¿Los 111 samurais?
Se conoció una declaración de 111 académicos frentistas que manifiestan su oposición al plebiscito impulsado por el PIT-CNT y algunos grupos de izquierda. ¿Está comprendida esta movida en la libertad de acción que definió el Frente Amplio? ¿Por qué se generaron reacciones destempladas de militantes y dirigentes contra esta declaración? ¿Es la primera vez que conviven en el Frente posiciones contrarias? ¿Pone en riesgo la potencial victoria electoral frentista? ¿Genera un muro entre el FA y las organizaciones sociales? ¿No se defiende la unidad en la diversidad como bandera histórica? ¿Izquierda caviar versus izquierda proletaria?
Sólo sí, es sí por David Rabinovich
Son académicos, frenteamplistas y vinculados a la economía. En la opinión que manifiestan: “El plebiscito no consigue cumplir con su objetivo de poder jubilarse a los 60 años…” “La promesa del plebiscito de jubilarse a los 60 años no se cumple para la mayoría de quienes trabajan.”
Un grupo de compañeros, ejerciendo la libertad de acción que decidió el Frente Amplio para la iniciativa de reforma constitucional en tres puntos relativos a la seguridad social, se manifestaron en contra de la iniciativa. Se produce –a mi entender- un cambio importante en el eje de una discusión donde se debaten temas complejos, con muchos argumentos que parecen confusos.
Lo primero es saber qué, para qué y con quién estamos discutiendo.
La propuesta de la Central de Trabajadores propone establecer como bases para un nuevo sistema de seguridad social: 1) Que la edad mínima para acceder a una jubilación sea 60 años y no 65 como estableció la ley. 2) Que se perciba no menos de un salario mínimo. 3) Eliminar el lucro privado en el sistema.
Nada que suene exagerado por cierto.
Consideran, los trabajadores, que obligar a extender el tiempo laboral de las personas porque ‘la gente vive más’, cuando de lo que se trata es de abaratar el sistema, no condice con la evolución de la economía.
En los últimos años la mayor riqueza generada fue apropiada por el 5% que integra la elite de los que perciben mayores ingresos. El 95% perdimos ingresos.
El negocio de las Afap en todos los países donde se instaló fracasó en su promesa de mejorar las condiciones de retiro para la mayoría de la población. En el mundo hay poco más de 200 países de los que sólo una treintena optaron por el régimen de Seguridad Social privada (con variantes y matices). Más de la mitad desandaron ese camino por los perjuicios que provocó. El sistema sigue vigente en menos del 10% de los países. En varios, porque los perjudicados no encuentran la forma de derogarlo.
La incierta promesa de convocar a una amplia y profunda discusión del sistema puede llevar años. Está bien discutir, pero a la hora de atender intereses deben contemplarse los de las grandes mayorías no los privilegios de unos pocos. De eso se trata la democracia.
Si el objetivo del plebiscito es poder jubilarse a los 60 años, a mí no me parece mal; aunque la realidad es que la gente se retira ‘en promedio’ con 63. Es así. La mayoría de quienes trabajan no se jubilan a los 60 años, ni cobran un salario mínimo o más. Depende de los años trabajados y registrados.
En realidad, lo que estamos discutiendo es si las personas tienen derecho a retirarse y pasar tranquilos a partir de los 60 años “si lo desean”. Estamos discutiendo qué grado de fracaso muestra una sociedad cuyo ingreso per cápita es el más alto de la región y lo que ofrece en materia de seguridad social es tan pobre.
Además, si fuera cierto que esta reforma genera una catástrofe financiera, ¿cuáles serían las consecuencias de abordar en serio temas como la niñez, los jóvenes, las mujeres, la educación, la vivienda…?
La ética de la responsabilidad nos enfrenta a una convicción: cambiar una realidad terrible es un propósito irrenunciable. Nos va la vida en esto.
Los 111 samurais y el peligroso avance de los Ronin por Andrés Scavarelli
En la vida de las personas, en cualquiera de sus manifestaciones, el principio fundamental es el de LIBERTAD, siendo la limitación de ella la excepción, es por esta razón qué dentro de cualquier asociación política o social, imponer a sus integrantes una posición o limitar el abanico de opciones debe ser siempre algo reservado para casos muy puntuales y extremos qué hacen a la existencia misma de esa asociación o a principios fundantes de ella.
