Magdalena Prado, periodista: Me gusta la confrontación de ideas

Nos sugirieron entrevistarla y recogimos el guante. Tuvimos una hora y media de duelo verbal y la verdad que no es fácil ganarle la cuereada, es muy rápida. Nos encontramos con una representante de una generación de periodistas que se las trae, irreverente, transgresora y que habla sin prejuicios. Veteranos descansen, la profesión está en buenas manos.

Por Nicolás Martínez y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

Perfil:

Tiene 31 años. Tiene tres hermanos: Matías, Malvina y María Paz. Su padre fue periodista. Fue un año al Liceo 31 y después al Seminario. Hizo Periodismo en la UTU y cursó algún año de la Licenciatura de Comunicación en la Udelar. Tiene tres trabajos.           Vive en pareja.

¿Dónde empezaste con el periodismo?

Entré en Crónicas con 19 años. Escribía de política y sociedad, entrevistaba, trillaba el Parlamento. Para mí era Disneylandia, imaginate. Y a veces mis notas eran la tapa de Crónicas. Era en el gobierno de Tabaré Vázquez. Fue una experiencia increíble.

A los almuerzos no te llevaban.

Si, los risottos con hongos que habré comido en Panini´s. Tengo buenos recuerdos de esa época.

¿Cómo llegás a Sarandí?

Estaba llegando al Puerto para hacer una nota al director de la ANEP y me manda un mensaje Sergio Silvestri porque estaba buscando una productora para un programa de la tarde y quería reunirse conmigo. Y bueno, fui a la reunión en Sarandí. Yo escuchaba a Emiliano Cotelo, no era de Sarandí, pero me puse a ver la grilla, a ver qué programas había, quiénes estaban, no me olvido más. Tuve una reunión con Silvestri y con Fernando Coelho y ese día me presentaron al aire con mis compañeros, que iba a ser la productora. Bueno, y ahí empezó mi vínculo con Sarandí, y seguía en Crónicas. Tenían los dos trabajos.

Era el programa de la tarde, ¿no?

Era Viva la tarde y ahí empecé como productora. Después la conductora se fue y pasé a la conducción. Y ahora en Sarandí, en Las cosas en su sitio hace ya un año. Pero bueno, siempre mantuve dos trabajos. Después renuncié a Crónicas y me fui a Montevideo Portal, que también fue otra escuela interesante en un medio digital, cuando los medios digitales tampoco estaban en auge.

Tenían muy buenos tituladores.

Había gente que lo hacía de taquito, Ignacio Alcuri y Martín Otheguy eran unos cracks. En Crónicas mis notas eran entrevistas, y en Montevideo Portal hacía de todo. Creo que fueron redacciones muy distintas al diario tradicional, pero muy importantes para mí también.

¿En Búsqueda nunca llegaste a trabajar?

No. Fui de la primera generación de la Escuela de Periodismo de Búsqueda. Pero por algo emocional.

Yo lo que quería era tener la oportunidad de transitar esos pasillos con esos colegas, que para mí es una conexión con mi papá. Y fue nutritivo porque era un lugar de debate y de conversación que hoy falta tanto. Nunca trabajé así en Búsqueda.

¿Cuál es tu realidad laboral hoy?

Estoy en Sarandí de mañana y acá en el canal estoy en un programa que se llama El living y también en Periodistas, dos veces por semana.

Estuviste en Canal 4.

Yo estuve en el 4 de mañana y en Telenoche.

Y te rajaron, ¿qué hiciste?

La verdad, no lo sé. Nunca me explicaron. En ese momento, yo estaba en Buen Día, que había nacido en pandemia. Un programa que estuvo muy bueno. Yo era productora periodística también y después largué ese rol y solamente me quedé con el aire porque no me daba el tiempo. Y evidentemente quisieron migrar a un programa un poco más liviano y decidieron cortar la pata periodística. Después, Claudia García también se terminó yendo y Martín Fablet, también. Y devino en otro programa bien distinto. Una vez una amiga me dijo: “Vos buscás entender y lo que pasa es que a la gente la echan de los trabajos”.

Salvo que seas empleado público.

Me dolió muchísimo, porque además había dejado el cuero en ese programa. Y me llamaron un jueves y el viernes me tenía que despedir y no volví. Pero bueno, son cosas que pasan en este oficio.

Eso endurece el cuero.

Sí, totalmente. No te diría que me encantaría volverlo a vivir, porque sería una falsedad, pero sí te digo que me hizo madurar. Igual cuando te pasa eso empezás con un montón de dudas: ¿no seré buena?, ¿no saldré bien en televisión?, ya no hay espacio para el periodismo.

¿A qué conclusión llegaste?

La conclusión fue: seguí. Yo seguía en la radio, pero en el camino descubrí que tenía otros talentos. Porque a veces uno dice: “Yo solamente soy periodista”. Y soy una persona que tiene otros intereses y dejé que esos intereses aflorarán. Después empecé a lograr conquistar nuevos espacios periodísticos y que el problema evidentemente no era mío.

Hiciste producción y periodismo. ¿Dónde te sentís más cómoda?

En periodismo. Creo que igual la producción tiene mucho de periodismo. Para que un programa de periodismo funcione, necesitás un productor que sea un bicho. Por ejemplo, en Es fácil desviarse, que funciona muy bien con sus características, todos producen, pero Nico Batalla es un tipo que se formó en la producción periodística.

Y con Emiliano Cotelo.

Y con Emiliano, además. Yo no concibo salir al aire si no produzco, me siento incómoda. Por ejemplo, en Periodistas preparamos mucho las entrevistas. Hay una discusión muy fuerte. En qué, cómo, en qué momento pretendemos que nos responda. O sea, nos adelantamos a la jugada de lo que nos puede llegar a contestar el entrevistado. Y ahí hago ese trabajo de cranear con mis compañeros.

Y dentro del periodismo escrito, radial y televisivo, ¿cuál es el tuyo?

Es una pregunta que me hago mucho. Creo que para todo necesitás escribir. Yo en Las cosas en su sitio escribo todos los días. Hacemos informes todos los días.

Tenés a Pepe Sena, que es insoportable. Planifica todo.

