Patricia Kramer, senadora: Ir hasta donde dé la mano para poder ir hasta donde da el ojo

Nos juntamos en Tasende y charlamos largo y tendido. Debo reconocer que conocíamos más su trayectoria artística que política, pero vemos en ella una digna representante de una generación de relevo en la izquierda nacional, que viene libre de viejas mochilas y prejuicios. Escuchándola, se puede aprender a mirar la realidad desde otro ángulo.

por Nicolás Martínez y Alfredo García / fotos Rodrigo López

PERFIL

Nació en Montevideo, en el barrio La Unión, hace 45 años. Su padre se dedicó a una empresa textil que, con la crisis del 2000, desapareció y emigró a Argentina. Su madre era ama de casa. Tiene una hermana mayor, que es artista plástica. Fue al Colegio José Pedro Varela y al IUDEP. Estudió cinco años de Facultad de Química y no se recibió. También intentó hacer la Licenciatura de Filosofía. Se dedicó al canto, a la comunicación y a criar ovejas.  Tiene un hijo, Hugo, de 7 años, con su expareja, Ana Prada.

¿Cuándo se te despierta la veta política?

Mi familia era supercomprometida con la izquierda.

Mi viejo era de los GAU, que después dan paso a la Vertiente. Mi madre era más militante de comité de base pura y dura. Y bueno, lo mamé. Siempre tuve una militancia superindependiente y, obviamente, militancia gremial en facultad. Después con el Frente Amplio, pero siempre me mantuve independiente hasta El Abrazo, que fue hace relativamente poco.

¿Dónde militabas en el Frente?

Pasó que un poco por cantar y un poco por mis conocimientos de comunicación, tuve vínculos cercanos al Frente Amplio en ciertas situaciones electorales. Entonces hago la campaña de Mónica Xavier para la presidencia del FA. Después, en campaña también estuve en la interna con Carolina.

¿Y cómo llegás a El Abrazo?

El Abrazo me convoca para una postulación supertestimonial, porque yo era cabeza del Senado en las elecciones anteriores. Pero me convence ese movimiento. Ese grupo de gente y esa manera de hacer política. Igual dentro de El Abrazo soy independiente, porque tiene distintos grupos y sectores. Nunca me propuse, políticamente hablando, ocupar cargos.

¿Y qué pasó?

Yamandú me convoca para ser directora de Cultura en la Intendencia de Canelones y esa es la primera vez que acepto tener un cargo. Soy directora de Cultura solo el primer año de la Intendencia de esa gestión y después paso a la Dirección de Planificación Estratégica. Aprendo mucho sobre planificación y técnicas en diseños de futuro. Tengo una obsesión bastante importante en cómo la política se vincula con el futuro desde el hoy.

Y ahora te tocó esta changa. ¿Te ves en el Senado?

Al principio, honestamente, no me veía. Había como una incertidumbre respecto a cómo se iba a resolver mucho del Ejecutivo y el Legislativo. Al principio, yo no estaba tan segura de poder, por cierta parte de mi personalidad, de mi necesidad de que las cosas se hagan. Me pasó cuando entré al Ejecutivo de Canelones, también, que no sabía cómo iba a sobrevivir a la burocracia de lo público. Soy un poco topadora cuando algo no me gusta. Y la verdad que fui aprendiendo las lógicas.

¿Y ahora en el Legislativo?

A mí me gusta mucho aprender cosas. Entonces, cuando empecé a meterme en cómo era el funcionamiento del Senado, me entusiasmé. Le encuentro todos los días algo que está buenísimo

para hacer y lo sigo conociendo. Pido consejos y aprendo mucho de las personas que ya tienen más tiempo en el Legislativo. Eso incluye a personas que no son de mi fuerza política. El rol democrático del Palacio Legislativo es una belleza. Y la función de control, de colaboración y de contacto con la ciudadanía es un poco el sueño del pibe.

¿Te da tanto contacto con la ciudadanía?

Bueno, esa es la parte que creo que hay que innovar para mejorar. En tiempos en los que el contacto en general es complejo y el vínculo con la política está bastante dañado, la confianza está dañada y los vínculos requieren confianza. El otro, en un montón de aspectos, a priori, es un enemigo. Y así es muy difícil establecer diálogos.

¿Cómo lo instrumentan en el Senado? Porque los diputados tiene cada uno su departamento.

Y a nosotros nos toca todo el Uruguay. Yo tengo entendido que cuando el Pepe Mujica estaba ahí la gente hacía cola en su despacho. Yo no estoy diciendo que yo tenga una cola de gente. Lo que digo es que cada persona que va la atiendo.

¿Qué te piden?

Diversas cosas. No es que te pidan, quieren que conozcas algo; por ejemplo, que sepas que hay un movimiento en el departamento de Rocha que viene luchando con un impuesto. A veces, en la cotidiana del Ejecutivo, no podés detenerte tanto. Pero en el Legislativo, lo podés analizar, ir a escuchar, y hablar con el Ejecutivo. Creo que es parte de mi tarea.

