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La impetuosa resurrección del polo progresista Por Hugo Acevedo

La impetuosa resurrección del polo progresista Por Hugo Acevedo
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El ajustado resultado del referéndum, más allá del triunfo del NO y del mantenimiento de los 135 artículos impugnados de la LUC, por la rebelión del movimiento sindical, las organizaciones sociales y la izquierda política, es un fuerte espaldarazo para la reconstrucción del polo progresista opositor.

En efecto, una lectura más fina de los números, que fue obviada por los politólogos a excepción del director de Factum, Oscar Botinelli, marca un retroceso del bloque conservador y un avance del espacio disidente.

Por más que los guarismos fueron casi una réplica del balotaje de noviembre de 2019, lo sustantivo es compararlos con los resultados de octubre de ese mismo año, que marcaron una clara diferencia de la derecha coaligada sobre el por entonces oficialista Frente Amplio.

Por supuesto, esa instancia modificó radicalmente el mapa político imperante y determinó la conformación de un parlamento que le otorgó una sólida mayoría de apoyo al gobierno multicolor, integrado por cinco colectividades de derecha.

En esa oportunidad,  los partidos reunidos bajo el paraguas conservador sumaron el 54% de las adhesiones ciudadanas, contra un 39% del Frente Amplio, que perdió nueve puntos porcentuales con respecto a su votación de los comicios de 2014, que ungieron en la presidencia, por segunda vez, al hoy desaparecido Tabaré Vázquez.

Si bien esa sustantiva diferencia del 15% no se replicó en la segunda vuelta electoral entre los candidatos Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez, el conglomerado derechista se impuso por un punto y medio, lo cual le permitió ser proclamado como ganador luego de conteo de los votos observados.

Según las cifras oficiales escrutadas y difundidas por la Corte electoral, el NO se impuso por apenas un punto porcentual, alcanzando el 49% de las adhesiones, lo cual supone un 5% menos que en la decisiva votación de octubre de 2019.

En tanto, el SÍ –que estuvo cerca de consumar la hazaña- creció nueve puntos porcentuales con respecto a la votación real de octubre, lo cual marca una importante recuperación de adhesiones, seguramente por la masiva inclinación de los indecisos hacia la opción derogatoria. Por supuesto, al voto en blanco, que alcanzó apenas al 1,5% se suma al NO a los efectos estadísticos, pero carece de valor cuantitativo, aunque no es neutro. El que sí es neutro es el voto anulado, que sumó algo más del  3%, pero no es computado para el total.

Por ende, quienes no manifestaron su voluntad ni adhirieron a ninguna de las dos papeletas suman en total un 4,5%. Es decir, más de 100.000 ciudadanos que, por acción u omisión, no apoyan a la LUC ni al gobierno.

Con ese panorama, al igual que en noviembre de 2019, el oficialismo no alcanzó la mayoría absoluta de los sufragios, lo cual, si bien no le resta legitimidad a la ley, no la apoya.

En efecto, en la hipótesis que sumáramos los votos por el SI con los en blanco y los anulados –algo fáctico y estadísticamente inviable-  quienes no apoyan la LUC son más del 52% de los uruguayos. Esto está fuera de toda eventual discusión.

Es decir, aunque se mantenga la norma en todos sus términos, por diversas razones y motivaciones, más de la mitad del electorado no apoyó la Ley de Urgente Consideración. En ese marco, ni el voto en blanco ni el anulado suponen una adhesión a las medidas draconianas contenidas en el paquete legislativo sancionado y promulgado en julio de 2020, en plena pandemia.

A priori, la marcha de la campaña electoral permitía avizorar un amplio triunfo del NO, que tuvo todas las condiciones objetivas y subjetivas para arrasar en las urnas.

Al respecto, desde su posición de poder y controlando todos los resortes del Estado y del aparato mediático obsecuente, el oficialismo lanzó una furibunda campaña de miedo, centrado en el tema de la seguridad ciudadana.

En efecto, la publicidad por el NO en los medios audiovisuales triplicó en minutos de televisión a la del SI, a lo cual se sumó la calidad y la duración de las piezas publicitarias- con costosa tecnología y una multitud de extras y actores- que desnudaron el millonario financiamiento de los grupos de poder a favor de quienes propugnaban el mantenimiento de la ley.

En contraste, los impugnantes del SI- con dos o tres spots bastante modestos pero muy creativos- compitieron en desigualdad de condiciones contra su contrincante. En este caso, la campaña se limitó a recorridas, volanteadas, barriadas y al boca a boca, entre los militantes y los vecinos.

Este contexto ratificó –una vez más- quién es quién en este país y cuáles son las alianzas estratégicas antagónicas. Por un lado la izquierda, los sindicatos y las organizaciones sociales y, por el otro, la derecha en consuno con la oligarquía vernácula rentista y propietaria de los medios de producción, con el lucrativo negocio agro-exportador como punta de lanza.

Según el experto politólogo Eduardo Botinelli, que luego abundó en un análisis más extenso, pese al mantenimiento de la LUC, “el resultado del referéndum no deja bien parado al presidente Lacalle Pou”, cuyo rostro, en la noche de la conferencia de prensa y en medio de la algarabía de sus adherentes, revelaba más preocupación que alegría.

En efecto, el mandatario –que violó la veda el mismo día del referéndum- tiene motivos de sobra para preocuparse, porque percibe que sus huestes comienzan a menguar y también la lenta pero sostenida resurrección del polo progresista, que rozó la hazaña, pese a la mentira, la manipulación y el demoledor poder económico funcional al proyecto neoliberal.

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