa gente pueda ganar más de veinte mil pesos. Pero no lo podés hacer a la fuerza, porque no existe.Sería un harakiri venir y decirle a las empresas que les tienen que pagar cincuenta mil pesos a todos. No da el negocio, macho. ¿Cómo hacemos para que dé? Tenemos un mercado chico. Seamos eficientes. O incentivá para que el empresario pueda emplear y tenga medios para desarrollarse. Lo que más libre hace al ser humano es el conocimiento y la educación, y eso es lo que hay que trabajar, para que el tipo pueda tener las herramientas para salir adelante. Pero pensar que el empleado es débil creo que lo menosprecia y lo encasilla.

El que tiene que aceptar un trabajo por un salario mínimo.

Primero, no lo tiene que aceptar. ¿Pero, cómo hacés para el que está en el lugar del empresario? Lamentablemente son las reglas de la vida. Es así, en todos lados. ¿Cómo hacés para pasar de la categoría de trabajador a la de empresario? Arriesgando.

Los trabajadores que ganan un salario mínimo no tienen nada que arriesgar. 

Por supuesto que no es la media. Suárez hay uno solo. ¿Qué tuvo Suárez? En la vida tenés que conocer lo que estás haciendo, y tener un poco de suerte. ¿Significa que Suárez es malo y que hay que castigarlo? No. El tipo hizo una carrera y tuvo suerte. Otros no llegan. De repente debe haber millones de empresarios mejores que Julio Lestido en Uruguay. Yo no soy un buen empresario, lo que traté de hacer es mantener una empresa junto con mi familia y llevarla adelante. Lo primero que hicimos fue decir que no éramos una empresa familiar sino una familia que tenía una empresa. ¿Qué hicimos? Profesionalizamos la empresa. Y como gerentes contratamos a los que mejor podemos encontrar en el mercado. Y tratamos de rodearnos de la mejor gente posible, para que nos ayuden a llevar la empresa adelante. Me decís que hay quinientos mil uruguayos que están en una situación complicada. Es verdad. Lo que tenemos que buscar son los mecanismos para que el país pueda desarrollarse y esa gente pueda salir adelante, generando la mayor cantidad de riqueza, todos. Me duele, honestamente, pensar que el trabajador está en una posición de desventaja. No es porque yo sea empresario, sino porque si pienso eso lo estoy castigando.

Tenemos doscientos mil que se anotaron para un puesto de trabajo por seis meses.

Eso te puede marcar una situación difícil que está viviendo el país.

Como empresario, ¿fueron suficientes las medidas que tomó el gobierno durante la pandemia?

Sí, creo que fueron las medidas que se pudieron tomar, y que se fueron ajustando en cada uno de los momentos. Creo que lo más importante que se hizo es administrar la situación. “Tenemos que dar más plata”, se dice. Sí, hay que dar lo más inteligentemente posible. Ahora el gobierno va a apostar a la obra pública, y es una de las salidas. Me ha tocado sentir a las empresas: “Necesitamos más, más”. Y a veces no hay “más, más”. Nadie sabe cuánto dura esto. Se piensan invertir algo así como novecientos millones de dólares en apoyo a la pandemia. El problema es que esto en algún momento se tiene que pagar. Doy, doy, y no sé si se sale dando y dando. ¿Hasta dónde voy a llegar? ¿En qué momento te van a decir: “Loco, mirá que no hay más plata”?

Los organismos internacionales dicen que se gaste en la pandemia.

Lo veo como empresario. Trato de ser lo más cuidadoso en el gasto, para poder seguir caminando, y para que, si mañana tengo que volver a pedir, me vuelvan a dar.

¿Un país tiene que funcionar en modo empresa?