Creo que muchas veces, aunque parezca mentira,  agradecen una respuesta negativa a un planteo antes que lo dejes esperando sin responder.

¿Cuáles son los temas claves para vos?

Para mí este año es clave acompañar en todo lo posible al Ejecutivo en todo lo que necesite y requiera.

Eso es muy general.

Bueno, es mi fuerza política la que está en el gobierno y no tengo nada más importante que

ejecutar los cambios por los que votó la ciudadanía.

¿Qué temas te importan?

Economía del conocimiento, seguro. Razón por la cual yo pido estar en tres comisiones. Porque la economía del conocimiento no está en una sola. Estoy en Educación y Cultura, Industria y Ciencia y Tecnología. Y en la especial de la Comisión del Futuro. Creo que la economía del conocimiento es un tema crucial en el mundo y Uruguay tiene grandes potenciales para destacarse en ese sentido, que lo ha hecho en otros momentos de la historia del país. En los grandes momentos evolutivos del Uruguay, los

grandes saltos han estado vinculados a eso. Tenemos destacadas cosas a rescatar, a valorar, científicamente, ni que tal vez.

Tenemos muchos uruguayos en el extranjero.

Muchísimos. El Departamento 20 es un territorio que hay que invitar a pensarnos.

Ricardo Pascale insistía muchísimo en la economía de conocimiento.

Se murió, lamentablemente. Soy de las defensoras de Pascale. Contra algunos que miran más de dónde venimos que las ideas. Yo soy defensora de eso también.

Ahora, mucha bola no se le da al tema, porque no genera exactamente laburo inmediato. No genera votos, no te reeligen por eso.

No pretendo.

Pero me parece que la izquierda debería ser puntal  en eso y a veces es medio reaccionaria.

Yo creo que hay temas urgentes e importantes. O sea que creo que “zapatero a tus zapatos”, digamos. Cuando yo hablo de cómo querría yo ser senadora, no significa que entienda que todos los senadores tienen que ser así. Creo que hay un espacio necesario de que enfrentemos esas cuestiones de maneras diferentes. Y, de hecho, es uno de los grandes problemas de que lo político electoral esté tan mezclado que inevitablemente pareciera después que todos buscamos las mismas cosas, nos interesan los mismos temas, porque hay como un ir corriendo tras la opinión pública, que parece que marca una agenda que, si te vas para afuera, te quedás afuera.

Se supone que los líderes políticos son los que tendrían que marcar la agenda y no la “opinión pública”, que te marca lo político.

Pero ahí hay una cosa que excede al Uruguay. Sí, en Uruguay no terminamos de creer que podemos construirnos más allá de lo que el mundo va. Como lo hemos hecho en otro momento de la historia y que tenemos un momento coyuntural ahora, para mí,

ideal para hacerlo. Este es un momento en el que Uruguay tiene que marcar un ejemplo.

¿Por qué?

Porque la democracia está en crisis, porque la democracia está en lugares que no son los que estaba. Porque todavía tenemos acá un sistema de partidos, aunque más no sea para repensarnos. Porque todavía estamos a tiempo de algunas cosas que creo que en el mundo ya cayeron. Y no en vano vino la cantidad de gente que vino y la cantidad de gente que está mirando en este momento al Uruguay.

Las misiones internacionales del 1 de marzo fueron muchas. Hay una expectativa general de cómo resuelve Uruguay su democracia, a mi modo de ver, en estos años.

¿Ves la democracia uruguaya en riesgo?

Definime “riesgo”. Siempre está en riesgo de alguna manera. En el corto plazo, no. Que hay una tendencia mundial, en donde se van ensuciando ciertos conceptos democráticos y de alguna manera se han camuflado autoritarismos democráticamente, sí estamos en un problema respecto a la democracia.

Confío en la democracia uruguaya justamente en estos términos. Creo que podemos ser un ejemplo mayor. Y creo que este momento histórico es importantísimo para que el sistema político uruguayo y la ciudadanía, que es parte de la democracia, la más importante de todas, comprendan el rol histórico que estamos teniendo en este momento y lo creo de verdad. Tenemos ciertas características especiales, no sé por qué Uruguay es Uruguay, pero somos raros. Tenemos cosas increíblemente buenas.

¿No tenemos una grieta ahí?

No, estamos en una grieta nosotros. Aunque no estamos siendo lo suficientemente cuidadosos con encontrar los puntos en común. Sí creo que nos estamos empezando a distraer demasiado en los puntos en los que no estamos en común. No estamos en los niveles del resto del mundo.

¿Podemos ir para ahí?

