La inteligencia artificial es un papagayo que recompone muy bien lo que hay Por Juan Andrés Elhordoy
¿Qué estudió sobre Uruguay cuando vino para acá? ¿Es la primera vez?
Es la primera vez que estoy en Uruguay. He estado en los países limítrofes, pero aquí nunca había venido, no sé si porque es más pequeño. Me asombra mucho, y es algo que estoy preguntando a la gente de aquí, cómo es que sea un país tan estable y tan bien organizado, con tanta madurez política, cuando países cercanos que pueden tener más poderío económico y trayectorias democráticas similares o mejores, están pasando por momentos muy difíciles. Tengo más bien una interrogante antes que una respuesta.
Somos un país que se mira mucho el ombligo, y creo que tenemos una buena imagen de nuestra democracia. Capaz Uruguay es conocido más por el fútbol que por la democracia.
Lo veo así, creo que es un país democráticamente muy maduro, muy estable, con una conversación pública bastante ejemplar respecto a otros países, ahora que hablamos de polarización. Y además, en estos momentos, estamos en un congreso en el Parlamento sobre el tema del futuro, hospedando a un gran número de parlamentarios de todo el mundo que se están preguntando sobre el futuro, lo cual indica también una confianza de la comunidad internacional acerca de considerar a Uruguay como un lugar donde esto se puede debatir con normalidad.
Hablando de inteligencia artificial, y usted lo ha escrito, vivimos en una sociedad acelerada e impaciente. ¿Está en riesgo la democracia?
La democracia no está en riesgo, si por riesgo entendemos su desaparición a manos de unos militares violentos, como ha sido el caso en otros periodos de nuestra historia en nuestros países. Lo que está en riesgo en la democracia es no producir los resultados que esperamos de ella, en un momento histórico de la humanidad en el cual nos enfrentamos a graves problemas y a grandes transformaciones. Tengo la impresión de que no estamos generando el tipo de instituciones, debates, agendas e instrumentos de gobernanza adecuados a esa nueva realidad. Ese es el problema, un problema de desfase entre problemas y soluciones, antes que un problema de desaparición forzada.
Es difícil generalizar la calidad de la discusión política a nivel global, pero a la luz de las tecnologías que se van incorporando, ¿cómo evoluciona a nivel global?
Todas las tecnologías de la inteligencia artificial tienen dos grandes asuntos, dos grandes problemas que tenemos que analizar: el que tiene que ver con la conversación y el que tiene que ver con la decisión. Las dos cosas se están modificando. Cuando irrumpe internet, horizontaliza la discusión pública, y hace que en lugar de esa relación vertical de los periodistas que deciden qué es noticia o no, y en lugar de esa distinción tajante entre información oficial y conversación oficiosa, esas fronteras se rompen. Nos pareció que asistíamos a un momento de inevitable democratización de la sociedad, porque es muy democrático y muy igualitario. En el curso de veinte años esto ha cambiado, creo que un poco exageradamente, y estamos en un período histérico. Pensábamos que internet iba a democratizar el mundo árabe, por ejemplo, y que otros países iban a sufrir una transformación en esos términos. Y ahora, más bien, estamos aterrorizados con la idea de que va a haber injerencia en todos los procesos electorales, y de que esto se va a llenar de noticias falsas. Seguramente no era muy razonable la esperanza inicial, y es un poco exagerado el miedo actual. Nos impide centrar la atención en lo que, a mi juicio, debería merecer nuestra atención, y vuelvo al paralelismo con la democracia en general: no tanto que haya injerencia en nuestros sistemas electorales sino qué tipo de conversación generan las redes sociales, qué tipo de intervenciones en el espacio público premia un sistema pensado para lo que está pensando, con anonimato, con economía de la atención. Es un asunto que hay que analizar desde esta óptica, viendo de qué manera se está condicionando por unas tecnologías tan peculiares el tipo de conversación pública que tenemos.