Bueno, los dos estamos mal de la cabeza. Funcionamos muy bien juntos y escribo todos los días. Para mí escribir es la base fundamental. Para mí lo importante es el producto. Si mañana me proponés hacer un periodístico que entiendo que el contenido es lo que yo busco no salgo en cámara. Igual, no me mueven para nada las luces ni figurar. Lo que quiero es que el producto me haga sentir orgullosa. La radio es mi primer amor o mi segundo amor, pero es como el que más me mantiene en su medio. La televisión te da una cercanía con la gente que te reconoce.

Te quita anonimato, también.

Te quita anonimato. Pero me nutro mucho periodísticamente de eso. Soy una persona que me tomo un café con los oyentes que me cruzan en la calle y converso.

¿No te incomoda eso?

No… un poco sí. Pero ese encuentro con la gente que te devuelve algo de tu trabajo, a veces lindo, te da una sensibilidad que a veces estamos perdiendo los periodistas metidos adentro de nuestras redacciones.

O de las redes.

O de las redes. Pensamos que ahí pasa todo y yo no entiendo realmente cómo podemos hacerles el contralor a los políticos, si no sabemos el sentir de la gente. Porque el contralor no es solamente que no afanen, el contralor es saber que están tocando los temas que le impactan a la gente. Me obligo a caminar 18 de Julio, yo ando en bondi generalmente, o sea, me obligo a tener por lo menos algo de esa vida cotidiana que a veces las redacciones nos quitan un poco.

Dijiste que te importa más el producto que el estar dando la cara.

A ver, me encanta entrevistar. Te mentiría si digo que no. Pero no haría cualquier cosa. Por ejemplo, una vez me ofrecieron cubrir carnaval en un informativo, uno de los más vistos de la tele, que para mí era la entrada a un canal privado.

¿No te gusta el carnaval?

Me gusta sí, pero no sé nada de carnaval. Me imaginaba haciendo un móvil en el Teatro de Verano, que me parece que está buenísimo, pero yo no era la persona. En ese momento necesitaba el laburo. Y era la posibilidad de entrar a un informativo importante pero entendí que no. Creo que la carrera es una construcción personal y también se construye de los sí, pero también de los no, y sentí, que no era en ese espacio, que eso me iba a desperfilar.

Infotainment. ¿Qué pensas de eso?

En Las cosas en su sitio es un debate que hemos tenido. Nosotros heredamos un formato de programa que siempre combinó el entretenimiento con el periodismo. Somos cuatro conductores con perfiles bien distintos. Tenemos humoristas que participan y separamos los espacios. O sea, cuando hay humor, Pepe Sena y yo no estamos generalmente, pero sí nos damos lugar, cuando entra Martín Fablet con alguna curiosidad, a poder estar y generar el debate. La verdad es que siento que los productos mediáticos tienen que tener entretenimiento, pero me parece que sí está pasando hoy en día que se está comiendo la cancha.

Más entretenimiento que periodismo.

Sí, seguro. Alcanza solamente con mirar las grillas. El Espectador cerró como radio periodística e hizo una radio deportiva. Son periodistas deportivos que procesan información deportiva, pero también hay un poco de show y entretenimiento en todo eso. La verdad es que me encantaría que haya más espacios, más diversos, más plurales, más cantidad. Por eso intento defender con trabajo en los que participo, para que nadie después pueda decir nada.

Está el argumento de que es lo que la gente pide.

Yo creo que es lo que le estamos ofreciendo. Lo que sí considero, sin caer en la chabacanería ni dejar de lado el periodismo, sí entiendo que tenemos que cambiar en Uruguay las maneras de mostrar las cosas.

¿En qué estás pensando?

Los informes no pueden seguir teniendo la misma estructura. No puede seguir siendo un periodista y una nota eterna con un plano que te aburre. No podemos hacer todos los informativos lo mismo, y los periodísticos ir atrás de lo mismo. En Sarandítomamos una decisión editorial que la radio nos acompañó, las entrevistas son en vivo en toda la programación. Arrancás en informativo Sarandí, luego venimos nosotros. Después viene Daniel Castro, Palabras Cruzadas, Hora de Cierre y Agronegocios, y todos con entrevistas diferentes, diversas. Pero en un momento nos vamos a repetir, pensábamos nosotros. ¿Cómo hacemos para contarle a la gente las cosas que importan sin tener que solamente darle un micrófono a alguien? Entonces hacemos entrevistas cuando entendemos que vale la pena. Y si no optamos por el formato informe, grabamos a la persona y explicamos el tema y lo ponemos en audio cuando requiere, y la verdad que nos ha funcionado bien.

¿Están conformes?

A ver, no descubrimos la pólvora. Es un informe con audios, pero en el contexto de la radio que todos hacen esas entrevistas, para intentar diferenciarnos, encontramos esa manera. Y creo que en la televisión, por ejemplo, pasa lo mismo, pero está pasando en los diarios. Hoy ves infografías que están buenísimas y hay  equipos, en algunos medios, de procesamiento de datos. Eso es una manera de mostrarle distinto a la gente las cosas y ahí vas captando otro público. No podemos seguir haciendo lo mismo. Queremos que más gente nos consuma. Queremos que la gente elija el periodismo para informarse y no al tuitero o el instagramer de turno. Y bueno, tenemos que hacer algo más allá del título para el clic.

¿No está perdida esa batalla?

No, yo creo que no. Y con 31 años si pienso que sí, me tengo que ir a vender choripanes al 1 de Mayo. Confío en mi profesión y confío en la calidad de periodismo que hay en mi país. Lo que sí creo es que estamos en una situación que es mundial, con el descreimiento del periodismo, acompañado de una situación económica que también complica a los medios y eso hace que seamos menos en las redacciones, que tengamos menos recursos, que todos hagamos más de una cosa a la vez. El periodismo de investigación se está perdiendo.

Prácticamente en Uruguay es muy poco.

