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Mata Hari: símbolo de Rebelión y resistencia

Mata Hari: símbolo de Rebelión y resistencia
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Revolución Mata Hari es el tercer espectáculo que hemos visto de Rocanrol, grupo que se conformara como cooperativa en el año 2013 y que se proponía, entre otras cosas: “trabajar en espacios no convencionales, llevar el teatro a los barrios periféricos, utilizar plataformas audiovisuales o fomentar la puesta en discusión de diversos temas sociales a través del arte”. En 2014, con texto y dirección de Diego Minetti y Mariam Ghougassian, estrenaron Bajo Cero en los restos del Frigorífico Artigas del Cerro. En esa oportunidad ya ponían en juego algunas de sus ideas y se agregaba como característica estética el juego meta-representativo. El espectador se convertía en invitado a una fiesta ocupando un lugar dentro de la representación. Sobre las posibilidades de este recurso para potenciar el planteo conceptual nos decía Minetti: “Si te meto en un teatro y empiezo a hablar del abuso, de la violencia de género, desde un lugar discursivo, distante, yo, que estoy sentado en un teatro digo: ‘pah, que horrible lo que pasa en el mundo’, y no es eso lo que queremos lograr”. En aquel momento señalábamos que lo que buscaba Rocanrol era: “incomodar al espectador, mostrarnos que tan cómplices podemos ser de algunos tumores sociales”.

En el 2016 Rocanrol presentó Revivan, espectáculo en el que el juego metateatral se potenciaba con el aporte del lenguaje audiovisual, lo que vuelve a ser relevante en Revolución Mata Hari, estrenada el 7 de noviembre pasado en el Teatro Florencio Sánchez del Cerro. Como es previsible a partir del título, el espectáculo aborda la violencia estructural hacia la mujer y en ese sentido Mata Hari se convierte en un símbolo, pero como también es previsible para quienes conocen el trabajo de Rocanrol, el abordaje no es discursivo, lo que se denuncia más que “enunciarse” simplemente “se muestra” en el escenario.

Patricia Porzio encarna a la actriz Marga Jean Baker, quien realiza funciones del monólogo Mata Hari, del director y dramaturgo Alexandro Cordero. Posteriormente dirigirá un foro de discusión centrado en “cómo se hizo” el monólogo de Cordero, foro apoyado en un documental sobre el proceso creativo. Si bien el abrumador protagonismo del “creador” varón que “denuncia” la opresión de una mujer ya delata, con una genial dosis de ironía, una situación recurrente en el medio teatral, el proceso en sí, exhibido desde la pantalla, pone foco en el ejercicio despótico de poder que el director teatral tiene sobre la sensibilidad y el cuerpo de actores y actrices. Y aquí parece que el colectivo hace dos señalamientos, el primero es al mecanismo general que permite que quienes ejercen la dirección teatral se comporten como verdaderos déspotas, quedando en relación directamente proporcional la “genialidad” del “artista” con la habilitación para maltratar al resto del equipo. Esta primera observación tiene incluso una fundamentación teórica que se repite desde Lee Srtasberg hasta el presente. Pero sobre esa relación de por sí asimétrica se estructura la violencia explícitamente hacia la mujer, y es aquí, como nos comentara Ghougassian, cuando Mata Hari se vuelve un símbolo de rebelión y resistencia.

La transición desde el personaje histórico Mata Hari hasta el ejercicio de violencia hacia las mujeres en el ámbito teatral empieza a aparecer en el diálogo creador entre directora y actriz. Cuenta Ghougassian al respecto: “la gran mayoría de mujeres que conozco vinculadas a las artes escénicas tienen para compartir alguna situación de mierda con algún varón del medio y todo bajo la excusa de que ‘tu cuerpo es tu herramienta’ y ‘es parte del proceso'». Pero, como decíamos antes, este colectivo no se caracteriza por lo enunciativo, y ese espacio de foro a partir del “documental” sobre el proceso es lo que permite “abrir una ventana para que el público pueda ser testigo sin caer en lo discursivo. Empezamos a fantasear con los castings, esa especie de góndola de supermercado ridícula, y jugamos con la idea de no saber qué es lo que el otro ve en un casting. Te pueden estar enfocando las tetas y vos ni te enteras. Hay algo profundamente violento y solitario en este mecanismo, y queríamos jugar con eso”. Sobre el director ficcional Ghougassian remata: “Alexandro es una síntesis de prácticas, sí, pero también tiene referencias bien concretas”.

Esto último es clave porque la ficción parte del ejercicio concreto del abuso en el marco de las artes escénicas, y en Revolución Mata Hari simplemente se utilizan diversos recursos estéticos para ponerlo sobre el escenario, cumpliendo nuevamente con uno de los propósitos originales del grupo. Sobre el final Porzio abandonará a sus personajes y cómo actriz se preguntará ¿Qué pasa si decimos basta?

La pregunta es relevante porque el efecto de las denuncias en las páginas “Varones de…”, algo que incorpora el espectáculo, aún no está saldado. Recientemente en las redes han surgido preguntas acerca de cómo, por ejemplo, en el mismo Teatro Solís que emite un comunicado en que se solidarizan con las denunciantes se programa un espectáculo en que uno de los denunciados es protagonista. Otras personas han cuestionado que, en espacios como esta página, haya lugar para denunciados. Y desde aquí nos preguntamos ¿Qué se hace si una persona denunciada trabaja bajo la dirección de una mujer que en su espectáculo pone foco en temáticas feministas? ¿Es uno como varón el que tiene que omitir el discurso de esa mujer por trabajar con una persona denunciada?

Mata Hari propone interrogantes que se multiplican, y la eficacia artística para esta multiplicación de preguntas es que se muestra una práctica que envuelve al medio sin dejar a nadie afuera. Independientemente del lugar que se ocupe (algunos ejercen violencia y otras la sufren) el espectáculo no se erige desde un lugar que está más allá de la problemática, sino desde el centro mismo de esa realidad, y ese es su poder. El cruce de ficciones multiplica las posibilidades de pensar estas situaciones, y eso sin que nos hayamos detenido en un diseño gráfico que apela a un estereotipo cosificado de mujer, ni del rol de determinadas danzas históricamente practicadas para “entretener” a los varones. Revolución Mata Hari plantea una situación que recién está saliendo a la luz. Qué hacer con eso es tarea colectiva. El sábado es la última función. No se la pierdan.

Revolución Mata Hari. Dramaturgia: Ghougassian-Minetti-Porzio-Fernández. Actriz: Patricia Porzio.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.