Usted ha hablado del relato. En Uruguay existe la frase de que “dato mata relato”. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Hay una mitología del relato que no comparto, que es pensar que con el relato se puede hacer buena o mala cualquier cosa. Pero hay otra parte de la idea de relato que comparto, la de que los humanos no competimos en torno a objetividades sino a interpretaciones de la objetividad. Por eso el fact checking es tan necesario y tan corto en sus efectos, porque impugnar o demostrar que era falso o inexacto un dato que un candidato dio en una campaña electoral es muy bueno para mejorar la conversación pública pero no es toda la realidad. En lo que discrepamos unos y otros es en la manera en cómo interpretamos esos datos, que no permiten cualquier interpretación, pero sí muchas interpretaciones. Cuando la crisis económica del 2008 hubo una discusión acerca de cuándo había acabado la crisis, o si había acabado o no. Dependiendo de qué variables económicas tomaras, tenía razón la derecha o la izquierda. Ahora, con motivo de la pandemia, también hubo una discusión acerca de si habíamos acabado la pandemia o no. Todo dependía de que alguno consideraba que la pandemia se acababa cuando el dato preciso de contagios bajaba de una determinada cantidad; o de quienes consideraban, entre quienes me incluyo, que la pandemia realmente acaba cuando hemos tomado las medidas de transformación de nuestros sistemas sanitario, educativo y ecológico que impidan que esto vuelva a repetirse, o que vuelva a repetirse y nos encuentre en las mismas condiciones.
¿Qué rol juegan el periodismo y los medios de comunicación en ese contexto? Que, dicho sea de paso, con el tiempo van perdiendo la confianza de la gente.
Soy un gran defensor de las estructuras de mediación que nos ayuden a entender la complejidad del mundo. El mundo es demasiado complejo para un individuo aislado, y demasiado arriesgado para confiar su interpretación en cualquiera. Necesitamos partidos, sindicatos, medios de comunicación que reduzcan un poco esa complejidad. Cuando el nacimiento de internet vivimos una verdadera liberación al entrar en una sociedad en la que, en esa intermediación, no íbamos a tener agentes como ustedes, porque finalmente nos íbamos a librar de los periodistas e íbamos a poder comprobar las noticias de primera mano. No nos dimos cuenta de que, con ello, estábamos prescindiendo de un oficio que es imprescindible para comprender la complejidad del mundo. Otra cosa es que quienes lo ejerzan lo hagan mejor o peor. Pero necesitamos gente que nos ayude en la tarea de asimilar e interpretar la cantidad de datos que se producen. Me parece que una necesidad que tiene que ver con la propia naturaleza del ser humano.
De acuerdo con las encuestas, la confianza de la población sigue descendiendo. ¿Es un elemento para preocuparse, para ocuparse?
Es para trabajar más en la construcción de confianzas, que, como sociedades democráticas que somos, serán siempre parciales, cuestionables, y limitadas en el tiempo. Pero no se puede vivir en el mundo actual sin confianza. De hecho, estamos confiando todo el día, al arrancar un coche, al comprar un periódico, al mantener una conversación con un vecino. Todo está lleno de actos implícitos de confianza. La mayor parte de lo que sabemos lo sabemos porque alguien nos lo ha dicho. Piensa hasta qué punto se nos reduciría el mundo si sólo diéramos crédito a las cosas que hemos comprobado personalmente. Viviríamos en mundos muy pequeños. Hay que pensar en qué tamaño de mundo quiero yo vivir, sabiendo que cuanto más grande, más riesgos corro, porque no he comprobado muchas realidades. Además, creo que no hay alternativas a esto. Prefiero vivir en un mundo grande, arriesgado y complejo antes que en un mundo simple donde pueda comprobar todo. Si tengo que ordeñar mi vaca, arreglar mi carro y comprobar cada noticia que me llega, ni siquiera el mundo rural de tus antepasados vascofranceses era tan pequeño. Prefiero vivir en una sociedad compleja, dinámica, con todos los riesgos que eso implica.
¿Prefiere vivir en un mundo con inteligencia artificial?
