¿Ola polarizadora?
Si bien no parece ser algo generalizado, a medida que se acerca el decisivo 24 de noviembre, crecen en redes sociales, en mensajes de WhatsApp, y en charlas familiares o de compañeros de trabajo, los mensajes de temor, y de odio o desprecio, que denotan una polarización extrema.
¿Se nos “va la vida” en la decisión del domingo? ¿Qué elementos ayudan a generar ese clima? ¿Somos una sociedad intolerante, con poca capacidad de gestionar la frustración? ¿Nos parecemos cada vez más a la región? ¿Colaboran los dirigentes para fogonear este clima? ¿Podemos dividir a los uruguayos entre focas y fachos? ¿Cómo continuará la vida a partir del lunes 25?
El país que se viene por Daniel R. Olascoaga
A esta altura del partido, yo creo que la elección está resuelta y aún si así no fuera, nadie convence a nadie, y todos ya sabemos a quién vamos a votar el 24.
Tengo amigos y familiares que van a votar una u otra opción, y soy amigo de dirigentes de partidos distintos, enfrentados, que, además, varios de ellos son amigos entre sí. Por lo tanto, las crispaciones y enfrentamientos que se dan en una campaña electoral, seguramente se apaciguarán con los resultados a la vista y todos vamos a buscar la mejor forma de ayudar al país a seguir adelante, de la mejor manera que entendamos.
Tengo la suerte de conocer bastante a ambos candidatos.
A Luis hace más de 20 años, cuando con aquella Saveiro gasolera blanca, se trillaba todo Canelones para arriba y para abajo, primero rumbo a la interna y luego para obtener su banca de diputado por primera vez.
A Daniel, desde la época de la dictadura, cuando él y sus compañeros se esforzaban por organizar el sindicato de ANCAP desde la clandestinidad y yo hacía lo propio, junto a compañeros de todos los partidos, con el sindicato de OSE. Ambos fuimos dirigentes sindicales en la misma época y con mayor o menor frecuencia no hemos seguido viendo.
Sé que ambos quieren, desde su óptica, lo mejor para el país. A ninguno de los dos le será fácil, no sólo por la situación en que nos encontramos, sino porque para gobernar, con un parlamento dividido, se requiere generar grandes acuerdos.
Luis parcialmente lo ha logrado, constituyendo una coalición “multicolor”, de varios partidos, muchas veces con visiones enfrentadas sobre algunos temas. No es nuevo, se llegó a un documento de acuerdo mínimo, el cual será la base para las primeras medidas de gobierno. Seguramente para otras iniciativas habrá que ir negociando paso a paso.
Daniel, por su parte, encuentra un escenario un poco más complejo. Por un lado, la coalición que impulsa su candidatura, durante los 15 años que lleva en el gobierno, ha actuado como bloque. Muchas de las leyes impulsadas o rechazadas por el oficialismo, se discuten en organismos partidarios, o en la propia bancada legislativa y terminan siendo consideradas por la cámara correspondiente con los votos asegurados, haciendo el trabajo de las comisiones legislativas un tanto estéril. Es decir que la negociación, hasta ahora, ha sido mayormente intrapartidaria.
Ahora Daniel, fiel a su estilo, ha sido bastante independiente de la estructura. La elección de su candidata a Vice marcó claramente su impronta y terminó de hacerlo en el debate y declaraciones posteriores, en las cuales minimizó el rol del programa del Frente Amplio en un eventual gobierno suyo. Las circunstancias, de por sí difíciles, se agravan con la composición de la bancada parlamentaria de su partido. De 13 senadores, 8 corresponden al bloque MPP, PCU y aliados y al PS de línea dura de Olesker y Civila, en diputados la proporción es aún mayor de 42 representantes electos, 33 corresponden a ese bloque.
Si algo está claro es que, gane quien gane, habrá que aprender a saltar muros. Puntualmente se irán construyendo, o no, mayorías con unos y con otros. El país no tiene más espacio para exclusivismos, para las divisiones entre buenos y malos. Entre quienes están del lado del pueblo y quienes actúan al servicio de vaya uno a saber qué intereses ocultos, los que tienen toda la razón y los equivocados de siempre. Se acabó, es la hora de construir puentes, de cerrar grietas y de dejar la manija.
El 25 empieza otro partido, hay que salir a restañar heridas de batalla, pero sobre todo asumir con humildad responsabilidades. Unir a los orientales, que somos amigos, que comemos asados juntos, compañeros de laburo o de facultad, que vamos a ver los mismos partidos de futbol y salimos a comer juntos, sin importar lo que haya pasado en la campaña electoral. Nos queda mirar el futuro con esperanza, seguir para adelante, el mundo no se acaba el 24.
RAZON Y EMOCIÓN por Isabel Viana
Venimos de culturas políticas históricas que han hecho de la fidelidad una cuestión de honor. Los “infieles” han sido siempre réprobos castigados. Y según nos dice la Real Academia Española, los réprobos son “condenados por su heterodoxia religiosa”, “condenados a las penas eternas”, “apartados de la convivencia por razones distintas de las religiosas” y “malvados”.
¿En esas condiciones, quién se anima a modificar su adhesión política anterior (categorizable de fe) y asumir una nueva?
