Revista Raíces: un cuarto de siglo por Julio César Romero

Revista Raíces nació en el corazón de Casavalle, más precisamente en el barrio Nuevo Ellauri, en aquel lejano año 2000, cuando el país se preparaba para enfrentar una de las crisis económicas más duras de su historia reciente. Surgió como un gesto de resistencia cultural, como un intento de sostener la memoria y la identidad en medio de la adversidad.

Con el paso de los años, la publicación fue reconocida con declaraciones de Interés Nacional, Cultural, Departamental, Turístico, Deportivo y por la UNESCO. Pero más allá de los reconocimientos, su verdadero valor radica en haber abierto sus páginas a grandes figuras de la literatura y la investigación uruguaya: Carlos Maggi, Daniel Vidart, Antonio y Enrique Mena Segarra, Danilo Antón, Juan Antonio Varese, Nelson Caula, Aníbal Barrios Pintos, Juan Carlos Legido, entre muchos otros.

Encuentros que dejan huella

Recuerdo una de mis primeras entrevistas, la que resultaría ser la última concedida por el Dr. Rodolfo Tálice a un medio escrito. Con cien años de vida, aquel sabio me recibió con la serenidad de quien ha comprendido el sentido profundo del tiempo. Hablamos de su vida, de su vocación y de su gran pasión: la Etología. Me relató sus visitas a centros de reclusión, donde entrevistaba a los criminales más temidos del país. En ese diálogo con ellos descubrió un patrón: el desapego entre madre e hijo durante los dos primeros años de vida. “Allí”, me dijo, “se graba en el genoma lo que luego el niño manifestará en su carácter”.

Otra entrevista inolvidable fue la de Eduardo Galeano. Nos encontramos en el Café Brasilero. Fue como conversar con un viejo amigo: cercano, provocador, lúcido. Al terminar, tomé el ejemplar de Las venas abiertas de América Latina que había dejado sobre la mesa. Sin pedírselo, él lo tomó y escribió una dedicatoria coronada con el dibujo de un chanchito. Caminamos juntos hasta la Plaza Matriz, y al llegar al Cabildo nos despedimos con un apretón de manos que aún guardo en la memoria.

También guardo con cariño el encuentro con Carlos Páez Vilaró. Estaba culminando su muestra itinerante por todo el país, coincidiendo con su cumpleaños número ochenta. En una sala tranquila del Cabildo repasamos su vida, su arte y, sobre todo, su búsqueda incansable tras el accidente de los Andes. “Yo sabía que Carlitos vivía”, me dijo. “Las señales venían… un pájaro que se acercaba a la ventana, algo que caía sin motivo. Yo sentía que él seguía vivo”.

De los barrios al país entero

Raíces comenzó como una publicación barrial, pero pronto trascendió los límites de su entorno. Los comerciantes, en un principio, pensaban que era “solo del barrio”. Con el tiempo comprendieron que era de todos. La revista se convirtió en un espacio donde las historias locales se entrelazaban con la gran historia del país, donde cada calle y cada vecino podían ser protagonistas.

Tuve el privilegio de entrevistar también a los campeones de Maracaná: Julio “Pata Loca” Pérez, Oscar Omar Míguez, Roque Máspoli, Juan Alberto Schiaffino, Eusebio “Cato” Tejera y Alcides Ghiggia. Cada uno, con su humildad y grandeza, me dejó una enseñanza de vida.

El espíritu de Cacho

En 2002, Raíces comenzó a publicar los primeros artículos sobre el sacerdote Isidro Rubén Alonso, el querido Padre Cacho. Ya habían pasado diez años desde su fallecimiento, pero su presencia seguía viva en el barrio. Los lectores me alentaron a reunir sus testimonios, y de ese impulso nació mi primer libro, Un Cacho de Dios. Fue un intento por rescatar el legado de un sacerdote que eligió vivir entre los más pobres, compartir sus angustias y sus esperanzas.

Yo mismo había llegado a vivir al barrio en 1980, cuando Cacho ya había dado el paso de instalarse allí. Por eso, al escribir el libro, me resultó natural incorporar los testimonios de vecinos, colegas, políticos y actores sociales. Era una historia que también me pertenecía.

El valor de la memoria

A lo largo de estos veinticinco años, Raíces me permitió descubrir las historias ocultas de los barrios, conocer a sus pioneros, seguir la evolución de sus calles, sus edificios y sus leyendas. Entre los muchos maestros que me acompañaron, guardo un recuerdo entrañable del escritor e investigador Aníbal Barrios Pintos, a quien considero un “profesor silencioso”. Lo visité en su casa de la calle Requena; al ver su mesa repleta de libros, le pregunté si su biblioteca le quedaba pequeña. Sonrió y me respondió: “No, querido. Estos libros los hice yo. Muchos tienen reescrituras con hallazgos nuevos que fui descubriendo”.

Mirar hacia adelante

En un mundo vertiginoso y cambiante, Revista Raíces continúa apostando por ambos formatos: el papel y lo digital. Los lectores, fieles a la tradición, me repiten que “nada reemplaza al olor de la tinta en el papel”. Pero también sabemos que la tecnología es un puente necesario para llegar a nuevas generaciones y a los uruguayos que viven lejos.

Veinticinco años después, Raíces sigue siendo lo que fue desde el comienzo: un espacio de encuentro, memoria y compromiso con la cultura nacional.

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