Roberto Píriz: El corazón que late en la veta por Alejandra Waltes
«Las construcciones en madera de Joaquín Torres-García son más modernas que sus pinturas», afirmaba el galerista Guillermo de Osma en el año 2000. Según de Osma, el fundador del universalismo constructivo aplicó a las construcciones en madera una mayor libertad y sensibilidad moderna, que al cabo de dos o tres años apareció en sus lienzos. Las obras en madera aparecieron de forma continuada en su trabajo, ya desde la primera década del siglo. No somos un país en el que la madera haya sido utilizada tradicionalmente por nuestros escultores quienes prefirieron la piedra o el bronce. Es Torres García quien la rescata del lugar utilitario y se vale de ella para fabricar sus juguetes transformables o para la creación de obras que, pese al volumen propio del material, se mantienen en la bidimensión. Es en el TTG en el que surgirán las maderas pintadas de Augusto Torres, Francisco Matto, Manuel Pailós y Elsa Andrada por nombrar a algunos exponentes. El óleo aplicado sobre la rusticidad de la madera aportaba con deliberación un acento primitivo a estas obras. Por otro lado, Wifredo Díaz Valdéz elije desarmar y reelaborar la materia que ya fue manufacturada dando nueva vida a objetos usados encontrados por ahí. Casi siempre madera que antes fue hecha objeto y tuvo una función establecida. La obra de Roberto Píriz (Montevideo 1966) forma parte de esa tradición del arte nacional no muy antigua, pero si profunda en sus significados y profusa en sus formas. Píriz se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Estudió con los maestros Clever Lara, Lacy Duarte y Pedro Peralta. También estudió en Club de Grabado. Sus obras han formado parte muchas muestras colectivas a nivel nacional e internacional y han sido merecedoras de varios premios y menciones. Así mismo forman parte de colecciones públicas y privadas en Uruguay, España, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Inglaterra y Australia. De Roberto recordaba un par de obras de Estancia Vik Project (un mural en tonos de blanco que cubre toda una pared y una suerte de pirámide de grandes dimensiones) por eso me regocijó la escala de las obras de la muestra “Roberto Píriz: obra reciente” que se puede apreciar en el 5to. piso del Museo Torres García hasta el último día de marzo. En lo primero que pensé fue en el antiguo arte de la marquetería o el arte de incrustar en las tablas pequeñas chapas de madera de diferentes colores, en este caso el trabajo paciente con maderas de pequeñas dimensiones siguiendo esquemas torregarcianos. Para apreciar cada obra se necesita observarlas más de una vez pues no es posible apreciar toda su intima y serena belleza en una sola mirada. Cómo dice Pablo Thiago Rocca “El artista consigue el máximo refinamiento con elementos que en principio se dirían rústicos y desangelados: esas maderitas toscas, pintadas o apenas despintadas por el azar o la lija del tiempo.” Las pequeñas maderas de diferentes tonos de blancos, cortadas y colocadas respetando el sentido y riqueza de las vetas, son interrumpidas por otras de colores ocre, oxido o verdes, de diferentes anchos y espesores colocadas en sentido transversal, simulando pequeñas puertas o ventanas que se abren a otros mundos de orden material y técnico. En ellas podemos distinguir restos de viejas publicidades, bisagras u otros elementos, textos e imágenes aplicadas con decoupage. Sin embargo, creo que las grandes protagonistas de cada obra, cuya observación es un goce estético, son las vetas de esas maderas rusticas. El juego de volúmenes y las sombras que proyectan les dan un movimiento vibratorio, de latencia. Cada obra es una ventana a un universo en donde los elementos han sido depurados a su mínima expresión dejando al desnudo su esencia.
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