En nuestra historia la sangre separó los bandos y exigió fidelidad. El enemigo ha sido el “otro” y su bando es el que mató a los “nuestros” en guerra declarada o no. Las heridas calaron hondo en la sensibilidad de los uruguayos. Desde Carpintería hasta Masoller los enfrentamientos de divisas regaron nuestro suelo con sangre partidaria. El sentimiento de pertenencia siguió clasificando a las personas. Durante la dictadura, se enfrentaron izquierdas y derechas. La sociedad muestra aún las heridas no saldadas, reclama los cadáveres de sus mártires y desaparecidos y hace pesar en sus valoraciones los apellidos de quienes fueron actores visibles de las acciones, para bien o para mal.
Los bandos implicaron opciones ideológicas y políticas. Pero, además, y mucho más allá de éstas y su imprescindible lógica, se constituyeron en grupos unidos por fortísimos sentimientos de pertenencia. Los nombres de los líderes, los colores de divisas y banderas liberan vínculos muy totalizadores, de adhesiones categorizables de emoción pura. Ésta no se expresa sólo en el sentido de pertenencia, sino también en la generación de vínculos de cercanía afectiva y solidaria con quienes comparten una alternativa.
En cada ocasión, Imposible no tomar partido. Las terceras vías fueron vistas como opciones poco menos que apátridas. Los que cambiaron de bando, fueron sistemáticamente calificados de traidores.
En estas elecciones cada ciudadano ha debido encarar batallas internas y externas. Las internas, son entre la razón y la emoción. Los colorados se han comprometido a votar a los blancos y hay muchos que sienten que no pueden hacerlo. Es igualmente difícil y dolorosa la opción de no votar a la izquierda, para quienes han luchado y militado toda la vida en esas filas. Para algunos resulta imposible.
Quienes dirigen las campañas políticas saben que dentro de muchos ciudadanos se enfrenta la racionalidad crítica con la pertenencia emocional. Ubicado el flanco frágil, se ha atacado sin tregua a quienes han expresado sus dudas, no por la vía de los argumentos racionales o políticos, sino denostándolos como traidores, réprobos a expulsar de la comunidad de “fieles”. Ese ha sido el frente externo con el que convivir.
En los últimos diez días las dirigencias partidarias exhortaron a suavizar los ataques, comprendiendo que era necesario respetar las opciones realizadas por quienes votaron fuera de sus partidos, si se buscaba recuperar sus sufragios. Esto ha sucedido muy particularmente con aquellos que, habiendo sido frenteamplistas, han adherido a otros partidos. Pero en las redes y en el diálogo interpersonal se ha continuado expresando la bronca (que llega a ser furia) hacia quienes se han atrevido a cuestionar su pertenencia anterior. Se ha usado el menosprecio y la descalificación para con ellos.
No se ha comprendido que los éxodos de votos responden a severas críticas hacia lo actuado por el gobierno desde el ejercicio de la mayoría parlamentaria y sin escuchar a quienes, desde dentro y fuera de filas, discreparon. El ejercicio omnipotente del poder, usando del poder de la mayoría, instalando el secreto y bajando banderas históricas de la izquierda, es lo que quienes cambiaron su voto sienten como las verdaderas traiciones, causas suficientes para el abandono de la corriente a la que pertenecieran.
Otra perla para el relato dominante por Mauro Mego
El lunes 25 el país va a seguir. No va a pasar nada. Pero, en estos días, está de moda subrayar el “tono” de los intercambios entre orientales que defienden uno u otro proyecto de país. Y yo creo que esa preocupación no tiene un correlato con la realidad, más bien se centra en el microclima de las redes sociales, llenas de anónimos y miserables. La sociedad uruguaya, la real, siempre vivió duras confrontaciones, en el siglo XIX dirimidas a cuchillada, luego por canales más civilizados. Siempre hubo discusión fuerte, enemistades, broncas, somos discutidores y somos una sociedad altamente politizada y partidizada. La fuerza de los partidos políticos en nuestro país es una seña identitaria muy clara y no es nueva, viene de lejos. Pero en otros aspectos no somos ni iguales ni del todo diferentes al resto de las sociedades, tenemos nuestras miserias y las más de las veces nos creemos el viejo verso del “Uruguay excepcional” cuyo último adalid es Sanguinetti. No es terrorismo plantear preocupación y temor por las decisiones políticas que-creemos-puede plantear la derecha si llega al gobierno, es simplemente un ejercicio analítico desde la perspectiva de las grandes mayorías. Del otro lado, se podría decir lo mismo, nadie debe asustarse por contrastar modelos. La tendencia al centrismo, a la tolerancia entendida como quietud, no hace más que privarnos del ejercicio político por excelencia, que es la discusión y la confrontación. ¿Por qué esa propaganda permanente que plantea que estamos “en guerra”? ¿Revisaron las polémicas y enfrentamientos de nuestra historia política para arribar a tal conclusión? Así como en Argentina inventaron la idea de “la grieta” para demonizar algo que llevaba 200 años en disputa en el país vecino, me da la impresión de que aquí ocurre algo similar, porque de otro modo no entendería la histeria generada y esa fábula de que estamos todos enfrentados. Eso no ocurre, o más bien, siempre fue así y la vida siguió.
La disputa sigue siendo por el relato. Ahora el relato es el de convencer a todos de que este “clima” de aparente intolerancia viene a partir de la posibilidad de que el FA pierda la elección. Indirectamente buscan, por algo Lacalle Pou toma el mismo discurso, es inventar la idea de que la “intolerancia” la venimos desatando los frenteamplistas que, como muchas veces llamamos las cosas por su nombre y por sus antecedentes, pasamos “dividiendo”. El “unionismo” nacional, viejo truco de la derecha. Así el relato se desvirtúa del paquete de ajuste que tiene armada esta coalición cuya llave la tiene la ultraderecha, ahora con expresión política propia. Es el relato que falta imponer para lograr su objetivo y lo están logrando.
