Licencia para espiar
La escritora uruguaya Carmen Posadas acaba de publicar el libro “Licencia para espiar”, que reúne las fascinantes vidas de un grupo de mujeres que se han dedicado, a lo largo de la historia, al mundo de espionaje.
Carmen Posadas nació en Uruguay, pero reside desde hace muchos años en España. Es autora de doce novelas, más de quince libros infantiles, dos biografías y varios ensayos, relatos y guiones de cine y televisión. En 1998 ganó el Premio Planeta con Pequeñas infamias. También ha sido galardonada con el premio Apel·les Mestres de literatura infantil y el Premio de Cultura que otorga la Comunidad de Madrid. Entre sus títulos más destacados se encuentran La cinta roja, Invitación a un asesinato, El testigo invisible, La hija de Cayetana, La maestra de títeres y La leyenda de la Peregrina. Traducidas a treinta idiomas, todas sus obras han sido recibidas con gran éxito de crítica y público. En 2003 la revista Newsweek la señaló como “una de las autoras más destacadas de su generación”. Es hija de diplomáticos. Luego de recorrer el mundo se estableció en España donde se casó con Rafael Ruiz de Cueto, primero, y luego con Mariano Rubio, gobernador del Banco de España entre 1984 y 1992. En 1985 adquirió la doble nacionalidad uruguaya y española.
En editorial Planeta, que acaba de publicar este trabajo de Carmen Posadas, se dice: “Tras el éxito de La leyenda de la Peregrina, Carmen Posadas elige para su próxima novela con Espasa la fascinante (y desconocida) historia de las mujeres que, a lo largo de la historia y desde la noche de los tiempos, se han dedicado a las labores de espionaje. Si hay un campo donde se ponen a prueba las llamadas “armas de mujer” ese es sin duda el de la intriga. Desde la más remota antigüedad, y prácticamente en todas las culturas, siempre ha habido féminas que aunaban inteligencia, valor, mano izquierda y mucho ingenio. Carmen Posadas, tras realizar una investigación minuciosa, compone un relato apasionante y sumamente entretenido de las peripecias de algunas de estas mujeres que, sin duda, merecen un lugar destacado en la historia. La autora recoge, entre otras, las historias de la bíblica Rahab, cuya intervención fue decisiva para conquistar la Tierra Prometida, o de la Balteira, la juglaresa gallega que se vio envuelta en mil y una intrigas durante el reinado de Alfonso X. De su mano, conoceremos a las singulares y temibles envenenadoras de la India, y tendremos un punto de vista insólito sobre el asesinato de Julio César. Por estas páginas desfilan reinas como Catalina de Médicis y su “escuadrón volante”, aventureras como la inevitable Mata-Hari, y también princesas que pusieron su talento al servicio de Hitler, o españolas que se vieron envueltas en algunos de los complots más importantes del siglo XX, como Caridad Mercader. Todas ellas, y algunas más que no se pueden mencionar, componen un libro que se lee como la mejor novela de aventuras y que, una vez más, demuestra que el talento femenino es inagotable y no conoce límites”.
Vinculada por tradición familiar al mundo diplomático, Posadas se cruzó con muchos espías “de verdad” en diferentes momentos de su vida. En el prólogo del libro menciona a varios de ellos. Sobre todo, cuando sus padres fueron asignados a Moscú, a principios de los 70. El jardinero, la cocinera, el responsable de poner la mesa, e incluso la secretaria de su padre eran espías en aquella embajada.
En un encuentro literario en España, Posadas señaló: “Yo creo que hay una gran confusión con esto de la verdad. A mí no me parece un valor absoluto: a veces es mejor callarse o incluso mentir, y hay verdades que no deberían conocerse. Eso los espías lo tienen muy claro”.
En el libro menciona a Luisa, el ama de llaves que la recibió a ella y a su padre en Moscú y que los esperó en la puerta para decirles, vestida de negro: “Bienvenidos a las tinieblas”.
Agrega Posadas en el libro: “Según mi madre, espías eran todos. Por eso, cuando tenía algo importante que decir, nos citaba en el cuarto de baño. Allí, apostada junto al botiquín y hablando muy bajito, recurría a un truco que le había enseñado la embajadora de Austria: tirar de la cadena para que el ruido del agua se llevase sus palabras más indiscretas. Puede que tuviese razón mamá, y espías fueran todos, pero yo sospechaba especialmente de Luisa. Y, sin embargo, fue ella la que me puso al tanto de algunas de las artimañas más usadas por los soviéticos para tener controlados a los diplomáticos extranjeros. ‘Acuérdate de lo que te digo, niña, van a por tu madre -me cuchicheaba helándome la sangre. Espera y verás’. Poco antes de estas nada tranquilizadoras palabras, Luisa nos había contado a mis hermanos y a mí la maldición que, según ella, pesaba sobre la que ahora era nuestra casa. ‘Una gran desgracia, niños, una oscura sombra. ¿Veis eso? -Y señalaba la chimenea de la biblioteca, tan enorme que casi cabíamos los cuatro hermanos de pie dentro-. El horror, el horror…’. Y daba cuenta de que durante la revolución bolchevique, un adinerado comerciante moscovita había tenido un ataque de celos, había matado a su esposa y había cocinado sus vísceras en la chimenea de la casa.
Sobre el final del libro, en el último capítulo, Posadas conversa con una espía “de verdad”. Se reunió con ella en un café y hablaron durante un largo rato. Los secretos de su “trabajo” quedan reflejados en las páginas finales de un libro atrapante y disfrutable.
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