Tambo prehistórico, el último trabajo de Santiago Sanguinetti, se estrenó bajo coordenadas sociopolíticas extrañas al resto de su obra. Puede parecer un dato anecdótico menor, pero lo cierto es que desde Limbo o Fuga de Ángeles (estrenadas en 2006) hasta Bakunin Sauna (estrenada en 2019), la totalidad de la obra de Sanguinetti se estrenó bajo gobiernos frenteamplistas. Y no es meramente anecdótico, pues en el transcurso de los años el autor fue construyendo una obra que dialogó, desde una perspectiva de izquierda, con la tradición política y el pensamiento de ese horizonte de ideas y prácticas políticas. En particular a partir de la llamada Trilogía de la Revolución ganó protagonismo un tipo de escritura escénica que, como el mismo Sanguinetti señala, yuxtapone signos de la cultura de masas junto a frases e ideas de pensadores como Mariátegui, Quijano, Trotsky o Hegel. Ya con El gato de Schrödinger y Bakunin Sauna ganaron protagonismo algunas tradiciones más libertarias, siempre en un contexto de capitalismo hedonista y una dinámica que apela al humor desde varias tradiciones, pero con un anclaje firme en el grotesco rioplatense. Roger Mirza escribió en el prólogo de la Trilogía de la Revolución que Sanguinetti: “tiene una sólida información que incorpora, desde una perspectiva contemporánea y latinoamericana, el pensamiento de izquierda y su crítica, que atraviesa toda su obra, sin volverla erudita, didáctica o académica, por el permanente humor que las recorre pero también por el juego de contrastes y oposiciones que no toleran soluciones fáciles ni interpretaciones unívocas”.
El teatro de Sanguinetti deviene profundamente político, pero no por transmitir una verdad conocida a priori por el autor, sino por apelar a la yuxtaposición de signos que construyen nuevos sentidos, quizá contradictorios, que el espectador deberá interpretar. Y cuando utilizamos el término “político” aquí lo traemos en el sentido que el propio autor otorga: “las características globales de las interrelaciones, los macro-relatos que sostienen y determinan los vínculos, las normas que afectan el contacto entre pares, las reglas de convivencia, los acuerdos y desacuerdos acerca del modo de organización imperante, las características del marco amplio que habilita la vida en colectivo, las formas en las que el poder se ejerce en una sociedad”.
El preámbulo es necesario porque nos ayuda a pensar Tambo prehistórico, un espectáculo que arranca carcajadas de la platea a partir del humor característico del autor/director, pero que nos dejó con la sensación de que algo estaba faltando ¿Donde están los contrastes entre ideas de emancipación y signos de una cultura alienante? Pero claro, si bien el “marco amplio que habilita la vida en colectivo” no cambió en el 2020, sí podemos afirmar que el cambio de signo del gobierno expresa un cambio también de los “macro-relatos que sostienen y determinan los vínculos, las normas que afectan el contacto entre pares”. Si bien podemos pensar que la famosa “derrota cultural” que se expresó en el cambio de gobierno tiene causas en la propia práctica política frenteamplista (en lo que hizo y en lo que no hizo), hoy en día gobierna una expresión política que alienta esos valores que la izquierda institucional en teoría rechaza. Y si Sanguinetti, en este nuevo contexto, hubiera apelado a los mismos signos estaría repitiendo una fórmula vacía de contenido. Desautomizando nuestras expectativas descubrimos nuevamente a uno de los dramaturgos más políticos de su generación. Y no era tan difícil, en definitiva, y hablando de política ¿Qué pensamos cuando hablamos de un dinosaurio?
En momentos en que los “valores” empresariales no solo dominan sino que son elogiados y promovidos desde filas gubernamentales los protagonistan de Tambo prehistórico son un grupo de “emprendedores” de poca monta que anhelan dejar de ser actores secundarios para convertirse en “extras de sí mismos”. Impulsados por el espíritu “malla oro” invierten pequeños ahorros y herencias en un parque temático de diversiones ubicado en Cuchilla del Ombú, pequeña localidad de Tacuarembó en la que se han descubierto huellas de dinosaurios. Los signos, muchos tomados de la realidad, comienzan a superponerse. Lo que era un pequeño emprendimiento productivo, un tambo, se reconvierte en un parque de diversiones. Repetimos que no hay que ser muy imaginativo para pensar a qué se asocia, en términos políticos, un dinosaurio. Pero también un productor lechero es alguien que suele asociarse a determinadas posiciones ideológicas. En plena inauguración del nuevo parque temático uno de los protagonistas de forma explícita y desinhibido gracias a una grappa, afirma: “Me siento fuerte y heroico. Por fin soy mi propio protagonista. Nadie necesita amor si es el jefe de sí mismo y acaba de abrir su propia pyme”.
El parque se anuncia en oposición al parque Beto Carrero World de Brasil, pero finalmente desde el país del norte partirá un dinosaurio real que amenaza con exterminar el emprendimiento. No es posible, más allá de las intenciones del autor, dejar de pensar en forma metafórica. El gran capital se come al pequeño, pero además un dinosaurio que amenaza desde Brasil, hoy en día, parece algo con sustancia bien concreta.
Como historia secundaria tenemos a un meloso y pusilánime intendente enamorado de la presentadora del parque. El contraste entre estos dos personajes no solo habilita la introducción de pequeños actos de corrupción política a la trama, sino que permite incluir un dinamizador humorístico muy potente al espectáculo. Xabier Lasarte y Elena Brancatti, en un juego entre la comedia absurda y el grotesca, guían al espectador por el parque a la vez que abundan en diálogos humorísticos.
En resumen, un puñado de aprendices de empresarios conjuran a los dinosaurios para “emprender” un negocio no tradicional sobre los restos de un tambo. Pero un dinosaurio real responde al llamado y acecha amenazante. Las interpretaciones quedan a cargo del lector.
Tambo prehistórico se estrenó en año pasado en el marco del Festival de dramaturgia del INAE y tuvo seis funciones más en febrero. Esperamos un pronto re-estreno.
Tambo prehistórico. Texto y dirección: Santiago Sanguinetti. Elenco: Mateo Altez, Elena Brancatti, Javier Chávez, Nahuel Delgado, Carmen Laguzzi, Xabier Lasarte, Ileana López y Guillermo Vilarrubí. Diseño de escenografía e iluminación: Laura Leifert, Sebastián Marrero. Diseño de vestuario: Johanna Bresque. Diseño de sonido y música original: Fernando Castro, Federico Zavadszky. Fotografía y diseño de afiche: Alejandro Persichetti. Asistencia de producción: Rogelio Gracia, Nicole Wysokikamien.
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