La grieta por David Rabinovich
Estamos frente a la mayor ofensiva contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad en toda la historia de la humanidad. Esta terrible agresión viene de parte del capital concentrado que se ha constituido en una amenaza palpable contra la democracia y la convivencia pacífica. Los conflictos son la regla, la violencia, el método extendido a todos los ámbitos de la sociedad: públicos y privados. Sólo entendiendo cuál es la esencia del sistema capitalista es posible abordar alguna respuesta a las interrogantes que nos plantea Voces. “¿Se nos “va la vida” en la decisión del domingo? ¿Cómo continuará la vida a partir del lunes 25?”
El 1° de marzo de 2005 asumió el primer gobierno de izquierdas en Uruguay. Una de las primeras medidas que tomó fue restablecer las relaciones con Cuba. Al ministro de Relaciones Exteriores Reinaldo Gargano, le pidieron la renuncia el 3 de marzo de 2005, dos días después de que había asumido. Y a partir de allí los gobiernos del Frente Amplio no tuvieron tregua ni respiro.
Soledad Platero comenta el último libro del colectivo `Entre´ donde se define las derechas como “la voluntad de conservar un régimen social jerárquico en cuya cima están los empresarios, los que mueven el dinero, los que pueden comprar incluso a los técnicos que les organizarán el mundo de tal manera que sus intereses siempre prevalezcan por sobre los intereses de los subalternos. La izquierda, entonces, sería la fuerza que opera para desarmar la pirámide, la que aspira a horizontalizar el mundo y distribuir los beneficios entre todos, sabiendo que para hacerlo tendrá que presionar las estructuras institucionales y arrancar privilegios atornillados desde el inicio del tiempo.” Allí está el origen de la grieta, en esa contradicción irreconciliable.
Según Carlos Real de Azúa, Luis Alberto de Herrera practicaba una triple identificación: “La de Uruguay con el campo, el campo con la actividad agropecuaria y la actividad agropecuaria con el gran latifundio”. La versión actualizada de esa visión de la realidad -heredada a través del ruralismo de Nardone- la podemos reconocer en el movimiento Un Sólo Uruguay, funcional a la construcción de generalizaciones baratas en la opinión pública que acepta afirmaciones como “No hicieron nada bien”, “Está todo mal”, “Se robaron todo…”
¿Qué significa la afirmación de Guido Manini? “Se acabó el recreo para los delincuentes y para los corruptos”. A sus camaradas de armas, acusados de los peores delitos del Código Penal, seguro que no.
El 25 de noviembre, cualquiera sea el resultado, las derechas seguirán haciendo todo lo necesario para mantener esta sociedad jerarquizada, patriarcal, injusta, sin que les tiemble la voz ni la mano por recurrir al argumento o elemento que tengan disponible. Las izquierdas intentarán construir una alternativa más justa, solidaria… ¿humana? Y sí, en eso se nos van las vidas de los que se caen del sistema. El lunes 25 sabremos en qué condiciones y con cuánta virulencia la lucha de clases seguirá su transcurso acá como en el resto de la región y el orbe.
Nada más importante que evitar la grieta por Eduardo Vaz
Es muy claro que una ola polarizadora recorre el mundo. Pero aclaremos de pique: es de derecha extrema, misógina, xenófoba, aporofóbica, racista y algunas cosas más según sus raíces nacionales.
Sus rostros son el de Trump en USA o el de Vox en España. El de ISIS en el mundo musulmán, Duterte en Filipinas o Bolsonaro en Brasil. Nadie podrá decir que es el fantasma del comunismo que asola, ni las guerrillas latinoamericanas o los movimientos independentistas africanos.
Lo dramático es que grandes sectores sociales, obreros y gente humilde, se vuelca a estos grupos como pasó en la entre guerra mundial. Ahora en respuesta a una globalización neoliberal, egoísta, generadora de la mayor desigualdad de la historia junto a una riqueza gigante, que desprecia y aplasta las culturas nacionales.
En este marco, es evidente que no puede haber otro camino para el progresismo de izquierda que la democracia más fuerte con justicia social y enorme amplitud articuladora. Chile muestra cómo no alcanza con la formalidad democrática sin justicia social. Bolivia muestra cómo no alcanza con grandes mejoras sociales y fallas democráticas y Venezuela muestra que sin ambas cosas la crisis arrastra a cualquier país por más riquezas que tenga.
Aquí tenemos ambas condiciones necesarias bien ranqueadas: democracia plena y justicia social en avance. Y aún así, no alcanza para generar un consenso social mayoritario. Seamos autocríticos en serio y con responsabilidad.
Las izquierdas democráticas y progresistas deben ser las más interesadas en el cuidado del diálogo social, de limar las contradicciones inevitables y encontrar caminos de resolución satisfactoria para las partes.
La violencia política, la inseguridad y el miedo son el caldo de cultivo de las expresiones más reaccionarias y liberticidas. Lo estamos viviendo en A. Latina dramáticamente.
Una anécdota fantástica: el domingo 17/11 en la feria de Marco Bruto y Rivera, coincidimos nuevamente blancos y frentistas con nuestras banderas, listas. Nos saludamos amistosamente, como todos los domingos, y acordamos 20 minutos de parlante c/u para no hacernos una guerra y molestar a la gente y a los feriantes. Nuestro referente en la coord. M, Eduardo Alonso y los militantes de ambos sectores nos dieron una enorme lección.