Cuándo el requisito para la unidad es el silencio, la uniformidad, la no discrepancia, el asentimiento y la sumisión, entonces no hay verdadera unidad, lo que hay es sometimiento y autoritarismo. No existe verdadera unidad ni convicción cuándo se necesita un “muro de Berlín” qué la contenga a modo de corsé ideológico.
Creer que la libertad de acción permite por un lado a los partidarios del plebiscito hacer cuanto quieran y gusten en favor de su posición, pero al mismo tiempo impide a quienes son contrarios al plebiscito hacer absolutamente cualquier expresión a favor de su posición, es tener una visión poco madura y demasiado Madurista de lo que significa verdadera pluralidad de opiniones qué son la esencia de una fuerza política qué se ha dado en llamar Frente Amplio, porque la uniformidad, la monotonía y la imposición directa o indirecta son contrarios a todo frente y directamente contradictorios al concepto de amplitud.
En estos tiempos de pensamientos neo medievales, de inquisiciones ideológicas a diestra y siniestra, de la cancelación cómo nueva forma de destierro sin traslado, hay pulsiones muy fuertes en la sociedad de sentirse, cada grupo, cómo los verdaderos representantes de determinada idea, lo mismo que a lo largo de la historia cuándo una religión ha considerado a su deidad la única verdadera, arrojando a todas las deidades de otros grupos al inframundo cómo demonios y espíritus.
En el Frente Amplio, pero también en los otros partidos, se está viendo este purismo religioso de creerse, algunos, la “verdadera izquierda”, no admitiendo otras posibles formas de entender lo qué es la izquierda. La sociedad ha llegado a reconocer una innumerable cantidad de identidades de género, tantas cómo el arcoíris permite entender, imaginar o visualizar, pero sin embargo, cuándo a política se trata, la fenomenología se limita a dos, o se es de izquierda o se es de derecha, una conceptualización cargada de una hemiplejía moral paradigmática de la que ya nos advertía Ortega y Gasset en 1937.
Una hemiplejía moral qué combinada con el culto al anti-intelectualismo qué, cómo señalaba Isaac Asimov, alimenta la falsa noción qué “la democracia significa qué mi ignorancia es tan válida cómo tu conocimiento”, llevan dar razón a Umberto Eco cuándo advertía qué las redes sociales colocan en pie de igualdad al ignorante con el estudioso, dando voz a “…legiones de idiotas qué primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad”, disipándose sus voces en el fondo de la botella, pero sin embargo hoy se sienten con la misma autoridad y con la misma razón que un premio Nobel.
Y lamentablemente en tiempos de inmediatez, la ignorancia es mucho más efectiva qué la inteligencia, ya que, cómo nos señala Alejandro Dolina: “…la inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa por sobre los accidentes del terreno qué son las nociones, a gran velocidad, y jamás hay nada qué le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte, especialmente a las conclusiones.
Bienvenidos sean estos 111 Samurais cuyas señoras son la verdad y la pura convicción; guerreros qué sigan el Bushido con la convicción de la razón cómo guía y estandarte; pero que por sobre todo, no se detengan a pesar de los golpes de esos ronin que, por su error, han perdido el favor de esas señoras.
¿Qué hacemos, Lenin? Por Roberto Elissalde
La verdad es que hace muchos años que no lo leía. Cuarenta y cinco años atrás parecía tener las respuestas que muchos necesitábamos y las advertencias imprescindibles para no caer en el oportunismo, el economicismo o el radicalismo infantil. Sin leerlo todo, esta vez traté de concentrarme en su debate sobre la función política de la lucha sindical para ver si era capaz de darme alguna chispa que encendiera mi comprensión.
