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Sueños de muñecas

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Escribir sobre Muñecas de piel luego de la polémica generada por el recurso de amparo presentado contra la obra tiene aristas incómodas. La obra parte de una intuición artística de Marianella Morena que se cruza con la investigación periodística de Antonio Ladra sobre la llamada Operación Océano. Ladra fue de los primeros periodistas en publicar los nombres de los abusadores formalizados, y sabiendo que son personas vinculadas al poder económico y político, no hubiera llamado la atención que la solicitud de conocer de antemano el contenido de la obra llegara de esa parte. Pero no, quienes impulsaron el recurso legal para que la obra no se estrenara fueron familiares de una de las víctimas, fallecida además, bajo el entendido de que la obra podía revictimizarla. Esto puso un eje en el dolor de la familia, y la verdad que, en lo personal, se me hace difícil pensar que el recurso sea catalogado como “censura previa”. Uno piensa en censura cuando alguien desde el poder, político o fáctico, intenta bloquear un punto de vista o una opinión que incomoda, no cuando parte de las víctimas de un caso de abuso de menores. Pero también es claro que si la solicitud de amparo prosperaba quedaba abierto un antecedente muy peligroso, ya que en virtud de ese fallo, se habría un espacio para judicializar la actividad artística que, la verdad, es difícil saber donde se detiene. El resultado final no dejó de generar incomodidad, el recurso no fue avalado por la justicia, pero los argumentos, que una persona muerta ya no tiene derechos, no pueden ser cómodos para nadie. En definitiva, la obra tuvo mucho más publicidad que la prevista a raíz de la judicialización, y la familia, que no ha reparado en dos libros sobre el caso, uno de los cuales recoge chats de las víctimas y otro en el que el propio diario de una de las menores se publica, solo logró que personas que no conocían el caso ni la historia puntual se interesaran por ella.

Finalmente Muñecas de piel se estrenó el 29 de julio, y las dudas respecto a los recursos legales se disiparon. Muñecas de piel delimita el espacio del escenario en un cuadrado que contiene tres ejes conceptuales. Una bañera, al centro y al fondo, la oficina de la fiscalía especializada hacia la izquierda, y otro espacio, hacia la derecha, en que se ubicarán las escenas más explícitas vinculadas al caso. El agua que brota de la bañera, cada vez que el personaje que encarna a las víctimas (en general, no una en particular) se hunde en ella, moja todos los espacios, embarra y pudre tanto los ámbitos en que un varón mayor compra el cuerpo de una menor, como el ámbito judicial que debe trabajar para penar estas prácticas. Podríamos decir que el agua que la víctima hace salpicar nos embarra a todos. Y es que el eje de la obra parte del caso judicial, pero va mucho más allá. En este caso las adolescentes abusadas no pertenecen a sectores marginales, pero la presión social por ser parte de un estándar estético abre la posibilidad de la prostitución. Y esa presión social que se ejerce sobre muchas adolescentes opera también en el resto de la sociedad, o para ser más justos con lo que parece proponer Morena, es desde la sociedad toda que opera esa presión. En este caso la presión social lleva a que algunas adolescentes se vean inmersas en redes en que varones adultos se aprovechen de ellas. Pero es una lógica que va mucho más allá, y se cruza con otra que también atraviesa el espectáculo: la mercantilización de los cuerpos. Los cuerpos de las muchachas valen casi lo mismo que las ropas que visten, los zapatos que usan, o las drogas que consumen. Y eso también tiene que ver con la sociedad en que vivimos, es eso mismo lo que habilita a que varones ebrios de su condición de privilegiados compren tanto las ropas de estas “muñecas” como los cuerpos con los que las visten. La cosificación es total, pero no es responsabilidad de la obra, vivimos en una sociedad que cosifica los cuerpos, pretender que un espectáculo teatral no de cuenta de eso sí es un acto de censura.

Lo central, parece que sugiere el espectáculo, es que no hay anomalías aquí, el personaje que encarna Álvaro Armand Ugón, que tampoco es un abusador individual sino que representa un tipo que camina por las calles como cualquier otra persona, es un “producto sano del patriarcado” diría alguna militante feminista. No es un “anormal” sino que responde a como fue socializado, es varón, tiene dinero, compra lo que su deseo le mande. Y esto no es contradictorio con una vida social “normal” de esposo y padre de familia. Si fueran anomalías individuales no habría una responsabilidad social estructural en la generación de estas conductas, y justamente lo que parece señalar Morena es que sí hay un orden social estructural que produce estos hechos. En este sentido, si tenemos que criticarle algo a Morena, es que el personaje masculino por momentos sí parece ser bastante lineal, casi caricaturesco, pero más en su caracterización que en el intento de defensa que ejerce. Cuando pregunta “¿no quieren ser dueñas de sus cuerpos?” para justificar su “compra” o también afirma “¿qué diferencia hay entre tener 17 o 18 años?” no dudamos que esas expresiones surjan de personas que habitan fuera del escenario.

Más allá de algunas breves escenas puntuales, Mané Pérez en este caso encarna a la responsable de llevar adelante la investigación. Surfeando algunos de sus parlamentos sobre una línea musical rítmica y machacante, su personaje introduce datos para que entendamos el contexto de los encuentros entre los otros dos protagonistas, y termina desnudando las enormes carencias con que la fiscalía especializada debe abordar denuncias como las de este caso. Si hay un cambio cultural y ahora se realizan denuncias que antes se callaban, los recursos para investigar son mínimos.

Muñecas de piel es un mojón más en la carrera de Morena en ese camino por aportar, desde la ficción, una reflexión sobre la realidad en que esa ficción se inserta, por apelar a la reflexión desde los recursos formales, no solo desde lo discursivo. La particularidad de este caso es que hay una investigación abierta. No entendemos, sin embargo, porqué esta obra es más problemática que los libros publicados como “la verdad” sobre Operación Océano. Y no entendemos como genera más polémica que las amenazas que el abogado Víctor Della Valle, defensor de los victimarios, realiza hacia la víctimas impunemente. Esperemos haya recursos contra su accionar. Mientras tanto invitamos a ver Operación Océano, ojalá haya más funciones.

Muñecas de piel. Escrita y dirigida por Marianella Morena. Elenco: Álvaro Armand Ugón, Mané Pérez, Sofía Lara.

Funciones: jueves a sábado 21:30, domingo 19:30 horas, hasta el 8 de agosto. Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.