Multifacético reflejo en un espejo por Alejandra Waltes
“El amor empieza cuando Dios termina
y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier parte.
El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.”
Roberto Juarroz
El viernes 13 de mayo a las 19 horas se inauguró la muestra de Enrique Badaró Nadal “Reflejo de persona” en el Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes. Esta muestra es una retrospectiva, pero no en el sentido clásico de la expresión. Si bien en el pasillo, antes de ingresar a la sala de exposiciones temporarias, hay una muestra de litografías realizadas en diferentes momentos, lo expuesto en la sala propiamente dicha, es la materialización de un recorrido de vivencias espirituales y su resultado. Si uno se asoma desprevenido a la sala la primera visión es impactante. Enrique Badaró Nadal (1956) encontró en las artes visuales, su forma de comunicarse y expresarse desde muy temprana edad. Se formó en el Club de Grabado de Montevideo y en los Talleres de Claver Lara, Nelbia Romero y Eduardo Fornassari. Recibió una beca de estudio a París, Francia en 1985, a partir del premio Paul Cézanne y una como Fulbright Scholar en Universidad de Anchorage Alaska 2006. Participó en decenas de muestras individuales y colectivas, fue director de arte para producciones audiovisuales, dirigió centros culturales, pero la docencia se ha convertido en una rama fundamental de su actividad en las últimas décadas. Desde el punto de vista conceptual Enrique retoma una parte de la instalación inspirada en “El Divino Narciso” de Sor Juana Inés de la Cruz que presentó en el 2021 en la Sala “Estela Medina” del Teatro Solís en la exposición “Escalante por Nieto/Diseños imaginarios”, el “Evangelio según Jesucristo” de José Saramago y en conceptos de la corriente teatral japonesa Noh. El soporte material de estos conceptos son pinturas, volúmenes e instalación. La interrelación de lo conceptual y lo material es una red tejida de manera sutil y profunda. La premisa planteada en la muestra del 2021 era trabajar en el vínculo artístico entre la directora teatral Laura Escalante y la artista plástica Amalia Nieto. De ésta tomó la pintura “Naturaleza Muerta” (1956) y de Escalante una de las obras que dirigió “El Divino Narciso” de Sor Juana Inés de la Cruz. En esta obra queda plasmado el sincretismo entre la cultura mexicana y el cristianismo. En la propuesta de Badaró, la iconicidad cristiana y la mezcla de etnias y tipos físicos diferentes es la columna vertebral. Así como renace Jesús de la muerte, los maizales aztecas renovaban su dorado manto en el paisaje del Anahuac. Cómo parte de la instalación, Badaró creó cinco cráneos (de fuerte presencia en la cultura mexicana) en cuyas frentes pintó símbolos cristianos presentes en la obra de Nieto. Aprovechando que dicha pintura forma parte del acervo del Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes está expuesta junto a las cinco máscaras. En el “Evangelio según Jesucristo” de José Saramago se detalla una completa enumeración de los santos mártires y sus muertes. En esta muestra Enrique retoma la tradición pictórica que durante siglos alimentó la iconografía católica. Es así que aparecen la pasión de Santa María Egipcíaca, la representación de la muerte de San Sebastián, Holofernes y San Juan decapitados y en una doble vinculación a la tradición clásica y bíblica Ícaro e Isaac. Según el propio Badaró, el arte religioso cristiano siempre le ha generado fascinación y sentimientos intensos, que, desde la estética le ayudaron a construir sentimientos de ribetes místicos “La contundencia del arte occidental en que se describen momentos tremendos del pensamiento judeo- cristiano estuvieron siempre cercanos a mi mundo creativo”. Desde este otro ángulo vuelve a aparecer el tema del sacrificio del cuerpo, la muerte, su desaparición para que haya resurrección, renacimiento. Así cómo muchas personas exclaman “¡parece un cuadro!” o “¡parece una foto!” a la vista de un paisaje real, la visión de un rostro que expresa intensas emociones muchas veces hace pensar en una máscara (mientras escribo pienso en “El hombre que ríe” de Víctor Hugo, aunque ahí la eterna y deforme sonrisa impide a Gwynplaine expresar sus verdaderos sentimientos) y es aquí en dónde aparece el tercer concepto trabajado por Enrique Badaró. La muestra contiene un gran “muro de máscaras” que buscan trasmitir toda la gama de las emociones humanas, en muchos casos hay un paralelismo con los rostros desfigurados por el dolor o el éxtasis de la pintura sacra. “Las máscaras tienen mucho de teatralidad, de carnaval, pero también de funerario, de protección, de depravación y de peligroso.” Las máscaras aparecen en todas las culturas, al igual que en los grupos sociales aparecen las máscaras simbólicas como simbólicas son las máscaras de cada persona. Fundamental es la máscara en el teatro japonés Noh y lo es el espejo frente al que se sienta el actor para colocársela, observarse y generar el proceso de incorporación del espíritu del personaje.
Final del viaje
Dos espejos, dos sillas y una serie de máscaras son la invitación del artista para vivenciar la muestra, hacerla nuestra. El escenario es ese espacio dentro del espejo que puede resultarnos mágico o aterrador, en dónde lo reflejado siempre es inmaterial y fugaz como el tiempo en el que transcurren las historias, nuestras historias.
Imagen: “Ïcaro/Isaac” (Enrique Badaró Nadal_2021)
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