En lo que hay en la televisión de periodísticos, ¿quién la rompe? Y bueno, para mí Periodistas está buenísimo, pero formo parte. Desayunos informales está buenísimo, pero entrevistan gente. Lo que pasa es que lo hacen bien y hacen las preguntas que tienen que hacer. Se ganó el respeto y la gente va a las entrevistas. Pero no tenés periodismo de investigación. Eso sucede en la prensa, lo hace algún diario. Y esos espacios tienen que estar. Hubo un youtuber, que se llama Luisito Comunica, que se metió en Casavalle. Él hizo lo que tendríamos que haber hecho nosotros, porque llegás con las cámaras y tenés miedo que te vuelen. Pero el tipo fue al lugar donde nosotros, desde nuestros escritorios periodísticos, señalamos cómo viven y estamos en un lugar moral para decir lo que hacen o lo que no hacen.

Un argentino también fue al Marconi y a Malvín Norte.

A veces da la sensación de “vengo a la jungla a ver qué hay”. Pero nos falta eso. El periodismo policial tendrá un montón de cuestiones para recriminarle. Puede tener mucho amarillismo, pero, mi compañero Leonardo Pedrouza, en Canal 4, trillaba los barrios y conocía.

¿Informativos de dos horas y media se justifican?

Es un montón. Y te juro que el comentario que más escucho es: “Che, repiten todo”. Sí, se repite todo. Creo que es un tema de recursos. A cualquier informativo le encantaría tener a alguien que haga informes, estoy segura. Lo que pasa es que no tenemos tiempo ni recursos para pensar fuera de la agenda. Vamos todos al Ministerio de Economía a cubrir la conferencia. El 10 y el 12 están en no sé dónde, vamos corriendo porque tenemos que estar ahí. Y no tenemos recursos para mandar a alguien a contar una historia, a buscar la información, a retratar lo que pasa en determinado lugar, a quedarse dentro de la redacción investigando sobre un tema que capaz que va a publicar dentro de un mes.

Claro.

No tenemos esos recursos. Y esa extensión del informativo vino también un poco con la pandemia, que había una avidez por consumir información que hoy ya no la hay. Pero creo que los productos televisivos y radiales tienen el desafío de encontrar otras maneras de contar y dar la batalla. Yo creo que hay que darla porque eso de: “la gente no lo elige”… No elige hasta que se lo mostrás. ¿Cuánto consumimos de televisión argentina?

Nosotros tenemos eso de: “El senador tal dijo tal cosa. ¿Usted qué opina?”.

Es tremendo.

¿Eso es periodismo?

No. En Uruguay no hay periodismo de farándula, o hay poco, lo que ha ido desarrollando Carballo.

Hasta la foto del avión.

El avión, exactamente. Y todos googleando a la novia del ex presidente a ver quién era. No hay periodismo de espectáculo. Pero nuestras vedettes terminan siendo los políticos. Y para mí no está nada bueno.

No me quiero parar en un pedestal en el que no lo hago. Obviamente que sí. Pero ahí debería funcionar el trabajo en equipo. Cuando viene uno diciendo lo que le contestó por Twitter Da Silva o lo que le dijo Bettiana Díaz, deberíamos hacernos contralor entre nosotros. Paremos un poco, ¿esto es importante. ¿A quién le impacta algo en su vida? ¿Hay acá una información relevante para ser publicada? Pero también a veces la vorágine te lleva. Dale, dale. Están todos hablando de eso. Y cómo yo no voy a hablar de eso. Twitter es una herramienta buenísima para muchas cosas, pero nefasta para otras.

Que se olvide de los chorizos para el asado no puede ser noticia.

No, yo creo que no es noticia eso y creo que los que lo publicaron no sé si consideran que es noticia.

¿Qué buscan? ¿Likes?

Si tuvieras que escribir una crónica sobre las primeras horas fuera del cargo del ex presidente, escribís sobre los chorizos. Lo escribís porque la crónica contaría que iba apurado, que se subió la camioneta, si iba transpirado, si iba contento, si iba con alguien. Y si le tiran los chorizos por el balcón, también. Lo que pasa es que, como lo hace la tele, hay una mirada de: “Mirá estos en la televisión, cómo banalizan todo”. Entiendo que no es noticia.

¿Cuánto hay de vedetismo en el periodismo uruguayo?

Yo creo que hoy hay más que antes. Bueno, en realidad tengo 30 años, no tengo mucho con qué comparar.

¿No leés nada para atrás? ¿No te interesa?

Claro que sí, por supuesto. Obviamente soy una construcción de las cosas que he leído y te puedo asegurar que he leído mucho.

Hasta ahora no nos hemos dado cuenta.

¿Esta es una entrevista  o me vinieron a pelear? No, es que he leído mucho, pero me preocupo. Siempre me ha pasado de que me digan: “¿Cómo vas a opinar del pasado reciente, si tenés 25 años?”. Eso me ha llevado a leer mucho de las cosas que no viví. Lo del vedetismo considero que hay una tendencia, que todos tenemos, que es opinar de absolutamente todo y eso nos hace creer que nuestra opinión es trascendental para la gente. Y alimenta esa idea de que si no opino, no existo y que a todo el mundo se le va la vida con mi opinión y terminás siendo el protagonista. Estás arriba del escenario y para mí no está bueno. No es que nunca haya que opinar, creo que hay momentos que tal vez lo ameritan, pero uno se deja llevar y termina opinando. Pero me parece que eso no puede ser la base de nuestro laburo y nosotros nunca podemos estar antes de la noticia. Y veo situaciones donde…

Periodistas que se creen influencers.

Y bueno, viste que siempre repiten eso de que nosotros manejamos la conversación pública y creo que eso penetró, y hay gente que se la creyó de verdad. Para mí ahí lo que sirven son los equipos periodísticos. Tener un buen colega que te quiere, que te diga mucho más: “Tranquilo”. Ojo, que eso no te haga perder la mirada más clara, más lúcida de lo que sucede. Pero bueno, capaz que a otros les rinde la fórmula. La verdad, no lo sé. Yo siento que eso deja de ser periodismo. No es que dejes de ser periodista, pero cuando haces eso no estás haciendo periodismo. Es otra cosa.

Es autobombo, es una especie de estar en el candelero.

Exacto. Mi colega Guille Draper, con quien viajé a las Malvinas…

¿Hiciste algo?

Sí, claro. Estoy preparando una serie de documentales para el canal y para la radio, salí todos los días con informes.

¿Qué contaste, ovejitas? ¿Qué hay de interesante en las Malvinas?