Sí, claro. Es lo más fácil, de hecho, ir para ahí. Hay una inercia que, si uno no hace nada, nos lleva para ahí. Hay un griterío de hinchada que grita y no le importa según de quien venga. O sea, no podemos ni siquiera a un intelectual como Pascale mirarlo en la grandeza de sus ideas. Tenemos que primero saber de qué partido político es. No nos merecemos eso. No somos eso todavía. Pero si permitimos que una inercia nos pase por encima, que tiene que ver con esto también de la comunicación de lo electoral, de lo político, entre las cosas que me preocupan está

la política del tiempo. Yo no quiero discutir el tiempo solo en la jornada laboral. Me gustaría aprovechar al menos esa instancia para discutir otro tipo de políticas del tiempo.

¿Cuáles?

El tiempo en general en la sociedad. ¿Para qué usamos el tiempo las personas?

¿No era ocho horas de laburo, ocho de descanso, y ocho horas de esparcimiento?

Ya está eso. Creo que hay que trabajarlo y no hay respuestas en el mundo respecto a esto. Son cosas que están en discusión. Por qué no puede Uruguay probar, como probó con el cannabis. Yendo a cosas de ahora, ¿no? Como el Plan Ceibal. Puedo ir a otras cosas que hicimos antes. ¿Por qué no creer que somos capaces? Creo que lo somos. Ahí sí nos falta un poco de confianza en eso y de esto no se habla.

Ahí se plantean dos problemas. Por un lado, el estamento político es muy mediocre en muchos aspectos y aparte está pensando más en cinco años que en el futuro.

No puedo cambiar más que como lo haga yo, de verdad. O sea, me he obsesionado con el tiempo.

Además, creo que no todos tenemos que hacerlo igual. Es necesaria una diversidad en el cómo representar, y no todo es representado de la misma forma y no todas las personas se sienten representadas de la misma manera. Entonces, está buenísimo que cada quien tenga una manera de comunicarse y unos temas que te representan. Y entonces para mí está bien que haya algunas personas más enfocadas en lo inmediato o en el mediano plazo. Más enfocadas en los vínculos con otras cosas. Más enfocadas en urgencias vulneradas. Y está bien, porque todo es un sistema.

Dame un ejemplo.

Las infancias, que todos hablamos de las infancias. Bueno, hay que tratarlas en un conjunto tan grande. Porque tenemos que hablar de las infancias que están recontra vulneradas en el ya, las que más están vulneradas son los que están en protección de 24 horas. O sea, empezando de ahí para adelante. Pero también es parte de las infancias, los largos plazos de sociedad que estamos estableciendo. Y no deja las infancias por fuera el intento de trabajar en una economía del conocimiento. Entonces, ¿qué es dedicarse políticamente a las infancias? Digo las infancias porque últimamente es un tema en el que todos coincidimos.

Todos dicen que hay que hacer algo.

Por suerte. Pero no todos tenemos que hacer lo mismo para que realmente hagamos algo en el sistema político con un tema tan fundante de la sociedad. Y sí, tenemos que vincularnos diferente con temas diferentes y profundizar en lugares diferentes. Entonces no creo que haya una manera sola de hacer algo. Hay que intentar encontrar las maneras complementarias y no competitivas. Claro, lo electoral se cruza con eso todo el tiempo. Y bueno, yo qué sé. Yo lo que sé es que hay un camino.

¿Cómo logras seducir a una población cada vez más descreída de lo político?

Es con la construcción de confianza. No hay una manera. Confían o no confían. Lo máximo que puedo hacer es ser yo misma y estar lo más cerca de que puedan conocerme. No voy a lograr que confíe alguien que no va a confiar en mí. Sí puede pasar que en el prejuicio haya gente que no confíe en mí, que capaz, si me conoce, confía. Solo puedo invitarla a conocerme. Y esto lo hago literalmente hasta en Twitter.

¿Qué hacés?

Respondo a muchas de las personas que hablan prejuiciosamente de mí y he logrado cosas increíbles en eso. He generado vínculos con personas que lo primero que me dicen es un disparate. Y mi respuesta es: “Hola. ¿Cómo te llamás?”. O sea, vamos de nuevo, buscar confianza. Lo que más tengo de experiencia son las políticas públicas que generamos en Canelones, que trabajamos en ciertas metodologías. Por un lado, trabajamos con ciertos sectores y, por el otro, trabajamos alrededor de un tema que involucraba muchísimos sectores. Eso empezó siendo metodologías que aplicamos específicamente a la economía creativa, porque es un área que es desconocida, porque es un público que no se vincula con la política pública, y no tiene malas experiencias. Porque hay algo que en lo político es muy importante, los dolores que cargamos por los malos entendidos. Esos dolores, a mi modo de ver, son los que van generando esa desconfianza. Porque confiar está plagado de peligros.

Hablás de economía creativa, dame ejemplos.

Ahí trabajábamos con quince o más.  En ese momento, las industrias artísticas claras, digamos, las clásicas eran el teatro y la música, pero también la audiovisual, videojuegos. El circo es un universo impresionante. Es una industria que mueve una economía increíble. El circo no tiene muchas veces la escucha necesaria para entender qué precisan para crecer.

