Marx recargado: Fusaro y la filosofía del disenso por Miguel Pastorino

“Una humanidad reducida a un polvillo de átomos sin identidad ni profundidad cultural, meros consumidores anglófonos sin cualidades, incapaces de hablar o entender otra lengua que no sea la lengua cosificada de la economía” (Pensar diferente, p. 84).
“Pensar diferente: Filosofía del disenso” es una obra del filósofo marxista italiano Diego Fusaro, publicada en 2017 en italiano y en 2022 en español. En este libro, Fusaro explora la importancia del disenso en las sociedades democráticas como forma de resistencia y construcción de alternativas frente al pensamiento único y la conformidad social. Pensar diferente exige también aceptar que haya pensamiento diferente. La tesis central del libro es que vivimos en una sociedad que ha logrado aniquilar todo disenso y modelo alternativo, hasta el punto de dar forma a un pensamiento único que pretende haber conciliado lo posible con lo real.
Fusaro, nacido en 1983, es director de Filosofía Política en el Instituto Alti Studi Strategici e Politici de Milán. Es un conocido polemista en medios de comunicación y un intelectual comprometido y apasionado que cruza los límites de lo considerado “políticamente correcto”. Es un agudo crítico de la economía globalizada del poder financiero y de las políticas neoliberales, pero también plantea un duro cuestionamiento a la nueva izquierda que considera se ha despreocupado del histórico corazón del conflicto social entre los de arriba y los de abajo, olvidando su esencia emancipadora, para dedicarse a las cuestiones identitarias y emotivistas, abandonando así toda crítica social y convirtiéndose en funcional a la mentalidad capitalista.
Entre sus obras traducidas al español se destacan: “Todavía Marx. El espectro que retorna” (2017), “Antonio Gramsci. La pasión de estar en el mundo” (2018), “Idealismo y barbarie. Para una filosofía de la acción” (2018), “Marx idealista” (2020), “Historia y conciencia del precariado. Siervos y Señores de la globalización” (2021), “El nuevo orden erótico”, (2022), “Odio la resiliencia” (2022) y es colaborador habitual de los diarios La Stampa e Il Fatto quotidiano.
Disenso como condición para la democracia.
En “Pensar diferente” Fusaro muestra como el disenso ha sido una constante en la historia humana, manifestándose a través de la rebelión, la protesta y el desacuerdo. Considera que el disenso es una virtud fundamental en las democracias, ya que permite la coexistencia de opiniones diversas sin represión, fortaleciendo el poder democrático. Contrasta el disenso con el consenso, señalando que la falta de disenso debilita la democracia y favorece el conformismo.
El autor analiza cómo la sociedad actual ha neutralizado el disenso mediante un consenso omnipresente y un conformismo masivo funcional. Destaca el uso del lenguaje comercial (inglés) como una forma de controlar el pensamiento y perpetuar el orden establecido, como el neolenguaje utilizado para el control totalitario, mencionando la reducción del léxico y la desaparición de palabras que puedan cuestionar el statu quo.
Para Fusaro la historia de la humanidad es la historia del disenso. Las personas siempre se rebelan cuando tienen un sentir diferente (disenso), contra un sentir común (consenso), que pretende ser lo único legítimo. Y repasa desde Sócrates hasta Mandela, figuras del disenso, aquellos que dicen que “no” al poder. El acto de disentir niega para afirmar, para construir una alternativa. A diferencia del consenso que puede ser pasivo, el disenso siempre es activo y positivo.
La democracia necesita de la oposición, del disenso y Fusaro entiende que la democracia está cada vez más débil por la desaparición del disenso.
Hobbes en el Leviatán argumentaba que el Estado no podía acceder a la conciencia individual porque la conciencia es un territorio de la naturaleza al que ningún poder puede forzar. Pero en las formas políticas actuales, dice Fusaro que ya no se reprime el disenso, simplemente se trabaja para que no pueda constituirse. El elogiado pluralismo termina en un monólogo de masas que elogia el orden dominante.

