Ocio no es sinónimo de desidia ni esparcimiento de irresponsabilidad por Ernesto Kreimerman
Desde que la OMS dio la alerta mundial, algunos países y presidentes han jugado al ninguneo del problema y a, incluso, burlarse de la organización internacional y sus staffs técnicos y su plantel de directores. Impertinentes y arrogantes, fanfarrones e ignorantes, han arrastrado a sus países a la muerte de sus conciudadanos y han aprovechado cretinamente estas nuevas precariedades para atropellar las instituciones democráticas. Pero el ninguneo a los organismos multilaterales no es ocasional, sino una política de fondo. Se trata del arrebato de un gobierno irresponsable de una potencia en decadencia.
También eso ha pasado alrededor nuestro, y los resultados los estamos viendo en nuestras fronteras. Ni Brasil ni Argentina han logrado encarar la pandemia de manera seria. Claro que hay diferencias entre ellos, nuestros vecinos, y nosotros, y son muy importantes.
A saber: 1, nuestro país tiene una institucionalidad democrática con un grado de solidez muy alto. La administración saliente dejó un trabajo avanzado (lo admitió el ministro Salinas en segunda instancia) que permitió continuar la labor, sin sobresaltos, incluso con cortocircuitos dentro del propio Poder Ejecutivo. 2, un sistema nacional de salud fuerte robustecido, con un nivel primario de atención sólido, resultado de una fuerte y sostenida inversión en recursos técnicos, en nueva infraestructura edilicia y tecnológica, y un alto índice de satisfacción en la calidad de la atención. 3; una red nacional digital y un Plan Ceibal de cobertura nacional que permitieron mantener y fortalecer los lazos educativos.
A estas tres cualidades, hay una que tiene que ver con los factores identitarios de nuestra sociedad: la disciplina colectiva para enfrentar la adversidad. Y es cierto, aunque siempre hay algún oportunista y/o irresponsable, pero la sociedad vista como un todo, reaccionó con serenidad y disciplina. En ese contexto, dejaron de funcionar los centros educativos, los shoppings, los teatros, los espectáculos…se redujo el transporte colectivo, las oficinas, las fábricas y en esa congelación preventiva (y no tanto), hoteles, restaurantes, etc., recibieron un golpe severo a sus actividades. En contrapartida, se aceleró el ecommerce.
Está claro que la pandemia está aún hoy sin horizonte de finalización. Pero la ciencia ya sabe mucho más sobre el corona virus como para planificar responsablemente las restricciones sanitarias para continuar el desarrollo de la vida personal, familiar y la actividad económica. Ya sabemos que la inmensa mayoría de los contagios se producen en lugares cerrados y con escasa ventilación. Que el lavado de las manos y la desinfección de los puntos de contacto físico son imprescindibles y de manera continua. Que la limpieza de los omnibuses, de los remises, de los taxis debe ser incorporada a la rutina con carácter obligatorio. Son costos nuevos, pero costos que hasta nuevo aviso deberá absorber la actividad económica. Son costos, en este contexto, asociados al desarrollo de la actividad.
Hay que ir más allá de los hisopados o del control de temperatura. Hay que crear instrumentos que están al alcance de la mano dado el desarrollo informático. Por ejemplo, el control de la temperatura corporal de todos los que ingresan a espacios cerrados. Para recuperar la actividad en modo seguro, resulta insuficiente el pequeño termómetro digital. Deberá recurrirse a la instalación de cámaras termográficas que permiten, en zonas de medio y alto tránsito, la detección, medición e identificación de manera inmediata, sin molestias, de los casos de personas con fiebre. Obvio, hay que atender algunos elementos legales relacionados a la protección de datos personales, pero son medidas que se vienen discutiendo y resolviendo a nivel planetario. Y hay que resolver para discutir seriamente cómo se ordena la fundamental actividad turística.
Otro punto básico es el de la colaboración en toda la cadena logística del turismo, léase avión, barco, ómnibus, etc. El intercambio de información sanitaria debe instrumentarse rápidamente. La confianza de un sistema de información (y especialmente uno sanitario) se basa en la accesibilidad y transparencia a la información de los estudios de verificación de no contagio. No es sencillo, pero tampoco tan complejo. Esa base de dato por lo menos trinacional (Argentina, Brasil y Uruguay…pero bien podría incluir a Chile y Paraguay) debe dar accesibilidad a la información del resultado del análisis, y de todos los datos clínicos necesarios para dar certeza y credibilidad al instrumento. Si legalmente no es posible una base de datos compartida por la vía de la imposición, quizás el instrumento deba ser de adhesión voluntaria. Y como las restricciones las pone discrecionalmente el país receptor, quienes voluntariamente se inscriban al sistema tendrán un régimen fluido de acceso, y los que no, por su libre opción, transitarán por la cuarentena de los días que recomiendan los técnicos.
Los laboratorios que realicen los hisopados para integrar esta base de datos compartida por la seguridad aeroportuaria, por las autoridades de Salud y Migratorias (incluidas las empresas de transporte que deberán corroborar que han sido ingresados los datos, pero no acceder a ellos salvo al resultado de apto para viaje o no), deberán ser auditados y los informes que emitan deben homologarse con la fuerza de una declaración jurada o algo jurídicamente de similar valor.
Hay otro conjunto de medidas preventivas que se deberán instrumentar, pero parecen más universales. Por ejemplo, el uso de papel moneda. Sería aconsejable su reducción a una mínima expresión, aunque ello con el turismo proveniente de Argentina pueda ser algo resistido. Otras medidas relacionadas a la manipulación de alimentos, deberán ser revisadas y reordenadas a la luz de un desafío más exigente.
La salud de la gente es lo primero. Dentro de la salud, está la salud psicológica de las personas. La pandemia y la cuarentena nos someten a una fuerte dosis de estrés que hay que resolver. Hay que reencausar la vida, y especialmente revalorizar el ocio en su sentido más literal y profundo. Hay que asumir que el ocio no es sinónimo de desidia ni el esparcimiento de irresponsabilidad.
Al hacerlo, debemos reclamar una nueva forma de gestión sanitaria para el sector turismo en su larga diversidad. Procesos y rutinas de cumplimiento obligatorio verificable y supervisado. Y unas formas de cooperación regional que nos ayuden a los países de la región a reencausar la vida, con la responsabilidad de la hora.
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