Yo te cuento: es una isla donde viven tres mil seiscientas personas, donde hay pesca, lana y turismo, donde hay más de sesenta y nueve nacionalidades y encontrás de todo, con un promedio de edad de 40 años. Hay muchas cosas para contar además de la guerra, que es muy impactante. Pues la verdad es que estoy preparando mucho material. Fue una experiencia muy linda. La verdad que la profesión me ha dado la oportunidad de conocer muchos lugares.

Sí, fuiste al Congo, a Alemania, a San Francisco.

Fui a Estados Unidos dos veces con la actual vicepresidenta, pero me invitó la Cámara Uruguaya de Tecnología de la Información. Fui a Nueva York y fui a San Francisco.

Lo de las cárceles en Alemania me interesa.

Bueno, cuando estaba en Buen Día, presentaba una vez por semana informes especiales. Con esta obsesión que tengo de salir de las cuatro paredes y el tema de las cárceles siempre me interesó. Hice un informe sobre la unidad de la cárcel de madres con hijos. Siempre era un tema que intentaba poner en las agendas de los lugares donde trabajo. Alguien que no sé quién es vio que yo tocaba el tema y me invitan para viajar junto a Diego Sanjurjo a conocer el sistema penitenciario femenino en Alemania. Diego Sanjurjo me invitó previamente al viaje a conocer la cárcel de mujeres de acá, y recorrimos todos los pabellones. Lo lindo, lo feo, lo malo, lo bueno con una autoridad de gobierno. Hablamos con los operadores penitenciarios, con mujeres presidiarias y me fui con un panorama de acá para irme al primer mundo. Volví con el convencimiento de que el camino…

Estamos a años luz, ¿no?

A años luz, sí. Pero es cultural. Eso es lo que a mí más me duele, porque me da la sensación de que una gran parte de la población, incluidos muchos de los políticos, creen que la reinserción y la reeducación no es el camino, que el camino es la represión.

Eso está cambiando.

Sí, está cambiando. Por eso creo que es una batalla cultural que se empezó a dar por personas como Diego Sanjurjo, como Fernanda Sfeir y Bettiana Díaz, que también se interesan en el tema cárceles. Pero a mí me pasa que cuando toco el tema de la cárcel en la radio hay cantidad de mensajes: “Que se mueran todos adentro. Y entiendo a la gente que es víctima de la delincuencia. Si me matan un hijo, si me roban, si me hacen pasar un mal momento, si corro riesgo, también quiero que la Justicia haga su trabajo.

Graciela Barrera es un ejemplo interesante.

Interesantísimo. Pero no hay miles de Gracielas.

Hay que darles más vida a esas voces.

Totalmente. Y contar historias. Yo traje a Periodistas a un operador penitenciario y a una madre de una persona presa que te cuenta las peripecias que viven las familias. Se calcula que por cada preso hay por lo menos cuatro personas subyacentes que sufren la

situación. Y que muchos son niños. Hay que dar la batalla cultural y hay que poner recursos. En Uruguay invertimos cuarenta mil pesos por preso, que es mucha plata.

Mil dólares por persona.

Y en Alemania invierten seis mil. En Alemania ya no saben qué hacer con las cárceles, las están cerrando, porque la gente no va presa. Y en vez decir: “Bueno, achicamos el gasto del Estado en esto”, ponen más plata. A los presos alemanes les pagan estando en la cárcel, y les guardan la plata para que ellos después puedan salir y tener una vida. Pero acá se van con suerte con el boleto y esos cuarenta mil pesos, que es mucha plata, son para darles de comer y para que no se escapen.

Claro.

Entonces, ¿cómo podemos pretender que la seguridad pública funcione, si el 70 por ciento de la gente que está ahí en condiciones realmente paupérrimas, además de que se violan los derechos humanos, sale a la calle con una mano delante y otra atrás, totalmente cargada de odio, con una escuela del delito brutal que es la cárcel nacional? A Ana Juanche, la próxima directora de cárceles, la he escuchado, y me resulta interesante lo que ella cuenta. Me parece que además hay un cambio en las políticas públicas de seguridad, de empezar a consultar a gente que sabe.

Parece que el estamento político está empezando a ver que reducís o fracasás.

Bueno, pero Zubía no tiene esa mirada.

Es marginal.

Pero existen. Y a veces el político cuando empieza a ver que en realidad no le funciona al 100 por ciento mira por otro lado y busca en otro lugar. O sea, está buenísimo el ser de centro. Yo me siento una persona bastante de centro, no me gusta encasillarme políticamente, puedo moverme de un lado al otro sin ataduras. Pero los políticos están cada vez yendo más al centro. Entonces, ¿en qué se diferencian? ¿Cómo le cuento a la gente qué es uno y qué otro? La ideología es importantísima.

¿Cómo te definís ideológicamente?

Yo no tengo por qué definirme. Yo no soy política.

Como ciudadana.

Y me defino por temas, tengo posición en temas, no tengo una posición ideológica, político partidaria.

Son todos iguales, no quieren definirse. Esta generación me tiene harto.

Ya te he leído lo de la generación hipersensible.

Todo eso es mentira.

Vos no serás así.

Yo soy muy llorona. Eso sí.

No estoy hablando de partidos políticos. Sé que vos querés ser aséptica y objetiva porque te educaron así con la escuela de Búsqueda.

Te entendí y tengo posición en temas.

¿Sos religiosa?

Sí. Soy una mujer cristiana católica.

¿Vas a misa y esas cosas?

Cada vez menos. Soy muy crítica con la Iglesia.

¿Te confesás de vez en cuando?

La confesión la hago yo con mi alma. Imaginate,

pobrecito Jesús, lo que tendría que escuchar. Creo en Dios y encuentro ahí un refugio espiritual, emocional, que obviamente tiene que ver con mi formación, con mi historia de vida. Me he encontrado curas maravillosos en el Seminario, que es mi casa, pero soy muy crítica. Mis padres eran muy críticos. Una vez había un cura que hizo un sermón sobre que estaba dejando de fumar y que el diezmo era para dejar el pucho. Mi padre, gran fumador, nos miró y nos dijo: “Nos paramos todos y nos vamos”. Duritos, vestidos de domingo. Imaginate, los seis con mi padre nos fuimos. Soy una persona crítica en todos los espacios donde estoy. Y la verdad es que no soy tan asidua a misa, pero si mañana me caso, me quiero casar por la Iglesia, por ejemplo.

