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Sanciones a Moscú confirman el buen relacionamiento chino-ruso por Ruben Montedonico

Sanciones a Moscú confirman el buen relacionamiento chino-ruso  por Ruben Montedonico
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La presente situación en el hemisferio norte confirma los vaticinios que anunciaban,
por una parte, la decadencia imperial de EE.UU. (comprobable ante la
lenta e inexorable pérdida de dominios sobre regiones, países, moneda de intercambio
internacional -dólar-, sistema financiero y producción civil); por otra, frente a una
nación emergente, (con potencialidad para suceder a quien pretende regresar
a ser preeminente) le hace una declaración de guerra universal y a eso suma un pacto militar
del Pacífico (en compañía de su asociada Reino Unido y arrancando el presto apoyo
de Australia); en resumen, da la razón a la opinón de que estamos en presencia de
una segunda Guerra Fría, parecida a la primera en lo militar y novedosa al incorporar
los temas de producción, inversiones y comercio.

Cuando la Casa Blanca intenta rectificar queda en evidencia al no poder hacerlo. Cometió
el error de mantener la estrategia militar del siglo pasado de enfrentar a Moscú en un campo
que si no se puede hablar de fracaso, tampoco significó algún éxito: el centro y las capacidades
militares de la heredera de la URSS no tardaron en recomponerse y hacer valer -en cierto sentido-
el presagio de Kissinger que en su oportunidad dijo algo poco divulgado pero cuyo premonitorio
contenido era que cualquiera fuese el sistema político proclamado, Moscú sería un competidor militar
de Washington y su adversario. A ese intento sistemático de aislamiento, precipitado por la
invasión guerrero-expansiva contra Ucrania y sus corruptos políticos, EE.UU. (y la OTAN, que
funciona al compás que le tocan Biden, Blinken y el Pentágono) usaron todas las formas
de apremios a su alcance para abrir una enorme zanja entre Putin y Xi. Y fracasaron: aunque
sea temprano para reconocerlo, perdieron esa partida; complicaron su situación en el
interior europeo -no todos actúan al mismo ritmo-, y están obligados a incrementar el pie de fuerza
para que Ucrania no aparezca perdedora y desafíe a Rusia en la confrontación bélica o a buscar
mediante una negociación un estado de no beligerancia temporal que salve las circunstancias que se le
presentan complejas.

La visita de Xi a la capital rusa y el viaje de Lula da Silva a China, sumado al hecho de que Dilma Rousseff fue
nombrada presidenta del directorio del banco de fomento de los BRICS, ofrecen elementos que dan a entender la
existencia del relacionamiento sino-ruso y un amplio territorio latinoamericano para el abordaje y
construcción de una parte de la Ruta de la Seda en un espacio anteriormente tenido como dominio
estadunidense. Si el vil paso ruso al invadir fue mal interpretado por EE.UU. como signo de oportunidad para
hostigar a Moscú, el Kremlin corrió con suerte al resultar solo con heridas del primer golpe que recibió con sanciones de la
Casa Blanca que lejos de aislarlo de Pekín reforzaron los términos de la relación bilateral. Esto último lo refrendó
la visita de Xi y sus palabras iniciales en Moscú refiriéndose a su anfitrión como “mi querido amigo”.

El mandatario chino ha completado en este tiempo un amplio espectro de acciones, acumulando simpatías
internacionales y, sobre todo, adhesiones: marcó políticamente su desagrado por las reiteradas muestras
de compromisos estadunidenses con Taiwán y exhibió en el caso el músculo militar; abandonó definitivamente
toda controversia ocasional con India; recibió y visitó a Putin en momentos que algún iluso suponía que lo
abandonarían; al recibir a Lula, criticó con este el signo monetario dólar como moneda de intercambios
comerciales internacionales; apadrinó el acercamiento saudí-iraní; se proyectó como defensor de la paz al
presentar su plan para terminar el conflicto ucranio-ruso y en todo momento bregó por actualización y vigencia de
la alternativa de los BRICS.

Xi ofrece desde China, tras su primera época de la tercera presidencia que ejerce, el contar con el consenso de
su partido, haber conseguido el aval estatal europeo de Rusia (potencia nuclear a la cual le debe gran parte
de su avance tecnológico-militar), las potencialidades indias (primer país en población), las de Sudáfrica (la nación
subsahariana más desarrollada) y Brasil, potencia latina a la que consideran los euroasiáticos como representante
de aspirantes sudamericanos a pertenecer a los BRICS.

Si por un lado los chinos y el propio XI pueden declararse satisfechos de lo alcanzado hasta ahora, Putin -entre varias
declaraciones- ha dicho que un plan de paz de China “puede ser la base para resolver el conflicto con Ucrania”, aunque
existe la negativa pública de EE.UU. al mismo, el escepticismo de otros y la adhesión de Brasil (a través de Lula) a
una mesa de negociación que se propone para integrarla.

Las sanciones económicas impuestas por Occidente -además de entorpecer el curso de las finanzas propias- perjudica
duramente la economía rusa, la que no puede ser solucionada automáticamente por China, dado su propio nivel de necesidades:
el gas que tiene un curso lento que solo se resolverá con un segundo gasoducto atravesando Mongolia. Según ciertos cálculos y
más allá del desplome del rublo, el conflicto bélico demanda unos mil millones de dólares diarios. Asimismo, Pekín piensa
levantar restricciones a las importaciones de trigo ruso al tiempo de realizar inversiones en algunas empresas.

Sin embargo, mal que le pese a muchos -en particular a Kiev, Biden, su Departamento de Estado y el Pentágono, un
informe reciente indica que las cifras del comercio China-Rusia sumaron la cifra récord de 194 mil millones de dólares
-al cerrar el año 2022-, lo que por sí habla de alrededor de un crecimiento del 30% integrado por un 13% de compras rusas,
llegando a los 76 mil millones de dólares, y exportando en paralelo a aquel destino un 43% incrementado, ubicándose en
114 mil millones de dólares.

En todo caso, para “enjugar” las sanciones occidentales, continuar como el principal socio comercial de Rusia, China deberá
realizar mayores esfuerzos, aunque Moscú no muestra indicios de estar en quiebra o dirigirse hacia allí.

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