Reflexiones sobre el concepto “teatro” a partir de Sala Sonora, podcast de teatro sonoro de Luciana Lagisquet.
Uno de los ejes que vertebraron las diferencias entre Kant y Hegel fue el alcance de los “conceptos”. Theodor Adorno, en Tres estudios sobre Hegel, nos dice que el autor de la Fenomenología del Espíritu “odiaba especialmente” los intentos de trabajar con conceptos que no permiten saltar “por encima de su esencia abstractiva y clasificatoria, separadora y arbitraria” porque esta forma de entender los conceptos delataban un “sueño de la verdad de la cosa misma”. Para Hegel, continúa Adorno, “es preciso tanto estatuir en forma fija los significados de los conceptos (de modo que sigan siendo, en general, conceptos) como “moverlos”, variarlos de acuerdo con lo que mande el objeto, para no desfigurarlos”. La lógica dialéctica no es estática, y si bien en un primer momento exige identidad entre el concepto y lo que captura en la “realidad”, para mantener esta identidad el concepto debe cambiar como lo hace la realidad de que da cuenta. Por eso mismo, agrega Adorno, “la filosofía que considere el concepto como algo más elevado que un mero instrumento del entendimiento tiene que abandonar la definición, que tiende a paralizarla allí”. Los conceptos deben moverse junto con la realidad de que dan cuenta nos dice Hegel, y tomamos esta discusión para pensar una polémica, algo ilógica, que se ha disparado sobre el alcance del concepto “teatro” en la actual coyuntura.
No hay dudas de que el teatro tal como lo conocemos tiene que ver con un hecho artística que reúne a los hacedores y los espectadores en un mismo espacio. Sin embargo desde que existen medios tecnológicos que lo hacen posible existen ensayos de mediar entre hacedores y público mediante hechos artísticos que también reivindican, en parte, el término “teatro”. Quizá el ejemplo paradigmático sea el “radioteatro”, fenómeno muy popular en un momento histórico determinado. La coyuntura de pandemia ha impedido el encuentro físico entre artistas y espectadores, lo que ha generado diversas respuestas creativas. Entre el streaming, que retransmite el hecho teatral en su forma más o menos tradicional, hasta elaboraciones que parten específicamente de las posibilidades tecnológicas de nuestra época. Par diferenciar el encuentro presencial del mediado por recursos tecnológicos el teórico argentino Jorge Dubatti elaboró (antes de la pandemia) las categorías “convivio” y “tecnovivio” indicando sus especificidades. Pero la pandemia ha habilitado, por necesidad, un grado de experimentación que no se entienden del todo a partir de esas categorías. Por ejemplo, y hemos escrito bastante en este espacio al respecto, la obra Dos hermanas de Anthony Fletcher y Claudia Sánchez no se puede experimentar fuera del “espacio virtual” sino que está generada para hacerse y experimentarse desde la “virtualidad”. Ya no estamos ante un hecho estético que pueda ser incluido en la convivio, pero sí mantiene con el teatro tradicional el ser generado de forma sincrónica con la recepción del espectador. Si mantiene esta característica, pero transcurre en el “ciber-espacio” perfectamente se le puede aplicar el concepto “ciber-teatro”, o “teatro-ciborg”. Los conceptos, de forma dialéctica, se mueven con la realidad para seguir dando cuenta de ella y no deformarla. Pero de forma algo absurda han surgido voces que niegan la palabra “teatro” a toda cosa que no sea lo que sus conceptos capturan, de acuerdo a sus “definiciones”. Si esto surgiera del mundo artístico, sería una polémica que saldarán los creadores, lo que es extraño es que desde fuera de la práctica artística, desde la academia, se nieguen o ignoren algunas prácticas porque no se adecuan a su edificio conceptual. Una compañera del medio teatral me decía hace poco “la academia no me puede decir lo que no soy, debería ser capaz de generar las categorías para dar cuenta de lo que estamos haciendo”, respondiendo al dedo acusador “eso no es teatro”. Y es importante señalar este aspecto porque no hablamos de una decisión de alejarse de la “convivio” sino de una necesidad impuesta que se intenta sortear de diversas formas.
Algunas de estas reflexiones volvieron a presentarse a partir de Sala Sonora, un podcast al que se puede acceder en Spotify, en donde escuchamos algunas piezas sonoras a modo de muestra de los talleres de dramaturgia del deseo de Luciana Lagisquet. Al comienzo de cada uno de los nueve episodios del podcast escuchamos la voz de Lagisquet afirmando: “Este es un podcast de teatro sonoro, o radio teatro o podcast teatro, como más les guste” y agrega a continuación “hacer teatro es leer y escribir colectivamente, este podcast es otra forma que encontramos de hacer eso, entre la literatura, el sonido, el teatro y el deseo”.
Es claro aquí que la dramaturga y directora no teme usar la palabra teatro para referirse a su trabajo, y acentúa el carácter colectivo de esta práctica artística. Y al hablar de “teatro sonoro” o “radioteatro” vuelve sobre prácticas que tienen décadas de praxis. Y es tan poco polémico el término que aparece en el célebre Diccionario del teatro de Patrice Pavis, en donde se asume que “el teatro radiofónico constituye un sector de creación nuevo todavía poco explorado y puede dar lugar, al menos potencialmente, a una parte no despreciable de la producción dramática global, sobre todo en lo que refiere a las obras radiofónicas que no se reducen a grabar o copiar una representación teatral, sino que se aventuran a una creación específica”.
Para Pavis entonces, es legítimo usar el sufijo “teatro” luego de “radio” y si bien se genera algo nuevo, esto nuevo no se define por “no ser” teatro. Cómo vivimos en una época en que los “audios” van y vienen entre teléfonos celulares, las posibilidades de un teatro sonoro se potencian, y esto es particularmente explorado en algunos de los episodios de Sala Sonora, en que la “ficción” queda oculta tras una serie de audios de whatsapp que borronean las fronteras de la convención artística. Las posibilidades tecnológicas de nuestro tiempo permiten además el trabajo colectivo a distancia, acercando a creadores y creadoras que se encuentran a miles de kilómetros. Lo que hagan con esas posibilidades será algo que, seguramente, hará repensar lo que es el teatro. Cómo ha pasado siempre. La semana que viene profundizaremos específicamente en los episodios de Sala Sonora.
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