Laura por Jorge Alastra

En 1985, Laura Canoura publicó su primer álbum como solista, luego de ser, durante muchos años, la voz principal del popular grupo Rumbo (que dejaría de actuar a partir de 1986). Dueña de una fuerte personalidad y carisma, Canoura se posicionaba en un lugar de privilegio entre las jóvenes cantantes de aquel momento. Nada menos que Jaime Roos sería el productor del trabajo discográfico, y ¿quién mejor para llevar a cabo la tarea que incluía, en su mayoría, canciones de autores uruguayos? Dos grandes de nuestra música popular se unían para un proyecto común, entonces el resultado parecía a priori, inmejorable; como lo fue. “Esa tristeza” terminó siendo un gran álbum, uno de los mejores de la música uruguaya, y uno de los mejores opus de la discografía de ambos artistas.

El título parte de la canción emblema de Eduardo Mateo, que caracterizó la carrera de Diane Denoir, y a quien de algún modo se homenajea. El arreglo se detiene más en lo tímbrico que en lo rítmico, tan marcado en el original. Aquí el arpegio del piano es fundamental para darle la atmósfera a la canción, que suena a brisa fresca; una fotografía de la rambla sur de Montevideo en verano, si se puede decir. Canoura canta estas palabras desde una sobriedad “bossabonística”, sin alardes ni excesos expresivos, con sutileza: “Esa tristeza que tienes/ viene de un rostro cansado/ viene de manos abiertas/ por manos que han escapado”. 

“Piropo” es una milonga que Roos imaginó en la garganta de Alfredo Zitarrosa, pero nunca se atrevió a ofrecérsela y terminó -paradójicamente- en la de Laura. Un recorrido estético adecuado, y hasta histórico; nadie como Canoura para cantarla sin alejarla del género, sin abolerarla o popearla. “Lo más blanco que hay/ es la primera vez que vi nieve/ Lo más negro que hay/ es un carro fúnebre cuando llueve// Si quisiera decirte lo más bello que evoco/ usaría tu nombre si no te ofendes por el piropo”. Una bella milonga que contiene uno de los mejores versos del autor, y quizá de todo nuestro cancionero: “Lo más lejos que hay es el mar de fondo/ lo más cerca que hay/ es la panadería”. El tercer número del disco es “Detrás del miedo” que sería, quizá, la única composición del disco que resistiría el paso del tiempo y hoy convertida en una canción emblemática del repertorio de la cantante. Con texto de Canoura (compartido con Fernando Cabrera) y música del autor de “La casa de al lado”, “Detrás del miedo” tuvo (y tiene) un fuerte aroma a hit latinoamericano y quizá se haya adelantado a su tiempo. Presenta un aire folclórico, un gesto de chacarera, sin ser específicamente una chacarera y traspasado por un arreglo “new wave”, cosa que hoy sonaría rutinaria, pero no en aquel 1985. Una canción neo-folclórica con arreglo pop, ¿qué es esto? Un texto, además, romántico. Hoy parecería completamente estándar y una bandera de los festivales folclóricos del Uruguay y la región. El estribillo es hipnótico y tan pegadizo como una cucharada de miel en una tostada: “Y me dejaste el misterio/ que no intenté descifrar/ y me dejaste esa cosa/ que no sé cómo nombrar/ que ahora duerme en mi costado/ sin darme cuenta qué es/ que se despierta a mi lado/ y alerta toda mi piel”. 

Eduardo Darnauchans escribió las palabras de “Trama” que Mauricio Ubal musicalizó. Una poderosa canción donde la cantante pone toda la visceralidad y su timbre embellece el buen arreglo pos-Police de Bernardo Aguerre. Quizá de las mejores canciones del disco. Luego todo se muda al trópico. Una deliciosa rumba de la mexicana Lolita de la Colina que Canoura canta de manera maravillosa: “Se me olvidó que te olvidé/ a mí que nada se me olvida”. El arreglo es creativo y refinado (creado por Alberto Magnone) y donde resalta la labor pianística.

“Mitad” es una hermosa canción de amor intimista, con una emoción contenida característica de la paleta de Ubal; balada hermana de “Lugar de mí”. “Dijiste que te ibas/ del todo y para siempre/ Que ibas a devolverme/ la calle, la neblina/ los muros que rozamos/ abrazados, corriendo”. 

“Mejor así” es otra balada-bolero con texto de Gustavo Martínez y música de Estela Magnone, una canción que, sin ser de las mejores, funciona como contrapeso del álbum. Canoura es convincente cuando la canta: “Un día de estos/ no cabe duda/que oiré que vendrá/ seguramente/ estará cómo no/ óigame”. Cierra el trabajo una obra maestra de los maestros Washington Benavides y Jorge Galemire, aparecida en la obra cumbre de Galemire “Segundos afuera” de 1984. “Un son” es un extenso poema en décimas, con una música de candombe-mantra con una parte B extraordinaria; de las más hermosas que existen en nuestra música toda, y me atrevería a decir que a nivel mundial: “Mas, ¿la fuente no sería esa, / la de tanto esfuerzo;/ de donde emana el verso/ turbio de melancolía/ Decirlo, ya no podría/ (¿y quién decirlo podrá?) / si vertiginosa va/ la vida en el remolino/ ¿A dónde va el peregrino/ que solo sabe que está?”. El arreglo de Recagno quedó a mitad de camino, y es notorio que la tonalidad no le favorece a la cantante, entonces es quizá el arreglo más flojo de todo el álbum. “Esa tristeza” se coloca como una de las mejores “óperas primas” de una intérprete solista, con una sobria (y sabia) producción, con una guía estética adecuada, y que hoy, en pleno 2025, podemos escuchar y disfrutar como si recién hubiese aparecido.

(Ilustración de Óscar Larroca  sobre foto de “Pincho” Casanova)