Vivís en pecado.

Pecadora, que me quiera como soy la Iglesia. Esta es la sierva que tiene. Si no le gusta, bueno, dejaré de encontrar ahí un espacio. Me encantaría que cambien muchas cosas, que sea mucho más abierta, mucho más diversa. Pero también reconozco eso de estar en territorio a la Iglesia, que ocupa espacios que el Estado no ocupa.

Sí, sin duda. Y a veces muy bien.

Muy bien. El padre Mateo. Chapeau. Yo me crié recorriendo barrios con el Seminario. Ahora se habla de las ollas populares. Pero en la olla que sale del Mateo 25, en el Seminario recorríamos todo 18 de Julio. Era una chiquilina y lo veía. Y a mí eso me lo acercó la religión. Esa sensibilidad social y esa capacidad que creo que hoy tengo de moverme en diferentes ambientes me las dio eso. Un colegio de donde salieron muchos de los tomadores de decisiones de nuestro país, porque así me lo han dicho en el Seminario los propios docentes, ex presidentes, ministros, muchos periodistas fueron al Seminario, y la posibilidad también de ver esas otras realidades.

¿Sos liberal?

Creo en la libertad. No me gusta definirme. Yo soy bastante firme en mis posturas en muchos temas. Pero no creo que me tenga que encasillar en lo liberal, en lo económico. Depende de qué momento.

¿Por qué esa decisión de no votar?

Hay mucho de eso que viene de la experiencia de mi papá, que era argentino. Mi padre decidió no sacar la credencial.

Cortá el cordón.

No terminé, señor periodista. Mucho viene de ahí. Y, obviamente, eso se lo cuestioné a mi papá, por qué esa decisión. Y la verdad que lo comparto. Sé que hay otros colegas que también piensan igual que yo. No creo ser mejor. Y me parece bien la gente que vota. Pero, desde el momento en que elijo esta profesión, que para mí es una manera de vivir, prefiero separarme de toda elección que sienta que mañana puede llegar a generarme una fricción entre lo que decido y el ejercicio de mi trabajo.

El voto es secreto.

Ya sé, pero lo siento yo. Yo soy hincha de Malvín y  quiero que gané siempre.

Y eso no te quita credibilidad.

No me quita credibilidad, pero lo decido yo. No es por

lo que piensa la gente. Obviamente que lo que más defiendo en el mundo es la posibilidad que tenemos los ciudadanos de elegir a quienes nos gobiernen. Obviamente, en eso se basa gran parte de mi trabajo.

Fuiste una de las conductoras del aniversario del Acto del Obelisco

El mayor honor que he tenido.

Injustificado, porque ni siquiera votás.

¿Y qué tiene que ver eso?

Fue la lucha por la democracia, para volver a votar. Y vos decís: “No, yo no voto. Soy aséptica”.

Primero, voto. Voto anulado. Que no es no votar.

Para no pagar la multa, eso es ser microbia.

Eso es de rata. No es que yo no voy. Voy a votar.

Celebro la democracia, celebro el derecho al voto. Hoy decido no votar. Tampoco voy a marchas.

¿No vas a la marcha de la mujer?

No. Y me considero una mujer feminista. Hablo del tema en los espacios que ocupo. Busco ponerlo en agenda, pero entiendo que no tengo que formar parte activamente de eso. Tampoco voy a la marcha por la discapacidad, que es un tema que me atraviesa, que es mi vida.

¿Te manchás si vas?

No, no me mancha. Lo decido.

¿Cuál es el miedo? ¿Que te juzguen?

No, no. Pero no es por los otros. Es por mí. Yo me quiero blindar en el ejercicio de mi profesión, y siento la emocionalidad que te puede dar estar en esa marcha donde pueden pasar cosas que podés estar de acuerdo o no estar de acuerdo. Yo decido para verlo, para contarlo, para analizarlo, para juzgarlo y para señalarlo. Porque es un hecho histórico y ese es mi deber. Prefiero mirarlo de afuera, que no quiere decir que no me importen esos temas. Celebro a la mujer en todos los espacios. Busco poner estos temas en la agenda y lo hago cada vez que puedo. Intento. Si tengo que elegir entre un político y otro, y los dos me dan lo mismo, intento darle voz a la mujer. Lo mismo con la discapacidad. Es un tema que atraviesa mi vida y no voy tampoco a la marcha.

Esa generación no es de cristal, es balconera que mira y no se juega por nada.

No, la verdad que no estoy de acuerdo. Podés votar y no tener un compromiso de absolutamente nada. ¿Cuántos hay que votan por lo que le dicen los papás? ¿Cuántos hay que votan por disciplinas partidarias y en realidad no leyeron nada, no tienen ni idea de lo que proponen? Yo tengo compromiso en absolutamente todo lo que hago, porque si yo no estoy comprometida, me voy de los lugares, me voy, pues soy pasional. Estoy loca.

Interesante titular (risas).

Soy muy pasional y muy justiciera.

Pero no hago nada por la justicia.

Obvio que hago. Yo creo que mi trabajo tiene un valor en ese sentido y en las discusiones que intento tener con mis amigos, con mi familia, con la gente que me rodea, siempre estoy intentando generar discusión y que eso tenga un resultado, por lo menos para pensar, pero no tengo por qué hacerlo activamente en una marcha. Ir a una marcha no me define feminista. Hay muchas mujeres de la comunidad judía que no van a ir a esta marcha porque no se sienten representadas. ¿Eso te hace menos feminista? Está buenísima la marcha y obviamente que la celebro y me parece que es una manifestación.

Hay mujeres que lo único que manifiestan en su vida es esa marcha.

Y bueno, me parece bien. Capaz que eso las hace sentir protegidas, que no están solas, las hace ser…

Protagonistas.

Protagonistas de su vida, y está bien. Lo que no quiero es que sea una manifestación de cartón. O sea, eso tenés que llevarlo a tu vida. Se tiene que ver en los hechos. Es como lo que pasó el sábado, fiesta de la democracia, decimos todos: está buenísimo lo que pasó. ¿Cuántos países en el mundo pueden ver a un presidente entregándole la banda a otro? Emoción total. Está bárbaro. Pero eso también tiene que repercutir en un sistema político que tenga acuerdos para cambiarles la vida a las personas. Porque si no llegamos a conclusiones. Está buenísimo la banda. Está buenísimo que se continúe ese discurso que dio Orsi sobre la acumulación positiva en la política reconociendo los expresidentes, está genial, pero no logramos tener un fiscal de Corte.

