La situación de calle en la que viven muchos miles de compatriotas, gran parte de ellos en Montevideo, constituye una herida permanentemente abierta en la convivencia social. Implica derechos vulnerados. Para todos quienes integramos esta comunidad. Vulnerados están los derechos de quienes no tienen la más mínima posibilidad de atender sus necesidades básicas como un techo, alimentación, atención a la salud, un trabajo decente, un contexto familiar que contenga. Vulnerados están, además, los derechos de quienes transitamos la ciudad y compartimos el espacio urbano con muchas de estas personas que deambulan noche y día. En algunos casos formando verdaderos campamentos.
Esta realidad nos interpela y nos sensibiliza. Se ha venido gestando desde hace décadas (recuerdo a principios de los años 2000 el primer “plan invierno” implementado por la administración de Mariano Arana, para dar cobijo y alimentación en los meses más duros del invierno a algunos cientos de personas, muchísimos menos de los que hoy pueblan nuestra ciudad).
En el momento presente esa situación de privación de derechos es mucho más extendida y forma parte de nuestro paisaje cotidiano.
Hace algunas décadas, en la canción “Padre” del vasco Patxi Andión, dedicada a su padre, republicano, escuchábamos estos versos conmovedores: “No quisiste jamás salvarte solo, porque no hay salvación decías, si no es con todos”.
Entiendo que esta afirmación es mucho más que un lugar común: es todo un progama social, político y cultural que desafía al individualismo y al egoísmo de la sociedad contemporánea, que desafía a la invisibilización de esas personas y que desafía a las visiones disciplinadoras y simplistas que suelen esgrimir argumentos exclusivamente represivos para tratar de “resolver” el problema.
Frente a este desafío tenemos que proponernos, como colectivo, que Montevideo sea una ciudad que cuida. Una ciudad que nos cuida, a todas y todos. Nadie puede quedar atrás.
Pienso en un proyecto Ruta de Salida, que desde el gobierno departamental de Montevideo contribuirá, en articulación con el gobierno nacional y otros actores, en la prevención y reparación de daños en los procesos de las personas en situación de calle. Posibilitar una ruta de salida implica, además, la recuperación de la calle y de los espacios públicos para uso pleno de toda la población. Ello demanda, entre otras acciones, cupos en los programas de inclusión sociolaboral de la Intendencia y en las policlínicas municipales e instalación de servicios higiénicos accesibles en cada Municipio, creación de casas de media estadía con grupos reducidos de convivencia con proyectos a término, con recursos departamentales de la Sociedad Civil y el MIDES. Demanda, además, la creación de Centros de diagnóstico, evaluación y erivación de personas en situación de calle ubicados en zonas clave del departamento: Oeste, Este, Centro, en los que intervengan equipos de salud en comunidad; profesionales de la salud mental, enfermería, educación social y trabajo social. Implicará coordinación además con las cámaras empresariales con el propósito de contribuir hacia la autonomía económica de las personas en situación de calle. Por último, involucrar a comunidades Terapéuticas de atención del uso problemático de sustancias psicoactivas.
Todo ello supone una batería de formas de abordaje, complementaria de otras, que parte de entender la profundidad de la fractura social que está por detrás de este fenómeno y la complejidad que implica. Así como la necesidad de diseñar y ejecutar respuestas adecuadas a cada tipo de situación.
No hay salvación si no es con todos -y todas-.