Una iniciativa imprescindible: la de las Redes Frenteamplistas “3 cartas, un país” es un ejemplo en la misma dirección. Con 310 mil ejemplares de c/u repartidos en todo el territorio, su carta a los NO votantes de Martínez refleja ese clima de respeto y cuidado que debe primar y es un gran aporte en esta etapa y lo que viene.
“Para quien no nos vota
Queremos expresarle desde ya nuestro respeto por su decisión y agradecerle desde ya el respeto por la nuestra. Uruguay ya vivió las épocas de Wilson “subversivo” y exiliado, de Jorge Batlle proscripto y de Seregni 10 años preso. Auténticos demócratas que no transaban con la dictadura. Por eso, entre todos los partidos democráticos derrocamos al régimen, recuperamos la democracia y desde 1985 Uruguay es ejemplo en el mundo, habiendo sido gobernado por los 3 partidos mayoritarios. Es nuestra mejor historia de unidad democrática, sin exclusiones, de respeto del otro y defensa de las libertades. Quienes votamos a Daniel Martínez, nos comprometemos con Ud. Y toda la sociedad a defender esta forma de convivencia pacífica y tolerante que nos caracteriza y enorgullece. Del mismo modo, haremos nuestros mejores esfuerzos por resolver los problemas evidentes que sufrimos como la inseguridad, el lento crecimiento económico, contando con el aporte de la oposición. Que tengamos diferentes caminos y respuestas no nos hace enemigos, entre todos, encontraremos las mejores formas de resolver los problemas y dirimir democráticamente nuestras discrepancias. Agradecemos su tiempo y que el lunes 25 de noviembre nos encuentre tristes o contentos por el resultado, pero todos en el mismo espíritu amigable y respetuoso que debe ser la base de nuestra convivencia democrática. ¡Viva Uruguay!”
Mujica apuesta a perder por Por Danilo Arbilla
Muchos traspiés y desencuentros en la campaña del Frente. La desautorización de Mujica a Martínez – al estilo del Pepe con carajo y todo- fue lapidaria. Las aclaraciones solo empeoraron.
¿A qué se han debido todos estos tropezones, demasiado importantes y extraños para el partido que , no obstante coalición- se supone el más disciplinado.?
Hay quienes lo atribuyen a la desesperación ante lo que parece una inminente derrota. Eso haría a que no den pie con bola.
Una visión diferente es que se trata del reflejo de la lucha por la hegemonía en la coalición que fue notoria en la campaña para el 27 de octubre. Pese a que ello puede haber influido negativamente en los resultados globales, igual no incidió como para variar la conducta tras la primera pulseada.
Una tercera tesis es que hay mucha gente en el Frente Amplio que entiende que lo peor que les puede pasar es ganar estas elecciones. Sería el principio del fin para la coalición de izquierdas, se sostiene. Entre los que la ven así se incluye al expresidente José Mujica, al decir de muy allegados.
¿Y por qué vería tan peligrosa una victoria? Quizás por baqueano, por ser un zorro viejo, o por olfato, que no hay que negárselo a quien siendo un Tupamaro no de primera línea, llegó a todo lo que ha llegado.
Veamos, la izquierda uruguaya, sin duda, enfrenta el momento más difícil desde que se aglutinara en torno a la figura del general Líber Seregni.
Hasta ese momento todos los esfuerzos habían sido vanos; algunos con resultados más optimistas y otros menos: Congreso del Pueblo, Convención Nacional de Trabajadores (que no Central), Asamblea Nacional de Sindicatos, Reforma constitucional “amarilla”, esfuerzos denodados de grupos unitarios. La propia existencia de los nacientes Tupamaros era una muestra más de esos divorcios.
Hoy, tras 50 años de fructífera armonía, la coalición se resquebraja. La unidad, ese llamado mágico con el poder de limar asperezas y calmar los afanes hegemónicos de los distintos grupos ha perdido fuerzas.
¿Si el Frente ganara cuales serían los efectos en la interna? No contribuiría a fortalecer la unidad sino más bien lo contrario. Por un lado, un presidente que entonces sí trataría de confirmar su autonomía, independencia y autoridad y por el otro la lucha de los grupos hegemónicos, con el MPP y el PC a la cabeza por estar en el manejo del poder. Y por supuesto tener que gobernar un país con crecientes dificultades económicas, las que se agravarán tras el año electoral, y con minoría parlamentaria. Sería un desastre, por donde se le mire.
Sin embargo, desde la oposición el tema es distinto. La brasa caliente pasa a manos de la otra coalición. Un gobierno multicolor se convertiría en un factor de unidad para la izquierda- quien se opone te sostiene- y le ayudaría a suavizar diferencias y postergar divisiones tanto para ejercer la oposición como para prepararse para la recuperación del poder.
Esas serían las razones que llevarían a pensar a algunos que es mejor perder, y las que sustentarían la apuesta de Mujica. Al decir de muy allegados.
Punto de inflexión por Max Sapolinski
Existen circunstancias en la vida de los pueblos, que adquieren una especial dimensión y que se constituyen en verdaderos puntos de inflexión en su historia.
La instancia del próximo domingo parece ser una de ellas.
Lo es, no sólo porque nos encaminamos al advenimiento de una administración que sustituya al proyecto agotado que nos gobierna hace quince años, sino porque será el preámbulo de la colosal tarea que nos desafía en procura de volver a crear una sociedad amable, integrada, solidaria e inclusiva como supimos serlo para ejemplo de la región y del mundo.
