Según el relato del músico uruguayo Bismark Vega, el germen de la “Balada para una mujer flaca” (Eduardo Darnauchans/ Bismark Vega) surgió de una relación amorosa suya con una joven llamada Olga Piedrabuena, que vendría a ser la “mujer flaca” original. Él había compuesto una canción en Buenos Aires en 1979 (“Sexto intento de salida del sol”), que serviría de base para “Balada…”. Por otro lado, el cúmulo de imágenes que aparecen como fotografías desordenadas refieren a la relación de Eduardo Darnauchans con Graciela Irazábal (la otra “mujer flaca”) y su viaje a pie por la ruta Interbalnearia, un jueves santo de abril de 1976. Es un caso singular ya que, casi en simultáneo, los dos autores habían experimentado el amor juvenil y ambos habían recorrido la misma carretera con sus respectivas parejas en distintos momentos (“aquel milagro de carretera”). Esto significa que fue una canción escrita a cuatro manos (y dos mujeres), y con elementos biográficos de ambos compositores. El texto fue casi íntegro de Darnauchans, menos el primer estribillo: “Cómo quisiera escribir una canción/ que te volviera loca/ y volarte tres años atrás/ mujer flaca”. Si bien no guardaban ninguna relación poética y musical, el título de la canción fue una paráfrasis de la hermética “Ballad of a thin man”(Bob Dylan) que apareciera en el histórico álbum “Highway 61 Revisited” de 1965. Y hasta se incluyó un epígrafe con el penúltimo verso de la canción de Dylan, como dejando más explícito el homenaje: “Because something is happening here and you don’t know what it is” (Porque algo está pasando aquí y tú no sabes qué es).
Y “algo estaba pasando” a fines de los 70 en nuestra música popular y en la antesala del mejor álbum -quizá- de la carrera de Darnauchans. Habían pasado tres años desde la publicación de “Sansueña”, donde su producción había sido casi un trabajo de economía de guerra, y en el que el genial Jorge Galemire se había encargado de tocar todos los instrumentos además de los arreglos. Una uruguayez que no podría ser comprendida por músicos y productores de otras latitudes. ¿Cómo un mismo artista cargaría con la responsabilidad de prácticamente todos los rubros de un trabajo discográfico? Pero en Uruguay esto ocurrió durante décadas. Entonces para el nuevo álbum (“Zurcidor”, 1981) la forma de trabajo fue la opuesta y se convocó a tres arregladores para vestir las canciones. En el cuarto surco aparece “Balada…” que empieza luego del primer acorde del tutti: “El sol que sale y sin embargo el frío/ y por los mundos te busco en vano/ entre adoquines de espanto y casas cansadas/ y puertas olvidadas de su voz”. Hay un eco vallejiano en estas palabras, donde se hace una descripción de un estado interior más que paisajístico. Toda esa primera parte es llevada adelante por una cargada sucesión armónica de una guitarra solista de 12 cuerdas (Andrés Recagno). En la segunda estrofa la banda irrumpe a pleno. El arreglo general suena sobrio, recostado en una estética James Tylor, es decir con un aroma a folk canadiense. Lo que la hace original y la coloca “de este lado”, es la masa armónica elegida que es compleja y rica, aunque parezca sencilla. En la tercera estrofa todo es críptico: “Que no asesine el movimiento muerto de los días/ tus versos limpios en el cementerio/ escudriñando entre lápidas hebreas/ el nombre del nombre que tuvo la risa”. Hay una especie de pleonasmo en ese primer verso. ¿Cómo se puede asesinar algo que está muerto, pero que además tiene movimiento? Es uno de los versos más enigmáticos de Darnauchans que luego se muda al cementerio como para dejar bien en claro que estamos hablando de la Parca. Es real la anécdota de la visita al cementerio judío con “Chichila” Irazábal y su encantamiento con los nombres de los difuntos en sus lápidas. El “nombre que tuvo la risa” es demasiado privado como sugerente y nunca sabremos de quién se trata. El segundo estribillo surge como contestación del primero: “Cómo quisiera escribir una canción/ que me volviera otro/ o yo mismo tres años mejor/ mujer flaca”. Aquí Darnauchans trabaja la interpretación de manera original e inteligente, donde abunda el glissando y la voz aireada. Y con un procedimiento personal, algo así como un falso melisma, donde quiebra la emisión en algunas vocales (por ejemplo, en la “a” de la palabra “umbral”), además de enfatizar ciertas consonantes. Este tipo de procedimientos son los que terminan conformando el estilo único de un cantante singular. Por fin llegamos a la estrofa central de la canción y la más sugerente y poética: “De tu ventana hasta aquel jueves santo ¿cuánto queda? / aquel milagro de carretera/ con el pulgar paralelo a la sonrisa/ y tu temblándome en el costado”. Es algo así como el resumen de lo anecdótico en este texto hermético y sugerente, y donde ronda el fantasma de Dylan. Ese misterioso “jueves santo” y el periplo por la carretera donde los enamorados hacían autostop “con el pulgar paralelo a la sonrisa”. Quizá – ¿por qué no? – Eduardo Darnauchans imaginaba aquella tarde de otoño de 1976 que estaba vagando por la autopista del blues en los años 60, y que su yo era Dylan, y que el futuro de la “Balada para una mujer flaca” estaba sellado.
Ilustración: Óscar Larroca







