Ópera y mosqueta Por Hoenir Sarthou
Aunque falta más de un año y medio para las próximas elecciones nacionales, el sistema partidario da señales inequívocas de haber iniciado la competencia electoral.
El caso Astesiano se ha convertido en un interminable “reality show”, en el que, por vía del ataque o del contraataque, tanto el partido de gobierno como el principal partido de oposición intentan obtener beneficio electoral.
Hay otros “realitys” menores, como el del llevado y traído título del ex ministro Peña, o las denuncias penales contra figuras políticas, o el incesante intercambio de dimes y diretes entre representantes partidarios.
Esos y otros “hechos políticos” contribuyen a crear un clima operístico, con rasgamiento de vestiduras, declaraciones altisonantes y apelaciones al honor y a la dignidad, para que el público se emocione, aplauda y, con un poco de suerte, en octubre del 24 recuerde la función y los vote.
¿Han visto alguna vez una ópera?
Bueno, es eso. Una representación en que los actores cantan a voz en cuello, con tono engolado, vestidos de terciopelo, con pelucas, coronas y espadas de juguete. Así disfrazados, profieren acusaciones fulminantes, amenazas y condenas, llantos de amor y quejas sobre el destino. Por supuesto, al terminar la función, los disfraces irán al baúl y sólo quedará recordar si Fulano o Mengano cantaron mejor o peor su parte del libreto.
Cualquier similitud con nuestros supuestos debates políticos no es mera coincidencia.
Pero nuestro sistema partidario no sólo juega a la ópera. También juega a la mosqueta. Con muchos cubiletes y pelotitas a la vez.
Mientras que algunos hacen denuncias, otros claman por su honor, y todos se acusan mutuamente de inmoralidades y delitos por los que nadie irá preso, nuestros gobernantes -los de turno, sean quienes sean- ponen sobre una tablita unos vasitos y varias pelotitas de goma.
Una pelotita se llama UPM, otra Katoen Natie, otra Proyecto Neptuno, otra Proyecto Tambor, otra Google, otra prospección petrolera.
¿En qué se parecen las pelotitas?
En que todas llevan adherido un pedazo importante de nuestros recursos (o bienes) más valiosos y de nuestra soberanía. Ya sea el agua de los acuíferos, o la del Río Negro, o la del Río de la Plata, o la vía de ferrocarril, o el puerto de Montevideo, o el eventual petróleo, o permisos para plantar árboles donde no se debería. Además, de “yapa”, llevan inversiones públicas en infraestructura a su medida, exoneraciones tributarias y zonas francas.
La cosa, hasta hace poco, funcionó así: mientras que el gobierno, la oposición y la TV nos asustaban con la pandemia, se ratificó lo de UPM2, se firmó en secreto eterno el contrato con Pizer, y se concedió el puerto de Montevideo a Katoen Natie. La pandemia fue una gran cosa, porque todos estábamos distraídos y no había que esforzarse mucho.
Ahora es un poco más complicado. Pero todo se soluciona. Así, mientras que el gobierno y la oposición nos señalan a Astesiano o a Peña y gritan, el Directorio de OSE, con una rápida movida de manos (esencial en la mosqueta), aprueba una iniciativa promovida por una corporación que integra la empresa Saceem (¡qué casualidad!). Iniciativa que implica la autorización para potabilizar y usar el agua del Río de la Plata para el suministro de Montevideo. Por eso pagaremos 260 millones de dólares. ¿Y el Santa Lucía? Uff, recontaminado. ¿Hicieron algo para prevenirlo o limpiarlo? No, ¿para qué? Si Saceem y sus socios tienen terrible idea.
La habilidad del gobierno para el juego de manos es increíble. Y la capacidad de la oposición para hacer de “grupí” (en este caso, cómplice distractor) también. Casi en la misma jugada, le dieron para adelante al hidrógeno verde del Proyecto Tambor, que también implica acceso al acuífero, avanzan con Google, sobre cuyo consumo de agua el gobierno se niega a informar y se conceden con gran discreción los permisos de prospección petrolera en la plataforma continental.
¿Alguno de esos temas tuvo la décima parte de la exposición política y mediática que tuvieron el caso Astesiano y el del ex ministro Peña?
Sin embargo, su importancia económica, política y social hacia el futuro es infinitamente mayor.
No sé qué más decirles. Tal vez esté todo dicho. No lo ve quien no quiere.
Nunca hubo tanto acuerdo político en el Uruguay. Gobierno y oposición están profundamente de acuerdo sobre en qué temas les conviene pelear y en cuáles les conviene guardar un silencio sideral.
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