¿Ser diferente o no-ser?
“Es lo de siempre, mamá, nunca se va a terminar (…) no me consideran un ser humano…”. Con estas palabras se expresa Irina, personaje de la novela Los senos llenos de noche, manifestando sus sentimientos al saber que no le van a dar número para tramitar su pasaporte. Irina es una actriz con síndrome de Down, y necesita el documento para viajar con su grupo a presentarse en un festival en España. La madre la alienta y la acompaña a Identificación Civil, en donde comienza un episodio kafkiano que lleva a las dos mujeres por varias dependencias judiciales. Finalmente, en una de las tantas oficinas transitadas, una abogada le explica que si le daban el pasaporte “quedaría autorizada para andar sola por el mundo y no se podía saber si era capaz de discernir entre el bien y el mal”.
Los senos llenos de noche es una novela de Silvia Prida Orihuela, profesora de Literatura egresada del IPA y escritora. Silvia también es la madre de Natalia Lambach, actriz con síndrome de Down que se hizo conocida hace una década representando la obra Estigma: informe sobre una verdad y una mentira. La narradora de la mayor parte de la novela tiene mucho en común con la autora, pero no se confunden, sino que la vida personal y la ficción se entrelazan para erigirse en representante del género llamado “autoficción”. Y empezamos este artículo con la historia del pasaporte porque por absurdo que parezca, el episodio en ese caso es real. En nuestro país se asume la discapacidad no como una forma de ser-diferente sino como una forma de no-ser, y si bien estamos ante un caso de alguien que ha logrado sortear el aislamiento al que muchas personas parecen destinadas, uno de los grandes logros de Los senos llenos de noche es alertarnos sobre las diversas formas que nuestra sociedad tiene para excluir a las personas diferentes. Algunas son evidentes, las dificultades para estudiar o trabajar siguen siendo de las más obvias, y son sobre las que más se ha trabajado institucionalmente. Pero de forma certera la autora de Los senos llenos de noche advierte de otras formas de limitar el desarrollo de alguien con síndrome de Down. Seguramente la más eficaz sea la infantilización, el asumir la dependencia para desarrollarse de forma autónoma y por eso mismo no permitirla. El desarrollo de Irina como personaje en la novela no elude zonas complejas, como la maduración sexual y afectiva o la propia conciencia sobre su ser-diferente. Pero el enfrentarse al sufrimiento, el no esconderse, justamente permite que Irina desarrolle sus capacidades con libertad, y aquí es en donde la novela toma un carácter simbólico, como la misma autora nos contara.
Los senos llenos de noche comienza con una breve referencia a algunos personajes claves para la narradora, fundamentalmente mujeres: bisabuelas y abuelas, madres y tías aparecen como criaturas confinadas al reducido espacio del hogar en que algún varón es dominante. Y esa parece ser otra de las claves de la novela, señalar el rol subordinado de las mujeres en la sociedad montevideana de hace pocas décadas, rol que, salvo excepciones señaladas, impedía que las mujeres fueran capaces de desarrollar sus capacidades, casi como no-seres. Particularmente clara es la historia de una joven y talentosa pianista que debió abandonar su carrera para dedicarse a cuidar a su madre. Por eso afirma la autora: “Justamente es ella (Irina), la que la sociedad no reconoce como humana, la que puede vencer el miedo que dominó a todas las mujeres de su familia, especialmente a las de la primera generación, y la que quizás pueda finalmente construirse a sí misma según su voluntad y su vocación”.
La historia de Irina y de su madre también permite poner foco en el contexto social en que transcurre. Leyendo la novela percibimos el desmantelamiento del Cerro de la industria frigorífica, industria que hizo de ese barrio un centro de obreros con un nivel de vida que hoy llamaríamos de “clase media”. La pérdida del nivel de vida de los trabajadores asalariados se confunde con la pérdida de las libertades que significó la dictadura, y en ese punto el estigma le puede caer a todos. Solo por haber sido estudiante con algo de compromiso durante algunos años muchas personas perdieron su “ser” y dejaron de “pertenecer” a la sociedad, no pudiendo ejercer el trabajo para el que se formaron.
Otro aspecto que atraviesa la novela es el del poder corporativo. Irina fue condenada por el poder médico desde el momento de nacer, y el poder burocrático judicial sostuvo esa condena incluso cuando ya era una persona con cierta notoriedad. La reflexión sobre como operan algunos poderes fácticos determinando la vida de las personas es otro aspecto relevante de la novela.
En definitiva en la historia de la actriz “diferente” que se narra en Los senos llenos de noche se articulan un conjunto de situaciones que muestran a una sociedad siempre lista para clasificar y dejar al margen a gran parte de sus integrantes. Y si bien en la novela Irina es un personaje que sale adelante, la autora nunca hace que perdamos de vista que es una excepción. La discriminación y la estigmatización siguen siendo una forma central de vincularnos. No deja de ser relevante en este espacio el descubrir el potencial del teatro para desarrollar las capacidades de una persona destinada a quedar al margen de la sociedad. Hay que leer Los senos llenos de noche también para entender que el teatro es mucho más que los espectáculos que aparecen en cartelera.
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