Se acaba de reeditar un libro imprescindible: Cassavetes por Cassavetes. Cuando el periodista Ray Carney abordó la posibilidad de realizar este estudio sobre su amigo John Cassavetes, que el 9 de diciembre cumpliría 90 años, recordó un pensamiento suyo que a la postre abriría el relato. Cierta vez Cassavetes había declarado: “Es inmensa la admiración que siento por la gente que puede contar su vida en una autobiografía, porque las relaciones son realmente complicadas. Yo nunca sería capaz de aclararlas”.
Sabiendo de antemano que Cassavetes había sido un legendario parlanchín Carney se asignó una tarea ciclópea. La misma le llevó once años (1990-2001) y tuvo como resultado este libro de 600 páginas que estudia en profundidad la personalidad del polifacético director, actor, libretista, montajista, fotógrafo y ocasional distribuidor. En primer lugar rastreó, revisó y seleccionó miles de horas de conversaciones grabadas del director con actores, miembros de sus equipos de trabajo, periodistas y público asistente a las presentaciones de sus films. A todo eso Carney sumó mucho de lo escrito por el cineasta sobre su obra en las introducciones a sus guiones publicados, en declaraciones personales de los pressbooks previos al estreno de sus films, y en cartas dirigidas a jefes de estudios, periodistas, agentes y amigos. Finalmente, el autor localizó a los hombres y mujeres que compartieron su vida con el cineasta: Gena Rowlands, Peter Falk, Ben Gazzara, Elaine May, Seymour Cassel, Lelia Goldoni, Jonas Mekas y muchos otros ayudaron así a Carney a armar su gigantesco rompecabezas.
Pero esa era sólo la primera parte del trabajo. A continuación, el autor debió dar forma definida a esa proteica acumulación de datos. Para ello tuvo la idea que todo el relato fuera contado en primera persona por el propio Cassavetes en base al material previo. En una etapa final el propio Carney se reservó espacio suficiente para informar de los hechos y personas que son el complemento necesario a las declaraciones del cineasta. Gracias a esa táctica el resultado es un homenaje sincero y un ejemplo de cirugía mayor. Porque esa continua “conversación” de Carney y Cassavetes permite descubrir la verdadera dimensión de éste como hombre y artista. Muchas veces el realizador queda en evidencia al contar sucesos o anécdotas de manera incorrecta, ya sea por olvido, confusión o simple mentira. Gracias a esas situaciones el lector recibe de primera mano un retrato veraz y apasionado de un Cassavetes de carne y hueso. Cassavetes por Cassavetes no es una biografía ejemplar, sino el estudio certero de un ser humano nada sencillo: podía ser generoso y atento, pero también exasperante, insensato, testarudo y manipulador. Era idealista y también timador. Trabajaba como fanático y jugaba como niño, deslumbraba con su encanto juvenil y aterrorizaba con sus estallidos de cólera. El libro permite al lector acceder a los oscuros rincones de la contradictoria personalidad de un hombre difícil como pocos, que además no ha sido suficientemente estudiado: la escasez de material acerca de su vida y obra es a todas luces llamativo.
Un importante acierto de Carney es la estructura que da al libro. Está dividido en doce capítulos, de los cuales el primero y el último se ocupan de los años iniciales (1929-1956) y finales (1985-1989) respectivamente. En medio, los diez restantes estudian en detalle los acontecimientos referidos a los rodajes de Sombras (1959), La canción del pecado (1961), Un niño espera (1962), Rostros (1968), Maridos (1970), Así habla el amor (1971), Una mujer bajo influencia (1974), El asesinato del apostador chino (1976), Noche de estreno (1977), Gloria (1980) y Torrentes de amor (1984). En esos capítulos tampoco hay desperdicio, porque allí Carney nos hace conocer la elaboración, ensayos, filmación y técnica de montaje de cada película, describiendo las vicisitudes para realizarlas y los esfuerzos mayúsculos para que fueran proyectadas en cines. También informa las premisas básicas que para Cassavetes debía tener un libreto: 1) los personajes importan más que la trama; 2) el artista no debe explicar demasiado; y 3) el realismo cobra valor de verdad revelada. Analiza además sus temas recurrentes: matrimonios destrozados, el amor transformado por traiciones mutuas, y la dificultad de comunicación en la pareja. Y por si todo esto fuera poco deja al descubierto zonas más siniestras del director: cómo se las ingenió para convertir el probable éxito de Maridos en un fracaso descomunal, de qué manera estafó a sus colaboradores en Sombras, o por qué estuvo a punto de hacer naufragar varios proyectos debido a su compulsiva pasión por el juego.
Y también conviene leer con atención el primer capítulo, porque si bien allí se hallan los relatos más convencionales (el anecdotario de infancia-adolescencia-juventud), también se explora la génesis del ideario artístico de Cassavetes, sus postulados básicos sobre el arte escénico, donde cobran importancia dos conceptos fundamentales: 1) que hay tantas formas de entender una situación como individuos participen de ella, y 2) que el conocimiento de nosotros mismos siempre es imperfecto. Además, analiza su método de autoexploración, opuesto al Actor’s Studio, y otorga suprema importancia al ego para la autovaloración del actor. Ese paquete ideológico le permitió confeccionar un cine rabiosamente independiente, sin parangón en la historia de Estados Unidos. De la batalla permanente de Cassavetes contra un medio feroz habla este libro, cuya lectura se convierte desde el inicio en una aventura fascinante.
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