El presidente recién asumió, esperá.

Pero no solamente depende del presidente. Eso necesita la aprobación de los parlamentarios.

No sos afiliada a APU. ¿Por qué?

¿Puedo decirte algo de mi padre o me vas a criticar?

En mi casa vos entrás y a la izquierda hay una especie de biblioteca con una máquina de escribir y un texto de la Asociación de Prensa de San Pablo contando que mi padre, Juan Miguel Petit y Claudio Invernizzi habían estado detenidos. Mi padre militó activamente en tiempos donde ser sindicalista no es lo que soy. Y yo entré a Radio Sarandí y en esto que vos me decís, del duelo no procesado con mi papá, que puede haber mucho de cierto. Llego a Sarandí y empiezo a preguntar a mis compañeros, porque necesitabas a dos para que te presenten en APU. No había. Estaba Luis Curbelo nomás, que laburaba en radio Sarandí y era dirigente. Cuando vi que nadie era afiliado me pareció raro. Y la verdad es que hoy creo que es un sindicato que nos representa a medias. Pero no me gusta hacer crítica porque no estoy adentro trabajando para cambiarlo. Sería una hipocresía de mi parte. Si querés cambiarlo, hermana, andá y dedicá horas. Hoy siento que APU representa a todo el sistema mediático que tiene también otros oficios que no son los nuestros. Siento que, a nivel de la concepción del periodista como trabajador, han hecho mucho por eso, porque a veces eso de estar cerca del poder nos lleva a que nos vemos como si fuéramos una cosa más elevada. Pero no hay ámbitos o no encuentro ámbitos de discusión de la ética profesional, del futuro de la profesión. O sea, más que con mis compañeros, que a veces pueden estar viciados de las experiencias comunes, no encuentro ámbitos de conversación.

Están sentados criticando en Twitter.

Bueno, yo como mujer joven quiero esos espacios, los necesito. Estoy ávida, intento que hablemos, que discutamos, que nos pensemos. Nos cuesta hablar sobre nosotros, No, porque es periodismo de periodistas. El otro día tuvimos las discusiones en la radio. Todo este tema de los periodistas que se pasan a la política.

¿Está bien o está mal?

Tengo que desarrollar. No me hagas la gran Milei por sí o por no.

Primero, creo que está la libertad individual de hacer lo que quieras.

Eso es un eslogan.

No, tiene que ver con mi teoría.

Qué teoría, si no te definiste en nada.

Yo no creo que sea así. Estás siendo injusto.

Estoy pidiendo definiciones.

Evidentemente, tú tienes necesidad de definirte para sentir seguridad. Yo no tengo por qué definirme. Y, además, con 30 años no quiero que nadie me encasille, porque tengo una vida por delante para descubrir las cosas. Siento que hay algo que puede tener que ver con esta decisión. Laburamos muchas horas. Malos sueldos, condiciones de inseguridad. Muchas veces decir: “¿Voy a tener laburo o no?”. Levantan el programa, hacen un recorte… y la gente quiere vivir. La gente necesita comer y tener un laburo.

¿Cómo se soluciona todo eso?

No sé, yo no tengo la clave para la solución. La que elijo yo.

Sindicato se llama.

Pará. ¿Lo hizo?

Si cada vez son menos los que se afilian…

Y bueno. ¿Por qué?

Porque somos todos estrellitas individualistas, así que yo soluciono mi vida.

Bueno, puede ser que tengas razón. Ojalá que algún día tome la decisión de laburar por eso y que lo podamos transformar. Ojalá. Vuelvo al tema. Por otro lado, creo que también hay mucha gente que practica el periodismo que puede sentir que su capacidad de incidir en la vida de la gente tiene un límite y que entiende que la política puede ser el mecanismo, ¿no? Y lo entiendo válido.

¿Estás pensando en Sotelo, Bottero, Obaldía?

Sí, todos esos que tú nombraste. Iliana, Martín Lees, Blanca, todos. Pero la verdad es que no me gusta. Preferiría que no suceda.

¿Le quita credibilidad al periodismo?

El periodismo está atravesando una crisis de credibilidad y una crisis de consumo. Esto no es que le quite. Lo que creo que hace es abonar esas ideas de que todo lo que me cuentan los periodistas tiene una intención política de convencerme. Son Maquiavelo. Creo que no le quita credibilidad. En Uruguay tenemos un sistema fuerte de periodismo. Pero sí abona esa teoría. Y la verdad que preferiría que los míos se queden en mi trinchera trabajando.

Una cosa es dar el paso a la política para un cargo electivo o de jerarca, y otra cosa es un cargo técnico.

Sí, hay una diferencia. Martín Lees e Iliana Da Silva están encargados de una oficina muy importante, donde hay decisiones políticas, no solamente comunicacionales. Después tenés, por ejemplo, el de Sergio Silvestri, director del informativo de Canal 5, que es un trabajo técnico. Cuando me fui de Canal 4, me ofrecieron hacer comunicación en un ministerio y dije que no, y necesitaba trabajar. Hay gente que ha hecho una estrategia muy inteligente de no estar en primera línea de fuego en ese ida y vuelta, y hay gente que merece volver a los medios, pero yo no lo haría.

Puerta giratoria relativa.

Yo creo que tenemos que estar lo más alejados del poder posible. Y una vez que decidiste pasar…

No hay vuelta atrás.

No sé si no hay vuelta atrás, tendría que analizar caso a caso. Si estuviste en la política, en un cargo ejecutivo, en una lista o algo así, no. Blanca no va a volver nunca más. Sotelo no debería volver más.

Son viejos que van a volver.

Bueno, hay cada carcamán.

En periodismo son cada vez menos. Quedo solo yo.

Son un montón. Y está bien. Yo quiero trabajar en una redacción con gente diversa. Bueno, ves, Periodistas es un ejemplo de varias edades. Tenés a Jorge, tenés a Alfonso, al Sapo Zas, que está en la generación de los 40 y pico, y yo, que estoy en los 30 y eso fue supernutritivo para nosotros.