Odio la resiliencia: la mística del aguante.
En 2022 publicó su obra “Odio la resiliencia: contra la mística del aguante”, donde expresa que el sujeto resiliente parece ser el ideal de nuestra cultura, donde la tarea de cada uno es aceptar el destino incambiable sin cuestionar las causas de la adversidad, sino buscar en sí mismo estrategias para reinventarse y rehacerse.
Fusaro entiende que hay dos formas de usar el concepto de resiliencia, uno positivo que es el que usa la psicología como respuesta ante eventos traumáticos de carácter irreversible, apunta con buenos resultados a trabajar duelos, enfermedades incurables, etc. Y esto no tiene nada de ideológico. Pero existe un mal uso del concepto de resilencia, cuando se lo usa como categoría de análisis social o económico, como “Palabra del poder” que nos pide actitud de aguante estoico, en silencio, ante circunstancias que serían reversibles, pero no nos permitimos cuestionarnos.
Este traslado ideológico de la resiliencia convierte la injusticia, la miseria y la explotación, como realidades “incurables”, anestesiando cualquier espíritu crítico y revolucionario. Así el resiliente social al no poder cambiar las cosas, elige lo que hay, partiendo de que las asimetrías sociales no se pueden cambiar y se adapta. En lugar de cambiar al mundo, hay que cambiarse a uno mismo. Todos los problemas encontrarían solución en el yo individual y olvida la cuestión social. Se buscan causas psicológicas en lo que son problemas sociales. Así prima un determinismo donde no se puede cuestionar el destino incambiable de las injusticias que hay que aceptar silenciosamente y tratar de ser “resiliente”. Así la cultura del mundo de los negocios se llena de predicadores de la resiliencia como única forma de vivir ante la adversidad, viviendo cada situación injusta se vive como oportunidad de crecimiento, porque solo se puede ser optimista bajo este modelo de pensamiento.
De Marx y Engels toma el concepto de que no solo hay ideas dominantes, sino también palabras dominantes que determinan un modo ideológico de pensar, traduciendo el orden social como incambiable, natural, bueno y justo. Por eso los grupos dominantes no solo tienen el monopolio de los medios de producción, sino también el monopolio simbólico y cultural de cómo se piensa. Lo que se predica es que lo importa es lo que está dentro de uno mismo y ser positivo, invitando a la impotencia y a alejarse de la indignación como patológica. El que critica y cuestiona es así un inadaptado a quien no le irá bien. El mundo así de despolitiza y se cree que lo único que importa es dedicarse a la interioridad, al propio jardín sin preguntarse por lo que sucede más allá del propio yo.
Por eso invita a resistir hablando claro, denunciando el uso ideológico de la resiliencia y no dejarse colonizar por esta neolengua mercantil. “No se puede cambiar el mundo, sino cambiarse a uno mismo” es el slogan de la cultura de la mística del aguante.