Sos partidaria de la idea de que la cultura da trabajo.

Sin dudarlo.

¿Sos carambulista?

En eso, soy carambulista. Sí, yo creo que Carámbula en ese sentido tenía mucha visión. Me encantaría saber qué pensaría Gonzalo hoy. Es de esas personas que digo que me gustaría ver qué pensaría sobre la cultura hoy. La cultura no solo da trabajo.  Pero además, la cultura no es solo el trabajo de los artistas.

Es todo el entorno.

Cuando nosotros estábamos en pandemia en la Intendencia y generamos todo un registro primario de quiénes estaban siendo más afectados en el sector cultural, que son, junto con turismo, de los sectores más golpeados, encontramos de todo. Había una mujer que hacía tortas fritas afectada dentro del sector cultura, porque si no hay eventos en los cuales vender tortas fritas, no tenía nada. Y es parte de la economía cultural. Es parte del trabajo, o sea, mirar productivamente todo lo que se desarrolla alrededor. No es solo el trabajo de los artistas.

Está claro.

Pero a veces no está tan claro tampoco en los artistas que, en ocasiones, desde ahí se piden ciertas políticas culturales en las que, a veces, se incluyen solo ellos.

Las corporaciones existen en todo y son lógicas, siempre y cuando no sean topadoras a las que solamente les importa su situación.

Pero es que ahí está el arte de hablar. Ahora yo no estoy en contra, dentro de los éticos, de ningún interés, pero hay que comprender que los intereses se superponen y podemos a veces en eso encontrar sinergias maravillosas donde, por ir juntos, en realidad nos acercamos más y mejor a lo que querés vos y a lo que quiero yo. Y a veces todo lo contrario.

¿Cómo hacemos?

Mirá, cuando se votaba la LUC, yo me imprimí todos los artículos del primer proyecto. Y con distintos colores, resaltadores, con la página del IMPO abierta, literalmente, fui marcando lo que se agregaba, lo que se eliminaba y lo que se modificaba.

¿Hiciste eso con los 470 artículos?

Sí, señor. ¿Qué pasó después? Lo cambiaron. Me dije: “No puedo hacer esto de nuevo”. Hablé con un amigo programador y él, evidentemente, generó un programa que automáticamente agarraba las cosas y las pintaba. Y eso se puso, de hecho, en una plataforma que se llamó Resistencia.uy, en la que accedías a los artículos de la LUC y veías las diferencias. Ahí se empezó a sumar un montón de gente preciosa, estudiantes de Sociales y otras ramas. Y eso empezó a tener otro tipo de lecturas y de síntesis. Traigo esto a colación porque fue lo último, no fue lo último, pero fue en una de las cosas más importantes que vi, por lo menos. Hay algunas herramientas que te permiten fácilmente hoy evaluar en qué cosas ciertos grupos de gente están en desacuerdo, pero en qué cosas están de acuerdo e incluso cómo la manera de hablar sobre ese tema permite o no permite la apertura de pensar si estás de acuerdo o no estás de acuerdo, y no contestar al otro al boleo. Eso se probó con algunos de los artículos de la LUC.

¿A qué conclusión se llegó?

Es de verdad sorprendente cuando leés la cantidad de cosas en las que estamos de acuerdo. Pero nos empecinamos en hablar de aquellas en las que no lo estamos. Incluso en lo que estamos de acuerdo lo hablamos de maneras que fomenten que parezca que no estamos de acuerdo. Pero cuando uno mira la información y te pega en la cara que en realidad estamos mucho más de acuerdo con las personas de lo que creemos…

¿Y eso que es burrez o interés político?

Yo creo que hay mezclas, No me atrevo a decir qué es, pero hay mezclas de vicios políticos y de intereses. Mezclas de desconocimiento, de qué sé yo, para algunas cosas, ciertas incapacidades y que está todo bien. Hay gente que genera más empatía hablando con algunos y gente que no. Hay maneras de hablar que llegan a unos y a otros no, y también está bueno asumirlo. Ir permitiendo que se vayan hablando las personas que mejor se entiendan para poder seguir encontrándose todas con todas. No creo que exista una persona, ni un colectivo, ni nada que tenga la capacidad homogénea de poder hablar con todo el mundo. Creo que es parte del problema de una cierta parte de la comunicación política de hoy, que pareciera que todo el tiempo les tenés que hablar a todas las personas. Y, ahora que está de moda esto de la segmentación, es como que la misma persona tiene que saber hablarles a este, a aquel y al otro. ¿Por qué? Y termina forzándose una conversación que no es natural. Y eso también genera desconfianza, porque la persona con la que estamos hablando no es de verdad. Pero no es de verdad porque te quiere mentir.

 A veces, sí.

