Medio siglo de la desaparición física de un provocador por Carlos Acevedo

En unos meses, se cumplirán cincuenta años del brutal asesinato del cineasta, ensayista, novelista, actor, periodista y pintor italiano Pier Paolo Pasolini y también del estreno de su última obra, la polémica y revulsiva “Saló o los 120 días de Sodoma”. El artista fue asesinado en circunstancias que nunca terminaron de dilucidarse poco tiempo después del estreno de su película, que lo confirmó como uno de los realizadores cinematográficos más transgresores y controvertidos de la historia.

Nacido en una pequeña ciudad en las afueras de Roma, fundada durante los comienzos del Imperio Romano, el artista se consideraba parte de una típica familia italiana, de padre militar y madre maestra, y desde pequeño demostró inquietudes artísticas, con especial énfasis en la poesía y las artes plásticas, aunque también era aficionado al futbol.  

Los primeros cuarenta años de su vida los dedicó a desarrollar su carrera literaria, cuestionadora incluso de la propia ideología marxista a pesar de su reconocida militancia, a su obra ensayística y periodística y a escribir y actuar en obras de teatro. Anticatólico, ferviente comunista pero manteniendo siempre una postura critica hacia el Partido Comunista Italiano y hacia la URSS, destacó como poeta y novelista, mientras descubría lentamente la pasión a la cual dedicó su última década de vida: el cine.

Su andadura cinematográfica se inició en 1961con “Accattone”, una película que supone una suerte de revitalización del Neorrealismo clásico, la cual explora aspectos de la vida cotidiana, pero con una fuerte influencia de la Commedia dell’arte. Su segunda obra, “Mamma Roma” (1962), es ya un filme netamente neorrealista con la impronta de los grandes maestros, de los cuales abrevó su fermental producción creativa. Esta película revela ya la madurez del artista, convirtiéndose en una de las cumbres del cine italiano de los años sesenta.  

Con “El Evangelio según San Mateo” (1964), Pasolini se deslinda de sus temáticas anteriores. Conocer su ateísmo y su ideología política son fundamentales para entender este filme biblico, en el que el maestro italiano ensaya una relectura marxista.

“Pajaritos y pajarracos” (1966), otra obra maestra, es una narración que ofrece una profunda visión humanística pero enraizada en su habitual lectura política, remarcando un compromiso ideológico que le valió incluso cuatro meses de cárcel años antes.

“Edipo Rey” (1967), una adaptación del clásico drama de Sófocles, fue su primera película con guión ajeno. Al año siguiente, dirigió “Teorema”, otro de los puntos altos de su filmografía, filme que supone su consagración internacional, destacando las soberbias actuaciones de Terence Stamp y Laura Betti. Combinando el erotismo con sus habituales lecturas filosóficas e ideológicas, este complejo film, basado en guión propio, es una descarnada disección de la familia burguesa tras el desarrollismo italiano de los años sesenta y setenta. 

Su próxima obra, “Pocilga” (1969), generó nuevas polémicas al ofrecer un relato crudo y provocador, no exento de crítica social, hacia el fascismo y los decadentes valores burgueses.

“Medea” (1969), su segunda película basada en una obra teatral, inspirada en la tragedia de Eurípides, contó con la presencia avasallante de la diva de la ópera María Callas. Para el cineasta italiano la década del setenta se inició con la llamada “Trilogía de la vida”, compuesta por “El Decamerón” (1971), “Los cuentos de Canterbury” (1972) y “Las mil y una noches” (1974). Los tres filmes tuvieron una exitosa andadura por los festivales más prestigiosos del mundo, como Cannes, Berlín y Venecia, tanto de crítica como de público. 

La breve pero sustanciosa carrera de Pier Paolo Pasolini se truncó definitivamente luego del estreno de su último largometraje, “Saló o los 120 días de Sodoma”, su película más polémica y revulsiva, que le valió críticas, odio visceral y tal vez provocó su asesinato. En esta controvertida historia, el maestro italiano adoptó un tono crítico hacia parte de su producción anterior, nutriendo a su creación de pasajes de la obra del Marqués de Sade con absoluta libertad creativa, con lo cual desafío las propias estructuras del cine convencional.

Esta película, que es incómoda, chocante, repulsiva, pornográfica, ensaya una descarnada crítica a la burguesía en toda su miserable desnudez, su decadente perversidad y su acendrado fascismo. Pasolini la tenía pensada como la primera de una nueva trilogía, llamada “Trilogía de la Muerte”, pero su ulterior asesinato truncó este proyecto.

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