Hay ciertas cosas que se tienen que administrar bien para que un país pueda seguir generando. No está mal ganar plata. En algunos sectores de la sociedad parece que está mal hacerlo. Ganar plata es el resultado de un proceso de inversión y trabajo, y no está mal, siempre que sea legal. Un país lo que tiene que buscar es el desarrollo y el crecimiento de sus ciudadanos, para lograr el bienestar. ¿Cómo lo lográs? Un país competitivo, que no despilfarre, que te permita ahorrar para después. Es administrar, como un buen padre de familia. En cuanto a los mecanismos, estoy lejos de ser un economista. Quiero un país abierto al mundo. Soy un liberal. Creo que cuantos más mercados tengamos, mejor. ¿Por qué no voy a negociar contigo? Es como si me dijeran que le puedo vender un auto a otro y a vos no. ¿Por qué no voy a poder venderle a todo el mundo? Lo que hay que buscar es llegar a todo el mundo con productos de la mayor calidad posible, sin trabas. Y todo el sector político uruguayo debe apostar a eso. Algunos dirán que el camino es uno u otro, pero creo que ese debe ser el objetivo. Para mí se hizo y se está haciendo una buena administración, sin duda.

Muchos empresarios pateaban, con razón, quedaron en la lona y no tuvieron apoyo.

Fue espantoso. Hay sectores que se pararon en todo el mundo y que recién se están recuperando.

El gobierno defiende a los malla oro, y los malla oro defienden al gobierno.

¿Cuáles son los malla oro? Si como empresa estoy en una situación de crisis y necesito poner más plata, tengo que buscar el mecanismo de dónde sacarla y que la plata pueda ser eficiente. Creo que hay sectores que lamentablemente estuvieron muy golpeados, con un año y medio sin laburar. Esos tipos estuvieron sumamente golpeados. Se buscaron herramientas. De repente no se abarcó a la totalidad, pero en algunos sectores se brindaron apoyos. ¿Se tendría que haber dado más? Yo qué sé. Tal vez sí, tal vez no. Creo que se está haciendo una buena gestión, y lo digo en serio. No lo digo políticamente, que quede claro. Para dar tenés que conseguir.

Hay líneas de préstamos contingentes.

Que después hay que pagar.

Como se ha endeudado todo el mundo.

Todo el mundo. Pero hay países que están más críticos y ya no les están dando tanto. Porque no hicieron las cosas que tendrían que haber hecho. Si te voy a pedir plata, trato de pagarte y entonces voy ser creíble. Pero si me das plata y la tiro, vas a ser incobrable, y no sos serio. Y el Uruguay ha demostrado ser serio. Y esa seriedad hay que honrarla. Novecientos cuarenta millones de dólares es mucha guita para este país. ¿Necesitamos más? Tal vez sí, tal vez no. Pero cuidado, porque en el futuro esta plata la vamos a tener que pagar.

Es más caro el costo posterior de volver a sacar a la gente de la pobreza.

Salir de esta pandemia nos va a costar un poco más, y va a ser un poco más lento, pero sin duda vamos a salir. ¿Se necesitaba más plata? La verdad es que no lo sé. Tal vez tengas razón, y yo esté equivocado. Lo que digo es, en cierta medida: prudencia. Y no quiere decir que no haya que dar más plata.

¿Volkswagen no destruyó su prestigio con los líos en que truchaban los motores?

Logró sobrevivir. Acá no teníamos motores diesel, entonces repercutió muy poco. Repercutió en Estados Unidos, sin duda, y en Europa. Fue un macanazo. Sí, por supuesto. El otro día vi que Volkswagen le está reclamando a uno de los presidentes. ¿Está bien? No.

La imagen de Volkswagen la salvó Mujica con el Fusca.  Otro tema; es incomprensible la defensa acérrima que hacés de las armas.

A mí las armas me gustan, porque me gustan, como a otra gente le gustan los cuadros o la filatelia. Lo heredé de mi abuelo. Me gustan como pieza de ingeniería. Me gusta su evolución en la historia. Las armas son indiferentes desde el punto de vista moral. No hay armas buenas y malas. Las malas son las personas. Entiendo que es una herramienta que el hombre usó para defenderse, y que ha ido progresando hasta llegar a las armas que hoy tenemos. Respeto y entiendo el sentir tuyo cuando decís que las armas generan violencia. Creo que la violencia está instalada en nosotros. Es una parte de la condición humana.