También es cierto que el mundo ha cambiado mucho desde que Lenin escribió ¿Qué hacer? (1902) y que por lo tanto los problemas son diferentes. Pero la relación entre la lucha sindical o la lucha desde la organización política como lugar de síntesis de todo el combate por el socialismo, es un tema apasionante. Vladimir Illich tenía una lengua afilada y era capaz de aplicar fuertes cortes a los compañeros de camino si consideraba que una desviación corría el riesgo de dificultar las metas planteadas. El debate con Martinov -editor de un periódico obrero de la época- fue uno de los puntos altos. Dice Lenin: “La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden –basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, actuales sin falta – a observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y la vida de todas las clases, sectores y grupos de la población. Quien orienta la atención, la capacidad de observación y la conciencia de la clase obrera de manera exclusiva –o, aunque sólo sea con preferencia – hacia ella misma, no es un” revolucionario (la palabra empleada era otra pero cambió de sentido para siempre dos décadas después). Para el padre de la Revolución rusa, la acción sindical debía estar impregnada de ideas basadas en la experiencia de la vida política y sobre las relaciones entre todas las clases de la sociedad actual. “Por eso es tan nociva y tan reaccionaria, dada su significación práctica, la prédica de nuestros ‘economicistas’ de que la lucha económica es el medio que se puede aplicar con más amplitud para incorporar a las masas al movimiento político. (…) el obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza económica y de la fisonomía social y política del terrateniente y del cura, del dignatario y del campesino, del estudiante y del desclasado, conocer sus lados fuertes y sus puntos flacos; saber orientarse entre los múltiples sofismas y frases en boga, con los que cada clase y cada sector social encubre sus apetitos egoístas y su verdadera «entraña»; saber distinguir qué instituciones y leyes reflejan tales o cuales intereses y cómo lo hacen.”
¿Cuál sería la moraleja para nuestro siglo XXI? No es clara, porque la evolución de la historia no ha sido la prevista y la teoría ha prácticamente desaparecido de la lucha política socialista. Algunas frases sobreviven: “La falta de preparación práctica y la falta de habilidad en la labor de organización son, en efecto, cosas comunes a todos nosotros,” y “es cierto que nadie podría culpar de esta falta de preparación, por sí sola, a los militantes dedicados a la labor práctica.”
Lenin pensaba que el lugar de síntesis política era el partido, ya que desde allí se podía entender mejor la complejidad de la trama de intereses que atravesaba a la sociedad rusa: “… precisamente la lucha (…) exige cualidades especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosotros debemos preocuparnos no sólo de que las masas «planteen» reivindicaciones concretas, sino también de que la masa de obreros «destaque», en número cada vez mayor, a estos revolucionarios profesionales. Llegamos así al problema de las relaciones entre la organización de revolucionarios profesionales y el movimiento puramente obrero.”
Este dilema, sobre el lugar desde donde puede verse mejor el nudo de la actividad política, sigue vigente.
Doña Rosa por Esteban Pérez
En mi largo peregrinar por el pobrerío de Canelones, conocí a doña Rosa, obrera jubilada de la aguja. Vivía en un complejo de viviendas del BPS, obviamente cobrando la jubilación mínima. “¿Cómo se las arregla, doña Rosa?”, le pregunto. Y me contesta: “Y m’hijo, aplicando la economía del gallinero; sólo tengo lamparitas de 25 w. y trato de no prenderlas, corro las cortinas y me arreglo con la claridad del alumbrado público. Me acuesto temprano para no gastar luz. Me dieron la casita con termofón incluído, pero no estando muy frío me baño con el agua natural y si lo está lo hago rapidito porque sino doña UTE me come la jubilación. Hago alguna costurita, aunque la vista se me cansa y me duelan las piernas al pedalear. ¡Tantos años de lucha obrera y seguimos penando!”…
Este recuerdo, otros similares y los huesos compañeros del Batallón 14 me vienen aguijoneando desde que leí el comunicado de Bergara y sus ciento diez acólitos, en cuyas manos seguramente estará la economía del gobierno del FA, si es que logra ganar.
Yo no soy economista; doña Rosa sí es doctora en economía de sobrevivencia. Sus ojos gastados de obrera de la aguja nos traen al presente que hay una ética revolucionaria y por lo tanto la debe tener también la izquierda. Transcurrieron 15 años de gobierno del Frente Amplio y nuestros viejos compañeros proletarios de tantas luchas, los viejos con jubilaciones mínimas siguen al costado del camino, penando, con la esperanza defraudada.
