Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York), USA 2018. Dirección, libreto y selección de banda sonora: Woody Allen. Fotografía: Vittorio Storaro. Con: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Selena Gómez, Rebecca Hall, Cherry Jones, Jude Law, Diego Luna, Kelly Rohrbach, Liev Schreiber. Estreno 31 de octubre. Calificación: Regular.
Un día lluvioso en Nueva York fue rodada por Woody Allen hace casi dos años, pero en junio de 2018 el cineasta volvió a ser acusado por su hija adoptiva Dylan Farrow de haberla agredido sexualmente cuando era niña, y todo se le complicó. En primer lugar hay que destacar la dosis de oportunismo que reveló por entonces Dylan al “subirse al carro” de la lucha por el empoderamiento feminista llevada a cabo por el colectivo MeToo, resucitando un caso que desde 1992 era cosa juzgada. Debido a ello Amazon decidió cancelar el acuerdo de cuatro films firmado con Woody, a causa del daño que el escándalo podría causar a la reputación de la empresa. El cineasta demandó al estudio, exigiéndole una indemnización de 68 millones de dólares. De todas maneras Allen ya había completado la primera de esas películas, que inevitablemente se vio atrapada en un limbo que retrasó su salida durante 18 meses, y que sigue impidiendo al día de hoy su exhibición comercial en USA. Eso la convirtió en la película “maldita” del director.
Toda esta “cocina del espectáculo” nada tiene que ver con la película en sí misma ni con sus resultados, pero la convirtió en la más esperada por los allenianos del mundo entero. Pues bien, la espera no valió la pena, porque es una de las peores en la carrera de Allen. En Un día lluvioso en Nueva York una estudiante de periodismo (Elle Fanning) viaja a Manhattan para entrevistar a un famoso cineasta (Liev Schreiber). Va acompañada de su novio (Timothée Chalamet), un niño bien decidido a conquistarla mediante comidas elegantes, una suite lujosa en el mejor hotel y momentos románticos al son de un piano. Pero esos planes se complican cuando la chica encandila al cineasta, inmerso en una seria crisis existencial, lo cual obnubila sentimentalmente a la inocente joven. Y los líos siguen cuando también caen rendidos a sus pies un guionista (Jude Law) y un galancito latino (Diego Luna), mientras el primero descubre que su esposa (Rebecca Hall) lo engaña con su mejor amigo. A su vez, ese sainete -y la constante lluvia- hacen que el novio, cada vez más enojado, se desconecte de la joven, evite a su familia y coquetee con Selena Gómez, hermana menor de una antigua amiga.
Hay muchas cosas que funcionan mal en Un día lluvioso en Nueva York, empezando por la que más enojará al sector joven de la platea: la desubicación de Woody para retratar a sus dos protagonistas. Nadie va a pedirle a un señor de 84 años de edad que sepa con exactitud cómo viven, piensan o sienten los chicos de 20 años, pero lo que debe exigírsele es que se informe mínimamente sobre usos, costumbres, modismos coloquiales y gustos de la juventud actual. Aquí Chalamet y Fanning adoran el jazz antiguo, citan a Grace Kelly y Maurice Chevalier como si fueran Jennifer Lawrence o Ryan Gosling, dependen de las cabinas telefónicas más que del celular, hablan igual a un señor octogenario llamado Woody Allen, y por lo menos ella exhibe una inocencia imposible en el actual universo de redes sociales. Eso es irrespetuoso para una franja de público que detestará al cineasta y su película… y no sin razón. Ya es la segunda vez que le sucede esto a Woody: otro de sus peores films, La vida y todo lo demás, presentó en 2003 a Jason Biggs y Christina Ricci de manera igualmente desubicada.
Eso no es de todas formas lo único que ofuscará al público. Otro sector de la platea también tendrá derecho a rebelarse ante el necio clisé de pensar que cualquier cosa que provenga del mundo latino inevitablemente tiene que ver con el desenfreno sexual y la directa estupidez: la chatura del personaje de Diego Luna puede resultar ofensiva a los paladares latinos más sensibles. Lo mismo también ocurría con la visión de los italianos que dio Allen en el episodio de Roberto Benigni en A Roma con amor, casualmente otro de sus bodrios infumables. Sucede que cuando un libretista apela a los clisés tiene que utilizarlos con inteligencia, para que todo funcione sobre ruedas y la repetición se convierta por arte de magia en complicidad. Un día lluvioso en Nueva York no lo logra jamás, y de esa manera todo luce viejo y chato, desde la tontería sentimental que previsiblemente ubica a Chalamet entre una rubia y una morocha, hasta un compendio de reflexiones filosóficas que pretenden ser sesudas pero parecen salidas del Reader’s Digest, pasando por la incomodidad de pensar que los avances de hombres cincuentones sobre chicas de 20 pueden ser causa de alegría, cuando respiran un patetismo que da vergüenza ajena. Ni Vittorio Storaro se salva del desastre general: su fotografía es de las peores de su carrera (¿nadie se percató en la producción que escenas enteras en las que diluvia están bañadas por una permanente luz solar?). Hay personajes que ni siquiera deberían existir porque no aportan nada (Jude Law, Diego Luna, Rebecca Hall), lo cual habla muy mal del libretista Allen, y a ello todavía hay que sumar la horrenda labor de Timothée Chalamet. Este chico es un espanto, porque pasea la misma cara de pedante aburrido que reveló en Llámame por tu nombre, aunque los personajes que encarna son totalmente opuestos. Elle Fanning y Selena Gómez salvan como pueden el examen, pero los demás actúan en piloto automático. Woody, ya te lo advertí cuando A Roma con amor: tas viejo, che.
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