La facilitan.

Sin duda. Si no hubiera armas, nos mataríamos todos a cuchillo. Es mucho más fácil con un arma que con un cuchillo, sin duda. Le tengo más miedo a un tipo con un cuchillo que con un arma. El tipo con un arma no necesariamente está en condiciones de matar. Pero el tipo que tiene un cuchillo, sí. Y esa sensación de pinchar a alguien debe ser espantosa. El arma es más distante, si querés. Tirás y no sentís, podés tirar y correr. En países como Inglaterra, donde hay un control estricto de las armas de fuego, hay mucha violencia y muchos asesinatos con cuchillos.

Y en países como Estados Unidos, donde no hay control ninguno, seguramente hay más asesinatos que en Inglaterra.

Cuidado. En Estados Unidos tenés la famosa segunda enmienda, que está grabada a fuego. Por supuesto que hay excesos en Estados Unidos. Hay ochenta millones de armas registradas, en doscientos cuarenta millones de ciudadanos. No me gustan las gráficas, pero hay que mirar los números. Lo que provocan los incidentes son menos del 10%. El problema es que se manifiestan en hechos espantosos, aberrantes, criticables desde todo punto de vista. Creo que el arma, y podemos discutirlo horas…

Que un loco pueda tener acceso a un arma…

Lo que hay son controles, tanto sea acá como en Estados Unidos. En Estados Unidos hay lugares donde tenés menos controles. Acá tenés un control bastante fuerte, que se ha hecho a lo largo de la historia del Uruguay. Lo que no quiero es coartarle al ciudadano la libertad de tener un arma. El hombre es libre, si la quiere tener. Pero tiene que haber requisitos, y controles. Si querés tener o no un arma, es una opción tuya. Y por supuesto que, si cometo alguna barbaridad con un arma, y un tipo que mata no es recuperable, tiene que haber las acciones más duras. Sin duda. A mí las armas me gustan como piezas históricas, como piezas mecánicas. Me gustaba cazar, aunque ya no cazo tanto. Me gusta tirar al blanco. Sigue siendo un deporte, e incluso hay disciplinas olímpicas. ¿Sabés cuál es el peor problema? Prefiero saber que el problema existe y tratar de controlarlo antes que prohibirlo, porque las armas van a seguir estando. Lamentablemente, van a estar, y en países como el nuestro cuanto más prohíbas, más mercado negro vas a generar, y vas a tener menos control de las armas en las manos de la gente en que están. Prohibir las armas en un país donde han jugado un rol muy importante en la historia, con un país que viene en gran parte del agro…

Aquello era a degüello.

Hasta que apareció el arma. El ser humano primero empezó a ingeniarse con una piedra y después se dio cuenta que si la ataba a un palo tenía más fuerza, y así hasta que aparecen los chinos con la pólvora. Fue evolucionando. Lamentablemente, ha ido evolucionando con las guerras. Entiendo perfectamente que no te gusten las armas. Yo tengo armas, y vendo armas. Soy totalmente contrario a la libertad de tener un arma sin ningún control, y creo que hay tipos de armas que no se pueden tener, en la sociedad en que estamos viviendo hoy, en el mundo en que estamos viviendo hoy. También es verdad que en las manos de un solo grupo de la sociedad generan otro peligro grande.

Depende. Si es un organismo del Estado al cual yo le doy el poder para que defienda a la ciudadanía, no lo veo mal.