Los doctorcitos de riñón cubierto, seguidores de la ideología de la Universidad de California, hoy escupen en el plato de los pobres haciendo gárgaras de números para justificar lo injustificable.
La economía es, y en eso estamos de acuerdo, la administración de lo escaso, pero nunca debe ser tirar migajas abajo y preservar las riquezas acumuladas de unos pocos.
Ya hablaron, ya sabemos a qué atenernos con Orsi, Bergara, Oddone, etc.
El Frente Amplio tiene dibujada una cintura cada vez más estrecha que separa en su interna el liberalismo capitalista de la socialdemocracia. Si la economía, en el caso de gobernar, la llevan adelante estos “señoritos”, se estrechará aún más y con posibilidades de cortarse, pariendo un nuevo reordenamiento de la izquierda.
Soñemos que el enorme esfuerzo del movimiento popular les plante un “SÍ” grandote en la cara, sorteando los cantos de sirena que pretenden confundir a los votantes y tengamos por fin un algo de justicia con los jubilados de hoy y los de mañana.
¡Sólo con lucha habrá patria para todos!
Salir del closet por Sol Zunin
La ya famosa declaración de los 111, en oposición al SÍ impulsado por el PIT-CNT, parte del Frente Amplio y otros grupos de izquierda, supone un alivio. El alivio que confiere toda buena salida del closet.
Esta situación en la que salen al ruedo y muestran sus argumentos, es ideal para abrir el debate y terminar con el limbo.
Claro que ahora, develado el misterio, los argumentos se notan pueriles, diseñados a la manera de los cucos con los que se intenta disciplinar a niños.
Y entonces, casi simultáneamente a la declaración, aparecen quejas, calificando de ataques y reacciones destempladas las respuestas de compañeros y compañeras, sin reconocerlas como el suceso natural de una discusión política.
Tal vez no esperaban abrir el intercambio y sí que la declaración funcionara de manera disciplinadora, como en el pasado; tal vez leyeron mal la coyuntura.
No es la primera vez que conviven en el Frente posiciones diversas, muchas veces contrapuestas. Recordar el veto al aborto de Vázquez o la postura de Mujica sobre “los pobres viejitos”, resalta la paciencia, comprensión y capacidad de las bases frenteamplistas para resignar intereses y visiones sectoriales en favor de la unidad del conjunto.
Se suele hablar de lo hecho en quince años, y no tan a menudo de lo NO hecho: por ejemplo la reforma del sistema de seguridad social, para garantizar jubilaciones dignas para los más desposeídos. Hubo tiempo para salvatajes y exoneraciones al capital pero no hubo tiempo para entrarle a la matriz neoliberal que habían dejado los gobiernos anteriores.
Por eso, quienes militamos por el SÍ, celebramos la posibilidad de debatir, ya que permite escuchar con atención y tener una mejor comprensión de la diversidad en la unidad. Y elegir.
Escuchemos:“El plebiscito no resuelve TODOS los problemas del sistema anterior” ¿Entonces, no deberíamos votar el SÍ, por poco ambicioso? ¿Como el plebiscito no soluciona TODO, entonces mejor NADA?
Dicen: “va a perjudicar a los más jóvenes y a comprometer la economía del próximo gobierno”.
¡Caramba! El SÍ claramente propone AFIANZAR EL FUTURO de los más jóvenes, dando seguridad jurídica y por lo tanto sentido a aportar al sistema.
Por otra parte, la economía en un próximo gobierno frenteamplista ya debería estar comprometida por su programa, que fue pensado, debatido y votado por la militancia.
Esta reforma propone algo maravilloso: que asentemos en la Constitución el tipo de seguridad social que queremos, protegiéndola para que ya no sea objeto del lucro y la timba financiera.
En su peor proyección, la reforma del SÍ garantiza su sustentabilidad por quince años, dándonos el tiempo suficiente para cumplir el compromiso de encontrar las buenas y necesarias correcciones.
