La mano de Leonardo por Joran Osterman
Hacia finales del año pasado se inauguró la exposición más grande realizada sobre la vida y obra de Leonardo da Vinci, con 120 obras originales en el Louvre en recordatorio de su muerte hace 500 años.
Pocas veces o nunca se ha realizado una exposición semejante y el Museo de Louvre con sus propias obras de Leonardo (tiene 5 de aprox. 20 obras conocidas y muchos dibujos y esbozos en original) es probablemente el museo más apropiado en el mundo para realizar este homenaje en honor al artista que fue da Vinci.
La exposición está armada en cuatro capítulos configurando las diferentes etapas de vida de Leonardo, quién desde sus 12 años, siendo un niño nacido fuera de matrimonio, fue parte del taller y casa del pintor y escultor Andrea del Verrochio hasta su muerte en Amboise en Francia 67 años más tarde en 1519.
Los curadores han intentado armar la exposición de manera que nos ofrezca una mirada científica sobre todo a lo que respecta a las pinturas. Con ayuda de imágenes en gran escala y refrectografias de infrarrojo podemos tener una idea de cómo Leonardo esbozó y trabajó para lograr sus pinturas.
Las capas subyacentes nos muestran como permanentemente siguió trabajando en sus lienzos durante años. Con la ayuda de estos procedimientos científicos radiológicos podemos en parte tener una nueva imagen de como Leonardo procedió en su trabajo.
Los cientos de dibujos originales y textos en muchos de los esbozos, manuscritos y cuadernos que se exhiben en la muestra, a pesar de las pinturas tan reconocidas y sobre las cuales se ha publicado metros de libros en las bibliotecas, son igualmente los que más fascinan.
Tal vez se llega más cerca el Artista estudiando sus dibujos.
Como siempre yendo al esbozo y en muchos de los dibujos preliminares podemos entender como la obra ha sido concretada.
En la hermosa y bien colgada exposición del Louvre hay una selección rica de dibujos rojizos con comentarios propios del artista muchas veces alrededor de sus dibujos, escritos al revés, en espejo, seguramente para evitar ser entendidos para un observador ajeno.
Y acá, en el universo de los dibujos se da la oportunidad maravillosa de contemplar el alma del artista. La suavidad, el esfumado y las muchas líneas hechos con su mano nos testifica mejor el epíteto de Leonardo como mejor el artista del mundo, más que en sus pinturas las cuales han pasado por tantas manos de restauradores durante siglos.
En sus cuadernos dónde apuntó sus investigaciones científicas al respecto del movimientos del agua el cielo del universo o sobre el cuerpo humano es donde Leonardo es más contemporáneo.
Incontables son los artistas de nuestros días que hacen lo que Leonardo de hecho ya hizo hace 500 años.
Contemplar y describir el mundo también nos da una idea de las condiciones y el contexto de cómo fue la vida del ser humano en su época.
Imaginar la mano y dedos de Leonardo como van dibujando, corriendo y acariciando los esbozos y viendo como la luz cae sobre las obras es una imagen que resume una exposición extraordinaria que va ser difícil de olvidar.
Y si, La Mona Lisa, la obra más querida por Leonardo, de la cual no se separó hasta su muerte, está presente en la exposición.
La Gioconda que nos sonríe, tras vidrios inquebrantables, está en su lugar de siempre.
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