El nuevo orden erótico: identidades fluidas, indiferentes y solitarias.
El hombre sin identidad es la nueva figura antropológica dominante: se trata de un ser humano flexible, “fluido”, sin familia, sin conciencia opositora, sin trabajo estable, reducido a átomo consumidor, inestable, estructuralmente desocupado y sin estabilidad ética, territorial o afectiva. Solo seres intercambiables, sin identidad ni tradiciones, sin profundidad cultural ni capacidad crítica, mantenidos en un infantilismo crónico donde el único objetivo es pasarlo bien y no complicarse la vida. Todos quieren lo mismo y hacen lo mismo, que solo piensan en disfrutar y parecen indiferentes ante el destino de los otros.
En una extensa publicación sobre sexualidad (El nuevo orden erótico, 2022), Fusaro analiza cómo la misma izquierda posmoderna -al igual que la derecha- ha predicado un modo de pensar y vivir los vínculos totalmente asimilado a la lógica de mercado, a una visión consumista de los seres humanos que los convierte en mercancía. Invita provocadoramente a pensar sobre el nuevo orden amoroso globalizado y desregulado, descubriéndonos que el laissez-faire del liberalismo económico y del liberalismo sentimental son – paradójicamente- dos caras de la misma moneda. Así lo sintetiza:
“Hubo un tiempo en que la tenaza del capital conocía límites. Se detenía en las puertas de la fábrica: más allá, la vida discurría en formas que no se dejaban enjaular en el horizonte limitado de la lógica de producción y el intercambio de mercancías. Pero ese tiempo ya no existe. Hoy, la sociedad basada en la economía de mercado ha sido reemplazada por la sociedad de mercado a secas. El nuevo orden del sistema del libre mercado absoluto quiere la liberalización no solo del consumo, sino también de las costumbres; requiere precariedad incluso en el amor.
Las relaciones sólidas, basadas en proyectos de vida compartidos y una visión del amor como fuerza eterna, han dado paso gradualmente a formas consumistas de relación: encuentros fugaces y sin incidentes, vínculos ocasionales tan fáciles de establecer como de romper, sexo virtualizado y relaciones on line. Hemos pasado de la precarización erótica y sentimental a la feminización del varón, del nuevo feminismo posmoderno a la crisis de la familia, de la gendercracia al triunfo indiferenciado unisex, del “para toda la vida” a la inestabilidad amorosa y el aislacionimo sentimental”.

Las críticas a la izquierda actual
Fusaro ha señalado diversas deficiencias en la izquierda contemporánea. Sus principales críticas a la izquierda actual se centran en la percepción de que ha abandonado sus raíces históricas en favor de un progresismo alineado con intereses neoliberales y globalistas. Los acusa de haber reducido su proyecto político a un progresismo cultural superficial, que se alinea con los intereses del capitalismo global al desviar la atención de los problemas estructurales, como la explotación económica.
Resumo sus principales críticas:
Abandono de la lucha de clases: abandonaron la crítica a la problemática socioeconómica para enfocarse en las cuestiones identitarias, especialmente las cuestiones de género.
Alianza con el neoliberalismo: al defender política que erosionan el papel del Estado-nación y promueven la precarización laboral. Denuncia que muchas veces la izquierda actúa como el “brazo cultural del capitalismo”, legitimando procesos como la desregulación económica o la privatización mediante un discurso progresista.
Fragmentación y pérdida de universalidad: Al igual que Susan Neiman (“La izquierda no es woke”, 2024), Fusaro critica que la izquierda haya abandonado su enfoque universalista (derechos humanos universales) para fragmentarse en tribus identitarias. Esto debilita la lucha colectiva contra las injusticias y fomenta una guerra artificial de “todos contra todos” entre grupos sociales, donde a cada grupo solo le importan sus derechos, pero no los de los demás.
Cultura de la cancelación y dogmatismo: Denuncia que sectores de la izquierda cayeron en actitudes dogmáticas y fundamentalistas, castigando a todo el que disienta de las visiones hegemónicas, alimentando una “cultura de la cancelación” que pone en peligro la libertad de expresión y el debate abierto y plural. Para Fusaro, esta postura no promueve una auténtica emancipación, sino un control ideológico que termina siendo autoritario.
Falta de una alternativa sólida al capitalismo: Han perdido la capacidad de imaginar un modelo alternativo al capitalismo y se limitan a gestionar el sistema actual perpetuando su lógica.
Desconexión con las clases trabajadoras: La izquierda actual ha dejado de representar a las clases populares y trabajadoras, acercándose más a las élites académicas, urbanas y cosmopolitas.
Fusaro como respuesta a sus críticas, propone una vuelta a las raíces filosóficas y económicas de la izquierda, enfocándose en la lucha de clases, la soberanía nacional y una crítica integral al capitalismo global.
Su provocadora obra y su estilo polémico, en acuerdo o desacuerdo con él, obligan a repensar y discutir con mayor profundidad algunos supuestos que damos por obvios cuando analizamos discursos sobre la cultura, la economía y la política actual.

*El presente artículo es una versión ampliada de una publicación anterior que hice en Diálogo Político: “Diego Fusaro y la filosofía del disenso”.