Hay situaciones que nos convierten en asquerosamente políticamente incorrectos.
Existe la tendencia a incluir a todo grupo minoritario para ser representativo en lo partidario
de las minorías marginadas ya sean negros, homosexuales, charrúas, trans o animalistas.
Como olvidar el movimiento plancha de hace años, con el Peluca Valdéz en el Partido Colorado.
En el Frente Amplio, la 1001 impulsó a Michelle Suarez como la primera senadora transexual.
Y ahora el mediático periplo del partido Nacional con la militante Romina Celeste Papasso.
Es como si las estructuras partidarias deben legitimar su apertura mental y el respeto por la diversidad
integrando a cualquiera que se auto perciba de tal o cual forma, sin importar la trayectoria política.
Es la llegada de la cultura Woke a todas las organizaciones políticas uruguayas sin excepción.
Es una réplica de la excusa del racista que dice tengo un amigo judío. Ahora es: tengo un militante…
Pero la cuestión no termina solo en esto, también se toleran situaciones complicadas por rédito electoral.
En el 2019 el desembarco de Juan Sartori cayó como un balde de agua fría en la interna nacionalista.
Se dijo de todo menos que era bueno, pero el hombre a fuerza de dólares se ganó su propio lugar.
Hoy todos los sectores blancos lo miran con cariño y lo consideran un gran valor. ¿Financiero?
Y sucede en el partido Colorado que un ministro renunciado por supuesta corrupción sigue olímpico en política.
Hay que recordar el caso de un dirigente blanco canario que libró cheques sin fondos en campaña electoral, motivo que ocasionó
que el actual presidente de la Republica lo echara de su sector, para luego readmitirlo y que volviera a la Cámara de Diputados.
O el dirigente nacionalista que tuvo que renunciar a Salto Grande por los acomodos de gente y que aspira a ser intendente de Salto.
Pero la situación se complica aún más y la hipocresía aflora en casos de abuso sexual o violencia de género de dirigentes políticos.
La izquierda retoma la vieja práctica estalinista de borrar de la foto al dirigente manchado por denuncias, sea un alcalde montevideano,
perdón, son dos, no uno, y también un joven diputado que prometía mucho y hoy parece que está cultivando girasoles en Siberia.
Los blancos son un caso aparte, borraron a un intendente por ofrecer pasantías y volvió encaramado en sus votos colonienses.
Lo peor quizás fue el intento de darle una segunda oportunidad a un alcalde de Dolores, procesado por pedofilia, que algunos veteranos
quisieron imponer al Directorio, y la sangre nueva y la cabeza abierta de los jóvenes blancos, trancó fuerte y lo impidió.
Es decir, que algunas minorías y grupos sociales son usadas con fines electorales por todo el espectro político de nuestro país.
Se gargantea mucho con la transparencia y la honestidad, pero si tenes peso político o votos, se mira para un costado.
Y los casos de abuso laboral o sexual, parecen ser considerados como daños colaterales de la actividad política.
Todos dicen que en política no vale todo, pero ese “todo” parece ser muy elástico si el implicado es un compañero.
Mientras tanto, en la agenda mediática sigue la farándula, y mientras extraditan a Paraguay a Jorge Peirano Basso
lo importante son los lunares de Yamandú Orsi que logran veinte puntos de rating. Patético.
Alfredo García
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