Bienvenida la discusión que permite elegir más puntillosamente a quienes nos representarán en el ámbito legislativo. Quién es y qué piensa realmente cada nombre en una lista y cómo accionará una vez que reciba, de parte de la ciudadanía, el encargo de representarla.
De intelectuales, economistas y burócratas por Oscar Mañán
Economistas del FA, activos partícipes y la flor innata de la burocracia política de sus gobiernos, emprendieron una compaña contra el plebiscito de la seguridad social planteado por el movimiento sindical, valga para entenderlo unos puntos de partida.
Gramsci, en sus Quaderni del carcere (Torino: Einaudi, 1977) sostenía que el papel de los intelectuales estaba vinculado a la creación de hegemonía y, por lo tanto, al grupo social dominante. Su función, a partir del dominio de una trama de saberes propios de sus especialidades, de las competencias que conllevan y de sus conexiones con las instituciones del Estado eran esenciales para la producción de hegemonía en el “sistema social democrático-burocrático” (Q12, 1, 1520).
Pero a su vez, se pregunta si los intelectuales son un grupo social autónomo o si cada clase social produce una categoría de intelectuales. Su respuesta identifica dos categorías de intelectuales, a) los tradicionales y b) los orgánicos de la clase.
Los intelectuales pre-existentes o tradicionales se auto-perciben y operan como “autónomos e independientes” del “grupo social dominante”. Aquí señalaba el papel de Benedetto Croce como un mediador entre los conflictos del “bloque campesino” y la administración, intelectuales que llamó: “los reaccionarios más activos de la península” (Gramsci, Escritos Políticos, 1917-1933 (Cd. México: Pasado y Presente, 1981; p.283).
Los intelectuales orgánicos surgen en la medida que aparecen nuevas actividades económicas en el devenir histórico, así “el empresario capitalista crea junto consigo mismo al economista, al científico de la economía política” (Q4,49,pp. 474-5).
Los economistas de marras, se presentan como depositarios de un “saber sabio” sobre la sociedad capitalista, en especial de esta fase tecnocrática-liberal-conservadora que le otorga a la profesión un estatus privilegiado en la administración burocrática, que al fin y al cabo, es la esencia de la dominación política en la democracia burguesa.
Entre 2005-2019, tales intelectuales fueron guardianes del pacto de dominación y amortiguadores de conflictos entre los sectores populares y esa burguesía especulativa que añora aliarse, subordinadamente claro, con el capital imperialista. Primero, con cambios institucionales para la política salarial, la política social, de salud (bajo parámetros de mercado), resguardando una política distributiva y un crecimiento salarial; pero siempre con la máxima de que el crecimiento de la productividad estuviera por encima de los salarios y en congruencia con la apertura comercial y la protección de la propiedad, incluso la estructura financiera y el negocio privado de la seguridad social. Ahora, desde la oposición, solo se mantienen como aspirantes al nuevo cuerpo administrativo futuro, pero sobre los mismos equilibrios ya construidos que, por cierto, no fueron trastocados por la actual administración.
La función de tales intelectuales, economistas, desde su papel en el gobierno, o “la academia” (universidades o centros privados de investigación vinculados al sector productivo) es defender la estructura administrativa existente, apuntando al mejor funcionamiento del “orden establecido”, y mantener tales instituciones bajo la celosa égida del capital.
Curiosamente, en ellos también pensó Gramsci, cuando sostuvo que “el error del intelectual” es “creer que se puede saber sin comprender y especialmente sin sentir y ser apasionado”, pensar que “el intelectual pueda ser tal si es distinto y separado del pueblo” (Q4, 33, 452).
El FA enfrenta una de sus contradicciones históricas, volver al partido movimiento que quiso ser bajo el empuje y la energía de la clase obrera y sus reivindicaciones, o seguir siendo la maquinaria electoral de “partido del orden” que hoy le da su mejor nota. Aquí, jugará el debate entre los intelectuales orgánicos de la clase obrera y los intelectuales tradicionales y orgánicos de administración burocrática. Gramci, creía que el partido político y sus intelectuales políticos tenían la posibilidad de “soldar” fisuras de la sociedad civil en la sociedad política. ¡En mi caso, soy más escéptico ya que el “intelectual” para “el nuevo orden” está demorado!