Y a veces es simplemente una imposición de que te está llegando un mensaje que no es para vos. ¿Y está bien? No necesariamente. Es enorme lo que pasa. Nunca olvidaré lo que me pasó cuando me voy a la chacra. Hay un vecino que se llama Medina. Ordeña las vacas todas las mañanas, ¿viste? Yo recién llegaba con esta cosa que me caracteriza de querer hacer. Y llegué y pasé el tractor. Y Medina pasaba y me miraba y me miraba. Un día se me acercó y me dijo: “Vecina, acá el asunto es ir hasta donde le dé la mano para poder ir yendo hasta donde le da el ojo”.

¡Qué frase brillante!

Me la acuerdo casi siempre. Porque yo pienso y me divago y se me va re lejos el ojo. Y ahí necesito un Medina que me diga: “Ta, Pata, hasta donde te dé la mano”. ¿Qué voy a hacer hoy en el Senado? Aportar lo que puedo en todo esto que siento, sabiendo que no lo cambia Pata senadora ni mucho menos.

Si alguien representó, dentro del Frente, a lo que es la izquierda woke es El Abrazo, en el mundo hay una especie de péndulo contrario a eso. Vos no hablás con lenguaje inclusivo.

Me queda superincómodo. Lo respeto y lo entiendo, capaz que estoy vieja. Pero yo empecé a entender que cambiaba, el día que alguien que no se sentía ni varón ni mujer me planteó que realmente se sentía excluida de la conversación. Cualquier cosa que haga que alguien se sienta excluido siempre va a intentar de mí generar que se sienta incluido. Pero no me queda cómodo, honestamente. Sí he desarrollado una gran capacidad de hablar. Eso fue sobre todo en las épocas en que mi orientación sexual, cuando hacía canciones, trataba de no quedar expuesta. Entonces desarrollé…

Con Canciones Yeguas quedó clarísimo.

Ahí ya estaba grande. Estoy hablando de cuando recién empecé a componer. Yo compongo desde muy chica. Es inconsciente. Una búsqueda de encontrar las maneras de hablar. Así como ahora se intenta que no sea ni bienvenido ni bienvenida; y es como: te damos la bienvenida. Viste que a veces queda muy incómodo. Pero bueno, inconscientemente, tengo mucho de eso. Pero bueno, no, no me queda cómodo. Volviendo a la agenda…

La propia elección mostró que determinados sectores que estaban muy identificados con determinadas posturas fueron bastante minoritarios.

Sí, puede ser. Pero en esto que decís de El Abrazo, por ejemplo, sería como raro, porque El Abrazo votó muy bien.

¿Comparado con qué?

Comparado con nosotros mismos antes, comparado con todo. Somos los más grandes de los chicos. Bueno, no me parece poco.

No se conforma el que no quiere.

Es muy nuevo El Abrazo.

Lustemberg tuvo una exposición muy grande por su proyecto de infancia durante tres años.

Sin dudarlo. Los votos son de Cristina Lustemberg. El valor y el peso de Cristina no tiene parangón. Te entiendo y creo distintas cosas. A ver, creo que hay ciertos discursos dentro de ciertas movilizaciones más sociales que es esto de volvemos a lo mismo, de quién habla, cómo se escucha y cómo se genera esa confianza. Siento que hay ciertas maneras que no acercan ni temas ni problemáticas a otras personas que no comparten eso, y generan más barreras de prejuicio. Creo que hay un amplísimo abanico de personas que creemos en un montón de cosas, que tenemos distintas maneras de encarar.

Explicate un poco más.

Ahí hay distintas cosas. Para mí una es la que se aprovecha en la voluntad de que no nos entendamos como personas, de justamente chocar, discursos que capaz son minoritarios, amplificarlos como si eso fuera la masa.

La marcha del 8 de marzo es el típico ejemplo.

La marcha de 8M convoca a un montonazo de gurisas que lo único que hacen es marchar ese día, pero la foto aparece sobre la pintada de la iglesia. Y eso claramente es parte de lo que genera que haya todo un montón de personas a las que no les llega directamente. Porque, aparte, a esa otra persona cuando le llega algo que le genera rechazo –no estoy diciendo que lo que hagan sea o no rechazable, no estoy metiéndome yo en el juicio– si eso le genera rechazo, en el acierto o en el error del prejuicio o juicio de la persona que siente el rechazo, ya está, cerró. Y todo lo que venga después no entra. Entonces, ahí hay un uso y abuso de alguna manera de una comunicación más macro que, de alguna manera, consciente o inconscientemente, termina fomentando que las personas no nos escuchemos y no nos tengamos respeto. Por el otro lado, yo he aprendido a que mi manera de encarar ciertos temas que tienen que ver con los feminismos, con todo el movimiento LGBT, con esta agenda, es superjugada, también desde ciertos lugares más extremos de los feminismos o los movimientos LGBT.

¿No es contraproducente?