¿Sufriste más por joven que por mujer?

Sí, porque los temas que a mí me interesaba abordar…

Eran “masculinos”.

Muchas veces son más masculinos porque tienen que ver con la política, con la actualidad. A mí me costó en la radio. Si bien siempre sentí que tenía mucha apertura por parte de la audiencia. O sea que me querían. Pero si tenía 25 años, no podía hablar ni de cómo era ser papá o mamá y no podía hablar de enfermedades porque no las tenía en el cuerpo. No podía hablar de no tener un mango, porque cuando empecé en la radio vivía con mi mamá y no podía hablar de la dictadura. O sea, no podía hablar de muchas cosas. Bueno, creo que con trabajo, con esfuerzo y haciéndome el lugar, logré que eso se diluyera. Hoy ya soy una persona grande. Yo te tomo el pelo, pero a mí no me gustan las nenonas de 30 años que se hacen las que son unas bebés. Obvio que no. Yo soy adulta y obviamente ser mujer sí te hace estar en desigualdad de condiciones muchas veces. Pero les agradezco mucho a otras mujeres que también generaron espacios y que gracias a eso también las más jóvenes podemos estar ahí.

¿Vas a volver al periodismo escrito?

Ni idea.

Seguís leyendo en papel o fue un verso.

Claro, leo papel y leo portales, leo todo. A vos te leo en papel. Pero preparándome para esta entrevista, estuve leyendo en la web también. Cuando me levanto lo primero que hago es mirar y recorro todos los portales, por lo menos los titulares, para ver qué onda. Montevideo.com, El País, El Observador, la diaria y algún medio internacional. Y cuando llego a la radio profundizo en eso.

¿A qué hora llegás a la radio?

A las siete y veinte. Vivo en Malvín y tengo un viaje lindo, pero madrugo.

¿Las inteligencias artificiales cómo pueden afectar la ética en el periodismo?

Creo que ese es uno de esos temas en los que tendríamos que estar sentados pensándonos, ¿no? Y que esta falta de discusión entre periodistas que no la representa APU y que a veces no la encontramos en las redacciones. Pero ese es, seguro, uno de los temas que tenemos que conversar. Yo soy hija, me parece, de la generación que no soy ni chicha ni limonada.

Sos más digital que analógica.

Sí, claro creo que sí, obviamente. Y mis amigas consumen todo digital. O sea, de la radio no saben lo que es una Spica. La ponen en el auto, la ponen en el celular. Pero no lo veo tampoco como el enemigo. Siento que tiene que ser una herramienta para que nos quite hacer cosas mecánicas que a veces hacemos y ojalá que nos dé tiempo para hacer mejor periodismo y que nos saque de arriba tareas que no deberíamos tener o que podríamos simplificar.

¿No pensás que puede suplantar al periodismo?

No creo. En el periodismo precisás pensar.

Tenemos una generación de periodistas con título universitario pero que lee poco. Recorta y pega. Ahora, con inteligencia artificial, no sé qué va a pasar.

¿Y quién edita a ese periodista joven?

Alguno más veterano que anda en la vuelta.

Pero entonces, es de joven, de viejo o es de boludo.

O de irresponsable.

Hay generaciones que no se forman. ¿Sos así?

Espero que no. Que algunas veces estoy más preparada que otras, sin dudas. Intento siempre dar lo mejor de mí en el ejercicio de la profesión, porque lo siento como una responsabilidad. Otro de los temas que tenemos que discutir entre nosotros, porque está buenísimo el señalamiento. O sea, todos podemos hacer una radiografía de lo que pasa.

Es muy lírico lo tuyo. ¿En qué ámbito?

Tomarnos unos gin tonics y juntarnos para charlar.

Soy una tomadora de cafés/gin tonic con muchas fuentes con las que tengo información y otras con las que obtengo contexto. Busco tener conversaciones con gente.

¿Con quién te encontrás? ¿Con qué tipo de gente?

Políticos, sin duda. Pero también economistas, escritores, mujeres, muchas empresarias, con las que quiero conversar. En un principio me decía: “Pero si me ven a mí, mujer, con este legislador, ¿qué van a pensar?”. ¿Iba a ceder espacio por pensar que pueden llegar a señalarme? No. Tengo pocas horas de sueño porque muchas veces me voy a tomar café después de acá, que salgo a las ocho de la noche y porque lo siento necesario. No solamente porque pueda encontrar en esa persona información útil para mi trabajo, pero también porque me da contexto, y lo necesito. Tengo un montón que aprender, seguro, y lo busco por ahí.

Vos sos la que patearía la puerta del asado al que no te invitaron.

Seguro. Les diría: “¿Por qué no me invitaste, sorete?” o: “El asado fue un embole porque no me invitaste”.

Siempre hablamos con Fernanda Sfeir de que tenemos que organizar un encuentro de mujeres. Porque si ustedes hacen los asados. ¿Por qué nosotras no hacemos los asados? Tampoco podemos sentarnos a esperar a que nos inviten. Hagámonos nosotras los asados. Creo que debemos generar nosotras, las mujeres, esos espacios y conquistarlos. Y si a mí las fuentes no me llaman o la gente no me invita, invitarlos yo. Hay que ser más proactivo y también potenciarnos.

¿Hay sororidad entre mujeres periodistas o hay competencia?

Yo creo que hay sororidad. Yo me he encontrado con muy buenas colegas. No sé si hay una mirada así como de costado. A veces la televisión, que tiene una carga extra al periodismo, que puede ser de la estética, cómo te ves, cómo lucís, si das mejor en cámara… Eso lleva a que haya en la mujer una carga más allá de la intelectual o las capacidades. Pero yo creo que esa imagen de las mujeres matándonos a codazos está totalmente perimida. Que las hay, las hay.

Entre los hombres, también.

Eso te iba a decir, también entre ustedes. Y hombres que te quieren serruchar, también. O sea, hombres a mujeres. Eso está en el instinto del ser humano. Pero yo creo que está comprobadísimo, así como te digo que está comprobado que la reinserción, o sea la reeducación de los presos, no se puede discutir. No se puede discutir que si no trabajas en equipo, estás en el horno.