Mire que resultó desordenada la política por Eduardo Vaz
Como toda polémica importante, ésta divide aguas. No terminaba de emerger la pugna política, programática e ideológica en el FA. Bienvenida sea, las ideas y las discusiones trascendentes son esenciales en la lucha transformadora. La política no es un curso donde se planifican las bolillas y las clases teórico-prácticas, es lucha y contradicción, sorpresa, avances y retrocesos, casi siempre inesperados y sorprendentes. Claro, debería ser con argumentos y sin agravios, pero la pasión es inherente a la confrontación. Son los dirigentes principales quienes deben velar por mantener el cauce unitario para minimizar los desbordes.
Independencia:
Parte importante del debate subyacente es la relación entre partidos y movimientos sociales. Una parte del FA entiende que se debe seguir al Pit-Cnt y otras organizaciones pues son la base del famoso «bloque político y social de los cambios radicales», aún a costa de contrariar el programa del FA y generar una clara complicación electoral. Son opciones y tienen consecuencias políticas.
Caminos:
El plebiscito constitucional NO es el camino definido por el FA para la reforma de la seguridad social ni resulta complementario. Según dice el programa en su párrafo 1068:
«Entre las primeras acciones del gobierno, convocar a un amplio, democrático y genuino diálogo social entre todas las organizaciones políticas y sociales, representativas del conjunto de la sociedad, a fin de procurar el mayor de los acuerdos posibles para llevar adelante los cambios y mejoras que deben introducirse a nuestro sistema de seguridad social, atendiendo a las necesidades y características de la sociedad actual.»
Contenidos:
Ya se ha escrito y hablado tanto que uno no sabe lo que dice la papeleta. Es una estrategia tan hábil como vieja: se dicen las buenas intenciones, las ventajas ofrecidas, las injusticias vigentes, la maldad del capital financiero, el capitalismo y los economistas. Se escriben páginas de lo que se debería interpretar de la papeleta y las leyes que habría que aprobar luego para que todo funcione bien y surta el efecto benéfico deseado. Pero el panorama se oscurece con el texto real.
Para muestra alcanza con un botón.
Ejemplo 1:
Programa FA: p.1075 Impulsar un sistema de seguridad social con tres pilares: solidario (no contributivo), de reparto intergeneracional (contributivo) y de ahorro (no lucrativo).
Papeleta:
«El sistema de Seguridad Social se organizará y gestionará exclusivamente a través del Estado y de personas públicas no estatales, quedando prohibidos los sistemas de ahorro individual con destino jubilatorio.
Sin ser jurista ni economista, solo un lector: se prohíbe explícitamente el tercer pilar de ahorro individual contrariando al programa del FA.
Ejemplo 2 (hablando de botones)
Papeleta: disposición transitoria V’: La entrada en vigor de la presente reforma no implicará pérdida o menoscabo en derechos o beneficios previstos en leyes anteriores en materia de prestaciones de seguridad social.
Los beneficios (privilegios) de la caja militar están previstos en leyes anteriores en materia de prestaciones de seguridad social. Sin ser jurista ni economista, solo un lector:
se llevan a la Constitución dichos privilegios.
Entonces, ¡qué bueno que este conjunto grande y prestigioso de frenteamplistas se jugó con sus opiniones! La sociedad debe saber qué piensa una parte fundamental de nuestros técnicos sobre un tema tan importante. El FA ganará, entre otras cosas, porque su fórmula NO vota la papeleta, la mayoría de sus sectores y expertos, economistas y no economistas como Ernesto Murro, tampoco.
La furia y los agravios de alguna gente del FA y muchos dirigentes de corrientes anti FA de izquierda fundamentalista (que no radical) son muestras de pasión y sectarismo, como si el insulto y la descalificación del que piensa diferente diera la razón.
La izquierda uruguaya cultivó, en lo mejor de su historia, un fecundo encuentro entre las clases populares y la intelectualidad. Para mejorar al país, los trabajadores del conocimiento son una de las fuerzas más importantes. Contamos con su aporte.
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