Vuelvo a lo mismo de que para mí todas las personas somos complementarias y necesarias. Yo no me olvido más de un video de una mujer a la que le habían asesinado a la hija y no encontraba solución y salía a quemarlo todo, ¿viste? Y en realidad yo lo quemaría todo también. No me toca a mí quemarlo, pero no puedo estar en contra de que esa señora grite que va a quemar todo, la entiendo. Y está bien. Y es necesario que me grite en la cara que va a quemarlo todo para que también yo, desde otro lugar, pueda otras cosas.

Las corporaciones insisten demasiado en su visión de chacra. El tercer gobierno del Frente Amplio no hizo cosas más generales y perdió.

Sí, ahí creo que hay un análisis que nunca terminamos.

Lo que digo es que se dejaron de lado contradicciones básicas. Hoy están planteando dentro de la izquierda que la cuestión no pasa por estos movimientos identitarios.

Es que hay algo de la identidad que es maravilloso y hay algo de la identidad malentendida que nos separa. Volvemos siempre lo mismo. Una cosa es reconocer las identidades en tanto y en cuanto aprendemos a habitar con la diversidad maravillosa de las identidades. Y otra cosa es cuando el reconocer las identidades nos va separando en distintas identidades que pareciera que cada una necesita una sociedad diferente. Y eso pasa en general, entre otras cosas, porque hay problemas estructurales que realmente nos afectan a todos. Entonces, hay una cosa probablemente más humana que genera que en todo este problema generalizado capaz que es un poco humano concentrarse más en el mundo de cada quien.

Pero yo te estoy hablando desde el punto de vista político.

Pasa que es en todo. O sea, vos agarrás y te fijás en los problemas de salud…

Por ejemplo, el caso más claro son las jineteadas hace poco. Hay un grupito que reclama y las quiere eliminar.

Claro, pero si no existiera ese grupito que quiere que se las elimine, quizás no podríamos avanzar en ciertas cosas que cuidan un poco más al caballo, que cuidan un poco más al jinete y las dejaríamos como están, cuando son mejorables. O sea, yo no estoy a favor de que desaparezcan, porque creo que son un movimiento cultural importantísimo de este país. Pero creo que nos tenemos que poner de acuerdo y que hay un determinado lugar en el que un poco nos podemos poner de acuerdo. ¿Es necesario que no haya ningún control veterinario? ¿Te afecta en algo a la jineteada que no haya control? No. Entonces, dejame poner el control veterinario, si no te quita la jineteada eso. ¿Es necesario que el palo sea el que si se da la cabeza se revienta o lo puedo forrar? No es necesario y la jineteada se puede dar igual. Entonces, hasta donde esa expresión cultural que no sé si a futuro, va a existir… Y esa es otra discusión. ¿Querría yo avanzar hacia una sociedad que no tuviera como expresión cultural la jineteada? Lo discutimos en otro momento. Hoy tengo una sociedad que tiene una gran cantidad de gente para la cual la jineteada es una expresión cultural.

Pero insisto con los problemas más generales. Hablaste de infancias vulnerables. Y nos preocupamos de derechos del grupito de los trans.

No tiene por qué ser una cosa o la otra.

En los hechos se dio así.

Bueno, pero es un problema de cómo llevamos adelante los hechos. No tiene por qué ser una cosa o la otra. No son excluyentes.

Se priorizó a determinadas minorias. Negros, LGTB, discapacitados y hay una enorme cantidad de mujeres en la pobreza. ¿No le estamos errando el bizcochazo?

Mi prioridad, por ejemplo, son las mujeres embarazadas vulneradas y vulnerables. Mi prioridad es que esas mujeres que no tengan 600 gramos de carne semanales les altera la nutrición del bebé y eso les está alterando después a esas infancias la capacidad cognitiva y de aprendizaje. En ese sentido, no tengo otra prioridad mayor que generar la capacidad de acompañar nutricionalmente a todas las mujeres embarazadas del país. En un país productor de carne, no puede faltarles carne a las mujeres embarazadas. Primer punto. Más allá de que creo que una vez que tenés a las mujeres embarazadas identificadas y que estás tratando de acompañarlas como Estado, aprovechá que venga el Ministerio de Vivienda, y que vengan todos lo que hagan falta.

Ir a fondo con todos sus problemas.

Hablemos de esa familia en general, porque no se llega a ese lugar desde un repollo, ¿no? O sea, mi prioridad sería esa, pero porque creo que, en lo estructural, una buena política de acompañamiento de las mujeres embarazadas te cambia el país. Punto. ¿Eso me implica no poder prestar atención, no poder escuchar, que sigue siendo verdad que a las personas trans las siguen reventando a palos en ciertos lugares? No.

No. Pero siempre se habla de recursos finitos. Y cada uno tira para su segmento.

 Sé que hay prioridades de dinero y hay algunas acciones que no necesitan plata, ¿verdad?

Pero, en el fondo, las que pesan precisan plata.

El gobierno anterior generó un avance en convenios con el INAC. Hay cosas que se pueden hacer. Ponele que sí. Para eso está el Consejo de Ministros (risas).

Vos estás en el Legislativo, que se encarguen ellos.