Creo que está perimido el: “Nena, ubicate en tu lugar”, que existía mucho.

Sí, pero igual falta.

Hoy el 61 por ciento de los universitarios son mujeres.

Está buenísimo. Pero, ¿cuántos Grado 5 son mujeres?

Vamos rumbo a la cuota masculina.

Ojalá. Eso va a suceder cuando se valore la capacidad y no si vas a ser mamá o si no sé qué. Ahí va a suceder. Pero esas mujeres universitarias, que por suerte cada vez somos más, no llegan todas a lugares de decisión. Entonces, desde los lugares donde podés transformar es donde también podés cambiar la realidad. Ahora cada vez hay más editoras mujeres, hay mujeres a cargo de medios. Seguro que estamos en otra situación. Pero todavía hay un sesgo de género.

Eso es producto de muchas feministas que trabajaron antes.

Ahí está la acumulación positiva también. Claro que algunas iban a las marchas y otras no.

Aborto, ¿sí o no?

 Sí.

¿Mismo trabajo, misma remuneración?

Entre hombres y mujeres, sí. Pero si la capacidad es la misma. O sea, si tú vas a las mismas horas que yo a trabajar pero no hacés absolutamente nada; y si yo pido un aumento, espero que me lo den porque yo me rompo el lomo trabajando… O sea, no es lineal. Pero sí quiero que todas las mujeres que trabajan de la misma forma que un varón accedan al mismo salario.

Milei, ¿sí o no?

No. Milei en lo que veo hoy, no. Milei, creo que en un proyecto de ley, no quiero errar en la información, habla de las personas con discapacidad como imbéciles e idiotas y estúpidas. Para mí hay cosas que no se negocian.

¿Cuadro de fútbol?

Nacional. Si digo lo contrario, no vuelvo a casa.

¿Tan bolso es?

Sí, prefiere al Chino Recoba que a mí. Soy hincha de Malvín en básquetbol.

¿Planes a futuro?

¿En qué ámbito?

De vida. Aparte de que te vas a casar por iglesia, el día que te cases.

¿Querés que te invite?

No, odio ir a la iglesia. Soy ateo.

Pero bueno, a la fiesta.

No, porque hay que hacer regalo.

Ateo y rata. Las dos cosas (risas). Mirá, estoy en una situación también bastante incierta, por la incertidumbre en los medios. Tenemos autoridades nuevas en el canal. Veremos si el plan son los mismos programas, si hay intención de cambiar en algo. Estoy como a la expectativa. Y después, a nivel personal, obviamente estoy en una edad bisagra, donde uno empieza a definir su vida adulta con otra responsabilidad. Las mujeres tenemos el reloj biológico.

¿Querés tener hijos?

Sí, me gustaría. Pero empiezo a laburar a las siete de la mañana y termino, cuando tengo Periodistas, a las doce de la noche. En ese diagrama sería impensado tener un hijo. Tendría que cambiar algo de mi actividad y todavía siento que me tengo que asentar profesionalmente. Es un poco la realidad de las mujeres. No te voy a decir que vivo mal. Pero porque trabajo mucho. Tengo tres sueldos. Un ingeniero o cualquier otra profesión, con las horas que laburo yo, tira manteca al techo. Porque la verdad es que no sé. Tengo mucha ansiedad por el futuro. Soy muy ansiosa y estoy todo el tiempo pensando eso.

¿Sos optimista con respecto al futuro?

Sí, soy optimista, pero a veces quiero que las cosas salgan ya. Y bueno, me he dado cuenta que hay que esperar. Pero es algo que he intentado manejar personalmente. Es un desafío emocional. En esta generación de cristal de la que soy parte.

¿Bancás las críticas o te duelen?

Sí. Me encanta que me critiquen. Me gusta la confrontación de ideas.

¿Qué asignatura tenés pendiente como periodista?

Hacer más periodismo de investigación.

¿En qué medio?

Vuelvo a lo del formato. El que me permita hacerlo bien. Y que me pague bien. Porque quiero vivir de esto. Ojalá que podamos hacerlo todos.

¿Qué pensás del rol de los medios públicos?

Que son necesarios, que tendríamos que ver si necesitan una actualización.

No lo ve nadie a Canal 5, dejate de embromar. Tiene un rating de miércoles.

Eso no es así. No se mide el interior del país, y yo tengo muy buenas repercusiones en la calle. Que me gustaría que se vea más, seguro. Pero vuelvo a lo mismo, yo prefiero estar en un medio que no se mira tanto pero que hace productos de calidad. Quiero un espacio donde siento que puedo hacer mi trabajo, antes que un espacio donde me vea todo el mundo y sea recontra reconocida, pero que en realidad de periodismo hay poco. Ojo, hay productos televisivos que se ven mucho o por lo menos más que Canal 5, y algunos hacen buen periodismo y otros se ven porque son entretenimiento válido. Obvio, yo tengo la camiseta puesta porque trabajo acá y creo en el rol que tienen los medios públicos, que son distintos a los otros.

¿Cuál es el rol del medio público?

Seguro, tener todas las voces. Que las sensibilidades del interior del país estén representadas. Que la cultura esté representada, porque la cultura no forma parte de las grillas de los canales privados. Creo que eso es el rol de los medios públicos.

Bien, alcahueteando a la patronal, se llama eso.

No, para nada, Para nada. Y ojalá que mi vínculo con el canal continúe y haciendo cosas de las que me siento orgullosa.

¿La peor experiencia que tuviste como periodista? ¿Te manchaste con salsa en Panini’s?

Me atranganté almorzando con Puglia. Estaba comiendo y me habló. Pero no salió porque fue editado. ¿La peor experiencia? No sé qué decirte. Creo que el término del vínculo con Canal 4 fue doloroso. Una vez Nin Novoa me cortó el teléfono en una nota con Jaime Clara.

¿A quién te gustaría entrevistar?

Al Papa Francisco, no sé si llego. Una muy buena experiencia periodística fue entrevistar a María Machado, que estaba escondida después las elecciones. Esa fue una nota que me costó mucho.

Ahora en Uruguay me encantaría entrevistar a Orsi. Hoy me gustaría entrevistar a Lacalle.