A los diversos problemas de índole social que se nos presenta, se suma un nivel de intolerancia, rivalidad, antagonismo e intransigencia, que si bien no llega a los ribetes que podemos advertir en nuestros vecinos, nos debe preocupar sobremanera.
La “grieta” está allí. Se encuentra en la calle, en los centros de estudio, en los lugares de trabajo.
Para peor, esta fisura parece abonarse aún más en lo que algunos llaman con el detestable término (en mi concepto) de posverdad. Aprovecho a acotar, que me resisto a pensar que razonamientos que hasta en su denominación genérica se califican como contrarios a los que los hechos confirman puedan ser impuestos como verdad revelada.
Se me podrá decir que algunos conceptos que estoy vertiendo suenan un tanto apocalípticos. Se me dirá que demostraciones de convivencia y tolerancia en distintos referentes políticos demuestran que la realidad está lejos de lo que expreso.
Considero justamente, que es desde allí donde debemos arrancar el próximo 25 de noviembre.
Como dijera Ortega y Gasset: “La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser”
Tenemos una obligación imperativa de consolidar lo que a lo largo de la historia fue una característica singular de las dirigencias políticas y sociales de Uruguay como cimiente para derramar sobre la sociedad el flujo que nos permita frenar el actual estado de convivencia.
A partir del domingo, a las frustraciones que puedan existir en la sociedad, se sumará para la mitad de la población, la de haberse visto derrotada en las urnas. Son los momentos en que los referentes políticos deben demostrar más que nunca que el objetivo no es realizar una mejor campaña electoral sino liderar en el sentido más cabal de la expresión en beneficio del colectivo en su conjunto.
Si para alguno, llegar al nivel de respeto que supo signar nuestra vida, parece un logro inalcanzable en los días que corren, aunque me resisto a creerlo, por lo menos, pongámonos como objetivo ceñirnos al dicho de John F. Kennedy: “Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”.
¿Crispación o posverdad? Por Eric Alvez Rodriguez
Siempre creí en el concepto más amplio de la política, ese que dice que la política está en todas partes y en definitiva estamos haciendo política cuando opinamos de un tema de actualidad o cuando tomamos una decisión que tiene que ver más con nuestra cotidianeidad.
En años electorales las discusiones se electoralizan, pero politizados andamos siempre. El asunto es que por estos días todas esas charlas sobre actualidad, todas esas decisiones que tomamos son revisadas para concluir en una decisión final que es la de nuestro voto, y por supuesto, la opinión sobre el voto del otro. En definitiva, nuestro voto define, pero el de al lado también y se lo queremos discutir, ya que cualquiera de las dos decisiones finales tiene consecuencias colectivas.
Es bueno entender el componente electoral de la democracia como el ejercicio sufragante, pero también como el intercambio de ideas en relación a eso. Es saludable que ese intercambio exista y es saludable no guardarse nada. El asunto está en cómo procesamos el debate y allí los dirigentes políticos tienen que predicar con el ejemplo. Es cierto que nos encontramos en un mundo en el cual la ciudadanía, en general, apela menos al ejercicio de la tolerancia, pero el comportamiento de las personas públicas es de doble importancia. Además de cumplir con honestidad y compromiso con la responsabilidad de turno, tienen la tarea de fomentar la cultura del respeto. Es allí donde tenemos que poner el foco a la hora de analizar si están existiendo tonos amenazantes o de intolerancia.
En esta campaña se ha aprovechado para acusar a todo un partido político de violento, intolerante o agresivo por reacciones fuera de lugar de algún votante. Sobre esto último, resulta curioso observar que muchas veces los mismos dirigentes que acusan son quienes luego publican en redes sociales mensajes cargados de violencia. Y acá se hace bueno recordar nuevamente que no es lo mismo un ciudadano sin responsabilidades políticas que un dirigente. Ni siquiera hace falta dar nombres de dirigentes, quienes habitamos las redes sociales sabemos muy bien quiénes son y el adjetivo que les cabe es de provocadores. No es saludable para la democracia echarle combustible al debate y luego cantar incendio. Eso les define como políticos, como personas y también a sus ideas sobre el mundo.
A mí cuando veo que se acusa a todo un partido de tener alguna conducta que es humana me parece más una estrategia de campaña que a un problema real. Nadie se le quiere acercar a un perro que tiene rabia. Hay que tener la calma necesaria para empezar a discriminar debate político de agresión y el doble de tesón para fomentar una cultura en dónde lo vincular importe. En la política, en los medios de comunicación, en el deporte y en nuestra vida cotidiana.
Pasadas las elecciones la vida sigue, la ciudadanía habrá elegido lo que al parecer colectivo le haya resultado mejor y habrá que seguir conviviendo en sociedad, con los maestros y maestras de nuestros hijos, los médicos y médicas que nos atienden y la cajera o cajero de supermercado sin importar qué opción electoral tomaron. Lo importante es tener claro que, sea cual sea el resultado electoral, acá no se va nadie.
¿En qué creen los que no creen? Por Gonzalo Baroni
La polarización es por conveniencia o por ignorancia. O se sabe cuándo se polariza y el rédito que puede conllevar, o se ignora completamente la convivencia del sistema político uruguayo. Es deber de los representantes sociales y políticos no fomentar una separación que pueda llegar a ser irreconciliable. Podemos tolerar radicalismos de gente que se esconde tras un celular, los que no podemos concebir son aquellos que inciden y deciden sobre el futuro del país.