Mentira, porque aparte el presupuesto pasa por nosotras. Pero mi prioridad en ese sentido del dinero es, por ejemplo, evaluar dónde se está invirtiendo la plata, porque ahí hay un problema de eficiencia de verdad. De eficiencia en el gasto que tiene que ver con multiplicidad de políticas y acciones.

Que se superponen.

Sí, sí, porque es increíble, porque vos colocás aros de básquetbol pero no les llegan las pelotas. Porque la pelota llega desde otro lugar que cuando las reciben el aro ya está roto. O sea, es un ejemplo tonto, pero real. El de los aros de básquetbol y las pelotas.

Inoperancia total.

Entonces, ahí hay un tema. Yo le tengo mucha confianza de verdad a este gobierno que está evaluando las cosas de maneras trasversales. Tengo mucha confianza en la OPP, en su capacidad de descentralizar y coordinar con los gobiernos departamentales las políticas para que la plata,

que es poca y quedó bastante complicada la situación, rinda.

Hablás de las mujeres embarazadas pero tenemos un problema demográfico clarísimo en Uruguay. Tenemos pocos nacimientos.

También podríamos tener otro tipo de políticas migratorias. Que para desarrollar ciertas cosas también a veces es bueno que vengan ciertos conocimientos en determinadas circunstancias, con determinada reglamentación de las inversiones. Yo creo que cada acción de verdad permite pila de cosas a lo ancho, que a veces en la vorágine se nos escapan posibilidades de eso. Yo creo de verdad que transversalizar las cosas nos ayuda a ver cosas que si no, no veríamos. Y creo que ahí radica gran parte de acelerar los tiempos. Hacer mucho más eficiente el gasto. Y que no se nos escape lo importante. Estamos yendo más a la parte ejecutiva y no puedo dejar de remitirme a cosas de Canelones que viví.

Dale, no importa.

El Festival X está acostumbrado a venir y pedirte X cantidad de plata. Y hay momentos en que ni pensás. Y no se vuelve a dar la conversación de si lo que precisa es plata o lo que precisa es otra cosa. ¿Cómo hacemos una política en donde cada vez precise menos porque vamos fortaleciendo otra cosa? Y lo que pasa también es que para eso primero hay que salir de ciertas cosas urgentes, que si no, no es posible ponerse a pensar. En Canelones, cuando yo entré, vi que realmente la acción de los quince años anteriores permitía un montón de cosas que, si no, eran imposibles. Porque hay un montón de cosas que no se pueden hacer en cinco años. Pero realmente los que vienen después de esos cinco años tienen que tener la altura de agarrar lo que se viene haciendo y construir sobre eso. Canelones para mí es ejemplar. No sé si tenemos otro ejemplo de eso. De hecho, no sé si nosotros lo hicimos en el gobierno nacional. Creo que como Frente Amplio no lo hicimos.

Y en Montevideo, menos.

Entonces, creo que también lo que hicimos en Canelones es un ejemplo de verdad. O sea que fue

una continuidad. Volviendo con las mujeres embarazadas, esa misma mujer en algún otro lugar puede tener otro hijo, por ejemplo, en la escuela y ahí tiene un abordaje y en otro lugar, otro. O sea, todas las políticas públicas abordan a las personas en algún lugar y de alguna manera. Yo no estoy en el Ejecutivo ahora, pero lo que veo y lo que sé que es voluntad del presidente, porque lo conozco, a él sí lo conozco en su manera de hacer.

Es medio blandito.

Eso es para los que no entienden la verdadera fortaleza. Pero es que es verdad. Lo rígido se rompe. Es re fuerte. Es muy fuerte. Tiene una mirada muy trasversal. Hay una voluntad de entender al trabajo integrado e integral. Y veo a este Ejecutivo, por más que lo veo de afuera, muy comprometido con eso.

Las mujeres tienen más dificultad que los hombres en política. ¿Tu orientación sexual te afectó mucho?

A mí no, pero eso no me quita entender lo que ha hecho en otro montón de historias de vida. En mi historia de vida personal, honestamente, no lo siento.

Pero fui una privilegiada en muchos aspectos.

¿Con quién de la oposición te llevas mejor en el Senado?

Todavía no los conozco lo suficiente. Nos miramos bastante con Sebastián da Silva y con Pedro Bordaberry. Para nombrarte un blanco y un colorado.

Ojo con Sebastián, que es muy bandido.

Su manera de ver las pasturas del Uruguay me encanta. Con todas las personas podés tener algo en común, de verdad.  Su defensa de la pastura natural de la pradera uruguaya…

Ahí está su negocio.

Más allá, porque desconozco si tiene algún tipo de interés o no, en eso concuerdo profundamente.

Uruguay debería ver a las pasturas de otro modo y reconocer eso único que tenemos. O sea, la pradera natural del Uruguay es única en el mundo y tiene unas características superiores. Concuerdo con él en eso.