Sin duda. Cuando pasemos un poco esta histeria donde los propios gurús de la tecnología nos meten miedo para protegerse de posibles llamadas a responsabilidad, veremos a la inteligencia artificial colaborar en la detección de enfermedades, establecer un sistema financiero más justo, ayudar en la lucha contra el cambio climático. Vamos a tener cantidad de cosas muy beneficiosas. Simplemente hace falta que lo gobernemos bien, que entendamos su naturaleza, que realicemos las transformaciones de mentalidad, de concepto y de análisis de la realidad que esto nos exige, porque nos va a exigir repensar muchas cosas.
Los creadores están pidiendo regulación real sobre la actividad de la inteligencia artificial. ¿Cómo entendemos eso?
En el momento en que la inteligencia artificial entra en el mundo del arte parece desposeernos a los humanos de algo que nos era muy peculiar y exclusivo: la creatividad. Ahora mismo hay enormes debates acerca de esto. Mi opinión personal, sintéticamente, es que la inteligencia artificial sirve para una creatividad en sentido débil, flojo. Tunea la voz de unos cantantes que ya están un poco mayores. Permite introducir efectos. Podemos generar la décima sinfonía de Beethoven. Están por ahí circulando sonatas de Bach que ni siquiera los expertos son capaces de distinguir. Pero Bach y Beethoven ya están inventados. El asunto es quién inventaría ahora un compositor distinto. En el fondo, la inteligencia artificial es un papagayo que recompone muy bien lo que hay en las redes y en el mundo de los datos, pero no va a desarrollar esa creatividad fuerte que supone una ruptura en el seno de un autor. El último Beethoven no lo podía inventar la inteligencia artificial, una ruptura que él mismo hizo con su universo anterior. Ni, por supuesto, crear el Beethoven que en parte se creó de la nada.
¿Y este papagayo pone en peligro la democracia?
Genera dos tipos de problemas. Modifica nuestra conversación, con lo cual tenemos que ver cómo los valores nucleares de la democracia pueden seguir vigentes en un contexto diferente de aquel para el que se inventó. Y el otro gran asunto, que es el de la decisión, nos va a permitir que buena parte de las decisiones que tomamos los humanos sean tomadas con ayuda de las máquinas, o tomadas absolutamente por ellas. El asunto es cómo hacemos eso compatible con la idea de que la democracia es autogobierno, gobierno del pueblo y soberanía.
Aquí entra en contexto también el Capitolio y la toma de la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia. Usted ha escrito sobre eso.
Creo que produjeron un gran impacto y que en un momento inicial nos llevaron a hacer un análisis exagerado del peligro, a mi juicio. De hecho, y por descender a detalles muy concretos, aquello no impidió que Biden tomara posesión, y que no estuviera Trump, al que, por cierto, no se echó mucho de menos y al que ahora vemos camino a los tribunales. Veremos cómo se resuelve eso. Y en el caso de Brasil, también veremos cómo evoluciona el país. Creo que asustó a muchos votantes de la derecha y del centro, que vieron con temor un asalto violento a las instituciones, lo que, por tanto, indirectamente ha podido favorecer políticas de izquierda, como el propio período de Lula en el gobierno.
La vicepresidenta de Uruguay, entre otras personalidades, ha manejado la idea de los filtros burbuja que hacen que haya menos contacto, comunicación y cruce de opiniones. La democracia algorítmica, que se refuerza con una cámara de resonancia donde los líderes escuchan a gente que los apoya, y donde no hay incorporación. ¿Eso no es algo negativo, pensando en el futuro?
No es peculiar del mundo digital, porque también en el mundo analógico nos podemos rodear de los parecidos a nosotros y privarnos de otras experiencias de vida. Pero como principio general me parece que la democracia es un sistema de gobierno que funciona bien precisamente gracias a que permite, en un mismo espacio, la articulación de voces diversas y en contraste. Hay gobierno y hay oposición. Hay postura oficial y siempre hay alguien que la critica. Hay un comunicado y hay una réplica. Viví unos cuantos años en Burdeos, donde murió Goya. La gente me preguntaba que cómo era posible que hubiera muerto ahí. En aquel momento, explicando aquello, me di cuenta que en España, hasta la muerte de Franco, el que perdía las elecciones, o el favor del rey, como en el caso de Goya, que era liberal y afrancesado, se tenía que ir. La idea de que quien pierde y está en minoría no tiene que ser expulsado forma parte del aprendizaje histórico de la humanidad, y que hay que tenerlo cerca, porque a lo mejor en algún momento necesitamos de él. Esa idea de que la diversidad es lo que nos hace razonables y no nos convierte en locos. Es la idea de la que hablaba Robert Musil, la del hombre sin atributos. La diferencia entre un cuerdo y un loco es que el cuerdo sólo tiene una locura. Si tenemos sólo una voz y una perspectiva sobre el mundo, no tomaremos buenas decisiones. Cuando hay que configurar un equipo para tomar una decisión, lo mejor es configurarlo con diversidad. Más que poner a los más listos, hacerlo que sea diverso. Los diversos se equivocan menos veces que los homogéneos.