La buena cultura política uruguaya es un dato de la realidad. Más allá de las distintas posiciones e incluso los “encontronazos” públicos, los actores políticos acuerdan directa o indirectamente. Cuando no es por conocerse personalmente, es por tener un allegado que colabora en el acercamiento de las partes. Es habitual presenciar un debate o intercambio en programas de distintos medios de comunicación, o cruzarse con un referente político siendo cuestionado en la vía pública o en un supermercado. Nuestras discrepancias políticas no ideológicas son aldeanas, bien entendidas, se terminan dirimiendo por cercanía o simpatía.
El gran desafío de estos años que se vienen es la gestión del consenso, pero sobre todo del disenso. Hay grandes políticas de Estado que pueden seguir siendo aplicadas con votos de gran parte del espectro político. La clave va a estar en la salida de las diferencias y la amortiguación de los conflictos. Hay que evitar la “grieta” a la uruguaya. Y para ello, cada actor político debe tener claro hasta donde es posible “tirar de la piola”.
Los descontentos en la población se han canalizado siempre democráticamente. Los dos casos recientes han sido la crisis del 2002 y su efecto sobre el Partido Colorado en la elección siguiente, y en esta oportunidad, la no conformidad con la representatividad por parte de los partidos existentes, desembocando en la creación de Cabildo Abierto. Uruguay dista de tener los conflictos de la región. La sociedad demuestra su estado de ánimo en las urnas y en sus formas de representación.
Un tema a tener presente, es el sentido de pertenencia al sistema democrático en aquellos que no han podido llegar a una mínima representación. ¿La paciencia dura cinco años? ¿El descontento culmina en una movilización? La frustración con el sistema democrático debe manejarse con cautela, sobre todo cuando a convivencia social se refiere. Otra pregunta que puede quedar pendiente: ¿En qué creen los que no creen? ¿En la polarización? ¿En sus consecuencias? El sistema democrático tiene valor cuando nos toca gobernar, pero mucho más, cuando no.
Qué Va a Ser de Ti por Celina McCall
El título viene a cuento de una de las canciones que se oirán hoy en el Antel Arena durante el show de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina. Este lunes, en conferencia de prensa para presentar el “No Hay Dos Sin Tres”, se sumaron al coro del “preferiría que ganara el Frente Amplio”.
Supongo que son actitudes como esta a lo que se refería el periodista Leonardo Haberkorn cuando la pasada semana escribió: “Mucha gente quemando reputaciones y las de muchas instituciones en pro de la campaña electoral. Sobrestiman los efectos de sus gestos, declaraciones y/o tuits. No se dan cuenta que la vida sigue después de las elecciones.”
También viene a cuento de la campaña del Frente Amplio para esta segunda vuelta electoral, donde infunde pavor en el elector que ose votar en el candidato opositor. En uno de los spots Daniel Martínez llega a mencionar las palabras miedo, terror y pánico en una única frase. “Yo soy el único que te da certezas”. Y el PIT CNT duplica la apuesta: ¡Mire que usted se puede quedar sin Carnaval, eh!
Este mes ha sido interminable por su intensidad. Y por ende, el más difícil de transitar. En las redes sociales innúmeras cuentas truchas y principalmente supuestos portales de noticias, como Diamondz Blogs, Better Bags y Baires Post, se encargaron de diseminar fake news que luego son replicadas en los grupos de WhatsApp que atosigan a los uruguayos en estos días. Hubo de todo.
Por suerte esto está llegando a su fin. Pero aún queda atravesar el después. ¿Cómo transcurrirán los días y meses siguientes al balotaje? Infelizmente han quedado heridas abiertas difíciles de cicatrizar. No va a ser fácil para aquellos que nunca tuvieron que transar y se creen dueños de la verdad, si pierde su candidato. “El país que se creía integrado es, en cambio, un caldo de cultivo de la intolerancia”, escribió el diputado Daniel Radío. Felizmente hubo gente sensata, como Mauricio Ubal y Rubén Olivera, autores de “A Redoblar” que emitieron comunicado contrario a la utilización de su canción en la víspera de la elección como fuera de lugar, invasiva e irrespetuosa para con el vecino que piensa diferente.
Las palabras describen con claridad cómo ha sido la campaña del Frente Amplio. Los médicos con Martínez, los economistas, los abogados, la cultura y los inspectores con Martínez, hizo que muchos de la misma colectividad se enojaron por no sentirse representados. El tiro por la culata resultó ser.
Entonces ¿qué será de ti si no gana tu elegido? Solo uno en su fuero más íntimo sabe la respuesta. Lo único que uno desea es que la paz vuelva a reinar. Por suerte el Carnaval no dejará de existir y está a la vuelta de la esquina.
Balotaje: izquierda y fascismo por Camilo Márquez
El resultado obtenido por Cabildo Abierto instaló el debate sobre el ascenso de la “ultra” derecha o como muchos simpatizantes y militantes de la izquierda denominan, del fascismo. Existe un amplio espectro de organizaciones y personalidades que comparte esta caracterización incluso y muy especialmente fuera del FA.
