Palabras, ideología, y sumisión
En vista de su difusión, la expresión “malla oro” ya es de generalizado uso público. Periódicos; semanarios; conversaciones; discursos y entrevistas recurren a ella con “naturalidad”. Su generalización al ámbito social por el gobierno actual desde su origen en las competencias ciclísticas por etapas es novedosa y reciente.
Pareciera entonces que sería bueno preguntarse sobre su importancia; si esta generalización es neutra, o tiene un contenido a desvelar.
Un buen artículo de Benjamín Nahoum (Brecha; 15/01/21) desmenuza y explica como tendencioso y falso que en el ciclismo “el individuo” malla oro es un triunfador y, como tal, un ejemplo a seguir, además de que “tira del pelotón”[1]. En verdad, se trata de un equipo que programadamente vence en feroz competencia a otros, y funciona mediante una fortísima jerarquía frente a todos[2], al igual que los poderosos en la sociedad.
Surge entonces la sospecha de que la expresión “malla oro” es algo más que una simple expresión, o sólo palabras a las que se recurre. En la lingüística y, especialmente en la semiótica, se analiza el significado más profundo que las palabras pueden tener.
El término semiótica deriva de “signos”, lo que lleva a plantearse signos… ¿de qué? Centrémonos entonces en los significados. En las ciencias de la comunicación, la Dra. Lisa Block de Behar, investigadora en lingüista y semiótica, desarrolló incluso una Teoría de la Significación (premiada en Francia). A su vez, refiriéndose a estos significados más profundos de una palabra, Jean Piaget señaló que se trata de un “gesto o símbolo que remite a un referente concreto que se halla ausente”[3].
Aquí está la clave: la ausencia. Preguntémonos: al escuchar o leer una mención a “los malla oro”: ¿cuál es la referencia, el significado en que primariamente se piensa, de qué se trata? La respuesta no es difícil. Dejando de lado a los conocedores del ciclismo, la población se figura una libre competencia deportiva, donde los individuos más capaces triunfan y se llevan el premio.
Pero al analizar significados más profundos, surge el mensaje oculto, “ausente”. El que está por detrás. El mensaje defiende y promueve la competencia entre individuos; destaca a los emprendedores; refuerza la idea de que “el otro” es mi enemigo; el éxito individual. Como si todos (todos, y por igual) estuviéramos en una competencia. He aquí la razón por la cual el gobierno traslada; generaliza la expresión al conjunto de la sociedad.
Por el contrario, lo que la realidad muestra es una sistemática desigualdad (lógica en este sistema); una rigurosa política gubernamental en favor de los privilegiados; una despiadada búsqueda de la rentabilidad a costa de la inmensa mayoría del pueblo. Éste, el pueblo trabajador, es el verdadero malla oro, el que genera la riqueza aún en las peores condiciones, al extremo de que su solidaridad es con todos, como la de las ollas en la pandemia; en las antípodas del egoísmo de aquellos a quienes el gobierno califica de malla oro.
En este proceso, el gobierno y sus asesores en comunicación, en la medida que la expresión se ha generalizado, lograron un éxito notorio; como tal, merece felicitaciones.
Ante este panorama, surge la sorpresa (y quizás indignación) de cómo reacciona la izquierda o el progresismo. ¿Reacciona o acepta? Razón tiene José Stagnaro cuando plantea que “a nuestros progresismos les está costando demasiado imaginar otros horizontes” (Brecha; 05/08/22), y sin estos horizontes, no reacciona; acepta. En el mismo sentido, vale releer mi artículo en Voces: “La izquierda no sabe quién es” (octubre, 2020).
Entonces convalida; concede; consolida una ideología conservadora. No enseña; acepta y difunde.
Con las palabras; con la semántica, también se lucha (el propio gobierno lo demuestra). Ocultan qué intereses existen por detrás; hay que desvelarlos.
Parece necesario negarse de manera absoluta a admitir y repetir la expresión “los malla oro”. Por el contrario, se debe defender la verdad y rechazar los disfraces; señalar explícitamente que en la sociedad hay grupos o estamentos o clases que son dominantes, o ricos, y una mayoría sufriente y postergada… las denominaciones que se considere mejores para clarificar y educar.
No está demás señalar que son muchas las expresiones, la presentación de noticias, etc. en boga, que también merecerían un análisis clarificador; por ahora, se destaca la que mereció estas notas.
[1] Convalidando, implícitamente, la mentira del “derrame”.
[2] El último Tour de France es buen ejemplo. Quien triunfa se lo debe a la fortaleza de su equipo, mientras que quien mantuvo la malla oro por varias etapas (y en lo individual impresionó mejor que el finalmente ganador) no tenía equipo de nivel. Como anécdota a destacar, el ganador final tuvo un gesto supremo de ética deportiva: ante una caída de su rival; lo esperó, y se dieron la mano.
[3] En Wikipedia.
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