En el Senado sos medio rara avis, como ya fue Silvia Nane. Ella porque venía de una empresa de tecnología y vos venís del ámbito cultural. No hay muchos como vos, son todos más políticos de carrera.

Si ni yo sé como llegué ahí, cómo no se va a sorprender el resto.

Existe ese debate de la batalla cultural y de que la izquierda copó la cultura, ¿cómo lo ves?

Hace mucho tiempo, en un encuentro de cultura que hubo en Argentina, se habló de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Y un montón de grupos de la cultura pretenden que existiera un ODS de cultura y de hecho hay un montón de sarasa. Yo entiendo que la cultura de verdad es un resultado de todo lo demás y a la vez origen de todo lo demás. No puedo concebir mirarlo en sí mismo. Y no puedo concebir la batalla cultural. Si es una batalla, ya no está siendo en los términos en que quiero la transformación de la cultura. Estoy en contra del nombre, de la nomenclatura. Tengo un problema con las palabras yo. Batalla cultural me estaría implicando una parte de la cultura que muere y no creo en eso de esa manera. Yo creo que la cultura se va transformando justamente en el entendido de ir absorbiendo cosas del otro. Es una evolución de la cultura que tiene entre otras cosas asumir que del otro lado, formando parte de la cultura contigo, hay personas con otras cosas.

Mirá las jineteadas.

Pensarlo en términos de batalla cultural: jineteadas sí o jineteadas no. ¿Quién gana la batalla? No creo en la batalla cultural. Sí creo en la importancia de analizar la situación de la cultura. Porque la cultura no es solo tampoco la inercia de quiénes somos y cómo vamos conviviendo. O sea, la cultura también es, ni que tal vez en el vector político ahí también, pero no solo, tomando ciertas decisiones de impulsar ese resultado cultural hacia algún lado o impedir cierto avance de ese resultado cultural hacia algunos otros. O sea, es parte de cómo regular o fomentar o disuadir un cierto comportamiento social. Y ahí la política sin duda tiene mucho que hacer y que ver. Insisto, no solo la política, Pero no lo veo en términos de batalla.

Porque además confío, si no me voy, que la política puede un montón de cosas. Creo que la política es la última que tiene que verlo en términos de batalla cultural y tiene que evaluar en tal caso desde un punto de vista ideológico hacia dónde querría que vaya la cultura. Y tratar de generar fomento para que la sociedad avance hacia ciertos lugares y cómo

Intentar retener ciertos posibles resultados que nos parecen ideológicamente que no están buenos. Pero eso, honestamente, no creo que pueda ser matando al otro.

¿Fomentar ciertos valores o gustos?

¿Qué sé yo? Yo a mi hijo lo invito a escuchar ciertas canciones. Seguramente los amigos y amigas de mi hijo escuchan otras. Yo no le puedo decir a Hugo: “No te juntes con los que escuchan, no sé qué” ni le puedo decir: “Esta música es una porquería”, porque ¿quién soy yo? Yo puedo invitarlo a escuchar estas otras cosas, puedo intentar que sea un niño que invita a otros a escuchar su música y que sea lo que sea.

Bueno, uno aporta lo que cree. Y alimenta lo que cree que va a llevarnos más a lo que queremos que nos lleve. Y hay que convivir.

El valor lo da el otro.

El valor lo terminamos dando en lo que terminamos siendo. O sea, ¿cuál es la cultura del Uruguay? Sí, dale ¿a quién me vas a dejar afuera? ¿Qué me vas a dejar afuera de la cultura del Uruguay?

Es difícil.

Y si cada uno se lo quiere apropiar, la cultura del Uruguay es la murga, la cultura es el candombe, la cultura es el tango, la cultura es la jineteada, la cultura del Uruguay es el folklore, yo qué sé. La cultura de Uruguay también es la escuela pública. Yo fui a una escuela privada y sin embargo tengo adentro la cultura de la escuela pública, porque tampoco una cosa implica la otra. Porque estamos todo el tiempo mirando al milímetro. La cantidad de veces que a mí me han juzgado en esto de ser de izquierda y haber ido a un privado. Lo converso con el que sea. ¿En qué lugar eso me quita el sueño y las ganas de que la educación pública sea mejor?

¿Dónde mandás a tu hijo?

También a una escuela privada. Me imagino el griterío: “Los senadores tenemos que mandar a nuestros hijos a la escuela pública”. Lo mando a una escuela privada porque es escuela. Y lo digo porque lamentablemente hay ciertas cosas que hoy por hoy se brindan en escuelas privadas y no en escuelas públicas. Que quiera y pueda y sea una privilegiada para darle ciertas características de educación, no me saca nunca a mí la voluntad y el compromiso de que sean de acceso para todos los niños y las niñas de este país. No entiendo por qué una cosa quita la otra. De verdad, no lo comprendo en lo profundo. Es un esquema demasiado grueso, lleno de juicios, que, en el fondo, muchas veces, son un prejuicio.