Re loca, Argentina 2018. Dirección: Martino Zaidelis. Libreto: el mismo y Andrés Aloi basados en libreto previo de Diego Ayala y Nicolás López. Fotografía: Lucio Bonelli. Música: Emilio Kauderer. Con: Natalia Oreiro, Fernán Mirás, Diego Torres, Gimena Accardi, Pilar Gamboa, Hugo Arana, Malena Sánchez, Diego Peretti. Estreno: 05 de julio. Calificación: Aceptable.
Lo de Re loca parece absurdo: en dos años es la tercera remake de un film original. Aunque el lector no lo crea, todo empezó en 2016 con la comedia chilena Sin filtro, un mega éxito que vendió 1.200.000 localidades en su país. De inmediato llovieron las compras de derechos para el mercado hispano parlante, y así vieron la luz una versión mexicana en 2017 (Una mujer sin filtro) y ahora una española (Sin rodeos) y esta argentina. Es que la pereza creativa ya no tiene límites…
Pese a ello, por un rato esta versión tiene dos cosas que la distinguen: la desaforada labor de Natalia Oreiro, y el hecho que los reconocibles vicios de quienes la violentan hayan sido padecidos por cualquier espectador. Hasta que Natalia ve llegada la hora de mandar a todos al carajo, como dice el poster, y contraataca con una simpatía, carisma y rotundidad que merecían mejor destino. Ejecutiva eficaz y sufrida esposa, arranca soportando toneladas de ataques y abusos, la mayoría de tiendas machistas pero también de varias féminas, lo cual resulta positivo en momentos como los que vivimos, cuando loables reivindicaciones han terminado dándose la mano con indeseados revanchismos. En el cortejo de violentos desfilarán su pareja, su hijastro, su joven jefe, su hermana, una amiga estúpida, el empleado del gas, un vecino ruidoso y la futura esposa de su ex novio, más taxistas y conductores con los que se topa en la calle. La gota que colma el vaso se derrama cuando aparece una joven que intenta usurparle el cargo empleando los despiadados métodos del capitalismo salvaje. Ahí Nati se derrumba, pero tiene la suerte de conocer a un misterioso señor que le revela la fórmula de una pócima presuntamente mágica. Natalia sigue el consejo, y al otro día se despierta convertida en un torbellino imparable de puteadas y violencia, aunque cerca del final se percatará que ejercitando ese tipo de justicia puede errarle al bizcochazo y herir sin querer a quienes más ama.
Re loca padece de una formulación casi escolar: dedica una toma a cada conflicto particular, y lo hace siempre de la misma manera: presentación del agresor/a, violencia contra Natalia y posterior pesadumbre. Son una serie de compartimentos sin conexión entre sí, y existen sólo en función de la sufrida heroína. De similar forma, después de beber la pócima cada uno de los agresores sufrirá los embates del huracán Natalia, en el mismo orden de la primera parte, y padeciendo la misma falta de interconexión. No puede negarse que por un rato el film nos pone a todos en el lugar de Natalia, y deja en evidencia la decadencia socio-cultural y educacional que se vive. Al fin y al cabo ¿quién no ha pasado alguna vez por una situación de impotencia, ninguneo o prepotencia? En ese aspecto, la Natalia de Re loca se podría dar la mano con el “ingeniero bombita” de Ricardo Darín en Relatos salvajes. Pero aunque la dirección de Martino Zaidelis es visualmente pulida, el libreto abusa de un tono subrayado hasta tornarse indulgente y repetitivo, como si desconfiara de la inteligencia del espectador. El resto del elenco ayuda a que todo suceda de manera bastante soportable, pero es Natalia Oreiro quien salva una porción enorme de película. De todos modos no le alcanza para ocultar que por este sendero la comedia argentina podría volver a sus viejas épocas de docilidad e incompetencia, aunque ahora sea en pantalla ancha y a todo color.
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