Las condiciones para la aparición de este fenómeno, sin embargo, no están presentes en nuestro país. El fascismo irrumpe cuando se produce una polarización aguda entre clase obrera y burguesía. En Uruguay el balotaje tendrá lugar entre dos variantes perfectamente caracterizadas de la última. Manini Ríos se ha recostado en el gobierno de Brasil, y sobre todo en su vice presidente Hamilton Mourão, igual que el uruguayo, jefe de las FFAA, de quien se jacta ser amigo, pero es justamente Mourao quien representa en el país del norte el limite a las pretensiones fascistizantes de Bolsonaro. Cuando surgieron embriones de grupos de tareas, como los que atacaron y asesinaron a Marielle Franco, rápidamente se instaló una crisis dentro del bolsonarismo. “Cuidado” dijeron al presidente desde el ejército “el monopolio de la fuerza es nuestro”. Por otro lado, Cabildo Abierto es una criatura, antes que nada, del gobierno. Su presidenciable fue entronizado como jefe del ejército, su vice trabajó en presidencia durante 30 años (renunció ente mismo año para dedicar su tiempo a la campaña), quienes vociferan contra el fascismo se les escapa que CA sale de las entrañas mismas del aparato del Estado, aparato que es controlado hace tres periodos por el Frente Amplio.
Si es cierto que Larrañaga representa a un sector que impulsó un endurecimiento represivo por medio del plebiscito vivir sin miedo, también lo es que ahora el FA, por boca de Gustavo Leal es quien promueve ese reforzamiento de la Guardia Republicana con al menos dos mil efectivos más de forma inmediata. Votar al FA es vehiculizar las medidas de Larrañaga rechazadas en las urnas. Martínez ya ha expresado que no se puede obviar el pronunciamiento del 47% de la población, un guiño a la derecha que la coalición de izquierda no ha tenido en el caso de los crímenes de lesa humanidad cuando el plebiscito contra la Ley que protege a los genocidas recogió arriba de los 48 puntos. En este último caso lo que había que hacer era mirar para adelante y, a decir de Mujica, dejar de “tener los ojos en la nuca”.
Los sesudos estrategas que invitan a la izquierda a “frenar al fascismo” con la papeleta electoral cometen un grave atentado político contra los intereses que dicen defender.
La pregunta que cabe es, ¿qué va a suceder en caso de una victoria de Martínez en materia de libertades, seguridad ciudadana, y leyes represivas? El parlamento ya establecido indica que hay que negociar, y las señales para tal cosa han sido dirigidas especialmente hacia Cabildo Abierto (Orsi). Como se puede ver todo el planteamiento es un inmenso callejón sin salida de una izquierda visiblemente desmoralizada. Esto último se confirma en lo siguiente: se agita el espectro del fascismo, pero la experiencia indica que donde este se manifiesta es porque también palpita la revolución, algo que los “antifascistas” no mencionan ni por error. ¿O el terror sería el recurso para aplastar a otra variante fondomonetarista más “gradualista”? Toda esta historia no tiene ni pies ni cabeza.
Seguramente, la mayoría de la clase dominante prefiere un triunfo de Lacalle, pero de ninguna manera se plantea un escenario similar al que se vive en Bolivia (golpe) ni al que se vivió en Brasil contra Dilma y Lula. Para los banqueros (como ya lo habían anunciado Standard and Poors y JP Morgan, por ejemplo) no está planteado ningún “riesgo político” cualquiera sea el que gane, en tanto ambas variantes plantean continuar lo fundamental de la política que favorece al capital financiero. La burguesía enfrenta este cambio político con pies de plomo, en vista de la ola de levantamientos populares que recorre América Latina.
El fascismo nunca fue ni será derrotado por la alianza con la burguesía en general, ni mucho menos a través de la subordinación a los mecanismos constitucionales o electorales, ni que hablar que tampoco cediendo a las presiones de los fascistas (Bolivia). Sólo la huelga general y la movilización de masas, la organización de su autodefensa, puede aplastar a los grupos fascistas allí donde estos surjan (si es que surgen). Apoyar la idea de que con el voto a un candidato capitalista y que ataca a los sindicatos, como Martínez, se puede llegar a frenar el fascismo es desarmar al movimiento obrero.
La función que cumplen estas arbitrariedades conceptuales no es otra que el de extorsionar a la vanguardia obrera y presionar a la izquierda de modo de colocarla a la cola de una opción fondomonetarista y crecientemente represiva en cuanto a las libertades y la seguridad ciudadana.
¡ES EL URUGUAY, ESTÚPIDO! Por Gonzalo Maciel
El Uruguay históricamente ha ostentado instituciones estables, partidos políticos fuertes y en general una dirigencia política con un gran apego a la democracia. Asimismo, la ciudadanía suele acompañar esta valoración de la importancia de nuestra democracia.
Como militante aspiro -sabiendo que alguna vez me pude haber puesto en ese personaje nefasto que sufre cuando gobiernan «los otros» y que a veces reacciona de mala forma frente a la mentira constante- a que tanto los dirigentes como los militantes bajemos la pelota. No se vienen tiempos oscuros porque gana la coalición, no volveremos al 2002, no quitaremos los derechos adquiridos, tampoco seremos Venezuela ni se instaurará una dictadura sindical si gana el FA. Como ciudadano confío ciegamente en los demócratas y republicanos que conviven en todos los partidos, y que, además, son mayoría frente a personajes que defienden ideologías autoritarias y nefastas. Tenemos la responsabilidad de bajar la pelota, y de exigirle a nuestros dirigentes esta actitud. Me niego a dejar de saludar a mi vecino de arriba que colgó la bandera del FA, me niego a dejar de reírme y chicanearme con mi amigo Carlitos, me niego a dejar de tomarme una con mi amigo Marco, me niego a dejar de juntarme con Sancho para tomarle el pelo a los manyas, me niego a dejar darme esos abrazos interminables con Yordi. Me niego a dejar de discutir en las redes desde el afecto y el respeto con Mauro, Maria Fernanda, Martin o Emiliano.