¿Lo mejor está por venir? ¿Estamos en esa dinámica? ¿Cómo se podría imaginar el 2045, un año clave para la inteligencia artificial, que habría superado al ser humano?
Yo no me puedo imaginar la superación de la inteligencia humana por una tecnología creada por los humanos, por una cuestión de principios. No acierto a entender cómo podemos crear algo más inteligente que nosotros. Me parece una contradicción, algo inexplicable, y forma parte de toda esa mitología que rodea al mundo de la inteligencia artificial. Lo cual no quiere decir que no vayamos a tener problemas con las máquinas. A veces los que hablan de la singularidad y de la superación de la inteligencia artificial por sobre los humanos tienden a hacernos creer que es entonces cuando vamos a tener problemas. No hace falta que lleguemos a eso para tener problemas en la regulación y el equilibrio de este ecosistema entre humanos y máquinas que estamos creando.
RECUADRO
En el marco del proyecto de fortalecimiento de capacidades del Parlamento Uruguayo, IDEA Internacional apoyó la organización de la Cumbre de Parlamentos de Futuro. Entre otras acciones estratégicas en este sentido, financió la participación del experto vasco Daniel Innerarity.
PERFIL
Nació en 1959 en Bilbao. Es catedrático de filosofía política, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director de su Instituto de Gobernanza Democrática. Es profesor a tiempo parcial en el Instituto Universitario Europeo en Florencia.
Ha sido profesor e investigador invitado en diversas universidades europeas y americanas, como la Universidad de la Sorbona (París I), la London School of Economics and Political Science, la Maison des Sciences de l’Homme en París, la Universidad de Georgetown y el Max Planck Institute de Heidelberg.
Es colaborador habitual de opinión en El País, El Correo/El Diario Vasco y La Vanguardia.
Ha sido miembro del Consejo de Coordinación Universitaria, a propuesta del Senado de España; es miembro correspondiente de la Academia de la Latinidad y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, con sede en Salzburgo.
La revista francesa Le NouvelObservateur le incluyó el año 2005 en una lista de los 25 grandes pensadores del mundo.
Ha recibido, entre otros, el Premio Euskadi y el Premio Nacional de Ensayo, así como el Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2013 y el Premio Nacional de Investigación Ramón Menéndez Pidal en el área de Humanidades, en 2022.
Obras publicadas
• Praxis e intersubjetividad. La teoría crítica de J. Habermas, Pamplona, 1985.
• Hegel y el romanticismo, Tecnos, Madrid 1993.
• La filosofía como una de las bellas artes, Ariel, Barcelona 1995.
• Ética de la hospitalidad, Península, Barcelona, 2001
• La transformación de la política, Península, Barcelona,
• La sociedad invisible, Espasa, Madrid, 2004
• El nuevo espacio público, Espasa, Madrid, 2006 Lisboa 2010).
• El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, Paidós, Barcelona, 2009;
• La democracia del conocimiento, Paidós Ibérica, Madrid, 2011
• Un mundo de todos y de nadie: piratas, riesgos y redes en el nuevo desorden global, Planeta, Barcelona 2013
• La política en tiempos de indignación, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 2015
• La democracia en Europa, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 2017 (
• Política para perplejos, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 2018.
• Comprender la democracia, Gedisa, Barcelona 2018.
• Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2020.
• Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2020.
• La sociedad del desconocimiento, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2022.
• La libertad democrática, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2023.
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