El 14 de marzo de 1985 fueron liberadas las últimas personas que permanecían presas por razones políticas en nuestro país. Al cumplirse cuarenta años de esa fecha se realizaron diversas actividades, y la compañía Verdeteatro aprovechó para estrenar su último espectáculo, Murmuria, presentado como “Una investigación escénica basada en las experiencias de mujeres presas durante la dictadura cívico-militar uruguaya”.
En realidad el 14 de marzo de 1985 fue la culminación de un proceso en el que fueron liberadas miles de personas que permanecieron encerradas durante los años de dictadura en cárceles y calabozos clandestinos. El 10 de marzo, por ejemplo, fue liberada Anahit Aharonián, militante política de raíces armenias que hace dos años exhibió en el Centro Cultural Casa de la Pólvora un tapiz en el que estaba bordada la palabra azadutiún, que en armenio significa libertad. El bordado era una forma de practicar un idioma que le prohibían usar estando presa, y de encontrarse en una actividad concreta con otras presas. La propia Aharonián recordaba en estas páginas: “La escribí (la palabra azadutiún) en un papelito y como todas las cosas las hacíamos colectivamente le llevé las palabras y las lanitas de colores a las mellizas Topolansky, que estaban en mi mismo sector y habían estudiado arquitectura. Y les dije: ‘quiero escribir esta palabra, con este color’. Así que ellas diseñaron el tapiz y yo lo bordé” (Voces N.º 846). La elaboración del tapiz, que fue exhibido junto con otros trabajos que dialogaban con el original, ilustra uno de los aspectos que tomó la resistencia dentro de las cárceles. La intención de quebrar la subjetividad de las presas y los presos políticos encontró caminos de resistencia en el intercambio y el entretejido de vínculos. Un entretejido que grafica el tapiz mencionado y que también intenta reconstruir en el escenario la compañía Verdeteatro en Murmuria.
Lo primero que nos advierte Camila Carbajal, directora y una de las intérpretes de Murmuria, es que buscaron trabajar con colectivos de expresas políticas en una serie de encuentros y talleres que les permitieran generar un vínculo con quienes estuvieron en las condiciones que describen. Recién después del intercambio, no solo intelectual, es que consideraron que podían contar alguna de esas historias que habían compartido y desde las que habían surgido algunas creaciones plásticas que terminaron nutriendo la obra. Es importante aclarar, sin embargo, que lo que experimenta el público no es un conjunto de historias concretas, sino posibles tránsitos por esas cárceles y calabozos generados a partir del intercambio.
Murmuria acontece en el local de la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicos (AEPC), espacio en donde Verdeteatro ya había trabajado con Inédita María Eugenia. En esta oportunidad se elige el sótano del local, recreando un ámbito que puede ser un calabozo de una cárcel, pero también un centro de reclusión clandestino, como la famosa Casona de Bulevar y Palmar donde hoy se encuentra la Institución Nacional de Derechos Humanos, ubicada a solo unas cuadras de la AEPC. Esto es relevante porque veremos a los personajes alertas constantemente por posibles “traslados” irregulares.
La obra tiene una suerte de prólogo en el que el público, luego de una introducción musical (versión a cuatro voces de Volver a los 17 de Violeta Parra) se encuentra con las actrices interpretando a familiares de las presas que llegan para visitarlas. “Imaginate que no conocías esta ciudad (…) Que venís de un pueblo chico del interior (…) Que tuviste que dejar un trabajo para poder visitarla una vez al mes, porque no te daban permiso para faltar. Imaginate que sos su único familiar. Que en el pueblo ahora sos “la hermana de la sediciosa” y ya nadie te habla. Imaginate que saliste anoche para estar a tiempo combinando dos ómnibus y tres departamentos. Es verano y hace horas esperás al rayo del sol cargando un paquete con comida que no estás segura si le llegará. Cuando entres los van a revistar ¿sabés?, al paquete y a vos”.
Luego el público será repartido en diversos espacios-calabozos por donde irán transitando los personajes, haciendo que la experiencia sea distinta según el espacio en que se esté ubicado. La experiencia tiene, de forma coherente, cierta incomodidad. El público está inmerso en el universo de las presas, ve sus rostros expresivos, comparte sus espacios, escucha como murmuran. La cercanía es determinante de la experiencia, y la experiencia no es cómoda.
El vestuario gris, homogéneo, contrasta con el colorido de los ovillos de lana, y aquí es donde la historia de Aharonián se nos hizo presente mientras veíamos Murmuria. La lana representa mucho más que la posibilidad de bordar un tapiz para expresar un sentimiento prohibido. La lana representa el necesario tejido de vínculos humanos que se elaboró en esos calabozos para ahuyentar el miedo y hasta para esquivar la locura. Los ovillos de lana, como los ovillos de la memoria, son significantes de una forma de vincularse que sirvió a la resistencia a esos años en que la vida pareció quedar en suspenso. Y quizá sea lo que más expresivamente se manifiesta en Murmuria.
El elenco trabaja en un registro sobrio, en el que cada gesto parece ser un anclaje en un presente alternativo al sombrío espacio en el que comparten sus vidas en aislamiento. El tránsito a la última escena es en donde el terror y la tortura aparecen más explícitamente, pero siempre a partir de las consecuencias que vemos, nunca desde enunciados. El desorden tras una requisa, los plantones y la incertidumbre son las que producen el efecto.
Murmuria se sale de los trillos conocidos al abordar la experiencia carcelaria. Aquí no hay fugas heroicas o cinematográficas. Lo que predomina es la construcción de una convivencia que permitió sobrevivir y escapar a la locura. Y una construcción que no olvida, que se permite, a contrapelo de algunos otros “héroes”, reclamar Memoria, Verdad y Justicia.
Murmuria. Dirección general: Camila Carbajal. Textos e interpretación: Cecilia Argüello, Victoria F. Astorucci, Lucía Calisto y Camila Carbajal. Dirección musical: Marcelo Gonnet con la colaboración de Rodolfo Vidal. Iluminación y escenografía: Laura Leifert. Vestuario, diseño gráfico y fotografía: Camila Suárez.
Funciones: sábados a las 20:30 y domingos a las 19:00. AEPC (Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicos) Br. Artigas 1327 entre Chaná y Guaná.