Defiendo mi idea y sobre todo la defiendo de las mentiras que se han dicho sobre cómo actuará o qué hará de ser electo mi candidato, apoyo al candidato que creo que puede hacer mejor las cosas, al candidato que puede reconocer lo bueno que se ha hecho, que puede reconocer los derechos que se conquistaron con años de lucha y que hoy están adquiridos. Acompaño a mi candidato quien, frente a la descalificación, los prejuicios y las mentiras, reaccionó sin estridencias, sin faltar el respeto, en el entendido que la campaña pasa, pero las personas quedan. Creo firmemente en las buenas intenciones de los dirigentes a los cuales apoyo, e inclusive, creo en las buenas intenciones de los dirigentes que no apoyo, solo pienso que elegimos caminos distintos para hacer las cosas que el Uruguay se merece.
Entonces el 24 de noviembre -gane quien gane- tendrá una tarea enorme, asegurarle a los uruguayos una vida digna, porque de no hacerlo, como dijo una vez alguien de nombre Wilson, seriamos unos criminales. Y para esa tarea todos tendremos que colaborar en la medida de nuestras posibilidades -y responsabilidades- a partir del 25 de noviembre. El Uruguay ni empieza ni se termina, continúa, con fachos y focas conviviendo. Nuestra mejor historia nos obliga a defender la democracia y luchar por un Uruguay mejor, sin olvidarnos que somos y seremos UNA COMUNIDAD ESPIRITUAL.
Uno tiene que ganar por Jorge Pasculli
Si miramos desde el dron nomás, podremos empezar a ver el medio vaso lleno. Nos cuesta reconocer nuestro medio vaso lleno. El que componemos como sociedad. Y mira que pasan cosas muy duras por todo el rededor, pero nosotros seguimos siendo muy críticos y enojados con los defectos o equivocaciones del “otro uruguayo. Y en esa nos hemos pasado demasiado tiempo durante este año. Compitiendo durante meses intensos y agotadores como si fuera casi un “Campeonato electoral”. Caímos todos en esa. Nos llevó puestos. Como esas olas gigantes que te agarran desprevenidos y te arrastran hasta la orilla o quién sabe dónde. Estamos llegando a la orilla. No fue todo sencillo, directo, sobrio, productivo, dialogado. Se armaron dos grandes bloques, se hizo intenso, enfrentado. Pero salvo algunos incidentes rápidamente sofocados, nadie cruzó la vía de dejar heridas difíciles de cicatrizar. Hemos tenido sentido de país, todos. Los políticos y la gente. Porque además de lo que cada uno ya se sentía preocupado, irrumpieron en cadena todos los estallidos sociales en la región. Con decenas de muertos, cientos de heridos, hogares destruidos. Estallidos que también se han dado en diversas partes del mundo y por diversos motivos. Las causas pueden ser diferentes, las consecuencias son las mismas.
Por supuesto que los uruguayos queremos mantenernos lejos de esas situaciones. Todos. Y por ahí tenemos que empezar. Los sectores marginales no pueden esperar a que “la torta crezca a ver si me toca algo”. Hay que atenderlos todavía más y mejor. Hasta solucionarlo. No se puede vivir viendo que hay tanta gente que la está pasando mal en este mismo momento. Ese debe ser nuestro primer compromiso ético junto con nuestro voto: “me comprometo a que rápidamente no existan más uruguayos en la miseria y ayudar a seguir construyendo un país que quiere la vida. Que quiere la paz, día a día. En la política, en el tránsito, en el relacionamiento humano. Y para mantener la paz tenemos que mantener la democracia, la libertad, el respeto, la justicia, día a día, cada uno, donde toque. Un país en el que se puede convivir y nos sentimos bien viviendo en él. Un país, más allá de que todos somos diferentes, al que queremos todos los uruguayos. Como “Cuando juega Uruguay”. Ahí surge claro. Tanto que la selección convoca a todos, en cambio la competencia local cada vez la siguen menos.
Y esto, mientras otros países lamentablemente han llegado a estas situaciones, nosotros hemos sabido poner por delante el bien común. Todos hemos aprendido muchísimo en todas estas décadas. Ahora ya todos hemos pasado por la experiencia de ser gobierno y oposición. Apliquemos todo lo que hemos aprendido. Seamos mejor gobierno y mejor oposición. La vida nos fue sacando “plumas” a todos. Mejor.
Para muchos ciudadanas y ciudadanos –gane quien gane- las elecciones terminarán mismo el domingo (un 60% no votó en las internas). Para los más cercanos a los partidos, unos tendrán motivo de alegría y otros de tristeza. Y empieza la vida normal de nuevo. El pasado, cualquiera sea, ya fue. Ya no hay necesidad de seguir discutiendo, buscando el error en el otro. Sin dejar de ser cada uno vamos am intentar sino lo que nos acerque a una solución común a uno de nuestros problemas como país. Con mucho por hacer. Sintiendo todos que también hemos aportado lo nuestro para la construcción de esta realidad que hoy no queremos perder. Y con la vida de nuestra gente por delante.
Ese es nuestro desafío, para todos. La esperanza se construye. No importa dónde te toque, lo que hagamos día a día, tratemos que sea en beneficio del país de todos. ¿Se arregla con eso? Se empieza a arreglar. Pero ya con otro ánimo.
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