Norita’: Entrevista con Francisco Villa por Martín Imer

En el marco del reciente Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay se exhibió Norita, documental que retrata la vida de Nora Cortiñas, activista política que fue una de las fundadoras del movimiento Madres de Plaza de Mayo luego del secuestro de su hijo a manos de la dictadura cívico-militar que atravesó Argentina durante los años 70. Su productor, Francisco Villa, estuvo en Montevideo presentando el film y pudimos dialogar con él.

Hay una correlación muy interesante que surge en un momento de la película entre la lucha de las madres en la dictadura y la lucha actual de las feministas por todo el tema de la ley del aborto. ¿Por qué se traza esa línea o qué parecido vieron ustedes en producción entre esos dos momentos tan relevantes de la política argentina reciente?

En principio porque en ese 2018 Nora cobró una relevancia particular públicamente — si bien era una referente hacía cuarenta años, en ese año puntual cuando se inicia esta movilización masiva de mujeres en las calles de Buenos Aires, ella pasa a ser una especie de referente porque adhiere a esta lucha y es una de las cualidades de Nora que la destacan, porque ella no solamente acompaña el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia sino que fue acompañando los diferentes conflictos sociales donde la llamaban, y allí la convocaron y allí ella se transforma en una especie de líder de este grupo de mujeres muy masivo, y empezamos nosotros a ver que cobraba su figura una dimensión pública mucho más grande y también empezamos a ver ciertas correlatividades. En principio, desde lo más concreto ,es la aparición del pañuelo verde con el pañuelo blanco, segundo, que era un grupo de mujeres peleando por, en este caso, el derecho a decidir sobre su cuerpo, y en el caso de las madres eran un grupo de mujeres peleando por la aparición de sus hijos y en ambos casos son grupos de mujeres que no estaban representadas por un partido político sino que había un reclamo común a toda la sociedad que se extendía obviamente también a los hombres; ahí había una correlatividad entre un reclamo y otro y la manera, creo yo, de hacer política.

¿Cómo llega hoy este documental a la escena argentina y sobre todo a la escena política y cinematográfica argentina?

Llega creo que en un momento justo, sin haberlo tramado nosotros, porque fue un proyecto muy largo y desembocó justo en un nuevo gobierno que es el gobierno de Javier Milei, votado legítimamente por la gente pero también, que ya a punto de cumplir un año, ha perdido cierta legitimidad, y creo que la película llega también en un punto donde la gente necesita ganar confianza y donde naturalmente la gente se está manifestando mucho en las calles y si bien Nora hoy no está, la película digamos es una extensión de su vida. Creo que llega en un momento muy importante porque también es un gobierno que está queriendo volver atrás con algunas leyes, por ejemplo la ley del aborto, que lo vienen mencionando mucho y es probable que en algún momento lo pongan en debate nuevamente… La película creo que ahí tiene su lugar porque explica de dónde nace esta cuestión de decidir sobre el cuerpo de las mujeres, cómo se involucra la iglesia en eso, cómo se involucran los políticos en eso y el poder que significa, así que también por ejemplo contamos la historia de Alfredo Astiz que es un militar infiltrado que secuestró a las madres, a monjas francesas también  — que hoy en las manifestaciones en Argentina se empiezan a ver otra vez la figura de los infiltrados que van a las manifestaciones en la calle a provocar conflictos, que desaten represión, entonces creo que la película deja en evidencia esta trama de articulación entre el poder de la política y la policía y los militares, lo ponen en evidencia nuevamente y creo que no puede pasar desapercibido, esta manera que tienen de construir su propia legitimidad los políticos actuales que no adherimos para nada.

Como argentino, ¿por qué sentís que existe esa especie de naturaleza cíclica en la política?

 La verdad que creo que es la gran pregunta que nadie puede responder y que todos entendemos que sucede este ciclo que va por ahí desde las izquierdas o del centro izquierda hacia las derechas, que en este caso hay que analizarlo globalmente, por lo menos arrancando por Latinoamérica y sus vuelcos hacia la derecha.

Creo que un poco dimos por sentado bases que evidentemente no estaban tan asentadas, que había que seguir charlándolas, y que esta cuestión de la memoria es algo que hay que ir año a año discutiéndolo, poniéndolo sobre la mesa, no hay que olvidarse de que todas las semanas en Argentina siguen habiendo juicios de lesa humanidad, o sea que no es un tema que quedó en el olvido, que está cerrado, que está terminado, justamente porque son crímenes de lesa humanidad que no prescriben, quiere decir que se prolongan en el tiempo día a día porque la aparición de los cuerpos no existe, solamente se han recuperado cerca de, no sé si 190 o 200 nietos, pero se estima que faltan por lo menos recuperar la identidad de 300 personas más, entonces, como que volviendo a la pregunta me parece que es fundamental seguir recordando que hay una parte de la sociedad que prefiere olvidar o que por ahí quiere dejarte el tema atrás y que lo pone como en conflicto, como si avanzar estuviese en contra de recordar, como que se arman discursos, se naturalizan discursos donde se supone que para progresar hay que dejar atrás la historia y me parece que es justamente al revés, que hay que construir desde el pasado mirando desde el futuro y que son crímenes de lesa humanidad y que los genocidas tienen que estar en una cárcel.

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