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Max von Sydow y sus infatigables noventa años

Max von Sydow y sus infatigables noventa años
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Max von Sydow, un gigante de la interpretación a escala mundial, cumplió ayer 90 infatigables años. Con una carrera de siete décadas, y a lo largo de 163 títulos, a Max lo vengo siguiendo en pantalla desde que tengo uso de razón. Sin embargo, la primera vez que me impactó fue cuando a los quince años lo vi en El séptimo sello de Ingmar Bergman. No fue tanto su icónica imagen jugando al ajedrez contra la Muerte lo que se clavó en mi retina, sino el imponente monólogo que pronunciaba ante un confesionario, donde se lamentaba del sufrimiento que le producía querer acercarse a Dios, en vano. Eso mismo me sucedía a mí adolescente, y lo que Max decía allí me llegó al alma, cosas como: “¿Por qué es tan difícil percibir a Dios con uno de los sentidos?”, o “¿Por qué no puedo matar a Dios en mi interior, y por qué me hace vivir con esta angustia, de modo tan humillante, si no se me revela?”, hasta llegar al desgarro final donde confiesa que “le llamo en la oscuridad, y allí nunca hay nadie. Quizás no haya nadie. Si es así, entonces la vida es una estupidez, porque ningún hombre puede vivir con la Muerte sabiendo que el Todo es la Nada”.

Hoy está claro que el genio detrás de ese monólogo era Bergman en su doble faceta de cineasta y libretista, pero había que ser un memorable actor para decir esas y otras cosas por el estilo con la estatura necesaria, sin caer en el ridículo mayestático. Y Max, por entonces con poco cine pero bastante teatro, supo comunicarlo de la mejor manera con lo que siempre fueron sus marcas de fábrica. La primera el talento, por supuesto, y la disposición espiritual para cada papel que le toque componer, ya sea el protagónico o en una aparición de cinco minutos. Pero además ha resaltado siempre su voz cavernosa, su elevada estatura (1.93) y un rostro inusual en el cual enlaza la nariz recta y los ojos duros con una quijada permanentemente desencajada, conjunto que le da la apariencia de una estatua gótica que acabara de cobrar vida. Con ese arsenal el actor ha tenido una ventaja mayúscula a la hora de apropiarse de roles de carácter omnipotente, y quizás por eso ostenta un récord único: ha sido Dios y también el Diablo. En efecto, fue Jesús en su debut en Hollywood para La más grande historia jamás contada, y fue Satanás en la adaptación de la novela de Stephen King La tienda de los deseos malignos. En ambas dio cátedra, y en el medio, con apenas 44 años de edad, fue el octogenario padre Merrin de El exorcista, donde representó el poder de Dios en su eterna lucha contra Lucifer.

No se puede evocar a Max von Sydow sin mencionar a Bergman, obviamente. Actuó once veces para el maestro del cine, tanto en roles protagónicos (El séptimo sello, El mago, La fuente de la doncella, Detrás de un vidrio oscuro, La hora del lobo, Vergüenza, La pasión de Ana) como secundarios (Cuando huye el día, Tres almas desnudas, Luz de invierno, El toque), y además intervino en la saga sobre la historia de los padres de Bergman (Con las mejores intenciones, Confesiones privadas, Los niños del domingo). Según ha declarado, “la vida me ha mimado, he tenido la fortuna de actuar para y con gente muy importante, pero nadie como el señor Bergman: le echo mucho de menos, le debo tanto que no puedo decir cuál de esos films es mi preferido. Fuera cual fuera la tarea que te diera, lo admirabas tanto y te inspiraba tanto con su pasión que querías hacerlo lo mejor posible, actuaras en todo el film o sólo cinco minutos. Es sin duda lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional”.

De todas maneras, no sólo de Bergman vivió Max. En la propia Escandinavia hay que recordar cuatro memorables labores para Jan Troell (el díptico Los emigrantes y La nueva tierra, El vuelo del Águila, Hamsun) y un sensacional rol para Bille August en Pelle el conquistador, que le valió una nominación al Oscar. Pero además a partir de 1966 estuvo y sigue estando Hollywood, donde hizo de todo, desde Jesús, Satán y el padre Merrin hasta ciencia ficción y fantasía, como Flash Gordon, Conan el bárbaro, Duna, Star Wars y Juego de tronos. Su arco interpretativo es tan amplio que fue Freud en Las aventuras del joven Indiana Jones, y también el abuelito de Heidi. Mejor nivel obtuvo en dos hitos del cine de la Guerra Fría (¿Quién es Quiller?, Los tres días del Cóndor, donde su gélido asesino cobraba al final dimensiones colosales) o como ético capitán del buque nazi que transporta judíos a Cuba en El viaje de los condenados. Siendo Blofeld acarició al gatazo blanco en la jamesbondiana Nunca digas nunca jamás, y como Woody Allen es un fanático de Bergman Max accedió a intervenir en Hannah y sus hermanas. Se codeó con Spielberg en Sentencia previa y con Scorsese en La isla siniestra. En Europa se vistió de mujer para Mauro Bolognini en Presagio, además de actuar para Francesco Rosi (Cadáveres ilustres), Bertrand Tavernier (La muerte en directo), Krzysztof Zanussi (Pasiones secretas) y Wim Wenders (Hasta el fin del mundo), sin olvidar una cima inolvidable en La escafandra y la mariposa de Julian Schnabel, donde en dos escenas nos llevaba de la mano hasta los linderos de la más legítima emoción.

Ayer Max cumplió nueve décadas intensas y talentosas, y declaró que “una de las cosas más apasionantes de actuar es que cada nuevo personaje que tienes que representar es una nueva personalidad, es como si tuvieras nuevos amigos, te pueden dejar huellas. Claro, como he actuado tanto con Bergman no puedo comparar eso con nada más, porque no me ha vuelto a ocurrir, pero he sido feliz y muy afortunado, ya que todos me han dado oportunidades maravillosas”. En esa diaria tarea el viejo maestro nos regaló su arte a todos. Por eso le estamos agradecidos.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".