La crisis del Coronavirus golpea al Uruguay: se ha convertido en un tema absorbente que ocupa todo el espacio de la comunicación. Se trata de una crisis mundial y, en ese sentido, pareja para todos. Sin embargo, en esta nuestra tierra pegó de forma singular por una razón: hay acá un gobierno recién instalado que tenía otros planes y hay una mayoría ciudadana que lo votó para otras tareas y había colocado en él otras expectativas. Por el momento se tendrán que dejar de lado: cambió todo.
El gobierno comprendió la situación. La mayoría de los uruguayos también: ante la urgencia, unos desistieron de sus planes y los otros de sus expectativas y todos se han abocado mancomunadamente a la nueva y desconocida tarea que ha introducido el virus. Esta respuesta rápida, este cambio asumido sin vacilar va a quedar en los libros de historia como algo ejemplar.
La mayoría de la población ha entendido la emergencia y se siente más segura por ello. Hay excepciones. La dirigencia de una parte del Frente Amplio vacila; temen que un apoyo franco los arrime mucho a la coalición de gobierno y, por el otro lado, temen que, si se abren, toman distancia o se ponen en contra eso los aparte del sentir popular que claramente aplaude a los que ayudan sin complicar y sin querer de paso lucirse en el trámite. En ese dilema y en ese vaivén unos juegan al milico malo y otros al milico bueno. Pero el aspecto político de esta crisis lo desarrollaré in extenso en una segunda entrega.
Esta crisis mundial es tan seria porque de este virus se sabe muy poco. Lo desconocido genera dos efectos: produce pánico y produce macaneo, información alocada y constante. De este virus no se conoce bien el origen, no se le conoce remedio ni vacuna, no se sabe cuánto puede durar la pandemia. Como se sabe tan poco todos opinan y proponen recomendaciones y consejos.
Uno de los clamores que más se oye es el de los que claman por una cuarentena obligatoria. La han reclamado desde Tabaré Vázquez al Sindicato Médico del Uruguay (SMU). Dejando de lado que no tiene un respaldo técnico-científico serio, lo interesante de este reclamo y lo que quiero traer a la reflexión del sacrificado lector es el aspecto coactivo que conlleva. La amenaza de lo desconocido empuja a mucha gente –se den cuenta de ello o no- a reclamar una protección absoluta y sin limitaciones, en este caso a que se saque de la calle en forma compulsiva a los posibles infectados que me puedan contagiar.
El gobierno ha advertido esa tendencia al autoritarismo guarecida en algunos sectores y se ha mantenido firme, sin dejarse arrastrar por el recurso a la coacción-prohibición que nace del miedo no razonado. El gobierno exhorta, recomienda, insiste, pero no hace caso a esos reclamos los cuales dejan ver allá en el fondo una semilla totalitaria, profundamente desconfiada de la libertad individual y de la educación. Este punto es crucial en un análisis serio de lo que está pasando: me resulta asombroso ver a tanto politólogo y dirigente tan en la luna (o tan asustado).
Esta crisis tiene un origen sanitario, pero va a derivar –ya está derivando- en una enorme crisis económica y social. El gobierno y la mayor parte del sistema político ha advertido eso. Es por esta razón que las medidas que ha tomado el gobierno buscan atender un aspecto sin agravar el otro. Esta es otra razón por la cual el gobierno no se ha dejado arrastrar por quienes proponen solo medidas sanitarias olvidando las repercusiones económicas y así lo ha explicado en sucesivas y cotidianas conferencias de prensa.
Este aspecto – las conferencias de prensa frecuentes- merece también atención y análisis, aunque sea al pasar. Todos sabemos que la sobreexposición mediática desgasta. El gobierno, y en particular el Presidente, están enfrentando ese riesgo. El motivo para correrlo es el siguiente: lo desconocido produce pánico, como se ha dicho, pero el miedo se multiplicaría exponencialmente si la población tuviera motivos para sospechar que, además de lo que no se sabe, hay cosas que el gobierno conoce, pero oculta. Las conferencias de prensa frecuentes, abiertas a todas las preguntas, son una demostración de transparencia –tal como allí se repite todos los días- y son parte de un proceso político-didáctico. El gobierno se muestra y se explica a sí mismo a riesgo de sobreexposición, sin cuidar la ropa y sin guardarse nada.
Las medidas económicas que se han tomado están dirigidas a la protección de los componentes más débiles de la sociedad y de la cadena productiva. El planteo es claro. Veamos. Al escribir estas líneas hay 60.000 uruguayos en el seguro de paro: tenían un trabajo-ingreso y no lo tienen más. Se trata de trabajadores del ámbito privado, los públicos no han perdido ni un solo puesto de trabajo, y tienen la seguridad y el privilegio de que no lo van a perder. Es lógico y justo que ayuden a los trabajadores más expuestos, los que ya están en el seguro de paro y los que se sumarán.
El PIT-CNT aceptó a regañadientes la rebaja propuesta con ese fin por el gobierno adelantando que no es legal porque se saltea la negociación. Lo que los uruguayos hubieran considerado normal hubiera sido una disposición entusiasta y sin reparos hacia la solidaridad entre trabajadores.
En la conferencia de prensa en la que se anunció esta medida una periodista preguntó por que no se extraía también de los propietarios de la tierra y otros poderosos. Sin perjuicio de que todos deberían aportar según su posibilidad, en la pregunta de la periodista resalta y se destaca el cliché. ¿No está enterada la periodista (y los que piensan como ella) que está vigente una emergencia agropecuaria por la seca en varios Departamentos y que es absurdo pedir contribución de quienes el estado está ayudando? Los dueños de la tierra ¿son los arroceros, excelentes productores a nivel mundial y que llevan cuatro cosechas a pérdida? ¿Son los tamberos que sobreviven a gatas autoexplotándose ellos y sus familias? Señorita periodista, los dueños de la tierra no son los del cliché; son otros, son las compañías forestales, todas extranjeras, a quienes los gobiernos del Frente exoneraron del impuesto al patrimonio.
Como expresé al comienzo, lo desconocido produce pánico y produce macaneo. El macaneo que genera esta crisis se suma, en algunos casos como este, al macaneo consuetudinario de quienes se alimentan del cliché.
La segunda entrega de estas reflexiones sobre la crisis versará sobre las repercusiones políticas que está generando.
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