¿Qué es lo que encierra el tema de las armas? Es un tema sumamente delicado. Lo que digo es que el hombre tiene la libertad de poder decidir si quiere tener un arma o no. Es verdad que las armas en manos irresponsables son un riesgo, como todas las cosas. No es que porque yo quiera tener un arma se me pueda tratar de asesino potencial. Defiendo la libertad de que, si el hombre quiere tener un arma, las reglas del juego son estas. Siempre conocemos los hechos malos, y lo que no sabemos es la cantidad de hechos, delitos o situaciones violentas que se frenaron porque una persona tenía un arma. Creo que el hombre tiene la capacidad y el derecho a defenderse. Para defenderse, no para agredir. Son cosas distintas. Lamentablemente, la sociedad, el mundo en que vivimos, está manejado por una cantidad de cosas como la ambición y el poder. Si los tipos no tuvieran las armas, la violencia que estamos viendo hoy la generarían con otras cosas. Con cuchillos. Tengo que tener los medios que me permita la ley para tener la mejor defensa de mi familia, de mis bienes y de la sociedad en su conjunto. ¿Por qué no los puedo tener?

Como sociedad democrática le damos el uso de las armas a un cuerpo que nos defiende, no con la defensa individual.

Está bien, para preservar el orden interno nosotros le pedimos eso a un instituto como es el Ministerio del Interior y la Policía Nacional. Pero defienden el conjunto, no la vida personal. ¿Qué te quiero decir? Si estoy en el medio del campo y me vienen a asaltar tres tipos, no va a llegar la Policía por más que yo quiera que llegue.

O la jauría.

O la jauría. ¿Yo no puedo salir a matar a un perro que se está comiendo mi patrimonio y el sustento de vida de mis hijos? Andá a decirle a un tipo que no puede hacer nada. Se los come crudos a los perros. Y si se dice que la solución es el veneno, con eso van a morir los perros malos y los buenos, los animales, y hasta un niño. ¿No puedo tener un arma para defenderme? La Policía va a llegar, pero mientras llamo al 911 tengo dos o tres minutos, y en ese tiempo puede suceder el evento.

¿Ahora que dejó la Cámara, qué va a hacer?

Tengo que venir a mi trabajo, que es este.

Se supone que esto está profesionalizado.

En la parte de dirección, la parte ejecutiva. Pero nosotros estamos todos los días.

Los pobres empleados no se los sacaron de encima.

No, no. Tenemos una muy buena relación con los empleados.

¿Alguna vez tuvo algún conflicto con el sindicato?

Sí.

¿Y le ocuparon la empresa?

También. Ocuparon la planta en Veracierto. Fue por el año 85. Ocuparon y se hizo el proceso de desocupación. Pero tenemos una excelente relación con el sindicato, con el personal. La verdad es que es muy buena. En esta empresa ahora hay muchos jóvenes, evidentemente, pero hoy tenemos una persona que ya tiene más de cuarenta y cinco años adentro de la empresa, y el promedio es de más de diez años.

O sea que hay una continuidad.

Sí. Hoy los jóvenes van y vienen, pero sigue siendo una empresa familiar, con la gente. Para mi padre, su empresa, su auto y su casa eran de él. Pertenecíamos a él. Era un hombre muy duro, en su régimen con los hijos. Nos decía que en verano los fines de semana hiciésemos lo que quisiéramos, pero que de lunes a viernes, de la mañana hasta las siete de la tarde, teníamos que estar en la empresa. Trabajábamos en el taller, y venía y nos miraba. Los mecánicos nos cubrían si veníamos un día sin haber dormido la noche anterior. Hacíamos una almohada con la estopa y nos metíamos debajo de un auto chocado, y el capataz nos cubría. Y mi padre decía que, si no teníamos nada que hacer, que barriéramos. Acá hay gente que me conoce de chico. La empresa está muy ligada a las personas. Lo creemos. La gente trabaja cómoda, le gusta. Somos parte de un equipo. Yo no entro y digo: “Voy a hacer tal cosa”. Hoy, para reunirme con ustedes, llamé al gerente general de la empresa y le dije que me iba a juntar con unos periodistas en la empresa, si no lo tomaba a mal. No le damos órdenes directas al funcionario, nunca. Respetamos la estructura. Y eso mantiene la empresa. Tenemos una excelente relación con el personal, de toda la vida.

 

 

 

 

 

 

 

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